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-¿Sigues con tu novia secreta? –le pregunté a
mi amigo, a mitad de la boda de Tré y Claudia, cuando Adrienne había ido a
llamar a mi madre, quien cuidaba a nuestros hijos.
Desde el año anterior que Mike aún salía con
esa tipa cuyo nombre aún no nos decía. Al parecer, ella viajaba mucho, o no
vivía en la ciudad, porque sus citas estaban separadas por varias semanas, pero
algo me decía que, a pesar de esto, mi amigo la quería de verdad, y mucho,
quizás tanto como había querido a Anastasia.
-Yep. No pudo venir, le tocaba trabajar –se
explicó.
Asentí.
-¿Por qué aún no la conocemos?
Torció una mueca.
-Porque aún no sé si es serio o no.
Revoleé los ojos.
-¡Llevan juntos más de un año! ¡Por supuesto
que es serio! –Mike no dijo nada.- La quiero conocer…
-No.
-¿Por qué no?
-Porque no quiero.
-¿Acaso es un hombre?
Mike alzó una ceja.
-¿Qué?
-Es el único motivo que se me ocurre para que
no me quieras contar.
Rió.
-No, no es un hombre. Es que…
Fue ahí que Addie volvió y me sacó a bailar,
obligándome a dejar esa conversación como concluida.
A partir de ese día le puse más atención a
cualquier información que Mike entregara sobre su novia, por muy irrelevante
que fuera. Y, por dos años, durante un disco nuevo, dos compilaciones, un par
de giras y el nacimiento del segundo hijo de Tré, continué reuniendo
información. El saber en qué andaba mi amigo se había vuelto una obsesión lo
suficientemente grande como para no pensar ni en Sarah ni en Jesus, aun cuando,
más de una vez, ahogado por la nostalgia, había sacado mi auto para acabar
fuera del edificio de este último, sin atreverme a, si quiera, tocar el timbre.
Y, tras un buen rato ahí, me iba, ya que no tenía idea qué decirle ni nada.
-Ok, esto es lo que tengo.
Nos encontrábamos Mike, Tré y yo en el patio del
primero, simplemente conversando y bebiendo cerveza, para aplacar el calor de
aquella cálida noche de junio. Mike, quien estaba al tanto de mi nueva
obsesión, se acomodó en su asiento, dejando su cerveza de lado, al igual que yo
lo había hecho antes de hablar.
-A ver, qué tienes ahora.
Hice memoria, para asegurarme que no olvidaba
ningún detalle.
-Es mujer, tiene tu edad, viaja mucho, tiene algo que ver con una revista, y su
residencia permanente está en San Francisco. Ah, y no es rubia.
Mike alzó una ceja.
-¿Cómo sabes que no es rubia?
-Porque te escuché preguntándole el número de
tintura que quería, y era castaño, no rubio.
-Créele, si hay alguien que sepa de tinturas
y de cómo bajar de peso drásticamente, es él –bromeó Tré, causando que lo
mirara molesto. Había perdido mucho peso en poco tiempo, y, para todos, era un
misterio el cómo lo había logrado, y, la verdad, me molestaba bastante el tema,
y tampoco sabía el porqué de esto.
Mike suspiró, pensativo.
-Le acertaste a cuatro y medio de seis. –Lo
miré, extrañado. ¿Y medio?- Sí, tiene algo que ver con una revista, pero no es
su trabajo específico.
-Ah… Bueno, ¿en qué más me equivoqué?
-Su residencia. Ya no vive en San Francisco,
si no que vive en Oakland.
Abrí mucho los ojos, comprendiendo.
-¿Vive contigo, y, aún así, no nos quieres
decir quién mierda es?
Mike volvió a suspirar, ahora tomando las
botellas vacías de cerveza y poniéndose de pié.
-No se ha dado la ocasión de presentártela,
prefiero que la veas antes de que te diga. –No pude evitar reír.- ¿Qué?
-¡¿No se ha presentado la ocasión?! Por la
mierda, Mike, ¿cuántas veces te he propuesto que tengamos una salida doble tú,
ella, Addie y yo? –También me paré.- Y siempre me dices que no, que ella no está en la ciudad, que no tienen
tiempo, y que me avisarás cuando puedan y todo eso… ¡Pero nunca dices nada! ¡Es
como si, simplemente, no quieres que la vea nunca!
Tré nos miró desde su asiento y, por primera
vez en mucho tiempo, lo vi serio, completamente serio.
