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Abrió
los ojos. No sabía cuánto tiempo había pasado inconsciente, pero a Billie el
mundo le seguía dando vueltas. Le costó un poco darse cuenta que seguía en el
suelo.
-Esto
fue extraño –Mike sonaba lejano, mas el guitarrista logró enfocarlo y se dio
cuenta que estaba bastante cerca, pero de espaldas a él.
-¿Al
mismo tiempo? –preguntaba Tré.
Se
sentó, y se dio cuenta que Amelia estaba en una situación similar un poco más
allá, mirando hacia él. Billie le lanzó una mirada inquisidora, pero ella se
limitó a negar con la cabeza, con una expresión de clara confusión.
-Sí,
al mismo tiempo, y cuando papá se golpeó, ella lo sintió –contestó Joey.
Decidiendo
que era hora de dar señales de vida, Billie preguntó, al mismo tiempo que la
adolescente:
-¿Qué
pasó?
Mike,
Tré y Joey se voltearon, sobresaltados, quedando mirando hacia ellos.
-Eso
es lo que nos gustaría saber –musitó Mike, a la vez que Amelia se sentaba bien.
-¿Por
qué estamos en la cabina de grabación? –preguntó ella, dándose cuenta que ya no
estaba del otro lado del vidrio a prueba de sonido.
-Porque
era más fácil moverte a ti que mover a Billie –contestó Tré, con simpleza.
Antes
de que nadie le dedicase atención, Billie se incorporó, y le ofreció la mano a
Amelia, para ayudarla a pararse. Ella se la aceptó, causando una nueva
vibración expandiéndose en el cuerpo de ambos, que logró que el hombre se
arrepintiera de su ofrecimiento.
-¿Qué
quieren decir con que ustedes quieren
saber lo que pasó? –preguntó Billie, regañándose por disfrutar aquella
misteriosa sensación- Digo... Nosotros somos los que nos desmayamos sin razón
aparente.
Mike
y Tré intercambiaron una mirada, tras la cual miraron a la adolescente.
-No
sé si lo notaste, pero Billie se golpeó en la mano izquierda con el micrófono
hace un rato –dijo Mike.
-Sí,
sí me di cuenta –contestó ella, un tanto cortante, sin darle mucha importancia
al asunto, puesto que acababa de recordar que había compartido sus pensamientos
con Billie Joe y eso la preocupaba.
-Bueno,
Joey nos dijo que al mismo tiempo a ti te
dolió la mano y tú gritaste el
mismo... improperio –continuó Mike.
-Pudo haber sido una coincidencia –musitó Billie, no
muy convencido, a la vez que se sobaba la mano, y recordaba el sonido de la voz
de Amelia en el interior de su cabeza. Sintió un escalofrío, y, para su
extrañeza, vio cómo ella se estremecía al mismo tiempo.
-Dudo
que haya sido coincidencia, en especial por el desmayo –rebatió Tré-. Algo raro
pasa aquí y queremos saber qué.
Billie
suspiró y dirigió su mirada a Joey, quien miraba con una evidente curiosidad.
Al ser niño, la situación no le era tan
anormal, mas, aún así, lo que ocurriese entre su padre y Amelia le extrañaba.
-No
sé qué decir –musitó ella, honestamente, sin mirar a nadie en particular,
preguntándose si Billie habría sentido todas las cosas que ella.
-Yo
tampoco –murmuró Billie, con pensamientos similares.
-Ah,
bueno, entonces el hecho de que estén como conectados es nuestra imaginación y
no tiene ninguna causa –ironizó Mike.
Y
entonces se dieron cuenta. Las sensaciones extrañas, las emociones fuera de
contexto, los pensamientos, la sensación de comodidad… Todo había comenzado el
sábado, justo después de conocerse… Justo después de sentir aquella extraña
vibración por primera vez, justo después de sentir una empatía sin sentido,
justo después de…
-¡El
choque! –exclamaron a la vez Billie y Amelia.
-¿Qué
choque? –inquirió Joey, un tanto alarmado.
-Nos
tropezamos y chocamos entre nosotros cuando caminábamos –explicó él, un tanto
acelerado.
-Ahí
hubo una especie de vibración, tras la que empezamos a hablar –continuó Amelia,
igual de emocionada.
Mike
y Tré intercambiaron una escéptica mirada.
-¿Quieren
decir que creen posible que dos personas sin conocerse se “conecten” de forma
física mediante un choque?
