Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

lunes, julio 09, 2012

Hold on - 1996 & Capítulo 38: Tarado.



-   1996 -

No deberías estar triste…
No, no debería. Debería estar feliz. Finalmente lo tengo todo. Tengo una esposa que me ama, tengo un hermoso hijo, y, aún así, me siento más miserable y podrido que nunca.
¿Podrido?
Sí. Me doy asco. Es como si estuviera hediondo, como si me hubiera muerto y mi carne estuviera en descomposición. Estoy exactamente donde no quiero estar
Exageras con lo de podrido.
Probablemente. Pero el simple hecho de que piense así demuestra que no estoy bien, ¿no? El simple hecho de poder entender ese razonamiento demuestra que mi depresión está peor, ¿no? Es decir… Ni siquiera tú estás de acuerdo conmigo, y tú eres yo.
En eso tienes razón. ¿Y a qué te refieres con lo de “estoy exactamente donde no quiero estar”?
¿No es obvio? Tengo veinticuatro años. Estoy viejo. Lo tengo todo y soy infeliz. Y mi mayor pasión, mi mayor amor, me tiene aburrido. No quiero tocar más, no quiero escribir nada, no quiero hacer una mierda. Simplemente quiero estar en casa y descansar. Quizás un tiempo en casa, solo con Addie y Joey, me ayuden a sentirme mejor. Sí, estoy seguro que un tiempo en casa bastará para ordenar todo en mi mente, y podré ser feliz de nuevo.

¿Y si no es suficiente?
Bueno, si me siento mejor estando en casa, y luego vuelvo a las giras y me siento miserable de nuevo…
¿O sea que estás dispuesto a cancelar, no sólo una, si no que dos giras?
No. Estoy dispuesto a dejar la banda, estoy dispuesto a dejar todo.
¿Aún si una sesión de fotos de la banda puede hacer que te encuentres con Sarah?
En especial por eso. ¿Qué hago si me la encuentro?
Lo que te arrepentiste de no haber hecho la vez anterior: Besarla.
Me parece… 
Y esa es mi propuesta para este año: De encontrarla, le demostraría que aún pienso en ella. Estaba dispuesto a dejar todo, con tal de dejar de sentirme tan miserable como me sentía… Y, tristemente, Addie era parte de ese todo

Capítulo 38: Tarado.
-Eso es, Joey, ven hacia acá –le decía al niño que, torpemente, avanzaba hacia mí, con una gran sonrisa en mi rostro.
Joey ya tenía poco más de un año y, tal como pudieron haber deducido, estaba aprendiendo a caminar. No lo había visto gatear por primera vez, como tampoco lo había visto sonreír ni sentarse, por lo que estaba más que emocionado en este instante. Era la primera vez que me sentía feliz por algo simple en muchos años, y quería aprovecharlo. De hecho, era la primera vez en meses que me sentía fuera de la rutina, a la cual estaba cediendo lentamente y de mucho gusto. Sí, vivía en una repetición, y se estaba viviendo una especie de contención para la mayoría de mis pensamientos…
Eso sonaba bien… De hecho, hasta parecían versos…
Sentí los brazos de mi hijo abrazándome, devolviéndome a la realidad. Y, por enésima vez en lo que llevaba de “vacaciones”, me regañé a mí mismo. Escribir los tristes, miserables y patéticos versos que se me ocurrían no me ayudaría en nada, lo sabía. Había decidido ser feliz, ¿no? Y este estado de desfondamiento era lo más cercano que tenía.
Desfondamiento… ¿Por qué me sabía esa palabra? ¿De dónde mierda venía? Bueno, daba igual. El punto es que me sentía sin fondo, sin ataduras, libre al fin… Y eso era el significado de esta palabra, ¿no?
… ¿Pero libre de qué?
-¡¿Caminó?! –inquirió Addie, entrando al living, recordándome que no debería estar teniendo esos pensamientos. Me forcé a levantar la vista hacia ella y asentir.- ¡No lo vi!
-Bueno, lo viste haciendo todo lo demás, ¿no? –dije, en son de burla, intentando disimular la amargura de mi voz.
Ella me sonrió.
-Con algo de suerte, alcanzas a verlo aprender a hablar antes de irte de gira de nuevo –comentó, sentándose al otro lado del suelo del living-. ¡Joey, ven para acá!
Apenas escuchó a su madre, mi hijo se volteó y empezó a dirigirse hacia ella.
-Nah, no creo que nos vayamos en un buen tiempo más –murmuré. Me miró, sin comprender-. No he compuesto nada.
-Ah, por eso andas así…
La miré, extrañado.
-¿Así cómo?
Se encogió de hombros.
-Distinto. Como que quieres decir algo… Yo me entiendo.
Yo no.
-¿Y eso es malo?
Ella torció una mueca.
-Preferiría que te expresaras a que te reprimieras.
Asentí, para luego dirigir mi mirada a Joseph, sin realmente verlo. O sea, sí veía cómo caía sentado, y sí reí junto a mi esposa, quien lo tomaba en brazos, pero no lo procesaba realmente. Addie no me estaba viendo tan bien como yo sentía que me veía.
Al igual que días anteriores, continúe actuando como si todo estaba bien. Por primera vez, era consciente de lo robotizado que había andado. No podía creer que Addie no me hubiera dicho nada, de verdad. No era yo. Realmente no. Mi idea de dejar de hacer cosas que me hacían infeliz, no estaba ayudando. Aún no era feliz.