-Mike, díselo de una vez –murmuró.
Mis ojos se abrieron más aún.
-¡¿Tú lo sabes?!
Se encogió de hombros.
-Fue un error. Vine a dejarle unos discos a
Mike y los vi, así que no le quedó otra opción que presentármela, ¿no? –Negó.-
En serio, ya va siendo tiempo que Billie la vea.
Por tercera vez, Mike suspiró, ahora
claramente abatido. Le había encontrado la razón a Tré (y por buenos motivos,
llevaba con esta tipa más de dos años, que no me la presentara de una vez era
más que ridículo), por lo que no le quedaba otra opción que hacerle caso.
-De acuerdo. Mañana sale de vacaciones al
fin, así que llegará a eso de mediodía… Ven a las cinco –masculló-. Si quieres
una cita doble con ella, Addie, tú y yo, bien, excelente, pero te aconsejo que
la conozcas primero.
Alcé una ceja.
-¿Tantas posibilidades hay de que no me caiga
bien? Mike, me conoces, soy un amor –ironicé.
Mi amigo sonrió, amargamente.
-Créeme, es mejor que mañana vengas sin
Addie.
-Ah, ¿o sea que a ella le caerá mal?
Mike ni negó ni asintió, simplemente se fue a
la cocina de una vez, a botar las botellas.
Esa noche no dormí muy bien. Por algún
motivo, me ponía verdaderamente nervioso el conocer a la novia misteriosa de
Mike. El único motivo decente que se me ocurría para que él no me la hubiera
presentado, era que tenía un carácter verdaderamente difícil o raro, y que
quería que me agradara, pero lo veía difícil. Era la única explicación, de
verdad. Así que estaba nervioso, preparándome para que, sin importar cómo
fuera, me agradara, para dejar a Mike tranquilo de una vez.
Así me sumí en un sueño intranquilo, en el
flotaban tipas gigantescas, o muy conversadoras, o idiotas, taradas, con
apariencia de travesti y demás… Todo esto, como de costumbre, en blanco y
negro…
Hasta que, de pronto, volví a aparecer en el
campo de centeno, que, como de costumbre, era lo único que tenía colores en mis
sueños. Pero, por primera vez, me encontraba tranquilo ahí. De algún modo,
sabía que no se me aparecería Sarah, ni Addie, ni nada. Por primera vez, podía
recostarme en el centeno, sin preocuparme por nada. Así que me recosté y me
puse a mirar el cielo. Era de noche. Qué raro, yo siempre “iba” de día. No me
molestó, simplemente me extrañó. Pero bueno, qué se le iba a hacer, estaba
atascado ahí hasta que me despertara, por lo que puse mis brazos tras mi cabeza
y me apoyé en ellos, para contemplar las estrellas… Mis estrellas de la suerte…
Debía agradecerles, de verdad que sí, ya que, por primera vez en mucho tiempo,
nada perturbaba mi mente. Seguía convenciéndome que amaba a Addie por completo,
y llegaba a creerlo, así que estaba feliz. Sí, todo iba bien… Y, por mí,
paralizaría este momento por siempre, hasta la muerte. Sí… Todo estaba bien…
Desperté cansado, como si no hubiera dormido
nada, pero me dio igual: Al fin sabría con qué mierda salía Mike. Por un
momento, llegué a considerar que mi amigo tenía zoofilia, y que no quería
contarme que salía con una vaca, pero deseché la idea al recordar que no había
ninguna vaca en su casa. ¿Quizás algún animal pequeño?
-Ok, creo que necesito dormir más –murmuré,
estirándome a ver la hora.
Me sorprendí bastante al ver que ya era
mediodía, y que Addie me había dejado una nota que decía que ella iba a buscar
a los niños al colegio (Joey ya tenía siete años, y se encontraba cursando los
últimos días del primer año de primaria, mientras que Jake, de tres años, iba
al Jardín de Niños), y que estaría fuera con ellos todo el día. Doblé la nota y
la dejé donde estaba, al tiempo que me recostaba bocarriba en la cama,
restregándome los ojos.
No tenía sentido. Había dormido más de la
cuenta, no había ninguna explicación decente para encontrarme tan cansado.
Decidiendo que soñar con ese campo de centeno era el culpable, ya que nunca
traía nada bueno, me salí de la cama, me estiré, y me fui al baño, para
levantarme.
