Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, septiembre 01, 2012

Good Riddance (Ridding of you) - Chapter 23: Thank you.



-¿Billie? –susurró la adolescente.
Habían pasado varios minutos y Billie seguía apoyado su pecho. Ya no lloraba, mas no quería separarse. Bastaba con estar en esa posición para sentirse completo nuevamente.
-¿Sí? –susurró él, disfrutando el cómo la punta de los dedos de Amelia rozaban su nuca al acariciarle el cabello.
-Lo siento, pero me tengo que ir –murmuró, aún sin separarse-. Voy a perder el vuelo si me quedo más tiempo.
-De acuerdo –musitó él, separándose de ella lentamente-. Hasta que vuelvas entonces.
-Sí...
Los ojos de la joven se vieron inmediatamente atraídos por los verdes del hombre. Él lo notó, por lo que aprovechó de tomarle la mano y acariciársela suavemente, para luego llevarla a sus labios y besársela. Amy se sonrosó.
-Gracias –susurró él, separándose, poniéndose de pie, mientras que ella lo imitaba.
-De nada, siempre estás ahí para mí, consolándo...
-No te agradecía eso –la interrumpió él, mirándola a los ojos.
Recién ahí ella se percató de lo cerca que estaban. Con una mano temblorosa, Billie comenzó a acariciarle la mejilla con su pulgar.
-¿Qué me agradeces entonces? –preguntó ella, en un tono bajo de voz, intentando controlar todas las emociones que desataba la vibración entre sus pieles.
Billie acercó su rostro al de ella, aún con su mano en la mejilla de la joven.
-Esto –susurró.
Y sin contenerse más, acortó la distancia.
El encuentro de sus labios no hizo otra cosa que desatar una fuerte vibración, la cual causó un notorio estremecimiento en ambos. Mas no les importó. Ya superada la sorpresa, aquel beso era mucho más de lo que habían esperado, por lo que Billie no dudó en aumentar la intensidad, rodeando la cintura de Amy, quien le rodeó el cuello, con los brazos.
Recién ahí se percataron de que sentían exactamente todo lo que el otro sentía. Las palabras sobraban, pero tanto Amy como Billie “oían” todos y cada uno de los pensamientos que al otro se le cruzaban por la cabeza. Pero, al estar tan conectados, no eran capaces de distinguir si eran pensamientos propios o del otro.

