Tweet
Un
buen rato después, rato en el que conversaron de diversos temas en el café, los tres amigos decidieron volver a la casa de
Billie Joe. Estelle y Frankito estaban con sus respectivas madres, por lo que
no había problema en que los chicos lo acompañasen, cosa por la cual Billie
estaba agradecido, en especial porque sus hijos probablemente ya se encontraban
en la casa de sus amigos, y no podrían distraerlo.
Tras lograr animar a Billie
lo suficiente como para no pensar en sus problemas con Adrienne cada dos
segundos, los muchachos se sentaron en el comedor para hablar de otro problema:
Green Day. Ya llevaban unos dos meses grabando las mismas canciones incompletas,
y eso se debía a que Billie no lograba inspirarse para componer una canción cómo
corresponde. Mejor dicho, Billie no tenía en qué inspirarse. Así que, en lugar
de muchas canciones sin melodía, el guitarrista sólo tenía acordes y melodías,
acordes y melodías a los que nadie podía ponerles letra, ya que Mike sólo podía
componer con Billie y las canciones de
Tré eran demasiado raras para eso.
-Tiene
que haber algo que podamos hacer –musitó Tré, después de un largo rato
discutiendo los mismos argumentos-. Siempre hay una manera...
-Siempre
que no esté al borde de un abismo –masculló Billie, en un tono lúgubre.
-Vamos,
chicos, tiene que haber algo que nos salve de tocar siempre las mismas
canciones –dijo Mike, en un intento de animar a los otros-. De lo contrario,
John terminará por darse cuenta que algo anda mal aquí.
-Siendo
que lo único que le importa es cuánto dinero puede ganar con nosotros, dudo que
se dé cuenta –replicó el baterista.
Billie
suspiró, pensativo. ¿En qué podía inspirarse? No había nada nuevo acerca de lo
que no hubiese escrito alguna vez. Absolutamente nada...
¿O
sí había algo?
-¿Qué
opinas, Billie? –preguntó Mike, sin saber que las cavilaciones de su amigo le
impedían participar en la conversación. De hecho, apenas se había preguntado si
había algo, se había agachado, había recogido su bolso, había tomado su
cuaderno y un bolígrafo y había comenzado a escribir rápidamente algo, algo que
no formaba parte de la historia de Jesus, según lo que sus amigos podían ver.-
Ok, ¿qué es eso?
Billie
no respondió ni levantó la mirada por varios minutos, tras los cuales les pasó
el cuaderno a sus amigos, quienes contemplaron sorprendidos que acababa de
escribir una canción entera. Se titulaba “Cigarretes and Valentines”. Mientras
la leían, Billie tamborileaba la mesa, para mostrarles el ritmo de la canción.
-Eres
bueno en esto –susurró Tré, una vez que terminaron de leer la canción.
-Lo
sé –dijo Billie, con aires de autosuficiencia-. Hace días que tenía la idea en
mi cabeza y al fin salió.
Decidiendo
que era mejor no preguntarle por la inspiración de esa canción, Mike se dispuso
a felicitarlo, cuando un ruido en el segundo piso los sobresaltó. Extrañados, los
tres intercambiaron una mirada.
-¿Qué
habrá sido? –preguntó el bajista, en un susurro.
-Mejor
vayamos a ver –sugirió Billie, parándose.
Tré
y Mike asintieron, tras lo que se pusieron de pie. Sigilosa y lentamente,
Billie se dirigió a la escalera de la casa, por la cual subió lo más
silenciosamente posible, seguido por sus amigos. Llegaron al descanso,
intercambiaron una última mirada y continuaron el ascenso, hasta llegar al
segundo piso.
No
había nadie a lo largo del pasillo. Decidieron que uno revisara el cuarto de
invitados, otro el cuarto de Joey y el tercero revisara el de Jake.
-Nada
en el mío–susurró Billie, tras encontrarse con la pieza de invitados igual de
desordenada que en la mañana.
-Aquí
tampoco –susurraron Mike y Tré al unísono, el primero en el cuarto de Joey y el
segundo en el de Jake.
Billie
tragó saliva, nervioso. Por descarte, el ruido había provenido de la habitación
matrimonial, por lo que se dirigieron ahí.
-¿Adrienne?
–preguntó el guitarrista, golpeando la puerta con los nudillos. No obtuvo
respuesta.- ¿Adrienne? –Repitió, ahora intentando abrir la puerta; estaba
cerrada con llave- ¡¿Addie?! –exclamó, ahora realmente nervioso.
-A
un lado –masculló Tré, ante lo que Billie se corrió.
El
baterista tomó impulso y le dio una fuerte patada a la puerta, en un intento de
sacarla de sus goznes. Obviamente, no resultó.
-Tengo
una idea –musitó Mike, mientras Tré se sobaba el lugar con el que había hecho
toda la fuerza para empujar la puerta y Billie seguía intentando que Adrienne
contestara.
¿Qué
estaría haciendo su esposa? Estaba claro que Brad no estaba, ya que se
escucharía algún sonido, o alguien le diría que no pasaba nada y que los dejara
en paz...
Justo
cuando pensaba eso, aparecieron Mike y Tré cargando un mueble odiado por
Billie, a modo de ariete. El guitarrista se apartó y los otros dos tomaron
impulso.
Apenas
la puerta cedió (rompiéndose y haciendo que muchas astillas saltaran lejos),
Billie entró a la habitación, para encontrar a Adrienne desmayada en el piso.
Mientras que sus amigos dejaban el mueble en el suelo, él se acercó al
inconsciente cuerpo de la mujer que más había amado, con la intención de ver
qué tenía en su mano izquierda.
Sin
embargo, casi se desmayó él al tomar el objeto con sus manos y verlo de cerca.
