Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

viernes, agosto 17, 2012

Good Riddance (Ridding of you) - Chapter 11: Can you read my mind?



-¿Y cuál es tu gran idea? –inquiría Billie Joe.
Tras llamarlos, Joey, Mike y Tré, habían vuelto a aquella salita con sofás que había fuera de la cabina de grabación. El último (a quien iba dirigida la pregunta) suspiró.
-Estas emociones se pasan al otro cuando los superan a ustedes mismos, ¿no? –musitó el baterista.
-Así parece –contestaron Billie y Amelia a la vez.
Fue el turno de Mike para suspirar.
-Esto no me gusta –comentó, estresado. Mike se desesperaba con facilidad, y ver que Billie y una niña casi desconocida para él pensaran lo mismo, lo desesperaba bastante.
-¿Crees que a mí sí? –preguntó Joey, quien seguía sin entender nada.
-Al menos ustedes no se marean cada dos segundos –musitó Amelia.
¿Por qué mierda tienes que sentir tantas cosas a la vez? pensó la adolescente, pensamiento que fue “oído” por Billie, quien se sobresaltó.
-¿Crees que yo siento mucho? Por favor, ¡me estás volviendo loco! Y no del modo figurado –masculló Billie.
-Hey, ¡cálmense! –exclamó Tré-. Mi idea es que cada vez que sus emociones se vuelvan demasiado para ustedes, piensen en otra cosa o repriman el sentimiento en sí.
-¿O sea que tu idea es que no podamos sentir NADA más fuerte de lo necesario? –susurró Amy.

Silencio de parte de todos.
Pese a nunca haber hablado de ello, Billie y Amelia sabían que la mente era el refugio que ambos tenían de todas las cosas que les pasaban. Podían no discutirlo con nadie, pero sus problemas eran analizados por sus mentes, análisis que conseguían evocar más emociones de las que pudieran evitar.
Pero si no las evitamos, nos volveremos locos pensó Billie, razonablemente, percatándose por la expresión de Amelia de que era “escuchado”. ¿No lo crees?
Tienes razón pensó ella.
-No suena tan complicado –musitó Billie.
-Podría llegar a funcionar –agregó ella.
Tré sonrió levemente, intentando no pensar en el cómo se habían puesto de acuerdo el guitarrista y la niña.
-¿Qué tan lejos llega esto de leernos la mente? –preguntó Billie, sin darse cuenta de que hablaba en voz alta hasta que notó las miradas de sus amigos y su hijo- Aparentemente, si yo pienso algo, ella puede escucharlo, y viceversa.
-No sé, pero me preocupa un poco –confesó ella-. Tratemos de que no pase, el llenarme de sensaciones y pensamientos ajenos no es lo mío, ¿sabes?
Billie sonrió levemente, asintiendo.
Otro silencio.
-¿Dónde está John? –preguntó Mike, rompiendo el silencio- Dijo que llegaría pronto...
-Da igual, podemos grabar sin él –dijo Tré, poniéndose de pié-. ¿Te sientes capaz?
Eso último iba a dirigido a Billie, quien sonrió y asintió. La alegría de grabar era lo mejor que podía sentir en esos momentos...
No dejes que te sobrepase se recordó, despejando su mente, para reemplazar la felicidad por la inexpresividad. Amelia lo notó y también sonrió, levemente.
Sin más, los tres mayores entraron a grabar, dejando a Joey y a Amelia de público.
-¿Siempre es así? –preguntó ella, al ver cómo bromeaban y hacían estupideces en lugar de tocar algo.
-Sí, uno termina por acostumbrarse –respondió Joey, con risa-. ¿Tú tocas algo?
-Guitarra –respondió ella-. ¿Tú?
Él negó.
-Quiero aprender a tocar guitarra, pero no sé, no creo que sea lo mío –comentó.
Pudieron haber seguido conversando, de no ser por la llegada de John, quien los quedó mirando extrañado.
-¿Quién demonios eres? –le preguntó a la adolescente, directamente.