-Eso
o esto es una prueba de una fuerza superior –ironizó ella. Billie la miró,
extrañado-. ¿Qué?
-¿Crees
en Dios? –preguntó.
-Y
aquí vamos –musitó Tré, en tono cansino de voz.
-Eh...
sí, ¿tú no? –respondió y preguntó la adolescente. Joey sonrió levemente.
-Mamá
quería cambiarme a un colegio mejor. Iban a hacerlo, pero papá se arrepintió al
saber que era católico –dijo el niño, contestando por su padre.
-Eso
no importa ahora –interrumpió Mike-. ¿Por qué mierda se desmayaron?
Fue
el turno de que la adolescente y el guitarrista intercambiaran una mirada. ¿Cómo
iban a saber el por qué se habían desmayado?
-Recuerdo
que me sorprendí al sentir lo que él sintió –musitó la chica.
-Sí,
y eso se mezcló con lo que yo sentía y fue como... No sé, sobrecogedor. Da
igual, después todo empezó a dar vueltas y... –se calló al recordar una vez más
que habían pensado lo mismo. Se miraron.
Eso es imposible,
sólo pasó en mi cabeza pensó él, a la vez que Mike y Tré los miraban confusos.
-Esto
es muy raro –comentó Joey, diciendo exactamente lo que Billie pensaba.
¿Qué
tantas emociones compartían? ¿Qué tantos sentimientos? ¿Qué tantos pensamientos?
¿O eso sólo ocurría cuando se veían a los ojos? Desesperado, Billie miró a su
amiga directo a sus ojos, pero no consiguió “leerle” el pensamiento. ¿Y si en
verdad había sido sólo su idea?
-Tiene que haber un modo de terminar esto
–farfullaron Amelia y Billie a la vez. Se miraron-. Maldición.
-Se
me ocurre una forma para que no sientan tanto lo que siente el otro.
-¿Cuál?
¡Me he estado volviendo loca todos estos días! –exclamó la adolescente,
desesperada.
-¿Crees
que yo no? ¡Digo frases sin sentido cuando estoy solo! ¡¿Quién demonios es
Jimmy?! –gritó Billie.
Olvidando
su desesperación, Amelia empalideció.
-¿Qué
dijiste? –musitó ella, pese a haberlo escuchado perfectamente.
Billie
notó lo lívida que se había puesto su tez morena.
-Pregunté
quién es Jimmy –respondió, sintiéndose algo azorado; algo le decía que no esa
era una pregunta que no debía hacer.
-¿Qué
sabes de él? –musitó ella, cabizbaja.
-Nada...
Un día me sentía fatal y dije que era como él –contestó el hombre-. No le
encontré sentido alguno, pero lo dije.
Amelia
suspiró.
-Jimmy
es mi hermanastro –soltó ella, rápidamente-. Tendrías que haber estado muy mal
para decir que eras como él.
Un
tenso silencio se creó entre ambos, silencio causó incomodidad a todos los
presentes.
-¿Sabes,
Tré? Sería mejor que salgamos con Joey un rato, ¿no crees? –sugirió Mike,
comprendiendo que era un tema delicado
para la joven.
-Sí,
tienes razón –contestó Tré, tras captar la indirecta-. Vámonos, joven Joseph.
-Pero...
–comenzó Joey. Se calló al ver la mirada que le lanzó Mike- Bueno…
Los
tres salieron del estudio, dejándolos a solas.
-¿Vamos
allá donde hay sillones? –preguntó Billie. Ella asintió.
En
silencio, se dirigieron a los sillones. Ella se sentó uno y Billie se sentó en
el que estaba al frente.
-¿Por
qué tendría que estar muy mal para decir ser como Jimmy? –preguntó Billie,
rompiendo el largo silencio.
-En
realidad, depende de cuándo fue –musitó Amelia, pensativa, alzando la vista.
-El
sábado por la noche –respondió él.
Ella
se quedó pensativa unos segundos, tras los cuales se paró y se dirigió a la
ventana que había, para mirar a la calle, aún pensativamente. Billie igual se
paró y se acercó a ella. No lo suficiente como para que sus pieles se rozasen
generando más vibraciones, pero si lo suficiente como para escucharla al
susurrar:
-Bueno,
Jimmy es mi hermanastro y... No es un gran ejemplo a seguir. –Billie la miraba
un tanto sorprendido. Su amiga no parecía ser el tipo de persona que tuviera
una vida familiar complicada.- Será muy bueno conmigo y todo, pero vive en una
imitación a casa y se la pasa drogándose. Lo quiero bastante como hermano,
pero... –Suspiró.- Es mucho para mí.
