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Amelia
lo miró extrañado.
-¿Te
leí la mente, aún estando como a más de un
kilómetro de distancia?
Billie asintió, aún
sorprendido.
-Esto tiene menos sentido
cada vez, ¿sabes? –musitó él.
Silencio.
Las
tripas del hombre sonaron repentinamente, sacándole una sonrisa a la
adolescente. Ella también tenía hambre, pero había preferido no emitir ningún
comentario al respecto.
-¿Qué
tanta hambre tienes? –preguntó ella, aún con risa.
-Me
comería un campo –confesó él.
Ella
lo miró, alzando una ceja.
-¿No era una vaca? –inquirió.
-Sí, pero soy vegetariano,
así que decir que me comería una vaca sería ir contra mis principios –se
justificó él, haciendo que la muchacha soltara una carcajada.
-Ok, veré si hay alimento en
este lugar.
Se dirigió a la cocina,
seguida por Billie, quien seguía mirando todo el departamento con interés. Era
entretenido intentar descifrar la personalidad de la gente según el orden o los
muebles que tuvieran.
-Genial, mi padre es fanático
de la carne –ironizó Amy, mirando el refrigerador-. Lo único comestible que queda es medio tomate… de
hace más de una semana… negro.
Tomó una servilleta de la
mesada que había entre el refrigerador y la cocina, con la cual tomó el tomate
y lo botó a la basura.
-¿Y
los estantes? –preguntó el guitarrista, señalando los muebles que habían sobre
su amiga.
Amelia
se estiró y comenzó a revisarlos.
-Mierdas
varias, azúcar, té, café, harina… Ok, tendremos que comer arroz solo –masculló,
molesta-. Mamá es la única en el mundo que sale sin haber hecho las compras,
sabiendo que mi padre no las comprará ni me dejará ir a comprarlas tampoco.
Billie
suspiró, pensativo.
-Creo
que es hora de ir de compras –musitó.
-¿Qué?
–inquirió ella, sin comprender.
-Vamos
a comprar algo de alimento que sirva con el arroz –se explicó-. Yo pago
–agregó.
Ella
negó con la cabeza.
-De
acuerdo, vamos –accedió-. Pero yo pago lo mío.
Fue
el turno de que él negara.
-Soy
un músico con suficiente dinero como para pagar un poco de comida, ¿sabes?
–dijo él, con una pequeña sonrisa.
-Sí,
pero yo soy una adolescente que no quiere cargos de conciencia futuros –se
excusó, mirando a su amigo, quien puso una cara que convencería a cualquiera de
hacer cualquier cosa-. Ok, pago sólo la mitad.
El
hombre dio un saltito de alegría, el cual le sacó otra risa a la joven.
Mientras
Billie limpiaba sus gafas y se las ponía, Amelia iba a su cuarto a ponerse las
zapatillas y a buscar su bolso. Volvió casi de inmediato y juntos salieron del departamento,
tras lo que bajaron al estacionamiento, para subir al BMW de Billie.
Tras
unos cinco minutos de viaje (cinco minutos llenos de conversación, bromas y
risas), el guitarrista estacionó el auto frente a una tienda no muy grande.
Ambos se bajaron y se dirigieron a la puerta, la cual Billie abrió
“caballerosamente”, invitando a la chica a entrar primero, quien quedó
sorprendida.
La
tienda tenía un fuerte olor a incienso, pero, por lo demás, pasaba por un
supermercado… Sin contar que sólo tenía comida naturista, vegetariana, krishna
y, por alguna extraña razón, china.
-¿Qué
te parece, Amy? –preguntó Billie, con una sonrisa al notar la cara de asombro
de su amiga.
-Me
encanta –musitó ella.
Con
una sonrisa, sacaron un carrito y comenzaron a recorrer el local. Compraron
verduras chinas, carnes de soya, más arroz, más verduras de las normales y un
paquete de galletas. Billie pagó todo, negándose rotundamente a recibir el
dinero de su amiga quien optó por dejárselo en el auto.
