Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, agosto 12, 2012

Good Riddance (Ridding of you) - Chapter 6: Blue.



Este no es mi lugar, como Brad no es mi padre.
Mis “amigos” son unos hipócritas. No les importa nada que no sean ellos mismos. Bueno, ellos, su “felicidad” y el modo más barato de conseguir drogas. Al diablo los niños abandonados, al diablo la gente hambrienta. Al diablo todos, sólo importaban ellos.
-¿En serio no quieres? –me preguntó uno de mis “amigos”, tendiéndome un poco de cocaína. Negué con la cabeza.
-Paso –contesté. No andaba de humor como para aparentar que me agradaban.
-Andas raro –dijo la única persona que me caía bien: Tunny, una amiga de la infancia; habíamos abandonado el colegio juntos-. Ya no quieres hacer nada y apenas sí hablas. ¿Qué ocurre?
-Nada... Sólo... Es que... Éste no es mi lugar, Tunny –respondí.
-¿De qué hablas? –me preguntó, extrañada, curiosa y algo aturdida. Lo último era por la coca, obviamente.
-De que quizás éste pueblo de mierda no es para mí –musité.

-¿De qué hablas, imbécil? –me preguntó otro “amigo”, que drogado era más agresivo e idiota de lo normal- ¡Claro que eres de aquí! ¿A dónde vas a ir? ¿San Francisco? ¿Nueva York? ¡Ahí serás rechazado! Aquí es el único lugar donde encajarás.
-Te equivocas –susurré-. Sé que puedo.
-Sabes mal entonces, porque no se puede. Somos de aquí. Éste es tu hogar –masculló otro, que estaba muy ido.
Hay algo que debo confesar: Tiendo a perder la paciencia fácilmente. Culpa del Ritalin que consumía en mi infancia, asumía yo. Fue por eso que perdí el control en este instante.
-¡Están llenos de mierda! ¡Son unos hipócritas! ¡Toda la vida me han hecho creer que estoy anclado a éste pueblo, y no es así! ¡Saldré de aquí y ya verán cómo me va!
Me miraron sorprendidos, mas no me importó. Simplemente me puse de pie y me fui, ignorando por completo los pasos que me seguían.
-¡Jesus! –gritó Tunny, quien resultó ser la persona que me seguía. Me detuve y me volteé- ¿Estás loco?
-Quizás –reconocí. Era una posibilidad.
Mi amiga me alcanzó.
-Mira, si tienes problemas contigo mismo y tu identidad, tienes que ir a un psicólogo o algo, pero largarte de aquí sin saber el porqué lo haces no es la solución –dijo ella, sabiamente.
Tenía su punto. Quizás debería probar eso.
Así que, al día siguiente, me encontraba en la sala de espera de una sicóloga. Tunny me había ayudado a conseguir una cita. Ahora, tendría que contener todas mis críticas ante los terapeutas y esas cosas mientras estuviera dentro, pero da igual. Todo para acabar con el vacío.
Obviamente, no funcionó.