Billie
asintió, también mirando por la ventana.
-¿Y
por qué depende del día el qué tan malo es ser como Jimmy? –preguntó.
-Porque...
Bueno, si tú sientes lo que yo, entonces depende de cómo esté pensando en Jimmy
ese día, ¿no? –Él asintió, comprendiendo.- Resulta que el sábado había recibido
una carta de él y... Se nota que no está feliz. Se nota que ya no lo es.
Él
asintió y, sin saber qué hacer, le dio unas cuantas palmaditas en la espalda.
Ella sonrió levemente.
-Gracias
–musitó.
-De
nada.
Silencio.
-¿Por
qué te asombró tanto que creyera en Dios? –preguntó Amelia.
-Porque...
No lo sé –confesó Billie-. A mí me parece más lógico que no lo hagas, y pensé
que tú... No sé, te encuentro demasiado parecida a mí para que creas en él.
-¿Yo,
parecida a ti? –dijo Amelia, asombrada, cosa que Billie sintió. No comentó
nada, pero algo debió haberse reflejado en su rostro, ya que ella añadió:-
Perdón por eso.
-Da
igual, tendremos que acostumbrarnos, ¿no? –Ella sonrió amargamente.- Bueno,
¿por qué crees en Dios?
Ella
suspiró.
-Eso
vale más que una hoja de tu cuaderno...
-Ok
–dijo Billie, sin pensar-. Te dejo leer dos hojas, a cambio de que me digas
porqué crees en Dios.
Amelia
lo miró, ahora curiosa.
-¿Por
qué te interesa tanto el tema? –preguntó, sorprendiéndolo.
La
verdad, era que él nunca había entendido porqué le daba tanta importancia al
asunto. Tuvo que pensarlo un poco antes de contestar:
-Llevo
veintidós años sin creer y más de miles de personas lo hacen. Creo que vale la
pena intentar averiguar el por qué lo hacen
Amelia
asintió, tras lo cual se volvió a sentar en el sillón. Billie se sentó a su
lado.
-La
verdad, es que yo tampoco creía en nada hace unos cuantos años, pero... Bueno,
morí –musitó.
Él
la miró, anonadado.
-¿Qué?
-Eso,
morí. Por unos cinco minutos, quizás menos. –Él la seguía mirando boquiabierto,
por lo que suspiró.- El enchufe de mi pieza estaba malo, pero me dio igual y
enchufé la radio de todos modos; me dio la corriente y se me paró el corazón.
Billie
seguía sorprendido, pero lo disimuló lo más posible.
-¿Cómo
fue? –preguntó, sin resistirse. La muerte era uno de los tantos temas que
despertaban su curiosidad.
Amelia
volvió a sonreír con amargura.
-Todo
lo que recuerdo es una voz diciendo “sálvalo, tú podrás”. No recuerdo nada más,
sólo sé que de pronto sentí cómo salía de agua helada y estaba en mi pieza de
nuevo, y mi padre estaba ahí pegándome cachetadas para ver si reaccionaba –musitó-.
Pocos días después, supe de la existencia de Jimmy, así que pensé que era él.
Creo que me equivoqué, porque sigue igual que cuando llegó.
Unas
cuantas lágrimas se escaparon de los castaños ojos de la joven, mientras que
Billie sentía su tristeza. Se acercó a ella y la abrazó, confortándola,
ignorando la vibración.
-No
lloras por eso. –No era una pregunta, sino una afirmación.
-No,
eso ya no me molesta –susurró ella, sollozante-. Quizás algún día te cuente el
porqué, pero no todavía.
Fue
ahí cuando sintió en ella lo mismo que él llevaba sintiendo hacía un buen
tiempo: Que estaba totalmente solo y desvalido en el mundo.
-No
estás sola, Amy –le susurró él al oído, recordando el apodo que le había dado
su hijo-. Te aseguro que no.
Ella
sonrió levemente, ya cesando el llanto. Se separó de él y se limpió el rostro,
ignorando completamente lo sonrosada que estaba (es decir, acababa de abrazarla
Billie Joe, su ídolo por tantos años). Intercambiaron una sonrisa y salieron
del cuarto, en búsqueda de Mike, Tré y Joey,
un lado de ellos pidiendo que la idea de Tré funcionase... Y el otro, ese otro
lado al que le agradaba sentirse comprendido y apoyado, rogaba que no resultara
en lo absoluto.
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