No hace falta pensó él, al “escuchar”
la decisión de su amiga.
Sí, sí hace. Me
consolaste, me escuchaste y me mostraste este lugar con comida de verdad. Lo
menos que puedo hacer, es pagarte la mitad de todo esto pensó ella.
Diez
minutos después, se encontraban en la cocina del departamento nuevamente.
Billie picaba unas verduras para ponerlas a saltear, a la vez que Amelia
preparaba el arroz.
-Hemos
hablado mucho de mi vida hoy –comentó ella-. ¿Cómo va lo del divorcio?
Billie
puso las verduras en una sartén y comenzó a saltearlas.
-Hoy
día nos juntamos en la casa de Adrienne con el abogado –comenzó él-. Fue un
latoso de mierda, dio un discurso gigantesco y luego se le ocurrió explicarnos
de un modo entendible y resumido.
-Es
su trabajo, tiene que asegurarse de que sepan todos los detalles para que no lo
demanden –musitó ella, sacando dos platos, dos servicios y un mantel,
dirigiéndose al comedor.
-Me
da igual, sigo molesto porque Addie no me dejó usar a mi abogado, que sí habla
inglés –masculló, lo suficientemente fuerte como para que su amiga lo escuchase
mientras ponía la mesa.
-Calma,
que a la larga será mejor; no pelearán por la opinión del abogado y todo eso
–decía ella, volviendo a la cocina-. ¿Crees que el arroz esté listo? –preguntó.
-Sí,
pero falta echarle las verduras… ¿Puedes picar tú la carne para ponerla a
saltear también?
-Por
supuesto.
Se
cambiaron de lugares y ella comenzó a picar la carne rápidamente, cuidando de
no herirse con el cuchillo.
-¿Y
cómo se lo están llevando Joey y Jake? –preguntó Amelia.
-Jakob
acaba de entender que lo que hizo Addie está mal, pero no sabe qué hacer… Y
Joseph está atrapado con ellos hasta que Jake cambie de decisión, porque no lo
quiere dejar solo con Addie, Brad y Brad Jr.
-¿Brad
Jr.? –inquirió ella, confusa.
¿Qué mierda? pensó.
Había olvidado
contarte eso…
pensó él, volteándose para conversar con ella mirándola a la cara.
-Es
que… Bueno, la razón principal por la que me fui al departamento tan rápido fue
porque encontramos a Addie desmayada con una prueba de embarazo positiva en su
mano.
-¡¿Qué?!
–exclamó ella- ¿Y no es tuyo?
-No…
Algo
de la tristeza que había sentido cuando vio la prueba con sus propios ojos
volvió a él, con toda su fuerza, como hacía días que no la sentía.
-Lo
siento –susurró ella, sin saber qué decir.
-No
importa –musitó él.
Iba a suceder algún
día de todos modos
pensó él, dándose cuenta de ello por primera vez.
Si hay algo que
pueda hacer… comenzó
ella.
-Ya
lo estás haciendo: Acompañarme. Es lo mejor que puedes hacer –susurró él,
mirándola a los ojos con una sonrisa.
Amelia
también sonrió, algo incómoda: Acaba de darse cuenta de lo cerca que estaban,
cercanía de la que él se percató al percibir algo de los pensamientos de la
pelinegra.
-V…
Voy a poner a saltear la carne –musitó él, tomando la bandeja de carne,
cuidando de no tocar a la adolescente.
-Yo
voy a poner los vasos… -farfulló ella.
Se
miraron y se rieron.
No pasa nada pensó Billie,
ignorando lo incómodo que había sido. Pero
¿por qué no me di cuenta?
Para
su suerte, Amelia estaba lo suficientemente distraída como para escuchar sus
pensamientos… O simplemente no dijo ni pensó nada al respecto.