De hecho, tuvo que sentarse en el suelo y apoyarse en la pared para no perder
la conciencia.
-¿Qué
es, Billie? –inquirió Mike, extrañado por la reacción de su amigo.
-Un
test de embarazo –respondió Billie, logrando que Tré quedara boquiabierto y que
Mike lo mirara sorprendido-. Un test de embarazo positivo.
Adrienne
comenzó a despertar.
-Pero...
Creí que te habías empezado a cuidar después de Jakob –masculló Tré, anonadado.
-Esa
es la cosa –musitó Billie-; yo sí me
cuidé.
Y,
lentamente, las tres miradas se dirigieron a Adrienne, quien ya había abierto
los ojos y estaba sentándose. Al notar la palidez de Billie sujetando el test
de embarazo, la mujer dirigió sus castaños ojos a Tré y Mike, ambos demasiado
sorprendidos como para hacer o decir nada.
-Billie,
yo… No sabes cuánto lo siento –susurró Adrienne, tras unos cuantos minutos de
silencio-. Yo… Yo no quería que esto pasara, no aún al menos…
-Y
me voy –la interrumpió Billie, parándose de un salto y lanzando el test sobre
la colcha de la cama matrimonial.
-¿Perdón?
–inquirió Adrienne, poniéndose de pie igualmente, mientras que Mike y Tré
miraban extrañados la escena.
-Que
me voy de aquí –se explicó Billie, arreglándose la chaqueta-. No aguanto un
segundo más aquí. Quédate con la casa, no me interesa, es demasiado grande para
que yo viva aquí solo.
-¿Qué?
¡No te puedes ir así como así! –exclamó ella.
-Sí,
sí puedo, y debí haberlo hecho apenas supe de do esto –masculló Billie,
mientras se acercaba a la puerta-. Yo la pago –añadió, señalando los escombros.
Sin
más, salió de la habitación matrimonial, dirigiéndose a la de invitados, para
ser seguido por Mike y Tré, quienes, para cuando llegaron a la habitación, se
encontraron con que Billie y había sacado las pocas cosas que tenía ahí y las
estaba guardando en un bolso.
-¿A
dónde irás? –preguntó Mike, siguiendo a Billie, quien en ese instante salía de
la habitación en dirección al estudio.
-A
nuestro primer departamento –respondió Billie, con nostalgia, bajando las
escaleras-; es hora de que deje de ser un viejo almacén de instrumentos, ¿no
creen?
-Tiene
su punto –musitó Tré, tomando el bolso que su amigo y siguiéndolo. Mike echó
una rápida al cuarto y, tras asegurarse de que no quedaba nada, los siguió.
Tras
sacar los instrumentos más importantes del estudio y llevarlos al living, los
tres amigos volvieron a la habitación matrimonial, donde Billie comenzó a
lanzar todo lo que se iba a llevar al piso y Mike y Tré lo guardaban
rápidamente, ignorando completamente el cómo Addie los miraba atónita
-Pero
¿en qué estás pensando? –inquiría la mujer, gritando- ¡No puedes irte a vivir a
esa imitación de hogar! Mike, ¡hazlo entrar en razón! –añadió, ya que siempre
se había llevado bien con Mike.
-Disculpa,
esa “imitación de hogar” fue mi hogar por un buen tiempo –murmuró Mike,
intentando cerrar un bolso, sin mirar a Addie a los ojos.
-¡Por
favor, Mike! ¡Sé que Billie te hará caso! ¡Por los niños! –rogó la mujer.
-Sabes
mejor que yo que él nunca me escucharía semejante estupidez –dijo Mike,
tajantemente-. Y si no querías que se fuera, no deberías haberle hecho esto a
mi mejor amigo –agregó, con frialdad en la voz. Addie, sabiendo cómo se ponía
Mike al estar enojado, decidió callarse.
Luego
de unos quince minutos de recorrer cada punta de la casa con Mike y Tré, quince
minutos en los que también llevaban instrumentos, discos y bolsos al auto del
guitarrista, Billie decidió subir a buscar el último objeto importante que le
quedaba.
-¿Qué
haces? –preguntó Addie, al ver cómo Billie se metía debajo de la cama; la mujer
se había quedado en la habitación matrimonial todo ese tiempo.
Ignorándola olímpicamente,
Billie sacó una tabla suelta, dejando al descubierto un conjunto de papeles,
algunos escritos y otros con dibujos; fotos muy viejas; dos cuadernos; y unos
cuantos cassettes. Con una sonrisa, el hombre tomó todo y lo metió a una caja,
tras lo que salió de debajo de la cama.
-Saco mi vida de aquí, dudo
que te importe –musitó Billie-. Lástima que los niños no estén aquí para
despedirme y que te toque a ti decirles todo; quizás venga mañana, no sé.
El hombre salió de la
habitación y bajó las escaleras, seguido de Adrienne, quien, en un desesperado
intento, se le tiró encima y lo abrazó, con fuerza, impidiendo que avanzara.
-¡No te puedes ir! –exclamó,
conteniendo unas lágrimas de sus ojos; el que se fuera simbolizaba el fin
definitivo a lo suyo y, al menos ella, necesitaba hablarlo primero. Sin
embargo, él se zafó de ella.
-¡Sí, sí puedo! –gritó él,
perdiendo la paciencia- Dicen que el hogar es donde está el corazón, ¿no? ¡PUES
MI CORAZÓN NO ESTÁ AQUÍ! No sé donde está, pero no quiero quedarme donde sobro.
Espero que tengas el tiempo de tu vida sin mí.
Y, seguido de Mike y Tré
(cada uno con un bolso), se subió al auto, encendió el motor, salió de la
residencia, pisó el acelerador a fondo y se alejó, libre al fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario