Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, agosto 12, 2012

Good Riddance (Ridding of you) - Chapter 4: Do I know her?



Como todo día en el que decidía variar la rutina, comencé a vagar por la maldita ciudad de la muerte… Digo, Jingletown. Siguiendo las señalizaciones, no se llega a ningún lado, pero es una linda forma de recorrer partes desconocidas del pueblo.
Vagando por ahí, llegué a una calle, la calle “principal”, es decir, una calle que se “perdió” de las de su ciudad y llegó a ésta imitación de pueblo. Dios. Mi hogar no está aquí. Es decir… Dicen que casa es donde está el corazón, y mi corazón no está aquí…
De hecho, he llegado a dudar que tenga un corazón en lo absoluto. O sea, sí tengo un corazón, tengo un músculo estirado hueco que bombea sangre muchas veces por minuto, pero no tengo un corazón que me haga sentir ni nada…
Miré a mi alrededor, despistado. No tenía la más puta idea de dónde estaba.
-Disculpen, ¿dónde mierda estoy? –le pregunté a un par de niños que jugaban a las canicas en la calle. Quizás ustedes encuentren que no empleé un lenguaje adecuado con ellos, pero lo menos que les importa a estos niños cubiertos en tierra es el modo en que los trates.
-Si sigues por allá, llegas al molino –contestó el que se veía mayor, indicando una calle que había a mi derecha-. Por el otro lado, llegas a unos baños públicos.
Sonreí. Le tiré una moneda de veinticinco centavos y me dirigí hacia allá. Conocía esos baños. La mitad de los grafitis los había hecho yo… Hora de agregar unos cuantos más.

Adeline street era una tienda a la que Billie y Adrienne estaban asociados. En los momentos en los que decidía esconderse de la sociedad, Billie solía ir ahí y ayudar en lo que pudiera. ¿Por qué? No lo sabía. El local solía estar lleno, pero sólo un verdadero fanático lograba reconocerlo. Después de todo, ¿qué iba a estar haciendo Billie Joe Armstrong en una tienda de ropa?

