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¿Por qué sigo aquí?
Vivo en una casa
enana junto a mi madre y su nuevo esposo, en un pequeño pueblo llamado Jingletown.
Una mierda de lugar. Lo más “interesante” es un molino abandonado en el que me
juntaba con mis “amigos” a drogarme y a hacer drogas. Eso era los días en los
que me aburría de mi rutina, la cual consistía en pasarme el día tirado en mi
cama viendo televisión, bebiendo y drogándome. ¿Escuela? No, gracias; la dejé
hace años. A mi madre no le importó. No, lo único que le importa en estos días
es su nuevo novio. Su nuevo novio y lo que él podría ofrecerle. Después de
todo, ¿de qué le servía un pobre y estúpido adolescente que sólo vivía para ver
cómo los medios reprimían a todos?
Y aún sigo sin
hacer nada al respecto.
Joey
estaba sentado en la cama de la pieza de invitados leyendo el cuaderno que su
padre llevaba a todos lados. No era la primera vez que lo hacía, pero, como de
costumbre, se limitaba a leer la página en la que había quedado, ya que sabía
que había cosas privadas en él. Llevaba ya su buen par de días siguiendo la
historia que su padre escribía, lamentando la lenta velocidad a lo que lo hacía.
Y pese a que no quería admitirlo, un lado de él estaba bastante preocupado por
el origen de las ideas de su padre.
Ya
habiendo terminado, Joey se paró de un salto, recordando el porqué estaba ahí,
para salir del cuarto en busca de su padre; Mike lo estaba llamando hacía un
buen rato.
Bajó
las escaleras, y, guiado por un impulso, se dirigió inmediatamente al estudio de
grabación, en cuyo sofá encontró a su padre, durmiendo.
-Papá
–susurró Joey, moviéndolo suavemente-. ¡Papá! –repitió, un poco más fuerte.
-¿Qué
pasa? –farfulló su padre, aún semidormido.
-¿Estás
bien? ¿Por qué dormiste aquí?
-¿Ah?
–La cabeza le daba vueltas a Billie. ¿Dónde había dormido? Sin comprender nada,
abrió los ojos, para encontrarse en el estudio. Recién ahí, recordó la noche
anterior.- Perdón... estaba tocando y me quedé dormido... ¿Qué pasa?
-Mike
te llamaba, decía algo de un tal John...
-¡Mierda!
–exclamó Billie. Luego reparó en lo que había dicho y miró a su hijo- Te
agradecería no repitieras esa palabra…
-Bueno
–dijo Joey, conteniendo la risa.
Billie
se paró y fue al teléfono de la pieza de invitados. Llamó rápidamente a Mike y
éste contestó, casi de inmediato.
-¡Billie!
¿Dónde estabas? Joey dijo algo de que no sabía dónde estabas y que te buscaría
y que…
-Me
quedé dormido en mi estudio –lo interrumpió Billie, respondiendo así todas las
preguntas del bajista-. ¿Qué pasó con John?
-Nada,
sólo que nos esperaba hace como dos horas. Tré me llamó hace media hora y te
esperamos a ti hace unos veinte minutos –explicó.
-Voy
para allá –farfulló él.
-Espera...
–comenzó Mike, pero su amigo ya había colgado el teléfono.
Billie
entró al baño, se lavó la cara, se peinó y salió, sin siquiera afeitarse. Ya lo
haría más tarde, después de una ducha.
-¡Joey!
¡Dile a tu madre que fui a grabar! –gritó Billie, para que su hijo lo oyera
desde su habitación.
-Mamá
no está –le informó el menor, asomándose al pasillo.
-Mierda
–repitió el hombre-. Lo siento... Bueno... vienes conmigo, no tengo tiempo de
llamar a una niñera o algo…
-Pero
papá, alguien tiene que ir a buscar a Jake.
-M…
Digo… ¡Cáspitas! –se disculpó Billie, quien no se daba cuenta lo mucho que quería
reír su hijo mayor- Bueno... vamos los dos a buscar a Jake y de ahí iremos al
estudio
Obligado
a usar gafas como siempre que tenía que detener el auto alguna vez, Billie
partió a la casa del amiguito de Jake.
-Hola,
perdón la tardanza –saludaba Billie, al cabo de media hora, entrando al
estudio-. Tuve que traer a los niños y la hermana mayor del amigo de Jake me
reconoció.
-¿No
te pusiste las gafas? -inquirió Tré, riendo.
-Sí,
pero la madre me dijo “Sr. Armstrong” y yo ya le había resultado familiar por
el pelo –respondió Billie. Estaba agotado. Ni siquiera había desayunado.
-Será
mejor que empiecen a grabar chicos –dijo John, con su característico “humor”-.
Ya han perdido bastante tiempo.
-Sí,
jefe –masculló Mike, haciendo reír a
su hija con su cara. Luego de eso, Estelle, quien había acompañado a Mike en el
apuro, fue a jugar con Joseph y Jakob.
Sin
embargo, en cuanto sus padres iban a empezar a tocar, ellos pararon el juego
para oírlos. Ni a Billie ni a Mike le gustaba mucho que los oyeran ensayar, ya
que decían demasiadas groserías, pero a sus hijos no les importaba. Se sentían
orgullosos de sus padres.
Por
desgracia, el comienzo del ensayo no sonó nada bien.
-Su
padre parece estar algo triste –le comentó Estelle a los chicos.
-Ya
se le pasará cuando despierte bien –aseguró Jake-. ¿No es así, Joey?
-Eh...
sí –respondió él. No tenía el valor de decirle a su hermano que lo más probable
era que sus padres se separaran para siempre.
No
obstante, después de lo que pareció ser la práctica, Billie guardó todas sus
emociones en una caja y comenzaron a tocar de maravillas, aunque tenía la voz
un poco más tomada de lo normal.
Luego
de 3 canciones más, Green Day se calló. Al parecer a Mike se le había roto una
cuerda y, al no tener ningún bajo de su gusto ahí, no podían continuar. Como el
día siguiente era domingo y los muchachos no tenían ganas de trabajar el lunes,
decidieron descansar hasta el martes. Tré se fue de inmediato, pues tenía que
ir a ver a Frankito a casa, pero Mike retuvo a Billie.
-¿Ya
hablaste con Adrienne, cierto?
-Así
es –respondió Billie-. Joey ya lo sabía, pero hoy se lo tenemos que decir a
Jake.
-Bien
hecho –lo “felicitó” Mike, dándole unas palmaditas en el hombro a su amigo.
-Papá,
papá, ¿podemos llevar a los chicos a casa? –los interrumpió una vocecita.
Era
Estelle, que hablaba con Mike.
-Bueno,
no sé, si los chicos y el padre aceptan...
-Tío
Billie, tío Billie, por favor –empezó Estelle.
-Niños,
¿qué opinan? –preguntó Billie, más preocupado por Joey que por Jake.
-¡Sí!
–exclamaron los dos. O Joey era buen actor o podía apartar sus problemas.
-Entonces
los voy a buscar a las siete, pasaré la tarde en la tienda.
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