Qué delicado pensó, un tanto molesta.
De reojo, observó el cómo Billie miraba extrañado hacia ellos. Se contuvo.
-Soy Amelia, una amiga de los chicos y Joey –se presentó ella-. Tú eres John, ¿no?
-Sí –respondió él, escuetamente, demostrando que Amelia no le causaba ninguna confianza. Quizás era por su ropa, quizás por su edad o quizás por su actitud, pero ella sólo sabía que no le agradaba al hombre-. Iré hacia allá a ver cómo van las cosas.
John se alejó de ellos, dejando a Amelia extrañada.
-¿Qué le pasa? –le preguntó a Joey en un susurro.
-Al parecer no le agradan los punks y similares –contestó él, indicando las ropas de la joven: Jeans negros y ajustados en la parte inferior, y una polera negra, cuyo cuello estaba cortado con una tijera.
-¿Y cómo acabó siendo agente de Green Day? –preguntó ella, extrañándose, pero sin dejar que la sensación la embargase.
-Por el dinero, supongo –musitó el niño, encogiéndose de hombros.
Billie, Mike y Tré tocaron por un buen rato. Amelia se sorprendía al escuchar lo que Billie pensaba de las canciones de vez en cuando, pero, concentrándose en otra cosa, conseguía “bloquearlo”.
-¡Bien hecho, chicos! –exclamaba John, mientras los tres salían- Sigan así y tendrán su nuevo disco muy pronto.
Si hubiese estado escuchando, se habría dado cuenta que son las mismas canciones de la última vez pensó Billie, quien estaba al lado de la adolescente, quien sonrió y reprimió su risa lo más posible.
-Joey, ¿te molestaría que Amy nos acompañara al departamento? –preguntó Billie, también sonriendo. Tenía que admitir que poder compartir conversaciones que nadie escucharía jamás tenía su gracia y sus ventajas.
Y así cumpliremos el trato que tenemos pensó él, pícaramente.
Ella volvió a sonreír.
No olvides que tú me tienes que dejar leer DOS hojas de tu cuaderno le respondió ella por el mismo “sistema”.
-Claro que no –contestó Joey, sacándolos de su “trance”-. Y así podrás mostrarle todas tus guitarras.
-¿Mis guitarras? ¿Por qué habrían de interesarle? –preguntó él, extrañado y algo confuso.
-Porque toca guitarra –dijo Joey, revoleando los ojos. Para él, era algo más que obvio que la adolescente se viera interesada si tocaba.
-¿De verdad? –preguntó Billie, ahora dirigiéndose a la pelinegra.
-Sí... Bastante mal, pero bueno, es un comienzo –respondió ella, tímidamente.
-No lo creo –musitó él.
¿Se sabrá Good Riddance? se preguntó él.
¿Qué? inquirió ella, extrañada.
-Nada –le susurró él, en voz alta.
Deberíamos dejar estas conversaciones pensó ella.
Él no pensó nada al respecto. De hecho, decidió concentrarse en despedirse de todos y en salir de ahí, seguido por su hijo y su amiga, quien lo miraba suspicazmente.
-Tampoco era para que pararas así como así –le susurró ella, acercándose, ya en el estacionamiento del subterráneo.
-Es que la verdad es que esas “conversaciones” no me incomodan –admitió él, aprovechando que Joey ya estaba dentro y ellos no-. De hecho, pienso que podrían llegar a servir algún día.
Ella negó con la cabeza.
-Ya veremos –susurró.
Amelia se subió al asiento del copiloto, mientras que Billie daba la vuelta y se subía al de conductor. Encendió el motor y salió del estacionamiento.
-Ehh... ¿Dónde vives? –preguntó Amelia, un buen rato después.
-En un departamento perteneciente a un edificio casi abandonado –contestó él, con una sonrisa-. Ok, no está casi abandonado, ha progresado bastante estos últimos años, pero no es un paraíso. Bueno, sí... Ah, da igual, es el ex departamento casi okupa.
