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Nunca creí que
llegaría el día en qué comenzaría a preguntarme cuál era el sentido de mi vida.
En este instante, lo único que me mantiene cuerdo es el hecho que tengo que
muchos planes, muchas ideas, muchas metas, muchas cosas que hacer o intentar
hacer. Aparte de eso, aparte de mis sueños, no tengo la más puta idea de porqué
sigo por aquí. Quisiera desaparecer, quisiera irme…
No, no quiero irme.
Debo hacerlo. De lo contrario, nunca dejaré de ser el idiota “Jesús de los
Suburbios”, el idiota que sólo está aquí para robarle drogas a su madre y
padrastro y revenderlas, el idiota que se cree mejor que el resto… El idiota
que cree que aún puede hacer una diferencia entre todos estos imbéciles…
-Buena
historia, Billie –le decía un somnoliento Mike.
Eran
las siete de la mañana y Billie Joe, Mike Dirnt y Tré Cool estaban en el
estudio de grabación. Se encontraban esperando la llegada de su productor e
ingeniero de sonido, John. Ustedes pensarán que el estar ahí a esa temprana
hora era una exageración, pero ¿qué otra cosa podían hacer si querían sacar un
disco decente pronto?
-Gracias,
Mike -contestó un Billie Joe Armstrong que estaba más desarreglado de lo que
había estado en mucho tiempo.
Su
cabello negro estaba más desordenado de lo normal, su barba estaba
descontrolada y bajo sus ojos verdes había un par de grandes ojeras, muy
marcadas, que no servían para resaltar su belleza. De hecho, hacían que se
viera unos cuantos años más viejo de lo que era. Mike Dirnt, quien estaba en
mejor estado, lucía muy cansado. Las secuelas de las drogas que consumía en la
juventud seguían en su rostro y el agotamiento y sueño no ayudaban a
camuflarlo, mientras que su cabello rubio estaba aplastado, como si le faltase
un lavado. Tré Cool era quien se encontraba en mejor estado, pero, a pesar de ello,
se veía bastante agotado. Su cabello, “normalmente” peinado hacia arriba, se
dejaba caer como si fuera un cabello de persona normal y, al igual que sus dos
compañeros y amigos, poseía ojeras muy marcadas. Sin embargo, él podía caminar
normalmente, mientras Mike se tambaleaba y Billie dudaba poder ponerse en pie.
Ese
era el precio de grabar todo el día, hasta muy avanzada la noche desde hacía
una semana. Billie apenas había tenido la ocasión de ver a sus hijos esa semana
y Adrienne parecía querer matarlo. Y esa era la verdadera razón por la cual
Billie estaba tan agotado, la razón que le quitaba el sueño: Adrienne parecía
no amarlo como antes, lo que lo carcomía en sueños. Y lo peor, lo que más
molestaba a Billie Joe, era que él la seguía amando. Aún habiendo visto lo que
vio, causándole gran sufrimiento y dolor, haciéndolo sentir sucio,
contaminado...
Por
supuesto que lo que más molestaba a su productor (que acababa de llegar) en ese
instante, en el que intentaban tocar, no era que los chicos estuvieran más
cansados que nunca. No, lo que a él le molestaba era que…
-¡Billie!
Estás tocando peor que nunca... ¡Pareces estar a punto de gritar cuando cantas!
-Perdón,
John –se disculpó Billie, abatido.
Lo
que John decía era verdad. Últimamente, en sus ensayos, Billie Joe había
intentado (más de una vez) reprimir un grito de angustia, un grito que quería
escapar desde su garganta desde hacía más de un mes.
-¿Sabes
qué nos haría bien? -dijo Mike, tambaleándose levemente- Dormir un rato.
-Sí,
tienen razón... tienen hasta mediodía -masculló John, quien sonaba casi tan
abatido como Billie, aunque ninguno de los presentes sabía que era lo que tenía
así al guitarrista y cantante.
-Gracias
–susurró Tré, tras lo cual bostezó.
Los
muchachos se acomodaron en los sillones que había en el estudio. Tré cayó
dormido enseguida, mientras que Mike y Billie recién se sentaban.
