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Amelia
se quedó mirándolo durante varios segundos, como si intentara recordar algo. El
hombre terminó por concluir que no lo hizo, ya que dijo:
-Creo
que necesito más información.
-Whatsername es el nombre de mi canción,
y esa es la melodía que buscaba para mi canción –soltó él-. Es perfecta, es
como si… como si tuvieras el lado de mí que hace las canciones, no sé. Tengo
que llamar a los chicos…
-¿Qué?
¿Para qué? –inquirió ella, intentando superar la sorpresa, a la vez que él
sacaba su celular. ¿Ella tenía la
parte de Billie Joe que creaba todas sus canciones?
-Pues
para ensayar la canción… Tendrás que ir para que me ayudes a sacarla… Sólo si
quieres, claro –explicó, rápidamente.
-¡Claro
que quiero! –exclamó ella.
Sólo que tengo un
problema que no es nada pequeño que digamos… pensó ella.
-¿Cuál?
–preguntó él, extrañado.
-Tiene
cincuenta y dos años, y odia la música –respondió ella.
-Cierto…
Billie
se quedó cómo estaba (parado y con su celular en la mano), pensando.
¿Irá a trabajar
mañana? se
preguntó.
-No
tengo idea, hay días que no trabaja –contestó Amelia.
-¿Qué
mierda hace? –inquirió él, extrañado.
La
adolescente se encogió de hombros.
Hay cosas que
prefiero no saber. Si quieres finjo que conocí a una vecina o algo así.
-No,
no quiero que le mientas tan
descaradamente a tu padre.
-¿A
qué te refieres con “tan”? –preguntó ella, suspicazmente.
Él
la ignoró.
-Mandaré
a Mike diciendo que busca jóvenes promesas para alguna campaña –musitó, más
para sí mismo que para la adolescente.
-¿Realmente
crees que comprará eso? –inquirió Amelia, para nada convencida.
-Siempre
que no lo conozca… ¿No lo conoce, cierto?
Ella
negó.
Dudo que te
reconozca a ti.
-No
tenemos Internet aún, pero cuando tengamos hará una investigación de tu persona
y tus conocidos. Tenemos que aprovechar –susurró ella.
Qué psicópata pensó él.
-Sí,
opino lo mismo que tú –masculló.
Algo
de la ira que había aparecido la noche anterior volvió al hombre. ¿Cómo un ser
tan controlador como Rafael podía ser padre? O mejor dicho, ¿cómo podía ser
padre de aquella chica cuyo espíritu sólo deseaba la libertad?
-¿Billie?
–susurró ella. Él gruñó, demostrándole que la escuchaba- ¿Sabes que estás
sintiendo demasiadas cosas a la vez?
El
hombre sacudió su cabeza, dándose cuenta que ella se veía algo mareada.
-Lo
lamento es que… No lo conozco, pero odio
a tu padre –masculló.
-No te conozco, pero creo que te odio
–canturreó Amelia. Billie rió.
-Es extraño el cómo te convertiste en mi
mayor enemigo, y ni siquiera he visto tu rostro –completó él. Sonrió
levemente-. No diría que es mi mayor enemigo, pero va por ahí.
Ella
también sonrió.
-Gracias,
supongo –musitó.
-No
te preocupes… Ahora, tengo llamadas que realizar.
Amy
se dirigió a la cocina, de donde sacó el paquete de galletas que habían
comprado, tras lo que volvió al living, en cuyo sofá se dejó caer, a la vez que
él tomaba bien su celular y marcaba un número. Sostuvo una corta conversación y
luego se sentó al lado de la adolescente.
-Mañana
Mike te vendrá a buscar –fue todo lo que él dijo, sacando una galleta-. Y no
lleves tu guitarra, te pasaré una de las mías.
Ella
lo miró sorprendida.
-Me
escaparé con Mike Dirnt para grabar una canción con la guitarra de Billie Joe…
Será un buen día –farfulló.
Por supuesto pensó él.
Al
mismo tiempo, ambos tomaron una misma galleta, haciendo que sus manos se
tocaran. Billie tuvo que morderse el labio inferior para contener todo lo que
el tacto entre sus pieles causaba. Sonrosado, retiró la mano y miró a la
adolescente, quien se encontraba en el mismo estado que él.
-Lo
siento –susurró él, un tanto avergonzado-. Tendremos que acostumbrarnos a esto
cada vez que nos toquemos, ¿no?