Tanto Amelia como Joey rieron levemente al ver lo mucho que se había enredado el hombre, cosa que Billie notó al instante.
En menos de veinte minutos, ya habían llegado al edificio. Dejaron el auto en el estacionamiento que había en el subterráneo y subieron al segundo piso (a falta de ascensor, por las escaleras), el cual atravesaron rápidamente y se dirigieron a un apartamento que tenía dos entradas. Billie sonrió al ver la extrañeza de Amy.
-Con Mike le pagamos a un sujeto para que derribara la pared de estos dos departamentos. Nunca nos dimos el trabajo de quitar la segunda puerta, pero bueno, está inutilizable; está cubierta por cajas de huevo y guitarras –explicó, mientras los hacía pasar-. ¿Tienen hambre?
-Un poquito –contestó Amelia, educadamente, olvidando que Billie podía sentir cuán hambrienta estaba en verdad.
-¡Yo sí tengo mucha hambre! –gritó Joey, haciéndose el gracioso.
-Ok, pediré pizza –musitó Billie, dirigiéndose al teléfono que tenía en la pared de la cocina-. ¿Con carne?
Eso iba dirigido a la adolescente, quien hizo una mueca.
-Si tú quieres con carne, bueno, pero si quieres vegetariana, prefiero de esa. –contestó. Él sonrió.- ¿Qué?
-Pediré una familiar vegetariana y una individual de carne –dijo él, marcando el número de la pizzería-. Y luego tendrás que traducirme esa hoja de papel.
-Siempre que tú me leas dos hojas de tu cuaderno –le recordó Amelia, riendo, ante lo que Joey rió también-. ¿Qué?
-Parecen dos hermanos peleando –fue la respuesta del niño, quien se encontraba recordando algunas peleas entre él y Jakob.
-¡No es cierto! –Exclamaron los nombrados a la vez, tras lo que intercambiaron una mirada y rieron.- Ok, quizás sí –continuó Billie, pese a que la idea le molestaba por razones desconocidas para él.
Luego de unos quince minutos, durante los cuales Billie y la joven pusieron la mesa, las pizzas llegaron. Billie le pagó al sujeto y, sin ceremonias previas, los tres se sentaron a almorzar.
-Está bastante buena –comentó ella.
-Gracias –dijo él, con aires de grandeza. Su mirada se dirigió a Joey, quien ya se había terminado la suya-. ¿Quieres un poco?
Joey le echó un vistazo a la masa cubierta de muchas verduras que no logró reconocer. Hizo una mueca.
-¿Puedo no probar eso nunca, papá? –preguntó él a modo de respuesta.
Billie volvió a reír.
-Claro que puedes no probar, Joseph –contestó él, haciendo que su hijo suspirara de alivio-. Pero no te relajes tanto, yo era así a tu edad.
-Mierda –susurró Joey. Billie abrió mucho los ojos, a modo de regaño-. Perdón... Aunque no sé cómo vienes a retarme si tú lo dices todo el tiempo.
-Pero me gustaría que no lo dijeras aún –farfulló el mayor-. En fin, Amy, te toca traducirme esa hoja.
-Supongo que no tengo otra opción –musitó ella, abatidamente, mientras recibía la hoja que Billie le tendía, hoja que ella leyó detenidamente, intentando comprender su letra-. Se me tenía que caer la que no se entiende –dijo para sí en español. Se dio cuenta de que Billie y Joey la miraban extrañados-. Lo siento... Bueno, creo que sé que hoja es.
Así la adolescente comenzó a contar la historia de un sujeto llamado William y de un ángel llamado Ángel (valga la redundancia), quienes discutían respecto al bien y al mal.
-Y eso sería todo –resumió ella-. Bueno, te toca.
-Maldición –masculló Billie, sacando su cuaderno, mientras que su hijo reía-. Dos hojas... Oh, tengo escritas tres hojas y media.
-¿Entonces me lo puedes leer entero? –pidió Amelia, con una cara que consiguió hacer que él flaqueara rápidamente- ¿Por favor?