Esto es... wow pensó uno de los dos.
El mejor beso de mi vida añadió el otro.
Y, por primera vez en mucho tiempo, ambos se sintieron libres de todos y cada uno de sus problemas. Durante los eternos minutos que duró el beso, eternos minutos que se sintieron como días enteros en las mentes de ambos, su vida era perfecta...
Vida perfecta que acabó apenas Amelia comenzó a disminuir la intensidad, indicándole al guitarrista que era hora de separarse, cosa que hicieron lentamente.
-Lo siento –se disculpó Billie, apoyando su frente con la de la chica-. Lo siento, lo siento mucho, pero tenía que hacerlo.
Ella asintió levemente, aún sorprendida y con la respiración agitada.
-Esto... ¿Esto fue sólo un impulso, no? –fue lo primero que logró decir.
Un lado de Billie se sintió pésimo al notar que la adolescente parecía estar rogando porque fuera un impulso, pero, el otro lado, se sentía aliviado: Ella tenía más que claro que eso no podía ser.
-Sí, lo fue –musitó, separando su rostro del de ella-. Al fin supimos qué se sentía.
Amy asintió, sonrojada, a la vez que el guitarrista se separaba de ella completamente, sintiendo una especie de desgarro interior al hacerlo. Algo en la expresión de la adolescente le indicó que por su mente pasaban sensaciones similares.
-Nos vemos cuando vuelva –susurró ella, torciendo una sonrisa, indicándole que todo estaba bien.
-Sí… –murmuró, guiándola a la puerta.
-Adiós –musitó ella.
Se miraron a los ojos.
Sin contenerse, Billie se acercó a ella y, en un rápido movimiento, encontró sus labios con los de ella nuevamente, acabando con la agonía que sentía cuando no estaba en contacto con la piel de la joven, agonía que podía, fácilmente, comparar con la abstinencia de alguna droga.
Y, al igual que en el beso anterior, los pensamientos de ambos se mezclaron.
Esto es ilegal pensó uno de ellos.
Pero a él no le importaba. Se sentía tan… mágico estar besándola. Era como si todo el mundo dejase de existir.
Sin embargo, el beso no se alargó mucho, ya que Amelia se separó de él, de un modo un tanto brusco.
-Por favor, no me lo hagas más difícil –susurró ella, cerrando los ojos al hablar.
-¿De qué hablas? –preguntó él, apoyando su mano en la mejilla de la joven, quien se la retiró, suavemente- ¿Qué es lo que te estoy haciendo “más difícil”?
Ella sonrió, amargamente.
-Recordar que esto no puede ser, irme... –musitó- No aguantamos ni dos minutos sin tocarnos, y tendremos que estar varios días separados... –Suspiró.- No me hagas eso más difícil de lo que ya es.
Él asintió, cabizbajo.
-¿Si te digo que voy a extrañarte, vas a empezar el sermón? –preguntó, ante lo que ella negó, cambiando su amarga sonrisa por una triste- Voy a extrañarte.
-Yo a ti –susurró ella.
Se miraron a los ojos.
Billie estuvo más que tentado a acercársele, mas ella abrió la puerta justo cuando él tomaba la decisión en su cabeza.
-Adiós, Billie –murmuró ella.
-Adiós –susurró él.
Y, tras dedicarle una última mirada, Amelia se fue, dejando al guitarrista solo.
Piensa en el techo, piensa en el techo se repetía él en su cabeza, una y otra vez, intentando apartar los pensamientos que estaban formándose en su cabeza en aquel instante. Piensa en cuántas baldosas hay en el piso de la cocina… Oh, que lindas son…
Se apoyó en la puerta y se deslizó por ella hacia el piso, donde se cubrió el rostro con ambas manos.
Amy, ¿estás ahí? pensó.
Al no obtener ningún tipo de respuesta mental, suspiró, aliviado.
¿Cómo podía haber sido tan imbécil como para besarla? ¿Cómo se le ocurría perder el control de esa forma? ¿Qué habrían hecho si los niños los hubieran visto? ¿Acaso no era ni capaz de controlar sus propias acciones?
Pero eso carecía de importancia al recordar cada instante del beso que se habían dado. Se mordió levemente el labio inferior al recordar lo bien que se había sentido al haber, finalmente, probado los labios de la adolescente...
-Mierda –susurró, levantando la mirada y descubriéndose, únicamente, los ojos, para ver que su hijo mayor se encontraba frente a él, mirándolo directamente a los ojos.
-Díselo –le dijo Joey, a la vez que Billie se descubría el rostro por completo.
-¿Decir qué? –inquirió Billie, sin comprender.
Nos vio pensó, al notar como su primogénito alzaba una ceja, lentamente.
-Haré como que no vi nada, pero tienes que decírselo –musitó Joey, encogiéndose de hombros, para luego voltearse y devolverse donde su hermano.
¿Decirle qué?
¿Qué le tenía que decir a la adolescente? No lo sabía. No tenía idea de cuáles eran sus sentimientos hacia ella. Sabía que le atraía, pero, hasta ese momento, no se había cuestionado por el sustantivo que describía lo que sentía. ¿Le gustaba? ¿Le atraía? ¿La amaba?
Negó, desesperado.
Necesito ayuda pensó, volviendo a cubrirse el rostro y echando la cabeza hacia atrás, haciendo que chocara contra la puerta. Necesito contárselo a alguien.
¿Pero a quién? Ya había compartido sus puntos de vista con Mike y Tré, y ambos concordaban que esa relación no debía existir. Y sus demás conocidos ni siquiera sabían de la existencia de la adolescente y, pese a que confiaba en ellos, no tenía ganas de contárselo al mundo aún, no sin estar seguro de lo que sentía.
¿En quién podía confiar? ¿En quién podía confiar, incondicionalmente?
¿En quién he confiado incondicionalmente?
Volvió a descubrirse el rostro, rápidamente.
-Addie –susurró.
¿Contárselo a Adrienne?
¿Por qué no? Ella me engañó, tengo eso de chantaje. Nos amamos bastante por un buen tiempo, así que algo de cariño debe quedar… pensó, poniéndose de pie.
-¡Niños, voy a comprar comida y vengo! –gritó el guitarrista.


