Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, septiembre 01, 2012

Good Riddance (Ridding of you) - Chapter 16: Fate?



Amelia se quedó mirándolo durante varios segundos, como si intentara recordar algo. El hombre terminó por concluir que no lo hizo, ya que dijo:
-Creo que necesito más información.
-Whatsername es el nombre de mi canción, y esa es la melodía que buscaba para mi canción –soltó él-. Es perfecta, es como si… como si tuvieras el lado de mí que hace las canciones, no sé. Tengo que llamar a los chicos…
-¿Qué? ¿Para qué? –inquirió ella, intentando superar la sorpresa, a la vez que él sacaba su celular. ¿Ella tenía la parte de Billie Joe que creaba todas sus canciones?
-Pues para ensayar la canción… Tendrás que ir para que me ayudes a sacarla… Sólo si quieres, claro –explicó, rápidamente.
-¡Claro que quiero! –exclamó ella.
Sólo que tengo un problema que no es nada pequeño que digamos… pensó ella.
-¿Cuál? –preguntó él, extrañado.

-Tiene cincuenta y dos años, y odia la música –respondió ella.
-Cierto…
Billie se quedó cómo estaba (parado y con su celular en la mano), pensando.
¿Irá a trabajar mañana? se preguntó.
-No tengo idea, hay días que no trabaja –contestó Amelia.
-¿Qué mierda hace? –inquirió él, extrañado.
La adolescente se encogió de hombros.
Hay cosas que prefiero no saber. Si quieres finjo que conocí a una vecina o algo así.
-No, no quiero que le mientas tan descaradamente a tu padre.
-¿A qué te refieres con “tan”? –preguntó ella, suspicazmente.
Él la ignoró.
-Mandaré a Mike diciendo que busca jóvenes promesas para alguna campaña –musitó, más para sí mismo que para la adolescente.
-¿Realmente crees que comprará eso? –inquirió Amelia, para nada convencida.
-Siempre que no lo conozca… ¿No lo conoce, cierto?
Ella negó.
Dudo que te reconozca a ti.
-No tenemos Internet aún, pero cuando tengamos hará una investigación de tu persona y tus conocidos. Tenemos que aprovechar –susurró ella.
Qué psicópata pensó él.
-Sí, opino lo mismo que tú –masculló.
Algo de la ira que había aparecido la noche anterior volvió al hombre. ¿Cómo un ser tan controlador como Rafael podía ser padre? O mejor dicho, ¿cómo podía ser padre de aquella chica cuyo espíritu sólo deseaba la libertad?
-¿Billie? –susurró ella. Él gruñó, demostrándole que la escuchaba- ¿Sabes que estás sintiendo demasiadas cosas a la vez?
El hombre sacudió su cabeza, dándose cuenta que ella se veía algo mareada.
-Lo lamento es que… No lo conozco, pero odio a tu padre –masculló.
-No te conozco, pero creo que te odio –canturreó Amelia. Billie rió.
-Es extraño el cómo te convertiste en mi mayor enemigo, y ni siquiera he visto tu rostro –completó él. Sonrió levemente-. No diría que es mi mayor enemigo, pero va por ahí.
Ella también sonrió.
-Gracias, supongo –musitó.
-No te preocupes… Ahora, tengo llamadas que realizar.
Amy se dirigió a la cocina, de donde sacó el paquete de galletas que habían comprado, tras lo que volvió al living, en cuyo sofá se dejó caer, a la vez que él tomaba bien su celular y marcaba un número. Sostuvo una corta conversación y luego se sentó al lado de la adolescente.
-Mañana Mike te vendrá a buscar –fue todo lo que él dijo, sacando una galleta-. Y no lleves tu guitarra, te pasaré una de las mías.
Ella lo miró sorprendida.
-Me escaparé con Mike Dirnt para grabar una canción con la guitarra de Billie Joe… Será un buen día –farfulló.
Por supuesto pensó él.
Al mismo tiempo, ambos tomaron una misma galleta, haciendo que sus manos se tocaran. Billie tuvo que morderse el labio inferior para contener todo lo que el tacto entre sus pieles causaba. Sonrosado, retiró la mano y miró a la adolescente, quien se encontraba en el mismo estado que él.
