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Prólogo

lunes, julio 09, 2012

Hold on - Capítulo 35: Furia y llanto.



-¡¿POR QUÉ NO ME DIJISTE QUE SEGUÍAS EN CONTACTO CON ELLA?!
Hacía menos de diez minutos (quizás hacía menos de cinco) me sentía confundido, destrozado y, en palabras más simples, tristemente miserable… Mas ahora sentía como si corriera fuego por mis venas. Decir que estaba furioso era decir poco. De no ser porque Tré me sujetaba fuertemente en ese instante, habría continuado lo que había empezado, es decir, golpeando a Mike.
-¡NO SIGO EN CONTACTO CON ELLA! –me gritó él, limpiándose la sangre que le salía de su labio- Si me dejaras explicarte…
No le hice caso.
-¡TÚ VISTE CUÁNTO SUFRÍ, VISTE LO MAL QUE ESTABA, ¿Y NO FUISTE CAPAZ DE DECIRME NADA?!
-¿QUÉ IBA A DECIRTE? ¿QUE ELLA ESTABA BIEN Y SIN TI? ¿EN QUÉ TE HABRÍA AYUDADO ESO?
-¡¡ME HABRÍA PERMITIDO SABER QUE ESTABA BIEN!! ¡POR LO QUE SABÍA, NATHAN PODRÍA HABERLA MATADO O ALGO ASÍ!
-¡SABÍAS QUE ESO ERA IMPOSIBLE! ¡EN TODO CASO, NO MANTUVE CONTACTO CON ELLA!

-¿AH, NO?
-¡NO!
-¡¿¡¿ENTONCES POR QUÉ TIENES RESPUESTAS, MIERDA?!?!
Mi amigo y yo quedamos mirándonos en silencio por varios instantes, recuperando el aire.
-¿Recuerdas el día que conociste a Addie? –Asentí, aún forcejeando para librarme de Tré.- ¿Recuerdas que esa mañana me había ido a buscar café y andaba raro? –Volví a asentir.- Ese día… Ese día me encontré con Sarah y… y… -Algo en mi mirada debió revelar lo encolerizado que estaba, ya que Mike me miró asustado. Tomó aire y prosiguió:- Bueno, dimos vueltas de la mano, besándonos y todo. Listo, lo dije, puedes golpearme ahora.
Todo eso lo dijo muy rápidamente, y, cuando logré procesarlo, sentí como si me hubieran tirado nueve baldes de agua helada al mismo tiempo.
-¿Qué?
Dejé de forcejear. Mike suspiró.
-Me la encontré. Le pregunté qué hacía ahí y porqué no estaba en Ecuador, y dijo que entonces tú sí habías recibido su carta. Luego pasé a decirle que en el pasado había sentido cosas por ella, y… Bueno, y nos besamos.
Se sonrojó y bajó la mirada, pero no le presté ninguna atención a su gesto.
-Ella dijo que me había dado respuestas en esa carta, pero no había nada claro ahí, aparte de que no volvería –murmuré, más para mí mismo que para Mike o Tré-. ¿No dijo nada más al respecto?
Mike negó.
-Me preguntó el porqué estaba tan sorprendido de verla –murmuró-. Le expliqué que lo último que había sabido era que tú habías dicho que no volvería, pero ella me dijo que en la carta decía cuándo iba a volver y todo… Y como yo nunca leí la carta personalmente…
-¿Creíste que te mentí?
Volvió a negar.
-Creí que habías decidido no darte falsas esperanzas con ella. Después de todo, ella admitió que sólo lo planteó como una posibilidad.
Mi turno de negar.
-Lo único que decía era que no iba a volver, que no tenía cómo hacerlo…. ¿Entonces volvió en 1990?
Asintió.
-Dijo que había ido a Rodeo y que… y que te vio con Fran. Decidió que lo mejor era seguir su vida, y eso fue lo que hizo. –Suspiró.- Lo siento mucho.
El fuego de mis venas estaba más que extinto. Ahora sentía más tristeza que la que recordaba haber sentido en mucho tiempo.
-¿Es verdad que no ve a nadie más?
Fui más que consciente que mi voz sonaba como la de un niño pequeño que contenía el llanto, pero no me importaba. Tré, aún sujetándome por si acaso, se removió, incómodo, aparentemente igual de consciente de esto que yo… Y Mike… Mike simplemente sonrió, de un modo bastante triste.
-No lo sé. Pero ninguno de nosotros puede estar con ella ahora, ¿no? Yo nunca intenté nada real, y perdí mi oportunidad…
-Y yo las cagué metiéndome con Fran en el mismo momento que volvió –farfullé.
Sin poder contenerme, me largué a llorar. Recién ahí, Tré me soltó. Un lado de mí quería ir a golpear a Mike de nuevo, pero no me sentía capaz. De hecho, lo único que pude hacer, fue dejarme caer de rodillas al suelo y llorar, llorar como nunca había llorado, con desesperación. Mike se me acercó a consolarme, pero lo alejé de un manotazo. Entendiendo que no quería verlo ni en pintura, mi amigo salió de la habitación, dejándome solo con Tré.
-Shh… -intentaba calmarme él.
-T… ¿Tú sa…? –Tragué saliva, y respiré profundo, en un intento de sacar una voz decente.- ¿Tú sabías? –Tré no me contestó. Eso me bastó.- Por favor, déjame solo.
Me miró, con preocupación, y negó.
-No, no quiero que hagas ninguna estupidez.
Me puse a llorar con más ganas aún.
-Por favor –imploré.
-No.
-¡Por favor!
-¡NO! Ya te dije, no quiero que hagas nada idiota. La verdad que no entiendo el porqué lloras… Amas a Addie, ¿no?
Con un gran esfuerzo, lo miré a los ojos.
-Tú amas a Lissea… Pero ¿qué harías si Ale se apareciera aquí en ese instante, diciéndote que ya no te quiere, que te superó por completo?
Tré suspiró.
-Seguiría adelante. Míralo de su punto de vista: Estás casado y con un hijo en camino. Fue peor para ella que para ti.
No dije nada. Simplemente sostuve su mirada.
-Por favor…
Y, nuevamente suspirando, Tré me dio una palmadita en la espalda.
-Te vendré a ver cada cinco minutos, ¿ok?
-Es lo que necesito.
Salió. Me arrastré a la cama, me subí a ella y me tiré bocabajo. Escuché cómo sonaba el teléfono de la habitación. Seguramente era Addie. Me daba igual. Levanté el auricular y lo dejé caer, colgando, para, nuevamente, volver a llorar desconsoladamente, intentando no recordar ni la cara, ni la voz, ni el olor, ni nada de ella.

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