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Era ella.
De verdad era ella.
Y estaba ahí, a sólo un par de
metros. No podía creerlo, de verdad que no. Tantos días, meses y años pensando
en ella, preguntándome cómo estaría, y se aparecía en el momento más
inesperado, y menos adecuado. No era justo. La había superado, estaba feliz con
Addie, y esperábamos un hijo…. ¿Por qué tuvo que aparecerse Sarah?
¿Por qué tuvo que aparecerse ahora?
-Ho… Hola, chicos –musitó-. No me
esperaba esto.
-¿Acaso no te dicen a quién
tienes que fotografiar? –bromeó Tré, con una sonrisa en su rostro.
Y para mi sorpresa, la de Mike y
la de Sarah, Tré corrió hacia ella y la abrazó, levantándola del suelo, para
luego dejarla de vuelta en su lugar.
-Normalmente sí, pero esto es un
reemplazo –respondió ella al fin, con una sonrisa de disculpa en su rostro.
¿De verdad estaba yo ahí? Me
sentía como si no existiera. Tras el saludo de Tré, Mike no tardó mucho en
acercársele y abrazarla, de un modo menos cálido. Y pese a saber que lo mejor
habría sido saludarla, y así pretender que su aparición no me había afectado en
lo más mínimo, no me vi capaz de acercarme. De hecho, de lo único que me veía
capaz, y con un gran esfuerzo, era de mirarla a la cara, y eso era por mera
curiosidad.
Al contrario de nosotros, ella sí
aparentaba sus veintidós años. Su rostro se veía mucho más adulto que el rostro
que recordaba, y sus ojos tenían el brillo de una persona que había vivido
mucho en muy poco tiempo. Me pregunté si ella observaba lo mismo en mí, me
pregunté si notaba el cómo parecía haberme quedado detenido en el tiempo hacía
varios años…
Me pregunté si sabría que ya
llevaba un mes y algo de casado.
Me pregunté si, al igual que yo,
sentía la urgencia de correr, gritar o llorar… O las tres cosas al mismo
tiempo.
Me pregunté si me aceptaría un
abrazo… Luego me pregunté si sería capaz de abrazarla en primer lugar.
Me pregunté si realmente había
pasado tanto rato desde la última vez que alguien había dicho algo, o si era
sólo mi idea. Esperaba que fuera sólo mi idea, ya que no se me ocurría
absolutamente nada que decir. ¿“Ha pasado mucho tiempo”? ¿“Te ves bien”? ¿“Hace
cuánto estás en New York”? ¿“Veo que saliste de Ecuador, gracias por
avisar”?... ¿“Te extrañé”?
-¿Hace cuánto estás en New York?
¿Y por qué no llamaste a nadie? –inquirió Tré, como si me hubiese leído el
pensamiento.
Sarah se removió incómoda en su
lugar, mientras que Mike mantenía la vista fija al piso y yo seguía siendo
incapaz de moverme. Tré parecía ser el único verdaderamente feliz por el
encuentro con Sarah. El recelo era comprensible en mí, pero de Mike me
extrañaba, tras lo que recordé que él igual había sentido cosas por Sarah en el
pasado. Nunca me quedó claro si la herida había sanado completamente o no
(suponía que sí), pero, de todos modos, para él debía ser como ver un viejo y
olvidado fantasma… No, esperen, eso era lo que sentía yo. Para él debía ser algo
muy similar, pero a menor escala.
-Llevo aquí casi un año… Quise
llamar a Ale, porque recordaba que, antes de irme, ella estaba a punto de
mudarse de vuelta para acá y…
¿Llevaba casi un año aquí?
Tré abrió mucho los ojos.
-¿Ale? ¿Cómo está?
Sarah se encogió de hombros,
negando.
-No logré localizarla.
¡¿Sarah llevaba casi un año en
New York?!
-¿Y has trabajado de fotógrafa
todo este tiempo? –preguntó Mike.
Ella negó.
-Viví con Nadia por un tiempo, en
un pueblo cerca de Minnesota. Ahí trabajé de camarera, y con lo que gané me
pagué el curso de fotografía profesional, tras lo que trabajé por un tiempo de
fotógrafa y camarera, y con lo que
gané de eso me vine a vivir acá. Ahora sólo trabajo de fotógrafa.
¡¿Entonces había llegado a
Estados Unidos hacía más de un año?!
-¿Y siempre trabajas con músicos?
–preguntó Tré.
Negó.
-Trabajo para afiches de
películas, premiaciones, bodas… Lo que me digan en mi agencia. Normalmente, no
trabajo con músicos, esto es un favor a una amiga.
¿No pudiste asegurarte que no fuéramos nosotros antes de aceptar el
trabajo?
Los cuatro nos quedamos en
silencio. Yo seguía sin ser capaz de decir nada. Sarah suspiró.
-Bueno, intentemos dejar de lado
lo incómodo que es todo esto y tomemos las fotos de una vez, ¿sí? –sugirió, con
una especie de mueca. Mis dos amigos asintieron. Yo no lo hice, pero ella lo
tomó como que si lo hubiera hecho- Ok, siéntense en ese sillón, y posen.
Sé profesional, sé profesional…
Pero, sin importar lo mucho que
me repetí esa oración, no conseguí mirar directamente a la cámara en ningún
momento. Ninguno. Tras una buena cantidad de fotos, Sarah suspiró.
-Billie, ¿puedes intentar mirar a
la cámara, aunque sea en un par de las tomas?
Era la primera vez que me
hablaba, y, más que nada por el pasar del tiempo, había olvidado lo hermoso que
sonaba mi nombre cuando ella lo decía. Volví a sentir el repentino impulso de
acercarme a ella corriendo.
-Ok. –Sí, eso fue lo único que me
vi capaz de decir. ¿“Ok”? ¿En serio? Dios, doy vergüenza. ¿Acaso era incapaz de
decir algo más apropiado, como “de acuerdo Sarah”? Dios…
Y con un gran esfuerzo, levanté
la mirada, para encontrarme con que, detrás de la cámara, Sarah se veía pálida
y nerviosa. Me sentí mal. No me gustaba verla así. De verdad que no. Intentando
lucir relajado, e intentando no demostrar mi sufrimiento, miré a la cámara,
fijamente, en varias de las tomas. Me costó bastante. Lo único que podía
comparar con esto es la vez que fui a quemar todas las cosas de Sarah, poco
después de su partida.
-Ok, creo que con esto terminamos
–murmuró ella, varias fotos después, permitiéndome, finalmente, volver a bajar
la mirada-. Se las mandaremos a su agente apenas estén listas.
Escuché cómo Mike y Tré daban
algunas respuestas y se despedían, y escuché cómo, uno a uno, los tres salían
de la habitación, dejándome solo. Cerré los ojos.
Sabía que debía irme a la
habitación, pero no quería, ni me veía capaz. Por un lado, mis amigos estarían
listos para interrogarme respecto al encuentro con Sarah, y el cómo me había
hecho sentir, y blah, mierdoso blah. Por el otro, corría el riesgo de
encontrarme con ella en el camino. Y,
por último, no estaba seguro de poder pararme y caminar normalmente. De hecho,
ya comenzaba a sentir cómo me faltaba el aire y el cómo mi cabeza daba vueltas.
Fue entonces que oí cómo la
puerta volvía a abrirse.
Que no sea ella, que no sea ella…
A través de mis cerrados
párpados, sentí un flash. Abrí los ojos y levanté la mirada, para encontrarme
con ella, quien se había sonrosado
levemente.
-Era una buena toma –se excusó.
Recordé todas las veces que me
había dicho eso cuando estábamos juntos y me tomaba fotos de la nada. Se
sonrojó más aún, demostrándome que igual recordaba esos momentos. Como si
intentara disimularlo, desarmó su cámara y empezó a guardar todo el equipo.
-¿Necesitas ayuda? –le pregunté,
al ver cómo comenzaba a desarmar las luces.
-No, no te preocupes.
Su voz se había vuelto fría de
repente, más como si tratara con un total desconocido que con su primer novio.
Esto me extrañó.
-Y… ¿Cómo has estado? –le
pregunté, intentando no demostrar el lío mental en que me encontraba en ese
instante.
-Bien, bastante bien.
Guardó el primer foco. Tras un
par de instantes, me di cuenta que no preguntaría por mí ni por si acaso.
-¿Y cuándo volviste?
Por primera vez, su mirada se dirigió
directamente a mis ojos. Me sorprendí al notar que estaba enojada. Sostuvo la
mirada un poco más y continuó desarmando el segundo foco. Me puse de pié y me
acerqué a ella, para ayudarla. Sin mirarme, se dirigió al tercer y último foco,
dejándome desarmando ese solo.
-¿Sarah? –pregunté, una vez
guardado ese foco. Ella ya había terminado y estaba tomando su cartera para
irse.- ¡Sarah!
-¿Qué quieres? –inquirió, ahora
demostrando su enojo en su voz.
Me encogí de hombros, acercándome
a ella.
-Sólo quiero algunas respuestas
–respondí-. ¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no llamaste ni nada?... ¿Estás viendo a
alguien?
Se volteó hacia mí y alzó una
ceja, como si considerara que esas preguntas eran ridículas.
-Yo ya te he dado bastantes
respuestas… Y no, no estoy viendo a nadie… -Dirigió su mirada a mi mano
izquierda.- Al contrario de ti, por lo que puedo ver.
Tomó bien su cartera y se dirigió
a la salida.
-¡¿De qué hablas?! –pregunté, sin
atreverme a seguirla.
Se volteó.
-¡Sé que recibiste mi carta!
-¡Por supuesto que la recibí!
-¡Entonces ya deberías saber
todo! –Iba a replicar, pero me interrumpió antes de que lograra despegar mis
labios por completo.- ¡Si eso no te bastó para aclararte todo, habla con Mike!
Lo que es yo, estoy harta de haberte superado, pero de preguntarme si piensas
en mí cada vez que leo alguna noticia de ti o algo… Pero veo que ya me
superaste también, así que mejor dejaré de preguntarme eso cada vez que sé algo
de ti.
Fue ahí que ambos nos dimos
cuenta que ella había avanzado bastante hacia mí mientras gritaba. Bastaba con
que diera un par de pasos, y podría besarla.
Y antes de procesar lo que
decía…:
-No te he superado.
-Sí, sí lo hiciste.
Vi un par de lágrimas saliendo de
sus ojos. No soportaba verla llorar. Nunca lo había hecho, y nunca lo haría.
Fue por eso que me acerqué un poco más, y le sequé las lágrimas con mi mano.
-No llores.
Negó.
-Deja de pretender que aún
piensas en mí, y que realmente te importa. Yo tampoco pienso en ti.
-¿Entonces por qué lloras?
Sonrió, levemente.
-Porque verte ahora me demuestra
que lo nuestro pudo haber sido bastante grande, y bastante genial.
Ya no había lágrimas en su
rostro, mas yo seguía acariciándola. Quería besarla. Había esperado tanto
tiempo para que este momento llegara…
Estás casado.
… Y parecía estar destinado a que
pasara NADA en lo absoluto. Estaba con Adrienne, ella me amaba, esperábamos un
hijo, y yo igual la amaba. No volvería a estar con Sarah, ni aunque todas las
luces de la ciudad dejaran de brillar, ni aunque el sol se volviera verde, ni
mucho menos aunque me inclinara y la besara de una vez. Nuestros caminos se
habían separado hacía ya unos cuatro largos años, y eso no iba a cambiar por un
simple beso.
-Por qué, ¿por qué no me
llamaste?
-Porque sabía que ya no valía la
pena… Si de verdad eres tan idiota para no recordar ni una mierda de esos días,
habla con Mike para que te aclare todo. –Retiró mi mano de su rostro.- Adiós,
Billie.
Se volteó y, nuevamente, se
dirigió a la salida.
-Si me superaste por completo,
¿por qué fue esa foto? –pregunté.
Sin dignarse a mirarme, contestó:
-Un simple momento de debilidad.
Y se fue.
No sé cuánto rato estuve ahí, de
pié, en la misma posición que había quedado cuando se fue, pensando. Al final,
decidiendo que no quería que nadie entrara a esa pieza y me viera así, me fui.
Fue en el ascensor que una gran
duda me asaltó. Mike y ella no habían hablado mucho en ese rato, y, lo que
hablaron, lo había escuchado, así que sabía que ella no le había dado la
respuesta a ninguna de mis preguntas…
Llegué a la pieza…
-¿Cómo estás? –preguntó Mike,
apenas entré.
-Le hice un par de preguntas…
-Cerré la puerta.- Me dijo que tú tendrías respuestas. ¿Por qué tú tendrías respuestas?
Bastó el ver su cara para darme
cuenta que Sarah no era la única que debía estar enojada en ese instante.
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