-Sí
–musitó Amelia-. Esto no tiene sentido, ¿sabes?
-Quizás…
-comenzó él. Se calló.- No, olvídalo.
-¿Qué
pasa? –preguntó ella, curiosa. Él negó.
No tiene
importancia
pensó él.
Claro que la tiene le rebatió ella. ¡Dime!
Él
sonrió.
-Quizás
no fue casualidad, quizás estábamos destinados a encontrarnos –soltó él. Amelia
alzó una ceja-. ¿Qué?
-¿No
crees en Dios, pero crees en el destino? –inquirió ella.
-¿Qué
tiene de raro? Quienes creen en Dios creen en el libre albedrío –se defendió
Billie-. Según yo, todo pasa por una razón.
Ella
negó.
Dios obra de formas
misteriosas
citó la joven en su mente.
-Me
importa una mierda, eso es lo que creo –masculló-. ¿Qué otra idea tienes, Amy?
Ella
suspiró, pensativamente.
-Podría
ser que nos pasamos un trozo de alma y que por eso podemos sentir lo que el
otro siente, porque sigue en contacto con su cuerpo. –Billie rió.- ¿Qué?
-No,
no, estaríamos más deteriorados, ¿no? Debe ser porque nos parecemos –se explicó
él.
Fue
el turno de la joven para reír.
-Los
polos iguales se repelen, ¿sabes? –musitó.
Lo que sí sé es que
me fue muy mal en física pensó él, amargamente.
-Lo
siento –susurró ella, mirándolo a los ojos.
-No
te preocupes –farfulló él.
Silencio.
Sin
saber lo que hacía, llevó su mano a la de ella, sólo para sentir la vibración
extendiéndose por su cuerpo. Suspiró, intentando liberar algo del placer que aquello le causaba, al mismo
tiempo que ella se mordía el labio inferior fuertemente. Volvieron a mirarse…
Billie
sintió cómo se hundía en los oscuros ojos de la adolescente, quien sólo podía
concentrarse en los brillantes ojos verdes de él, ojos que destellaron
levemente al percatarse de cómo se aceleraba su pulso… ¿O era el de ella? Le
daba igual. Todo lo que le importaba era acercarse en ese instante a ella,
acercar sus rostros, juntar sus labios, aumentar la vibración lo más posible…
Sus
labios estaban a punto de encontrarse…
Un
celular sonó, interrumpiendo el trance que se había apoderado completamente de
ambos, haciendo que Billie se separara rápidamente de Amy, quien se ruborizó
notablemente.
-Lo
siento –se apresuró a decir él.
-No,
yo lo siento –susurró ella, sin atreverse a mirarlo a la cara-. Mejor contesta.
Él
asintió, sacando el celular de su bolsillo y contestándolo al sexto timbre.
-¿Aló?
–preguntó, sin revisar quién llamaba
-Papá,
tienes que venir –se apresuró a decir su hijo mayor desde el otro lado de la
línea-. Rápido.
-¿Qué?
¿Le pasó algo a Jake? –inquirió Billie, preocupado, intentando sacarse la
vergüenza de su mente.
-Algo
así… Vio a mamá y a Brad entrando a la pieza matrimonial, besándose. Jake se
enojó y se encerró en su cuarto –explicó rápidamente-. ¿Por qué no contestabas
el teléfono?
-Por
nada… -mintió él- Voy para allá.
-Pero
papá…
Billie
cortó la llamada, sin darle tiempo a su hijo para exigir más explicaciones.
Suspiró y guardó el celular en su bolsillo.
-¿Pasó
algo? –preguntó ella.
Nada, sólo que Jake
vio a Addie con el imbécil pensó él, cansinamente. Perdón de nuevo por lo de recién…
-Entiende
que no es tu culpa –masculló ella-. Fui yo la idiota que no te detuvo y…
Él
la silenció poniendo su dedo índice en los labios de la chica, intentando
ignorar la vibración que apareció.
-Yo
soy el adulto aquí, yo soy el responsable –murmuró Billie.
Un
lado de él se sintió culpable al dejar en claro que él era adulto y ella no,
pero otro lado, más grande aún, sintió algo similar a la tristeza al darse
cuenta, por primera vez, que la
diferencia de edad era demasiado grande.
No volverá a pasar pensó.
Confiaré en tu
palabra
pensó ella, con una amarga sonrisa.