-En
serio, tienes que decirme que te pasa
Mike
estaba mirando como Billie sacaba el cuaderno donde escribía la historia. Esos
últimos días sin dormir habían sido su mayor fuente de inspiración y la
historia de Jesus iba muy bien. Sí, llevaba recién dos míseros párrafos, pero
tenía varias ideas escritas en páginas sueltas, junto a un montón de acordes. Muchas
ideas, muchos sentimientos… Sentimientos e ideas que se parecían más a los
suyos que a los de su personaje, cosa que no le agradaba en lo más mínimo.
-Si
pudiera, lo haría Mike, y lo sabes –le contestó de mala gana Billie.
Mike
sacó algo de su bolsillo y se acercó un poco a Billie.
-Encontré
esto en tu billetera –le susurró el bajista, mostrándole una bolsita con un
polvo blanco dentro-. Creí que la habías dejado
-Yo
creí que tú igual –replicó Billie, sacando otra bolsita, con el mismo
contenido.
-Es
mi coca de apoyo. No la consumo ¿ves que no está abierta? Sólo la tengo ahí
para saber que, si quisiera, podría –se defendió Mike-. Pero la tuya sí está abierta...
-Lo
que yo hago es mi problema –masculló Billie, abruptamente.
-No
lo niego... Sólo digo que tengas cuidado, o Adrienne podrá darse cuenta...
-No
me importa –dijo Billie, reprimiendo la lágrima que hacía tiempo quería salir
de su interior, cosa de la que Mike se percató.
-¿Qué
pasó, Billie? –preguntó Mike- Tú y Adrienne eran inseparables, nunca peleaban
por más de un par de días y ahora pareciese que pelean todo el tiempo
-Ya
te lo dije –lo cortó Billie-: Cuando pueda, te lo contaré
Se
dio vuelta en el sofá en el que estaba y cerró los ojos.
Billie
nunca estuvo seguro de si durmió algo o no, pero Mike sí. En cuanto notó que
Billie estaba profundamente dormido, se paró y le quitó su cocaína. Guardó la
coca de Billie en su bolsillo y la suya en la billetera. Volvió al sofá donde
estaba él y durmió hasta las doce. Él y Tré despertaron casi al mismo tiempo.
En cambio Billie ya había despertado y estaba escribiendo más rápido que nunca,
pese a que la mayoría eran frases que tachaba rápidamente.
-¿Cómo
le va a Jesus? -preguntó Tré, sacando un paquete de galletas para comer algo y
ofreciéndoles. Mike aceptó y Billie (quien era víctima de los efectos de la
cocaína) no.
-Cada
vez peor –dijo éste-. Debo ir al baño.
-Apúrate,
John está por volver a despertarnos –lo apremió Mike, dándole a entender que
sabía lo que Billie quería hacer en el baño.
Billie
entró al baño y rebuscó en su bolsillo. De acuerdo, Mike tenía su droga, pero
Billie tenía la droga de Mike. Y, aunque le dolía hacerle eso a su mejor amigo,
no le quedó otra opción. Metió su mano más profundamente en su bolsillo y...
-Mierda
–murmuró
La
bolsa no estaba. Mike debió habérselo sacado mientras dormía. Claro. Tenía
sentido. Su amigo siempre haría lo que creía mejor para él.
-Tienes
que dejarla –dijo Mike, un poco más repuesto desde el otro lado de la puerta.
-Ya
te dije que la tengo controlada –contestó Billie, molesto-. En todo caso, no
puedo hacer nada si tú tie…
-Tú
sabes acerca de quién estoy hablando
–lo interrumpió Mike, poniéndole énfasis a la palabra “quien”.
Billie
calló. Mike lo sabía... entonces no valía la pena seguir peleando por un poco
de cocaína inservible con su mejor amigo. Abrió la puerta y salió del baño,
para encontrarse con el bajista, quien lo miraba con cierta lástima en su
mirada.
-¿Hace
cuanto lo sabes? –preguntó.
-Ya
va un par de días, cuando te fui a dejar a tu casa... Honestamente, Billie, no
puedo creer que Addie haya hecho eso.
-Yo
tampoco lo creo Mike...
Silencio.
-¿Y
tú hace cuánto lo sabes?