Pocos minutos después, se encontraba frente a la puerta principal de la que había sido su casa por tantos años, tocando el timbre con desesperación.
-Perdón la demo… -comenzó Addie, abriendo, para luego ver quién era- ¿Billie?
-Cuando dijiste que, si necesitaba hablar, estarías ahí… ¿Lo dijiste en serio? –susurró Billie, agitado; había corrido desde el auto hacia la puerta, y los nervios le habían acelerado bastante el pulso.
-Sí, claro… ¿Qué pasa?
Él negó.
-Necesito consejo.
Asintiendo, Addie lo hizo pasar al living.
-Tranquilízate, Brad no está –musitó, al ver cómo su ex esposo tamborileaba los dedos, histérico, al mismo tiempo que ella se sentaba frente a él.
-No, no es eso…
-¿Entonces qué es?
-¿Prometes no juzgarme y no decírselo a nadie?
-¡Sí! ¿Vas a decirme qué mierda te pasa?
Billie suspiró.
-La semana pasada… -Suspiró.- Conocí a una chica, tiene quince años y…
-¡DIOS MÍO! –exclamó Addie, causando que Billie se sonrojara a más no poder- ¡¿QUINCE?!
-Créeme que intenté que no me gustara ni nada, pero… Es un tanto difícil –murmuró.
Addie negó.
-No importa qué tan difícil sea, ¡no debes sentir nada por alguien que tiene menos de la mitad de tu edad! –exclamó- ¿Cómo conociste a una niña, en todo caso?
El guitarrista volvió a suspirar.
-Caminaba al estacionamiento desde Adeline y, por distraído que soy, choqué con ella en el camino. Se me cayeron todas las cosas, a ella se le cayeron las suyas y… Bueno, me reconoció, pidió un autógrafo, estaba por irse y yo tuve la fantástica idea de sacarme las gafas; ahí se dio cuenta que estaba triste, y empezamos a conversar. Y ya, ella se fue, yo me fui, pero después nos seguimos encontrando en varias partes –inventó. No le parecía buena idea admitir que él la había invitado al estudio, ni tampoco era una buena idea contarle a su esposa que compartía sus emociones y pensamientos con la adolescente.
Silencio.
-¿Te gusta por lo físico o por lo psicológico? Mejor dicho, ¿te gusta o qué?
Billie negó.
-Psicológico… Y no sé qué es lo que siento –murmuró-. Es decir… Mierda, siento tantas o más cosas por ella que las que sentía por ti cuando te conocí…
Addie negó.
-Si intentas ser tierno para que no me enoje, no funcionará…
-No es lo que estoy haciendo. Es que… es lo más similar a lo que puedo compararlo, y tampoco se parece en nada a eso. Es… Nunca había sentido esto.
-¿Y qué es lo que sientes?
Billie suspiró.
-Nos entendemos a la perfección, por lo que me siento entendido. Y me preocupan ella y su bienestar, sólo quiero que sea feliz… Y… mierda, daría lo que fuera por poder estar con ella, o por poder besarla o algo.
Lo último lo dijo tan rápidamente, que a Addie le costó un poco comprenderlo. Pero a él no le importaba. Se había cubierto el rostro en medio de su desesperación.
-¿Estoy loco? –preguntó.
-Probablemente –concordó la mujer, con una pequeña sonrisa-. Y enamorado.
Silencio.
-¿Ella sabe todo esto? –preguntó.
Billie volvió a suspirar.
-Algo así –musitó. Addie lo miró, sin comprender-. Debe suponérselo, es un tanto obvio, según lo que me han dicho…
-¿Mike y Tré? –Billie asintió.- Bueno, ellos te conocen de toda la vida, saben de inmediato lo que pasa por tu cabe…
-Ella igual –la interrumpió-. Nosotros… Es como si nos leyéramos la mente, no sé, nos entendemos enseguida.
En especial porque nos leemos la mente.
Addie negó.
-¿Qué es lo más cerca que han estado de besarse o algo? –Él no dijo nada.- ¿Billie? –Sintió cómo la sangre se iba a sus mejillas. Addie abrió mucho los ojos.- No…
-Nos besamos –susurró.
Nuevamente, recordó la sensación de sentir y pensar exactamente lo mismo que ella. Recordó la vibración. Recordó sus labios…
Recordó el dolor de separarse…
-¿Cuándo? –preguntó Adrienne, interrumpiendo sus pensamientos.
-¿Hará una media hora? –murmuró él- Mierda, estoy perdido.
Silencio.
-Realmente estás sintiendo cosas muy fuertes –musitó ella, analizando la expresión del guitarrista, quien parecía estar a punto de colapsar o de sumirse en uno de sus estados en los que sólo escuchaba las miles de “radios” de su cabeza-. Creo que deberías alejarte de ella por un tiempo y ver qué pasa.
El guitarrista hizo una mueca.
-Estará en Washington como por una semana… Creo que estaré lo suficientemente alejado para ver cómo termino –murmuró.
Addie lo miró, fijamente.
-¿Te das cuenta que esto puede acabar contigo en la cárcel? –inquirió.
Él asintió.
-Sólo… Mierda, no sé. Quiero estar con ella, pero sólo si la hace feliz. Si me dice que no, me olvidaré del asunto, o lo intentaré. –Addie sonrió, amargamente.- ¿Qué?
-La amas.
La miró por varios segundos, como si no hubiese comprendido sus palabras, tras lo que se paró, pensativo.
-Gracias –susurró.
¿Por qué me conoces tan bien?
Sin añadir nada más, se fue.

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