Se
despidieron con un beso en la mejilla, el cual fue bastante alejado de los
labios, tras lo que él se fue, sin saber que ella se tocaba los labios con los
dedos de su mano izquierda, extrañada por la decepción que sentía.
No
tardó en llegar a la casa de Adrienne. Después de todo, el tráfico a esa hora
por aquel lado de la ciudad era muy escaso, por lo que podía irse sin detenerse
más de lo necesario. Estacionó el BMW al lado de un auto rojo bastante normal.
Supuso que sería el de Brad, porque no lo conocía, pero no le prestó más
atención de la necesaria. Simplemente, sacó sus llaves de un bolsillo de la
chaqueta, agradecido de no haberle devuelto su llave a Adrienne.
El
primer piso se encontraba desierto, o eso concluyó él, ya que no se escuchaba
ruido alguno. Sigilosamente, subió al segundo piso, donde se encontró con su
hijo mayor.
-Al
fin –susurró Joey.
-¿Sigue
encerrado? –preguntó Billie, también en un susurro.
-Sí,
pero ahora contesta. Me dice que me vaya siempre, pero al menos responde
-explicó el niño-. ¿Por qué te demoraste tanto en contestar?
Billie
intentó controlar su pulso, para no sonrojarse y no “autodelatarse”.
-Había
dejado el celular en otra pieza y no lo podía encontrar –mintió-. Bueno, vamos
a hablar con Jake…
Su
hijo se percató al instante de que su padre intentaba cambiar el tema
desesperadamente, pero no dijo nada al respecto. Después de todo, estaba más
preocupado por su hermano que por los secretos que su padre podría llegar a
tener.
-Here we go again -susurró Billie, frente
a la puerta, recordando cuando había golpeado desesperadamente la puerta de
Adrienne el día en que supieron que ella estaba embarazada de Brad.
Golpeó
la puerta fuertemente con sus nudillos.
-Joey,
¡ya te dije que no abriré! –exclamó el menor de cinco años.
-Jakob,
soy yo, tu padre –dijo el hombre, apenas levantando la voz.
-¿Papá?
–inquirió Jake, extrañado- ¿Qué haces aquí?
-Tu
hermano me llamó… ¿Puedo pasar? –respondió y preguntó.
Su
hijo menor emitió un sonido de afirmación, tras lo que le quitó el seguro a la
puerta y abrió. Miró a su padre con tristeza y lo abrazó.
-Me
quiero ir –susurró Jakob, aún abrazado a su padre.
-Tu
madre se va a enojar… -murmuró el guitarrista.
-No
me importa, me quiero ir –repitió el niño, alzando el tono de voz.
Billie
se separó de él y se agachó, para quedar a su altura, desde donde sonrió
levemente.
-Ok,
guarden su ropa en las maletas y sus cosas del colegio en sus mochilas, yo
llevaré algunos juguetes y demás al auto –ordenó el hombre, con una pequeña
sonrisa.
Y
así lo hicieron. Mientras los niños guardaban sus ropas (Joey ayudó a Jake con
la mayoría de las suyas), Billie juntaba juguetes, toallas, ropas de cama y
unos cuantos adornos que sus hijos tenían en las paredes. Al final, tomó las
maletas de sus hijos y bajó con ellos al vehículo, al cual se subieron sin
saber cómo cupieron.
-Vengo
enseguida, dejaré una nota a Addie para que sepa donde están –murmuró, sacando
una hoja de su cuaderno y corriendo a la casa.
“Querida puta: Jake te vio con Brad y me
pidió irse a vivir conmigo, así que me lo llevo a él y a Joey a mi… ¿Cómo la
llamaste? Ah, sí, a mi ‘imitación de hogar’. Cualquier cosa, date el trabajo de
dar la cara en lugar de llamar por teléfono. Saludos a Brad. Billie.”
Sacó
cinta adhesiva de un mueble que se encontraba al lado de la puerta del cuarto
matrimonial y le cortó un trozo, con el que pegó la nota a la puerta. Luego
volvió a empuñar el lápiz y recordó añadir:
“P.D.: El auto no
lo rayé yo, Joey pensó que sería un lindo recuerdo de su parte.”
Sin
más, bajó al primer piso, desde donde se dirigió al patio y a su auto, cuyo
motor encendió. Salió de la residencia en el vehículo con sus hijos y se
fueron, dejando todos sus problemas a sus espaldas.
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