-Lo siento –susurró él, un tanto avergonzado-. Tendremos que acostumbrarnos a esto cada vez que nos toquemos, ¿no?
-Sí –musitó Amelia-. Esto no tiene sentido, ¿sabes?
-Quizás… -comenzó él. Se calló.- No, olvídalo.
-¿Qué pasa? –preguntó ella, curiosa. Él negó.
No tiene importancia pensó él.
Claro que la tiene le rebatió ella. ¡Dime!
Él sonrió.
-Quizás no fue casualidad, quizás estábamos destinados a encontrarnos –soltó él. Amelia alzó una ceja-. ¿Qué?
-¿No crees en Dios, pero crees en el destino? –inquirió ella.
-¿Qué tiene de raro? Quienes creen en Dios creen en el libre albedrío –se defendió Billie-. Según yo, todo pasa por una razón.
Ella negó.
Dios obra de formas misteriosas citó la joven en su mente.
-Me importa una mierda, eso es lo que creo –masculló-. ¿Qué otra idea tienes, Amy?
Ella suspiró, pensativamente.
-Podría ser que nos pasamos un trozo de alma y que por eso podemos sentir lo que el otro siente, porque sigue en contacto con su cuerpo. –Billie rió.- ¿Qué?
-No, no, estaríamos más deteriorados, ¿no? Debe ser porque nos parecemos –se explicó él.
Fue el turno de la joven para reír.
-Los polos iguales se repelen, ¿sabes? –musitó.
Lo que sí sé es que me fue muy mal en física pensó él, amargamente.
-Lo siento –susurró ella, mirándolo a los ojos.
-No te preocupes –farfulló él.
Silencio.
Sin saber lo que hacía, llevó su mano a la de ella, sólo para sentir la vibración extendiéndose por su cuerpo. Suspiró, intentando liberar algo del placer que aquello le causaba, al mismo tiempo que ella se mordía el labio inferior fuertemente. Volvieron a mirarse…
Billie sintió cómo se hundía en los oscuros ojos de la adolescente, quien sólo podía concentrarse en los brillantes ojos verdes de él, ojos que destellaron levemente al percatarse de cómo se aceleraba su pulso… ¿O era el de ella? Le daba igual. Todo lo que le importaba era acercarse en ese instante a ella, acercar sus rostros, juntar sus labios, aumentar la vibración lo más posible…
Sus labios estaban a punto de encontrarse…
Un celular sonó, interrumpiendo el trance que se había apoderado completamente de ambos, haciendo que Billie se separara rápidamente de Amy, quien se ruborizó notablemente.
-Lo siento –se apresuró a decir él.
-No, yo lo siento –susurró ella, sin atreverse a mirarlo a la cara-. Mejor contesta.
Él asintió, sacando el celular de su bolsillo y contestándolo al sexto timbre.
-¿Aló? –preguntó, sin revisar quién llamaba
-Papá, tienes que venir –se apresuró a decir su hijo mayor desde el otro lado de la línea-. Rápido.
-¿Qué? ¿Le pasó algo a Jake? –inquirió Billie, preocupado, intentando sacarse la vergüenza de su mente.
-Algo así… Vio a mamá y a Brad entrando a la pieza matrimonial, besándose. Jake se enojó y se encerró en su cuarto –explicó rápidamente-. ¿Por qué no contestabas el teléfono?
-Por nada… -mintió él- Voy para allá.
-Pero papá…
Billie cortó la llamada, sin darle tiempo a su hijo para exigir más explicaciones. Suspiró y guardó el celular en su bolsillo.
-¿Pasó algo? –preguntó ella.
Nada, sólo que Jake vio a Addie con el imbécil pensó él, cansinamente. Perdón de nuevo por lo de recién…
-Entiende que no es tu culpa –masculló ella-. Fui yo la idiota que no te detuvo y…
Él la silenció poniendo su dedo índice en los labios de la chica, intentando ignorar la vibración que apareció.
-Yo soy el adulto aquí, yo soy el responsable –murmuró Billie.
Un lado de él se sintió culpable al dejar en claro que él era adulto y ella no, pero otro lado, más grande aún, sintió algo similar a la tristeza al darse cuenta, por primera vez, que  la diferencia de edad era demasiado grande.
No volverá a pasar pensó.
Confiaré en tu palabra pensó ella, con una amarga sonrisa.