-Ok –musitó él.
Así le leyó toda la historia de Jesus, historia que Amelia escuchó atentamente.
-¿De dónde sacaste todas esas ideas? –preguntó, cuando su amigo acabó.
-Cosas que me pasan, cosas que me han contado, cosas que he visto... Cosas que simplemente salen de mi cabeza –contestó él, con una sonrisa-. Ya, me leíste tu hoja, te conté la historia de Jesus, ¿qué te parece si ahora vamos al “estudio” que tenemos aquí?
-Me encantaría –contestó ella, entusiasmada.
-Ok, yo me voy a ver tele –comentó Joey-. ¿No te has descolgado, cierto?
Billie sonrió levemente al recordar cómo era que tenían cable en ese departamento.
-Por supuesto que no –musitó-. Ya, vamos Amy.
Los dos cruzaron el departamento hasta llegar al final de un pasillo, cuya puerta estaba cerrada. Billie sonrió al ver la expresión de sorpresa que cubría el rostro de Amelia.
Las paredes de la habitación, además de estar cubiertas por cajas de huevos para amortiguar el sonido, estaban cubiertas de instrumentos. Había varios bajos y más guitarras, además de dos baterías, un par de saxofones, varios teclados y unos cuantos micrófonos. Sin embargo, la pared en la que estaba la puerta, no estaba cubierta por instrumentos, sino que por uñetas, cuerdas de repuesto, cajas de armónicas, un único acordeón, muchísimas correas y varios cables para los amplificadores que había en el centro de la habitación. Y, aún así, esos no eran todos los instrumentos que el guitarrista tenía.
-¿Qué te parece? –preguntó Billie, quien, pese a saber exactamente lo que su amiga sentía, quería oírlo de sus labios.
-Es fantástico –susurró ella, tocando con una mano temblorosa una de las tantas réplicas de Blue-. Toda mi vida he soñado con tomar esta guitarra.
-¿Y tocarla? –inquirió él, sacando dos de los cables y dos de las correas.
-¿Perdón? –preguntó ella, extrañada.
Sin decir nada, él puso la correa en la guitarra y se la pasó a su amiga, tras cual tomó un bajo, al que le puso otra correa, para colgárselo él.
-Ya que estás aquí, podríamos tocar algo –respondió él, al fin, encogiéndose de hombros, gesto que, por un momento, logró que el hombre fuera idéntico a Joey.
-¿Quieres tocar Good Riddance? –preguntó ella, con algo de risa. Él la miró, fingiendo sorpresa-. Por favor, Billie, lo habrás pensado hace rato, pero mi memoria no es tan mala.
-Bueno, es que desde que te conozco tengo esa canción pegada –admitió, un tanto incómodo-. Quizás porque coincidió con que me “libré” de Addie.
Ella también se sonrosó.
-Ya, eso da igual, no quiero tocar eso hoy –masculló él, para cambiar el tema de una vez-. ¿Te sabes Minority?
-Sí, pero no la introducción –contestó ella.
Todo bien mientras no me hagas cantar pensó Amelia.
-Bien, te la enseño, y yo toco el bajo y canto –dijo él, sorprendiéndola-. ¿Qué?
-¿Cómo supiste que no quería cantar? –preguntó ella.
Amy, puedo leer tu mente, ¿recuerdas? pensó él, con una sonrisa en su rostro.
Ella igual sonrió.
-¿Qué te parece un pequeño jueguito? –preguntó ella. Billie la miró, con curiosidad, instándola a seguir con su mirada- Que pensemos algo e intentemos que el otro no lo “oiga”.
-Me parece bien –respondió él-. Aunque hay algo que no anda bien, esto debería tener sus limitaciones.
Silencio.
¿Cuál es tu animal favorito? pensó él, mientras punteaba algo en el bajo, en un intento de distraer su mente de sus pensamientos.