El día pasó bastante lento, ya que estaba más
que ansioso porque fueran las cuatro y media, hora a la que saldría. Vi
televisión, leí lo primero que pillé por ahí, intenté componer (llevábamos
medio disco listo, pero seguía sin convencerme), volví a ver televisión, me
puse a ordenar discos, jugué con el pequeño perro de la casa, y, finalmente,
las cuatro y media llegaron, junto a un llamado del teléfono.
-¿Aló?
-¿Billie? Soy yo, Mike. ¿Estás seguro que
quieres venir?
Me sonreí.
-Por supuesto que sí. Voy para allá, llegaré
a las cinco, quizás un poco antes.
Suspiró.
-De acuerdo, te esperamos.
Así que me fui a mi auto, lo encendí y esperé
que el motor estuviera listo para partir. Cuando lo estuvo, lo eché a andar,
abrí el portón con el remoto, salí, cerré el portón, y me dirigí a la casa de Mike,
cuidando de no llegar mucho antes de las cinco; algo me decía que Mike requería
tiempo para… No sé para qué.
Fue así que, a las cuatro cincuenta y cinco,
llegué a la casa de Mike, quien, aparentemente, estaba pendiente de mi llegada,
ya que abrió el portón antes de que yo marcara su número para que me abriera.
Así que entré el auto, lo estacioné donde acostumbraba a estacionarlo, me bajé
y caminé hasta la puerta principal, donde mi amigo me esperaba.
-¿De verdad estás seguro de esto? –me
preguntó.
Revoleé los ojos, cansinamente.
-Por la mierda, ¡sí! Ya, preséntamela de una
vez.
Mordiéndose el labio inferior, Mike abrió
bien la puerta principal y me hizo pasar delante de él.
-Quiero que entiendas que esto no fue a
propósito, si no que, simplemente, pasó –comenzó a explicarse, nerviosamente,
alcanzándome-. No es nada en contra de nadie…
-¿O sea que mi teoría de que es una vaca
puede ser cierta? –ironicé- Mike, tranquilízate.
-Es que… Mierda, vas a odiarme.
Me detuve y lo miré, fijamente.
-Mike, te conozco hace… Mierda, ¿veinte años?
Nunca podría odiarte, deberías saberlo. Y lo digo en serio.
Suspiró.
-Ojalá sigas pensando lo mismo después de esto.
Y, de un modo casi ceremonioso, abrió la
puerta que llevaba al living. Ansioso, la atravesé, para, finalmente, encontrarme
con la novia de Mike, quien me daba la espalda. Por algún motivo se me hizo
conocida al instante, y eso que no podía verle la cara. Su cabello era
levemente ondulado, castaño y largo, tal como el de…
No… No podía ser.
¿O sí? Era del mismo tamaño que la recordaba,
y su contextura era igual… Pero… ¿Cómo podía ser ella? ¿Cómo podía estar aquí y con él?
Y entonces se dio vuelta, algo cabizbaja,
pero no lo suficiente como para que no le viera sus brillantes ojos azules. Y,
al instante, supe que tenía razón.
-¿Sarah?
Por algún motivo, no sentí que mi voz saliera
bien. De hecho, la escuché distante, como si la hubiera dicho alguien muy
lejos. Fue entonces que empecé a ver todo teñido de colores pastel,
impidiéndome ver bien su cara, que era lo que más quería ver en ese instante.
Y, más rápido de lo que Mike pudo haberse
esperado (porque supuse que por eso entró tan cerca tras de mí, para ayudarme),
me fui hacia delante, cayendo de rodillas. Alcancé sentir las firmes manos de
Mike en mis brazos, pero no sentí nada después de eso, ni vi nada que no fuera
el color negro. ¿Estaba despierto, o volvía a aquel estado en el que no era
capaz de distinguir la realidad de las fantasías, fantasías que mi mente
llevaba, ahora, años inventando, para
luego recrear? ¿Acaso seguía soñando? ¿Acaso nunca había salido de mi
habitación hacía ya tantos años, cuando Sarah se había ido? Porque era
imposible que todo esto fuera real. Era imposible que la vida fuera así de
cruel.
O, mejor dicho, eso era lo que yo quería
creer, porque, a fin de cuentas, todo esto sí ocurrió. Todo esto es verdad.
Sarah había, finalmente, vuelto a Oakland… Pero no para estar conmigo, si no
que para estar con quien se hacía llamar mi mejor amigo.
FIN
HISTORIA TERMINADA A LAS 16:48 DEL 26 DE DICIEMBRE DE 2010
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