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-¡¿POR QUÉ NO ME DIJISTE QUE
SEGUÍAS EN CONTACTO CON ELLA?!
Hacía menos de diez minutos
(quizás hacía menos de cinco) me sentía confundido, destrozado y, en palabras
más simples, tristemente miserable… Mas ahora sentía como si corriera fuego por
mis venas. Decir que estaba furioso era decir poco. De no ser porque Tré me
sujetaba fuertemente en ese instante, habría continuado lo que había empezado,
es decir, golpeando a Mike.
-¡NO SIGO EN CONTACTO CON ELLA! –me
gritó él, limpiándose la sangre que le salía de su labio- Si me dejaras
explicarte…
No le hice caso.
-¡TÚ VISTE CUÁNTO SUFRÍ, VISTE LO
MAL QUE ESTABA, ¿Y NO FUISTE CAPAZ DE DECIRME NADA?!
-¿QUÉ IBA A DECIRTE? ¿QUE ELLA
ESTABA BIEN Y SIN TI? ¿EN QUÉ TE HABRÍA AYUDADO ESO?
-¡¡ME HABRÍA PERMITIDO SABER QUE
ESTABA BIEN!! ¡POR LO QUE SABÍA, NATHAN PODRÍA HABERLA MATADO O ALGO ASÍ!
-¡SABÍAS QUE ESO ERA IMPOSIBLE!
¡EN TODO CASO, NO MANTUVE CONTACTO CON ELLA!
-¿AH, NO?
-¡NO!
-¡¿¡¿ENTONCES POR QUÉ TIENES
RESPUESTAS, MIERDA?!?!
Mi amigo y yo quedamos mirándonos
en silencio por varios instantes, recuperando el aire.
-¿Recuerdas el día que conociste
a Addie? –Asentí, aún forcejeando para librarme de Tré.- ¿Recuerdas que esa
mañana me había ido a buscar café y andaba raro? –Volví a asentir.- Ese día…
Ese día me encontré con Sarah y… y… -Algo en mi mirada debió revelar lo
encolerizado que estaba, ya que Mike me miró asustado. Tomó aire y prosiguió:-
Bueno, dimos vueltas de la mano, besándonos y todo. Listo, lo dije, puedes
golpearme ahora.
Todo eso lo dijo muy rápidamente,
y, cuando logré procesarlo, sentí como si me hubieran tirado nueve baldes de
agua helada al mismo tiempo.
-¿Qué?
Dejé de forcejear. Mike suspiró.
-Me la encontré. Le pregunté qué
hacía ahí y porqué no estaba en Ecuador, y dijo que entonces tú sí habías
recibido su carta. Luego pasé a decirle que en el pasado había sentido cosas
por ella, y… Bueno, y nos besamos.
Se sonrojó y bajó la mirada, pero
no le presté ninguna atención a su gesto.
-Ella dijo que me había dado
respuestas en esa carta, pero no había nada claro ahí, aparte de que no
volvería –murmuré, más para mí mismo que para Mike o Tré-. ¿No dijo nada más al
respecto?
Mike negó.
-Me preguntó el porqué estaba tan
sorprendido de verla –murmuró-. Le expliqué que lo último que había sabido era
que tú habías dicho que no volvería, pero ella me dijo que en la carta decía
cuándo iba a volver y todo… Y como yo nunca leí la carta personalmente…
-¿Creíste que te mentí?
Volvió a negar.
-Creí que habías decidido no
darte falsas esperanzas con ella. Después de todo, ella admitió que sólo lo
planteó como una posibilidad.
Mi turno de negar.
-Lo único que decía era que no
iba a volver, que no tenía cómo hacerlo…. ¿Entonces volvió en 1990?
Asintió.
-Dijo que había ido a Rodeo y
que… y que te vio con Fran. Decidió que lo mejor era seguir su vida, y eso fue
lo que hizo. –Suspiró.- Lo siento mucho.
El fuego de mis venas estaba más
que extinto. Ahora sentía más tristeza que la que recordaba haber sentido en
mucho tiempo.
-¿Es verdad que no ve a nadie
más?
Fui más que consciente que mi voz
sonaba como la de un niño pequeño que contenía el llanto, pero no me importaba.
Tré, aún sujetándome por si acaso, se removió, incómodo, aparentemente igual de
consciente de esto que yo… Y Mike… Mike simplemente sonrió, de un modo bastante
triste.
-No lo sé. Pero ninguno de
nosotros puede estar con ella ahora, ¿no? Yo nunca intenté nada real, y perdí
mi oportunidad…
-Y yo las cagué metiéndome con
Fran en el mismo momento que volvió –farfullé.
Sin poder contenerme, me largué a
llorar. Recién ahí, Tré me soltó. Un lado de mí quería ir a golpear a Mike de
nuevo, pero no me sentía capaz. De hecho, lo único que pude hacer, fue dejarme
caer de rodillas al suelo y llorar, llorar como nunca había llorado, con
desesperación. Mike se me acercó a consolarme, pero lo alejé de un manotazo.
Entendiendo que no quería verlo ni en pintura, mi amigo salió de la habitación,
dejándome solo con Tré.
-Shh… -intentaba calmarme él.
-T… ¿Tú sa…? –Tragué saliva, y respiré
profundo, en un intento de sacar una voz decente.- ¿Tú sabías? –Tré no me
contestó. Eso me bastó.- Por favor, déjame solo.
Me miró, con preocupación, y
negó.
-No, no quiero que hagas ninguna
estupidez.
Me puse a llorar con más ganas
aún.
-Por favor –imploré.
-No.
-¡Por favor!
-¡NO! Ya te dije, no quiero que
hagas nada idiota. La verdad que no entiendo el porqué lloras… Amas a Addie,
¿no?
Con un gran esfuerzo, lo miré a
los ojos.
-Tú amas a Lissea… Pero ¿qué
harías si Ale se apareciera aquí en ese instante, diciéndote que ya no te
quiere, que te superó por completo?
Tré suspiró.
-Seguiría adelante. Míralo de su
punto de vista: Estás casado y con un hijo en camino. Fue peor para ella que
para ti.
No dije nada. Simplemente sostuve
su mirada.
-Por favor…
Y, nuevamente suspirando, Tré me
dio una palmadita en la espalda.
-Te vendré a ver cada cinco
minutos, ¿ok?
-Es lo que necesito.
Salió. Me arrastré a la cama, me
subí a ella y me tiré bocabajo. Escuché cómo sonaba el teléfono de la
habitación. Seguramente era Addie. Me daba igual. Levanté el auricular y lo
dejé caer, colgando, para, nuevamente, volver a llorar desconsoladamente,
intentando no recordar ni la cara, ni la voz, ni el olor, ni nada de ella.
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