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Prólogo

lunes, julio 09, 2012

Hold on - Capítulo 39: Nimrod & 1997



-¿Cuándo mierda escribiste todo esto?
Había pasado menos de una semana desde aquel extraño y perturbador sueño, y, decidido a terminar lo empezado (es decir, expresarme de una vez), había convocado a Mike y a Tré al estudio, lugar en el que ambos habían comenzado a revisar las letras.
-La semana pasada, andaba inspirado.
Mike pasó todas las hojas, rápidamente.
-¡Deben haber como cuarenta canciones aquí!
-Cuarenta y dos, la verdad. Están los títulos de dos instrumentales por ahí, pero ni idea cómo escribirlos.
Tré maldijo, emocionado.
-¡Esto es más hiperventilante que cuando descubrí que sí pueden ordeñarse los perros! –exclamó, en un tono de voz más alto de lo usual.
Mike rió.
-Sí, creo que es una buena aproximación. Bueno, asumo que tienes ideas para todas las canciones, ¿no?
Asentí, y, sorprendiéndome de mi propio entusiasmo, tomé una guitarra y le indiqué a Mike que fuera leyéndome los títulos, para tocarle la canción, cantando y todo. Me equivoqué un par de veces (después de todo, eran canciones nuevas), pero daba igual: Mike y Tré las amaron de todas formas.

Así fue que no tardamos en llamar a Rob, para luego pasar a refugiarnos en el estudio, a arreglar las letras y cada instrumento por separado. Habíamos optado por algo más experimental esta vez. Algunos lo considerarían demasiado, pero me daba igual, estaba sonando bien. Pero había un problema:
-Si sacamos dos discos, será muy caro –comentaba Rob, un día.
Mike torció una mueca, negando.
-Propongo no grabar todas las canciones, si no que las mejores, sacar un solo disco, y, eventualmente, sacamos las otras canciones grabadas como B-sides –sugirió, no muy convencido.
-Es lo único que se me ocurre también –concordé.
Tré se limitó a asentir, para luego correr a la cabina.
-¿Con qué canción parto? –inquirió.
Fueron las sesiones más divertidas que habíamos tenido hasta entonces en ese estudio. Como habíamos decidido experimentar, teníamos una serie de nuevos instrumentos para… Bueno, digamos las cosas como son: Para jugar.
-¡¡¡¡¡AMO LOS ACORDEONES!!!!! –gritaba Tré, mientras tocaba uno rápidamente.
Mike y yo no podíamos dejar de reír. De hecho, Mike tuvo que sentarse y respirar profundamente, para poder exclamar:
-¡Tengo buenas noticias! –Tré dejó de tocar y yo lo miré, curioso; había andado diferente ese día, como si hubiese estado todo el día esperando el momento adecuado para decirlo- ¡Anastasia está embarazada!
Al instante, me tiré encima de él en el sofá, para felicitarlo, al tiempo que Tré dejaba el acordeón y corría a tirarse encima de los dos.
-Ah, y vamos a casarnos –añadió el bajista, apenas nos separamos de él.
-¡¿QUÉ?!
Volvimos a tirarnos encima de nuestro amigo.
No grabamos ni ensayamos nada más ese día, si no que nos fuimos a un bar a celebrar. Con Mike quedamos levemente más pasados que Tré, por lo que fue éste último el responsable de llevarnos a casa.
-¡Adiós! –me despedí, al bajar del auto.
-¡Adiós, padrino! –me gritó Mike.
-¡¿SOY TU PADRINO?!
Mi amigo rió.
-¿Quién más si no?
Supuse que Tré acotó algo en el interior del auto antes de partir, pero yo no lo escuché, ya que estaba entrando a mi casa, cuyas luces ya estaban apagadas, a excepción de la luz de la cocina, por lo que, apenas puse llave, me dirigí hacia allá.
-¿Addie? –pregunté, al entrar.
-¡Llegaste! –Se paró y me abrazó.- ¡Me tenías preocupada!
-Perdón, es que fuimos a celebrar… ¡Mike y Ann se van a casar! ¡Y Ann está embarazada! ¡Y soy padrino!
Bueno, no vale la pena contar el resto… En especial porque no lo recuerdo, ya que el alcohol en mi cuerpo era bastante. Lo siguiente que recuerdo es estar solo en la pieza, intentando recordar el porqué de mi alegría. Me sonreí al darme cuenta que era la primera vez en mucho tiempo que despertaba con esa sensación y, aún feliz, tras lograr recordar lo ocurrido, me volví a dormir.

-   1997 -

La boda de Mike y Anastasia fue bastante simple, y, a mediados de abril, Estelle nació. Mike estaba más que feliz, y, finalmente, no se sentía excluido por ser el único idiota responsable de los tres que sí sabía cuidarse y no tenía hijos. Sin embargo, pese a que las cosas iban de maravillas para Mike (las cosas iban bien para mí también, ya que estamos), Tré y Lissea no estaban para nada bien. O sea, sí, seguían juntos y todo, pero todos sabíamos que las cosas ya no eran iguales. Creo que fue por esto que Tré (quien operaba como si todo anduviera de maravillas) comenzó a refugiarse más en el estudio que antes, así que, sin otra opción, Mike y yo también.
Fue en octubre que nuestro nuevo disco, “Nimrod”, finalmente salió a la luz. Tal como le había prometido a Rob y los chicos, la canción del mierda que había compuesto para olvidar a Ella estaba en el disco, como la penúltima canción… Y, para mi horror, había tenido mucha mejor recepción de lo que me había imaginado que tendría. Y eso que tenía violines, era la canción de Green Day, el grupo “punk”, con violines. Creo que con esto era más que seguro que no volvería a entrar al Gilman Street nunca más en mi vida, el cual ahora tendría más mensajes de odio hacia mi persona. Si hasta los de mi otro grupo (ese que tengo con Jason White y otros dos amigos, y nunca me molesté en mencionar) no podían ocultar su descontento con la canción. “C’est la vie” era la única expresión que se me ocurría.
En fin, tras la salida del disco, comenzaron las giras… Pero, esta vez, íbamos con familia, lo cual era un gran cambio para nosotros. Imagínense, había días que las fans me invitaban a beber, ante lo cual me negaba, explicando que mi esposa y mi hijo estaban dentro. No faltaba la loca que me gritaba idiota, y que me jodiera, causando que Addie, en el interior del bus, intentara salir a golpearle, mientras que Joey caminaba desnudo por el lugar, diciendo “¡Papi!”. Era bastante esquizofrénico.
Así llegó fin de año, el cual vino con otra pequeña sorpresita:
-Amor…
-¿Sí? –Addie no me dijo nada, por lo que levanté la mirada de este cuaderno, en el que escribo ahora.- ¿Estás bien?
Me abrazó por la espalda y me tomó ambas manos.
-Estoy embarazada.
Y, al igual que cuando supe que Joey venía en camino, me asusté… Pero la alegría que siguió fue mucho mejor que la primera vez. Al menos, esta vez, sabía que podía hacer todo bien, y sabía que mi amor por Addie era real.

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