Billie apenas durmió esa noche.
Tras escribir un rato, pasó a mirar el techo por un buen rato, intentando dormir, pero demasiado atormentado por los recuerdos de tiempos felices con Adrienne y sus hijos, los cuatro juntos. Fue por ello que no tardó en dirigirse a la cocina en búsqueda de alcohol, acabando por beberse varias botellas de cerveza, para, en algún momento antes del amanecer, caer en un sueño turbado por las imágenes de Adrienne con Brad, y los niños alejándose de él, poco a poco. Al despertar, se sentía fatal. Demasiado. De hecho, llegaba a sentir náuseas…
Sin siquiera pensarlo, corrió al baño que había en el cuarto de visitas, donde vomitó toda la cerveza que había consumido el día anterior y más; el haber visto a Adrienne con Brad había tenido consecuencias catastróficas en él.
-Mejor me levanto –se dijo a sí mismo.
Volvió a la habitación, tomó unas toallas y se dirigió al baño, donde se afeitó, duchó y salió envuelto en una toalla. Ya en la habitación, se secó y vistió, completamente de negro.
Para cuando llegó a la cocina, ya eran las diez y cuarto, y Jake ya estaba ahí, desayunando cereal con leche. Sin decir nada, Billie se sirvió un café, notando que su hijo rehuía sus ojos.
-No estoy enojado –dijo Billie, al percatarse de ello.
Jake no contestó, mas lo miró a sus ojos con los suyos enrojecidos, como si hubiera llorado toda la noche.
-Perdón –musitó el menor-, pero tú nunca estás en casa.
Su hijo tomó el cuenco vacío y lo dejó en el lavavajillas, tras lo cual subió a su cuarto a levantarse. Billie se sorprendió al darse cuenta de que podía sentirse peor aún.
“Nunca estás en casa”. Esas eran palabras de Adrienne. Al parecer, su hijo había pasado demasiado tiempo con la mayor. Aún con esos pensamientos en mente, bebió su café, tras lo cual pensó en salir a caminar por ahí…
Fue ahí cuando sonó el timbre. Con total desgano, Billie se paró y se dirigió a la puerta principal de la casa, la cual abrió para encontrarse con Mike y Tré, el primero sólo con gafas, mientras que el segundo también llevaba un sombrero.
-¿Estás mejor? –preguntó Mike, a modo de saludo.
-No realmente –musitó Billie, honestamente.
-¿Listo para contarnos bien qué ocurrió? –preguntó Tré.
 -Sí... se lo han ganado por meterse tanto en mi vida –dijo, intentando bromear, pero sin muchos resultados-. Pero preferiría que no fuese aquí...
-¿Por qué? Sigue siendo tu casa ¿no? –preguntó Mike, extrañado.
-No quiero ver a Addie, y creo que no tardará en despertar –admitió; la había escuchado llegar a eso de las tres de la mañana.
Comprendiendo la incomodidad de su amigo, los otros dos asintieron, y se dirigieron al exterior, para subirse al auto de Mike, quien había llevado a Tré con él. Salieron de la residencia, sin un rumbo fijo, hasta que se decidieron por entrar a un pequeño café, donde no era mucha la gente que iba. Los tres tomaron una mesa alejada de la ventana y la puerta y, pese a haber desayunado recién, pidieron otro café.
-Bueno, ¿qué ha pasado desde ayer? –preguntó Tré, titubeante, tras haberles dado varios sorbos a sus cafés.
-Bueno, estuve en la tienda toda la tarde. –Por alguna extraña razón, encontraba importante decirles que había conocido a Amelia.- De torpe tropecé con una niña a la salida y empezamos a hablar… Se me hace conocida.
-Puede que la hayamos viso en algún concierto –sugirió Mike, quien, obviamente, encontraba ese punto completamente irrelevante.
-No lo creo, es de otro país. Y como tiene unos quince, ella debía haber tenido… No sé, diez años en nuestra última gira. El punto es que de algún modo terminé por contarle todos mis problemas, me apoyó durante esos cinco minutos e irá a la sesión del martes –concluyó, rápidamente.
-De acuerdo –accedió Mike, al tiempo que Tré asentía, ambos un tanto extrañados.