-Las mariposas –respondió ella, con simpleza, haciendo que Billie maldijera. Ella rió levemente-. Ok, mi turno.
“Piscinas de solitarias olas de alegría están deslizándose por mi mente abierta, poseyendo y cuidando de mí” canturreó ella en su mente, concentrándose lo más posible en la guitarra que tenía en sus manos.
-Otra Beatlemaníaca –masculló, con algo de risa.
-No, sólo me gusta esa canción –admitió Amelia-. Ok, no podemos evitar leernos la mente.
Él suspiró, sacándose el bajo y tomando una guitarra cualquiera.
-Será de utilidad –aseguró él-. Bien, apréndete esto.
Practicaron Minority una vez sin cantar y luego la tocaron de nuevo, él cantando y tocando el bajo, saltando en un pie y más, sacando risas de la adolescente.
-Tocas bien –comentó él, mientras ella tocaba el solo de Waiting.
-Sólo lo dices para no quedar mal –farfulló Amelia, sonrosándose.
-No, en serio. Podrías ayudarnos en los ensayos o algo así, no sé –dijo él, honestamente.
Ella negó.
-La única razón por la que estoy tocando bien hoy es porque estoy “conectada” contigo –musitó.
Él negó.
Tocaron toda la tarde. A eso de las cinco y media, Joey fue a hacer de público y a “jugar” con la batería. El niño no sabía tocar nada aún, pero le gustaba intentar tocar la batería, ya que aún no aprendía a tocar la guitarra.
-¿Qué hora es? –preguntó Amelia, un buen rato después.
Billie sacó el celular de su bolsillo y revisó la hora.
-Las ocho –respondió.
-Mierda, mi papá me va a castigar –dijo ella, en su lengua natal, tras lo que notó que Joey y Billie la miraban sin comprender-. Perdón.
-¿Qué significa mier...? –comenzó Joey.
-Tu papá te lo explica otro día –se apresuró ella, en tono de disculpa-. Como sea, tengo que irme o me castigarán.
-Ok, te llevo –dijo Billie, descolgándose el bajo.
-No hace falta –se apuró a decir Amelia-. De verdad.
-¿Acaso sabes cómo llegar a tu casa desde aquí? –preguntó él, alzando una ceja y con una sonrisa en su rostro.
-Bueno... No –confesó.
-Vamos, Amy... Tengo que ir a dejar a Joey de todos modos –insistió y añadió, lo último en un tono amargo de voz.
-Está bien –accedió. Luego añadió:- Pero tengo que aprender a llegar sola algún día, Billie Joe.
Así los tres salieron del departamento, riendo. Bajaron hasta el subterráneo y se subieron al auto de Billie, quien condujo rápidamente hasta el edificio de la adolescente, quien le había dado la dirección al subir.
Al cabo de diez escasos minutos, ya estaban allá.
Hogar, horrible hogar pensó ella, a la vez que Billie detenía el vehículo y la miraba de reojo.
¿Problemas con tu familia? preguntó en su mente. Ella se concentró en la canción que estaba sonando en la radio del vehículo. Amy...
Algún día te lo contaré pensó ella, cansinamente. Si no bajo ahora, quizás nunca podré hacerlo.
-Está bien –dijo él, sorprendiendo a Joey, quien, obviamente, no sabía de la “conversación mental” que su padre y la chica llevaban a cabo en su mente-. Adiós, Amy.
-Adiós, Billie –le dio un beso en la mejilla, causando más vibraciones en ambos-. Adiós, Joey.
-Adiós, Amy –dijo Joey en español, haciendo que Amelia sonriera. Sin más, bajó del auto y entró al edificio, con un aire de resignación a su alrededor, mientras que Billie miraba sorprendido a Joey-. ¿Qué? Algo tenía que aprender en español, ¿no?
-Sí, tienes razón.
Sin más, Billie volvió a echar a andar el auto, ahora en dirección a la casa de Adrienne, rogando que la pelinegra no hubiese notado lo mucho que había disfrutado el roce entre sus pieles al despedirse.

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