Sin embargo, pese a que la tienda solía estar llena los fines de semana, éste fue la excepción. La gente que entró fue poca, lo que le dio bastante tiempo a Billie para seguir con la historia e intentar mezclar notas para hacer una melodía, pese a que ninguna letra se le venía a la cabeza.
Fue a media tarde que una adolescente pasó por enfrente de la tienda. No tendría más de quince años. Pese a nunca haberla visto antes, sentía que la había visto en algún sitio antes. Tenía el cabello oscuro, llevaba un bolso en su mano y se detuvo en la ventana a ver la ropa. Protegido por los colgadores, Billie se dedicó a mirarla descaradamente, intentando recordar de dónde la conocía, sin resultados. Justo cuando estaba convencido de que tendría que preguntárselo cuando entrara a la tienda, la adolescente miró hacia el otro lado de la calle. Probablemente, alguien la llamaba desde ahí. Sin más, ella se fue, dejando al hombre algo decepcionado por no lograr recordar la identidad de la chica, hasta el momento en que una de las dependientes de la tienda le hizo alguna pregunta.
Varias horas después, la alarma de su celular sonó. Faltaban veinte minutos para las siete, y teniendo el auto estacionado a varias cuadras de distancia, debía irse en ese instante si quería llegar a la hora. Tomó el cuaderno y su bolso, se puso un par de gafas, se despidió de los vendedores que quedaron en la tienda y se fue.
Iba a mitad de la cuadra, todavía acomodando cosas en su bolso, cuando chocó con alguien. Al mismo tiempo, una extraña fuerza se extendió por su cuerpo, en forma de una vibración, a la vez que el bolso caía, liberando todo su contenido, junto al bolso de la otra persona y el contenido de éste.
-Mierda –masculló la persona con la que chocó, agachándose a recoger las cosas.
-Perdón, fue mi culpa –se disculpó Billie, imitándole.
Fue en ese instante que levantó la mirada, y se encontró mirando fijamente a la adolescente que había pasado fuera de la tienda hacía un rato. Notó que ella se sonrojaba.
-Bi... ¿Billie Joe Armstrong? –inquirió ella. Tenía un poco de acento, pero él no sabría decir de dónde.
-El mismo –respondió él, decidiendo que le sería imposible recordar dónde la había visto antes-. Pasaste fuera de la tienda hace un rato, ¿no? Creo que seguirá abierta hasta las ocho.
-No puedo creerlo... –susurró en un lenguaje que él reconoció como español. Pese a no hablarlo, podía reconocerlo. La miró con intriga y ella se dio cuenta de que había hablado en otro idioma- Perdón... llegué hace un par de días y aún no me acostumbro
-No hay problema –musitó Billie, ayudándola a recoger sus cosas. Entre ellas había una carpeta en la que estaban él y los chicos-. Algo me dice que no te interesaba mucho la ropa.
-Bueno... La verdad es que me acerqué por el nombre de la tienda… Tu disquera tiene el mismo nombre, ¿no? –admitió ella, con cierta vergüenza en su voz. Él no pudo evitar reír.
-Buen razonamiento –comentó, recogiendo la carpeta, de la cual cayó una gran cantidad de papeles- Lo siento… –se disculpó él, apresurándose a recoger las cosas antes de que el viento se la llevara. Se encontró con la identificación de la chica- Amelia Sanhueza.
Ella se sonrió.
-No hay cuidado... Escucha... sé que esto debe ser molesto y todo lo demás, pero... ¿Me darías tu...? Cómo se dice…
-¿Autógrafo? –sugirió Billie, un tanto divertido por lo avergonzada que se veía.
-Sí, eso –dijo Amelia, con una pequeña sonrisa y más sonrosada aún.
-Claro –respondió Billie.
Amelia sacó un papel y un lápiz de su carpeta y se los pasó al guitarrista.
-Por cierto, ¿cómo supiste en la calle que era yo? –preguntó Billie, fingiendo estar molesto, a la vez que le pasaba el autógrafo-. Se supone que las gafas debieran ocultarme.
-Bueno, nadie lleva gafas cuando está nublado –contestó ella, con una sonrisa-Gracias –agradeció, recibiendo el autógrafo.
-De nada… Entonces estas cosas no sirven de nada –masculló él, con una sonrisa, sacándose las gafas y dejando al descubierto sus ojos verdes. De inmediato, la chica notó en su mirada que algo andaba mal, y, pese a que un lado de sí le decía que preguntarle sería una intromisión, no pudo contenerse:
-¿Te pasa algo? Te ves triste.
Él se sonrió, de un modo un tanto más amargo esta vez.
-No es nada –mintió Billie, poniéndose de pie, ya con todos los papeles guardados en su bolso-. Problemas en casa.
Tras asegurarse que la carpeta estaba bien cerrada, Amelia la metió a su mochila y se incorporó.
-¿Seguro?
No sabía por qué insistía. Estaba segura de que él no le diría más. Fue por ello que se vio sorprendida al escucharlo decir:
-Voy a divorciarme.
Claro que su sorpresa no fue tan grande como la de Billie al pronunciar esas palabras.
Antes de ser consciente de lo que ocurría, el hombre comenzó a caminar y acabó por contarle todo lo que le había pasado en el último mes, todos los problemas con Adrienne, y lo mucho que temía hablar con su hijo menor esa noche. No sabía por qué, pero, por primera vez en mucho tiempo, se sentía cómodo, y no había querido desaprovechar esa oportunidad.
-Bueno… -comenzó Amelia, a la cuadra siguiente- Yo creo que estás haciendo lo correcto... Si ya no se aman, no deberían estar juntos.
-Ese es el problema: Una parte de mí sigue queriéndola, bastante –confesó él.
-Mal ahí –musitó Amelia, en un tono triste de voz. Miró a su alrededor-. Bueno... aquí me voy o mamá me matará.
-Está bien…
Pese a no querer admitirlo, a Billie le hubiese agradado seguir conversando con ella. Quizás con un poco más de diálogo averiguaría de dónde la conocía, porque, al menos en su mente, era imposible sentirse tan cómodo sin haberla visitantes. Quizás sus pensamientos se reflejaron en su rostro, o quizás ella tampoco quería dejar todo ahí, ya que preguntó:
-¿Quieres seguir hablando?
-No estaría mal... –Admitió él. Abrió su bolso, sacó una hoja de su cuaderno y un bolígrafo.- ¿Te interesaría ir a un ensayo de la banda?
-¿En serio? Me encantaría –contestó ella, con una amplia sonrisa.
Aún extrañado por todo lo ocurrido en los últimos diez minutos, el guitarrista le pasó el papel con la dirección del estudio.
-Anda el martes, de las diez en adelante. –Le sonrió.- Nos vemos entonces, yo igual debería irme. Gracias por escucharme.
Ella le devolvió el gesto.
-Es lo mínimo que puedo hacer después de toda la música que has hecho –farfulló.
Billie se le acercó y le dio un beso en la mejilla, lo cual causó que una extraña vibración se extendiese por su cuerpo. Se separó algo extrañado, mas no hizo ningún comentario, puesto que no vio ningún indicio de sorpresa de parte de la adolescente.
-Hasta el martes –se despidió, y caminó rápidamente hacia el estacionamiento, sin saber que Amelia lo miraba desde esa esquina, con una mano en su mejilla, intrigada por la sensación que había recorrido su cuerpo tras haber estado en contacto con la piel del hombre.
-Que se joda, ¡conocí a Billie Joe! –se susurró en su lengua natal, para luego, finalmente, echarse a correr hacia la tienda en la que iba a juntarse con su madre, sintiéndose verdaderamente feliz por primera vez en un largo tiempo.
         

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