El
guitarrista miró al piso, avergonzado, para contestar:
-Un
mes –rápidamente, añadió:-, no se lo he dicho por los niños.
Tré
apareció con las baquetas ya en las manos. Sin embargo, por asombroso que
parezca, Tré Cool estaba serio.
-Los
niños lo entenderán, Billie –le dijo.
O
Tré sabía por su cuenta o Mike se lo había dicho, pero a Billie no le importó.
Se sentó en el suelo, rodeando las rodillas con los brazos, apoyó su cabeza en
ellos y comenzó a llorar... a llorar como hacía años que no lo hacía,
descargando de una veztodo lo que sentía en su interior.
-Hace
tiempo que las cosas no iban bien, Billie –lo consoló Mike-. Lo mejor que pueden
hacer es terminar todo luego...
-Lo
sé, pero ¡no quería que así fuese el fin! -exclamó él, sin poder contenerse.
Toda
la rabia, la ira y la tristeza que estaba en su interior, comenzó a salir poco
a poco, mezcladas con sus lágrimas. Tré fue por unos momentos a la sala de
grabación y volvió con una de las tantas réplicas de Blue que Billie tenía.
-Toma
-le dijo tendiéndole la guitarra-. Te ayudará a desahogarte
Billie
se incorporó, tomó la guitarra. Se limpió las lágrimas y fue a la sala de
grabación, donde conectó la guitarra. Se quedó ahí parado, con la guitarra
colgada, pensando algo. Justo cuando comenzaba a pensar que nada podría
expresar lo que sentía, se le ocurrió una nueva melodía, bastante rápida. Los
otros dos supusieron (correctamente) que no tenía letra, pero de algún modo
supieron que expresaba lo que pasaba por la cabeza de su amigo. Finalmente,
luego de unos tres minutos, Billie dejó de tocar, arrojando lejos la guitarra y
saliendo de la cabina. Se veía un poco más calmado. Luego tendió la mano y miró
a Mike a los ojos. Este le devolvió la mirada y, abatidamente, le pasó la bolsita
con la cocaína dentro. Tré, quien no estaba enterado de esto, miró asombrado
cómo Billie tomaba la bolsa y se iba al baño.
-Creí
que no lo haría –musitó Mike, más para sí mismo que para el baterista.
Mas
grande fue su sorpresa cuando se percató que Billie no había cerrado la puerta,
si no que la había dejado abierta por completo. Se acercó y vio cómo su amigo
tiraba todo por el inodoro y echaba a correr el agua.
-Ya
no la necesito -dijo Billie, saliendo del baño, con una sonrisa, tras haber
botado la bolsa al basurero-. No más secretos.
Tras
mirarlo un poco, Mike lo abrazó. Tré, emocionado con la escena, se les unió,
para preguntar, varios instantes después:
-¿Y
qué harás?
-Creo
que decirle que sé lo que está haciendo –contestó Billie, separándose de sus
amigos-. Bueno, vamos antes de que llegue John.
En
el preciso momento en que entraban a la habitación donde grababan, John llegó.
-Veo
que están mejor –comentó, al verlos más despiertos-. Bueno muchachos, tienen un
álbum que terminar.
-Sí,
jefe -decía Tré, con las baquetas preparadas y sentado en la batería.
Billie
recogió a Blue. El productor no preguntó cómo había llegado la guitarra ahí. De
hecho, a John poco le importaba el estado personal de los chicos, sólo le
importaba el dinero que podía ganar con ellos. Probablemente lloraría si
encontrara a Billie o a cualquiera de los otros chicos ahorcado en el estudio,
pero simplemente porque no podría ganar más dinero. Lástima, pensaba Billie,
preguntándose el por qué se les había ocurrido no trabajar con Rob.
Fue
la mejor sesión que habían tenido en mucho tiempo. Grabaron un par de demos.
Luego Billie los llevó a todos a sus respectivas casas en su BMW negro (pese a
ser el que menos había dormido en la última semana, estaba en mejor estado que
Tré y Mike juntos) y se dirigió a su casa a hacer lo que debió haber hecho hacía
ya un buen tiempo: Enfrentar a Adrienne.
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