Se despidieron con un beso en la mejilla, el cual fue bastante alejado de los labios, tras lo que él se fue, sin saber que ella se tocaba los labios con los dedos de su mano izquierda, extrañada por la decepción que sentía.
No tardó en llegar a la casa de Adrienne. Después de todo, el tráfico a esa hora por aquel lado de la ciudad era muy escaso, por lo que podía irse sin detenerse más de lo necesario. Estacionó el BMW al lado de un auto rojo bastante normal. Supuso que sería el de Brad, porque no lo conocía, pero no le prestó más atención de la necesaria. Simplemente, sacó sus llaves de un bolsillo de la chaqueta, agradecido de no haberle devuelto su llave a Adrienne.
El primer piso se encontraba desierto, o eso concluyó él, ya que no se escuchaba ruido alguno. Sigilosamente, subió al segundo piso, donde se encontró con su hijo mayor.
-Al fin –susurró Joey.
-¿Sigue encerrado? –preguntó Billie, también en un susurro.
-Sí, pero ahora contesta. Me dice que me vaya siempre, pero al menos responde -explicó el niño-. ¿Por qué te demoraste tanto en contestar?
Billie intentó controlar su pulso, para no sonrojarse y no “autodelatarse”.
-Había dejado el celular en otra pieza y no lo podía encontrar –mintió-. Bueno, vamos a hablar con Jake…
Su hijo se percató al instante de que su padre intentaba cambiar el tema desesperadamente, pero no dijo nada al respecto. Después de todo, estaba más preocupado por su hermano que por los secretos que su padre podría llegar a tener.
-Here we go again -susurró Billie, frente a la puerta, recordando cuando había golpeado desesperadamente la puerta de Adrienne el día en que supieron que ella estaba embarazada de Brad.
Golpeó la puerta fuertemente con sus nudillos.
-Joey, ¡ya te dije que no abriré! –exclamó el menor de cinco años.
-Jakob, soy yo, tu padre –dijo el hombre, apenas levantando la voz.
-¿Papá? –inquirió Jake, extrañado- ¿Qué haces aquí?
-Tu hermano me llamó… ¿Puedo pasar? –respondió y preguntó.
Su hijo menor emitió un sonido de afirmación, tras lo que le quitó el seguro a la puerta y abrió. Miró a su padre con tristeza y lo abrazó.
-Me quiero ir –susurró Jakob, aún abrazado a su padre.
-Tu madre se va a enojar… -murmuró el guitarrista.
-No me importa, me quiero ir –repitió el niño, alzando el tono de voz.
Billie se separó de él y se agachó, para quedar a su altura, desde donde sonrió levemente.
-Ok, guarden su ropa en las maletas y sus cosas del colegio en sus mochilas, yo llevaré algunos juguetes y demás al auto –ordenó el hombre, con una pequeña sonrisa.
Y así lo hicieron. Mientras los niños guardaban sus ropas (Joey ayudó a Jake con la mayoría de las suyas), Billie juntaba juguetes, toallas, ropas de cama y unos cuantos adornos que sus hijos tenían en las paredes. Al final, tomó las maletas de sus hijos y bajó con ellos al vehículo, al cual se subieron sin saber cómo cupieron.
-Vengo enseguida, dejaré una nota a Addie para que sepa donde están –murmuró, sacando una hoja de su cuaderno y corriendo a la casa.
Querida puta: Jake te vio con Brad y me pidió irse a vivir conmigo, así que me lo llevo a él y a Joey a mi… ¿Cómo la llamaste? Ah, sí, a mi ‘imitación de hogar’. Cualquier cosa, date el trabajo de dar la cara en lugar de llamar por teléfono. Saludos a Brad. Billie.”
Sacó cinta adhesiva de un mueble que se encontraba al lado de la puerta del cuarto matrimonial y le cortó un trozo, con el que pegó la nota a la puerta. Luego volvió a empuñar el lápiz y recordó añadir:
“P.D.: El auto no lo rayé yo, Joey pensó que sería un lindo recuerdo de su parte.”
Sin más, bajó al primer piso, desde donde se dirigió al patio y a su auto, cuyo motor encendió. Salió de la residencia en el vehículo con sus hijos y se fueron, dejando todos sus problemas a sus espaldas.

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