-¿Addie?
-¿Billie?
Era de noche. Acabábamos de acostarnos, y, pese a saber que Addie quería hacer más que simplemente dormir, no me veía capaz de ello. Sabía que no me excitaría ni aunque mi vida dependiera de ello. Era triste, pero era verdad.
-¿Qué es el desfondamiento?
Mi esposa me miró, extrañada.
-Si mal no recuerdo, es la angustia que siente todo ser humano al darse cuenta que debe tomar decisiones, al contrario de los animales, que tienen a su instinto que los guíen. Suele relacionarse con el vacío existencial.
Ok, no era lo que yo creía.
-¿Por qué me sonaba a algo con libertad?
Ella sonrió, levemente.
-Los animales saben qué hacer, porque están, básicamente, forzados a hacerlo… En cambio, el ser humano, puede hacer lo que se le plazca; es libre.
-Pero angustiado…
-Una consecuencia que hay que pagar. –Sonrió.- Se supone que el nihilismo era eso… O sea, que tras pasar por un desfondamiento depresivo, serías capaz de abandonar todas las verdades preexistentes (que son falsas) y crear tus propias verdades (que son reales).
Recién ahí recordé porqué sabía la palabra: Jesus estaba obsesionado con ese concepto. Me pregunté si había cumplido su sueño de ser filósofo y leer todo lo que encontrara. Luego pasé a preguntarme si estaría bien ahora, y con alguien, y, al contrario de mí, feliz.
-Buenas noches, Addie.
Ella sonrió, levemente, y me dio un suave beso.
-Buenas noches, amor.
Cerré los ojos, aún pensativo.
Lo siguiente que supe, era que, al igual que hacía mucho tiempo, me encontraba en un campo de saturado centeno, de espaldas, mirando al saturado cielo azul. Y no estaba solo.
-Deja de pensar en mí –susurró una voz femenina a mi derecha.
Negué.
-No estaba pensando en ti, Sarah –murmuré.
-No en este momento, pero es por mi culpa que estás así.
-¿Y qué mierda quieres que haga? ¿Que le diga a Addie que me encontré contigo hace casi dos años y que por eso he andado tan raro últimamente? ¿Que prefiero no componer, porque me dan miedo mis pensamientos?
-Sólo admite que estás mal…
Me forcé a dirigir mi vista a la derecha, para mirarla directamente a los ojos.
-¿Por qué debería hacerlo?
Me tomó la mano, fuertemente.
-Porque si no…
El saturado paisaje se volvió blanco y negro, sorprendiéndome. Ignorando mi reacción, Sarah se puso de pié, y tiró de mi mano, forzándome a hacer lo mismo, para mostrarme como alguien caminaba por una calle que no estaba ahí hacía un par de segundos. Y, ese alguien…
-¿Soy yo? –pregunté.
-En unos cuantos años, sí.
Me guió hacia allá, para ver de cerca lo que hacía que era, básicamente, caminar cabizbajo con una botella de cerveza en mi mano.
De la nada, Mike (también varios años mayor) se materializó.
-Billie, tienes que decirme qué te pasa…
-No me pasa nada, Mike.
Se paró frente a mí, para sujetarme por los hombros.
-Sé que te estás emborrachando prácticamente todos los días, es como si no quisieras vivir la realidad, Addie me lo dijo.
-Oh, ¿están hablando? ¿Acaso vas a meterte con ella también?
Y, de un fuerte empujón, mi otro yo lo alejó, para seguir caminando, ahora tomando un gran sorbo de cerveza.
-¿Tan resentido soy? –le pregunté a Sarah.
-¿De qué hablas?
-Bueno, es como si siguiera enojado con Mike por haberse metido contigo hace tanto tiempo –me expliqué.
Ella negó.
-No sé, soy parte de tu subconsciente, ¿recuerdas?