-Pero volviendo a tu otra vida personal... –empezó Tré, invitándolo a continuar.
-A eso voy –farfulló Billie-. Después de eso fui a buscar a los niños donde Mike y me fui a la casa, donde con Adrienne le explicamos todo a Jake y…
Billie enmudeció. No veía como continuar.
-¿Y qué? –lo apresuró el bajista.
Mike Dirnt: Buen amigo, poco tacto pensó Billie.
-¿Creen que soy sólo una imagen? –preguntó el guitarrista, evadiendo lo que seguía.
-¿Perdón? –inquirió Tré, mientras que Mike lo miraba atónito. ¿Desde cuándo a su amigo le importaba lo que los demás pensasen?
-Una de las críticas de Addie fue que era sólo una imagen –musitó Billie, intentando aparentar que no le importaba.
-Entonces está mal –soltó Mike, sin contenerse-. Billie, tú no eres una imagen. Tú eres así, quizá ella lo encuentre falso, pero no lo es…
-Claro que no eres una imagen para vender –dijo una voz femenina detrás de ellos-. Veo que aún no solucionas todo con Adrienne.
Una leve sonrisa apareció en el rostro del guitarrista, quien se volteó para encontrarse con Amelia.
-¿Cómo lo haces? –le preguntó el hombre a la joven.
-¿Cómo hago qué? –preguntó ella, sin entender.
-¿Cómo lo haces para saber exactamente lo que me ocurre?
Pese a no darse plenamente cuenta de ello, Billie se sintió, súbitamente, relajado.
-No sé, es como si te conociera –musitó ella, restándole importancia. Miró a Mike y Tré-. Y hola a ustedes dos también.
-Hola –saludaron los otros dos al unísono, un tanto sorprendidos por el efecto que tenía la joven sobre su amigo.
Así fue como, tras presentarla a sus amigos, Billie invitó Amelia a sentarse y unirse a oír el detallado relato de la noche anterior.
-Así que ahora tanto Joey como Jake se van con Addie y yo quedo solo como un perro –finalizó él.
-¡No digas eso! –exclamó ella.
-¿Por qué no habría de hacerlo? –preguntó él, cansinamente.
-Porque nos tienes a nosotros –dijo Tré, señalándose a él y a Mike.
-Y no importa cuánto lo intentes, no conseguirás que te dejemos tranquilo –añadió el bajista, fingiendo estar regañándolo.
-Gracias –musitó el guitarrista-. De verdad.
Silencio.
-¿Sabes? Creo que tienes una hoja mía –comentó Amelia, intentando distraer a Billie, quien se golpeó la frente con la palma de su mano.
-Sí, está en casa –masculló-. Te la pasaré el martes… Eso si aún quieres ir, claro.
Ella sonrió.
-Si a ustedes dos –señaló a Mike y a Tré- no les molesta…
-Claro que no –se apresuró Mike
-Así tenemos una segunda opinión –agregó el baterista.
-Entonces ahí te pasaré ahí la hoja. –Para sorpresa de los chicos, Billie sonrió, auténticamente.- Claro que tendrás que traducirme lo que dice.
-Sólo si tú me dejas leer una hoja de tu cuaderno –dijo ella, ante lo que Billie asintió.
La chica se puso de pie.
-¿Te vas? –preguntó Billie.
-No, sólo tengo el síndrome de las piernas inquietas –ironizó ella-. Sí, me voy. Adiós.
Les dio un rápido beso en la mejilla a los tres y salió de ahí, dejándolos en un silencio temporal.
-Azul –soltó Billie, repentinamente, varios minutos después.
-¿Azul qué? –inquirió Mike, extrañado.
-Amigo, estás mal –dijo Tré, poniendo su mano en la frente del pelinegro, simulando tomarle la temperatura.
-Le quedaría bien el pelo azul –se explicó, señalando con la cabeza la dirección en la que se había ido Amelia.

E inexplicablemente, al mismo tiempo, Amelia estaba pensando en teñirse el pelo. Después de todo, tenía libre hasta septiembre. Y, por algún motivo, pensó en el color azul. Fue un impulso que no tenía nada que ver con sus gustos (de hecho, su idea original era teñirse el pelo verde o algo así), pero terminó agradándole la idea.
-¿Qué me está pasando? –se preguntó.
Y sin darle más vueltas al asunto, inició la caminata hasta su hogar, recordando, una vez más, la vibración que había sentido al tocar al guitarrista.

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