Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, septiembre 01, 2012

Good Riddance (Ridding of you) - Chapter 13: The Lawyer.



Llevaba en la ciudad casi un mes. Un mes que se había pasado volando. Un mes en el que sólo había tenido una preocupación en mente: ¿Por qué mierda no se llenaba el vacío?
¿Y por qué no podía dejar de pensar en ella?
Ustedes se preguntarán de quién hablo. Bueno, resulta que después de quedarnos todos dormidos drogados y bajo la lluvia, me despertó una tipa un poco menor que yo, zarandeándome bruscamente.
-Ah, estás vivo –me había dicho cuando abrí los ojos.
Y sin decir nada más, se fue, dejándome con la incógnita de quién era en la cabeza.
Doblé por una calle para terminar cerca del límite entre los suburbios y la ciudad en sí. Me daba igual. Todo en lo que podía pensar era en las muchas veces que había visto a la desconocida en la ciudad. La había visto cuando me tocaba a mí ir a comprar las provisiones para mi departamento y el de mi nuevo amigo, Tim (había sido él quien me había conseguido el lugar), la había visto cuando salía a comprar drogas para todos… Y la había visto en varias de mis caminatas nocturnas, como la que tenía ahora. Aprovechaba que la ciudad dormía para caminar solo, preguntándome si toda esta maravilla de la ciudad era real, preguntándome si realmente estaba vivo… Y, por sobre todas las cosas, pese a que intentara negarlo, deseando que la chica misteriosa me encontrara…

Eran las ocho y treinta de la mañana y Billie Joe se encontraba a la mitad de un solitario desayuno. Y, pese a estar muerto de sueño, un lado de Billie no dejaba de cuestionarse por qué sus sentimientos se encontraban divididos entre el miedo y la alegría.

¿Qué le habrá pasado a Amelia? seguía preguntándose. Apenas había logrado conciliar el sueño con esa preocupación en mente.
Y, repentinamente, quería saber todo sobre la vida de la adolescente, quería estar ahí para apoyarla en sus problemas… Quería que estuviera bien, y estaba dispuesto a hacer de todo para ello.
Te estás involucrando demasiado espetó una vocecita en su cabeza mientras se paraba de la mesa, la cual ignoró. Dejó las cosas en el lavaplatos y salió, en dirección a la casa de Adrienne.
Llegó a los pocos minutos. Como aún conservaba las llaves, no tuvo problemas en entrar el auto a la residencia, pero prefirió tocar el timbre de la casa a entrar sin avisar. Aún le quedaban algunos modales.
Al parecer, su futura ex esposa lo estaba esperando, ya que le abrió de inmediato. Se saludaron tímidamente y ella lo llevó al living.
-Billie, él es Denny Stark, será nuestro abogado –presentó Adrienne, señalando al hombre que estaba sentado al lado de la “Guitarra Familiar” (la cual era los restos de una guitarra llena de fotos y cosas de la familia).
-Buenos días, señor Armstrong –saludó él, poniéndose de pie y ofreciéndole su mano al guitarrista, para estrechársela-. Un gusto conocerlo.
-Hola –fue todo lo que Billie pudo contestar, algo desanimado. Odiaba que le dijeran señor-. ¿Puede sólo decirme Billie?
-No, lo lamento. La política de mi trabajo dice que lo trate por el apellido, señor Armstrong –explicó el abogado.
-Entiendo señor Stark –masculló Billie, ignorando la mirada que le lanzaba a Adrienne.
Sin más, se sentó en el sofá que estaba al frente de Denny, quien volvió a sentarse. La mujer suspiró y se sentó en el mismo de su ex esposo, pero al otro extremo, quedando un considerable espacio entre ambos.
-Bueno, el día de hoy discutiremos el proceder del divorcio, la repartición de bienes y qué harán con sus hijos, ¿de acuerdo? –dijo el abogado. Tanto Adrienne como Billie asintieron.
Y así fue como Denny Stark empezó una larguísima y tediosa disertación acerca de cómo sería el divorcio y de cómo harían la repartición. Bastaron tres minutos para que el cerebro de Billie se desconectara y, por la cara que tenía Adrienne, el guitarrista podía concluir que la mujer estaba en un estado similar.
-¿Entendido? –preguntó el abogado, después de unos diez minutos.
Tanto Billie como Addie negaron.
-¿Podría decirlo en un lenguaje más coloquial? –inquirió Billie, tentativamente.
-Sí, estoy de acuerdo con eso –murmuró Addie.
Denny suspiró, cansinamente.
-Resumidamente, con el divorcio sus pertenencias serán separadas de formas equitativas. Es decir, si el señor Armstrong es doctor, él se queda con todas las ganancias de la consulta y...
¡¿Yo, doctor?! pensó Billie.
Una risa se le escapó, causando que el abogado lo mirara extrañado.
-Disculpe, ¿dije algo inoportuno? –preguntó el hombre, con un tono un tanto frío de voz. A Billie esto no le importó, por lo que continuó riendo un poco más hasta que pudo hablar con claridad.
-Realmente... ¿Usted no tiene idea de lo que hago, cierto? –preguntó Billie, respirando profundamente, percatándose de que Addie igual reía levemente.
-No es necesario, me basta saber con que es mi cliente, el señor Armstrong –respondió Stark, con tono de obviedad.
Billie suspiró y negó.
-Mi amigo... –comenzó Billie, intentando imitar el tono de voz del abogado- Soy vocalista de un grupo de rock.
Aparentemente, esto no le bastó al abogado, pues murmuró:
-Aún no entiendo qué le causa tanta gracia.
-Lo que pasa es que él nunca terminó lo estudios –intervino Adrienne, en un tono bastante más educado que Billie-. Es imposible que sea doctor.
No es TAN imposible, Addie pensó él, un tanto molesto, pese a saber que la mujer tenía la razón.
-Comprendo –mintió el abogado; se notaba que seguía sin entender cuál era el chiste-. ¿Prosigamos? –Los otros dos asintieron.- Ya, la custodia de los niños será repartida hasta la edad que ustedes estimen conveniente para que ellos decidan con quién quedarse hasta los dieciocho años, por lo menos...
-De acuerdo –accedieron Billie y Addie, al unísono.
-Y tendrán que firmar unos papeles frente a un Juez en una corte pública, para que él los divorcie –añadió Denny.
-Eh... ¿No hay cortes privadas? –preguntó Billie, incómodo ante la situación de tener que anunciar ante el mundo que estaba separado.
-¿Por qué, señor Armstrong? –inquirió el abogado.
-Porque no quiero tener a un millón de personas comentando que me divorcié, sin contar la gente que vive cerca y que iría a ver “el divorcio de los Armstrong: en vivo y en directo” –dijo, simulando las comillas.
-Relájese, sólo pueden entrar familiares a la corte –explicó.
-Está bien –murmuró Billie, intentando ignorar el presentimiento que le decía que los periodistas se las arreglarían para entrar de todos modos.
-Bien, ¿qué les parece si nos juntamos el viernes para ver lo de los bienes? –sugirió el abogado, revisando su reloj de pulsera.
-El viernes estará bien –musitó Addie.
-Sí... genial... –farfulló el guitarrista, con los pensamientos en otra parte. Acababa de sentir una oleada de desorientación, oleada que atribuía a una persona despertando.
-Estupendo. El viernes a la misma hora... Que tengan unos buenos días –se despidió, dirigiéndose a la puerta.
-Yo lo acompaño a la salida –se apresuró Adrienne.
Los dos salieron del living. Billie se incorporó de un salto, intentando contener las emociones ajenas que sentía en su interior. La tristeza y la melancolía eran sentimientos demasiado fuertes para él, por lo que terminó afirmándose en el respaldo de un sofá, fuertemente, con los ojos cerrados.
-¿Estás bien? –le preguntó Addie, entrando al living, extrañada de verlo así. Él asintió- ¿Seguro?
-Sí, estoy bien –respondió él, abriendo los ojos, con una media sonrisa-. Qué sujeto más raro, ¿dónde está el abogado de siempre?
Ella suspiró.
-Ese te representa a ti –dijo ella-. Tuve que buscar uno que no nos conociera para que sea imparcial, y él fue el único disponible. En todo caso, es un buen abogado, lo revisé.
-Ok –musitó Billie-. Yo mejor me voy, no te quito más tiempo para que puedas hablar con Braddie o hacer lo que sea que hagan –añadió, amargamente.
La mujer asintió, con algo de culpa en su corazón.
-¿El viernes vienes por Jake o por los dos? –preguntó.
-Eso depende de ellos –murmuró él, en dirección a la puerta-. Adiós.
Salió de la casa y se dirigió al auto, donde nuevamente tuvo que soltar un leve grito para deshacerse de todas las emociones que se unían en su interior.
Y, al mismo tiempo, sintió más tristeza aún, junto a un leve dolor en la mejilla y en el brazo izquierdo.
Encendió el motor, con una decisión tomada en mente.
Me vas a explicar todo pensó, pese a estar seguro de que ella no estaba atenta a sus pensamientos en ese instante. Me pregunto si esto funcionará a larga distancia.
Despejó su cabeza y se dirigió al edificio de Amelia. Era hora de saber la verdad de la adolescente.

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