Me sonreí, levemente, para empezar a seguirme (qué raro suena eso), y ver como muchos conocidos (Tré, John Roecker, Jason White, Rob Cavallo, mi madre y mis hermanos, entre otros) se me acercaban para ofrecerme ayuda o preguntarme qué me pasaba, y yo los empujaba a todos, para continuar bebiendo cerveza. Al final, la cara de la gente se volvía borrosa, y me daba igual, hasta que, finalmente…
-Billie, necesitas ayuda.
-No la necesito –mascullé.
Addie me cacheteó.
-¡Reacciona, mierda! ¡No estás bien!
La empujé, bruscamente, botándola al suelo.
-Perdón por quitarte tantos años de tu vida.
Y me fui. Bueno, mi otro yo se fue. Yo me quedé ahí, de pié, mirando como mi esposa yacía en el suelo.
-Addie –susurré.
Quería ir hacia ella y ayudarla a pararse, pero, repentinamente, temía que viera que andaba con Sarah de la mano. No quería darle explicaciones.
-Decisión equivocada –murmuró Sarah, soltándome la mano.
Al instante que dejé de tocar su suave piel, me encontré en una habitación de ladrillos, sin puerta y con ventanas de piedra, totalmente solo.
-¿Sarah? –Ninguna respuesta.- ¡¿SARAH?!
¿Por qué mierda me había mostrado eso? ¿Acaso era lo que pasaba si no le decía a Addie que andaba mal? ¿O si rechazaba la ayuda que parecían estar todos ofreciéndome? ¿O si seguía pensando en Sarah?
Me empecé a desesperar, por lo que comencé a golpear las paredes y las ventanas, con mis puños, piernas, mi cuerpo entero… Nada se movía…
Hasta que, repentinamente, todas las paredes se cayeron, causando que un montón de tierra se levantara, dejándome ciego por un par de instantes, para luego despejarse y mostrarme que estaba en medio de la nada, solo. ¿A dónde iba? ¿Qué pasó con las direcciones?
-¿Sarah?
Tienes que decidir
-¿Decidir qué, mierda? Dios, esto no tiene ningún sentido.
Claro que no. Simplemente decide: ¿Realmente está funcionando esto no de componer para hacerte feliz?
Reí, irónicamente.
-¡Por supuesto que no! ¡Pero si escribo algo, preocuparé a todos, ya que verán lo que pasa por mi cabeza!
¿Y qué pasa por tu cabeza?
-¡Tú! ¡Tú pasas por mi cabeza! ¡Junto a una depresión de mierda que parece que nunca lograré superar, y unas ganas tremendas de desaparecer del mapa, de no estar aquí, de no estar en ningún lado en el que no estés tú!
¿Quieres matarte?
Enmudecí. No había pensado en eso. Se me hizo una idea atractiva al instante: No pensar más en Sarah, no preocuparme más por las opiniones de todos ante mi depresión, no más nada.
Pero, de todos modos…
-No. Joey me necesita. Y aún tengo mucho que decir.
¿Así que sí quieres hablar? ¿Sí quieres decir lo que piensas?

Sentí que caía fuertemente de una gran distancia. Abrí los ojos, sobresaltado: Estaba de espaldas en mi cama, mirando el techo, con Addie durmiendo a mi lado, dándome la espalda. Sentía una presión en el pecho y una especie de escalofrío por todo mi cuerpo… Y sabía lo que eso significaba: Sin pensarlo dos veces, me salí de la cama, y corrí al living, no sin antes pasar por el pequeño estudio de la casa, a sacar un cuaderno y un lápiz. Mi plan había sido un fiasco. Era hora de componer nuevamente. ¿Qué importaba preocupar a todos? Quizás bastaba con sacar los pensamientos de mi mente para poder estar bien de nuevo.
O quizás no, y debería reconsiderar la opción a la que me había negado en el sueño. Lo que sí, me sentía un verdadero tarado por necesitar ayuda de mi inconsciente para sentirme decentemente de una vez. C’est la vie.

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