-¿Hay
algo que no puedas hacer? –le preguntaba ella a Billie, unos minutos después,
ya en la mesa.
-¿A
qué te refieres? –El hombre lucía extrañado.
-Eres
músico, padre y cocinero –se explicó ella, con simpleza.
No pude terminar
los estudios
pensó él, sintiéndose, por primera vez en su vida, verdaderamente avergonzado
de ello.
Eso no cuenta, ya
estabas en último año
lo excusó ella, sacándole una leve sonrisa al guitarrista.
-Bueno,
¿qué quieres ser tú cuando termines el colegio? –preguntó él.
-Quiero
ser doctora –respondió ella, sin dudarlo-. Me gusta ayudar a la gente y ahí me
pagarán por ello, así que la carrera me atrae. –Él rió.- En fin, ¿qué hubieras
hecho tú si no hubiese existido Green Day?
Algo
en ella le demostraba a Billie que quería hacerle esa pregunta hacía un buen
tiempo, quizás antes de conocerlo. Fue por eso que se pensó bien la respuesta.
-Probablemente
habría creado otro grupo con Mike –contestó Billie-. Mismas canciones, misma
familia, mismos amigos… Sería todo igual, sólo que con otro nombre.
Ella
asintió, conforme, tras lo que la conversación prosiguió durante todo el
almuerzo, el cual no pudieron terminar; habían cocinado de más, por lo que
mucha comida sobró. Decidieron guardar todo en el refrigerador, tras lo que se
dirigieron al living, donde comenzaron a conversar acerca de otro tema de
importancia: La conexión.
-Esto
no tiene ninguna explicación lógica –musitó Billie, luego de varias teorías.
-¿Cómo
va a haber una explicación lógica a algo que no tiene lógica alguna? –preguntó ella, con una irónica sonrisa.
-Ya,
en eso tienes razón, pero debe haber algo que explique el por qué sólo me pasa
contigo… Mejor dicho, debe haber algo que explique el por qué pasa esto…
Ella
asintió, pensativa.
-Lo
que no entiendo es lo de los acordes. ¿Quiere decir que podemos leernos la
mente desde lejos? –susurró ella.
Un
escalofrío recorrió la espalda de Billie. No le gustaba la idea de que alguien
pudiera entrar a su mente y hurgar en ella a su antojo. No era que ocultase
mucho en ese momento, pero había
cosas de su pasado que prefería no recordar y que prefería que no se supieran.
-Si
es así… No me gustaría que empezaras a intrusear, ¿sabes? –intentó bromear él.
-Lo
mismo digo –musitó ella.
Silencio.
-¿Por
qué no probamos el alcance de esto? –preguntó ella. Él la miró extrañado- Yo
voy a ir alejándome de acá pensando en alguna melodía que no conozcas y tú la
tararearás lo suficientemente fuerte como para que yo te escuche. Cuando no “escuches”
más, me avisas de algún modo, ya que ese sería el límite.
Él
sonrió.
-Ok,
probemos.
Billie
se dirigió a la entrada del departamento, mientras que ella se dirigía al fondo
de su hogar, pensando en la melodía que se le había ocurrido la noche anterior.
El hombre comenzó a tararear casi de inmediato, sin saber qué melodía era. Le
gustaba, bastante, y se sentía molesto consigo mismo por no haber pensado él en eso. Estaba bastante buena para
una canción.
¿Sabes? Llegué al
balcón y aún estás tarareando escuchó él en su cabeza. Necesitamos un lugar más grande.
Él
suspiró.
Probaremos otro día pensó él, mientras
ella volvía al living comedor.
-Amy,
¿qué canción era? –preguntó él, cuando ella ya estaba frente a él.
-No
lo sé, es la melodía que pensé anoche. ¿Por qué? –contestó y preguntó ella.
Billie
sonrió.
-Porque
esa es Whatsername.
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