Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

lunes, julio 09, 2012

Hold on - Capítulo 32: Acepto.



La tierra que había acumulada en el clóset se levantó apenas abrí la puerta. Al instante, estornudé, fuertemente.
-Salud –susurró alguien a mi espalda.
Sonreí, volteándome.
-Gracias, Eighty.
Mi novia se me acercó, para mirar al interior del armario.
-Tienes un buen desastre allí dentro –comentó.
-Todo lo que he guardado desde que llegamos aquí, cuando tenía cuatro años –murmuré, arrodillándome para sacar las cajas que había-, y recién ahora me dedicaré a ver qué sirve y que no, y, de lo que sirve, qué me quiero llevar a nuestra casa.
Habían pasado ya un par de semanas desde la llegada de Adrienne a California, y esas dos semanas habían sido tan maravillosas que nos decidimos a dejar la okupa y comprar una casa propia de una vez. Ya teníamos todo empacado, y nos habíamos conseguido una gran camioneta con Tim, para llevar los únicos muebles que teníamos (la cama y el refrigerador) y nuestras cosas… Sólo faltaba que sacara lo que aún tenía en casa de mi madre y… listo, nos iríamos a vivir juntos y solos.
-¿Te ayudo a revisar? –me preguntó, sentándose a mi lado y recibiendo la caja que yo sacaba del clóset en ese instante.
-Adelante… Pero creo que ahí no hay nada muy interesante –murmuré.

Tenía razón. Ahí tenía todo lo que era de mis épocas de skater, desde piezas de repuesto hasta las rodilleras que utilizaba en un comienzo. Addie se sonrió y dejó la caja a su lado, el lado que significaba que la caja era “para llevar”. Me encantaba lo mucho que me conocía, de verdad.
La siguiente caja que abrimos fue una llena de cachivaches varios, desde cassettes a zines. Ambos nos reímos revisando cada objeto que encontrábamos.
-¿Billy Ray Valentine? –inquirió, alzando una ceja, mientras me sonrojaba.
-Sí, nunca se me dieron bien los seudónimos –comenté.
Rió y dejó esa zine en el montón por llevar, junto a los cassettes, mientras que yo tomaba el resto de las revistas y las demás cosas, para dejarlas en la caja de “dejar”. Por ridículo que pareciera, era incapaz de botar mis cosas, por inútiles que fueran. Contaba con que mi madre y su novio nunca limpiaran mi habitación.
Tras revisar un par de cajas más, llegamos a la caja final, a la cual Addie llegó primero.
-¿Al fin encontraré cosas de cuando ibas al colegio? –preguntó, con una sonrisa, abriendo la caja.
-No exactamente –murmuré.
¿Lo había sacado, o había sido tan idiota como para dejar aquel oscuro cuaderno ahí, encima de todos los demás?
-¿A qué te refieres?
La caja ya estaba casi abierta…
-Hay cuadernos… Pero la mayoría tiene menos materia que cualquier otra cosa.
Y Addie terminó de abrirla, dejando a la vista una buena cantidad de cuadernos, sobre los cuales se encontraba un cuaderno desgastado, cuya portada estaba llena de stickers. Y tal como sabía que ocurriría, Addie se fijó de inmediato en él.
-¿Por qué tantos stickers?
-Porque compramos todo a última hora y sólo quedaban cosas rosadas –murmuré, pidiendo mentalmente que lo dejara ahí tan fuertemente, que me extrañaba que no lo tirara lejos.
Pero, para mi desgracia, lo abrió.
-Wow, hay materia de verdad –comentó, al ver la primera página-. ¿Química?
-Yep –respondí, sin otra opción-. Si revisas la hoja siguiente, te darás cuenta que no hay tanta materia como parece.
Y no sólo revisó la hoja siguiente (donde se distinguía una fórmula química entre un montón de dibujos y demás), si no que siguió avanzando…
-¿Auxiliador mágico? –me preguntó, un par de páginas después- ¿Quién te escribió esto?
-Jesus. Es de un libro de psicología que leyó… Realmente amaba todo lo que tuviera que ver con eso o filosofía… -Hice memoria.- Según el libro, las personas buscan en su auxiliador mágico todo cuanto esperan de la vida…
Addie asintió y prosiguió, y, antes de lo esperado, llegó a la mitad, donde había un único párrafo escrito:
 Caminé por el único camino que lleva de la casa de mi amiga hasta la mía, el único que conozco al menos. No sé a dónde va en verdad, porque este ya no es mi hogar. Hogar es donde está el corazón, ¿no? Y el mío no está aquí. No más. O no debería estarlo. Por eso me voy, ¿no? Ya ni siquiera me siento vivo aquí. Tengo que revisarme los signos vitales cada cierto rato para asegurarme que respiro y, de no ser por mi sombra, probablemente dudaría totalmente de mi existencia.
-¿Cuándo fue esto? –susurró ella, extrañada.
Suspiré.
-Cuando Sarah y yo terminamos por primera vez –murmuré-. Ahí me fui a la okupa y comenzó mi etapa gay. –Addie rió.- ¿Qué?
-¿Tienes tu vida dividida por etapas?
Sonreí.
-Mi adolescencia, mejor dicho. Primera etapa: Cuando Sarah y yo salíamos por primera vez. Segunda etapa: La transición de Sarah a Jesus. Tercera etapa: Mi relación con Jesus, su fin y mi vuelta con Sarah, hasta que se fue. –Negué.- Después de eso empecé a hacer un recuento de cada año.
Pasó a la siguiente hoja…
Madre, me oíste quejándome. Hace tres semanas que me fui de la casa… Y recién ahora comienzo a sentir un miedo extraño. ¿Por qué tengo miedo? No lo sé… Quizás es porque no sé qué siento. ¿Qué pasa si estoy creyendo que Syd siente algo por mí, debido a que quiero que sienta algo por mí? Acabo de darme cuenta que ya no me siento mal por Sarah… Lo que siento es un vacío…
Me siento solo.
… Y a la siguiente…
¿Qué le pasa al mundo? Antes me criticaban por no asimilar bien qué era una relación, y pasar de una a otra rápidamente… Y ahora me critican que no he salido con nadie en meses. Por la mierda, ¿cuánto les cuesta entender qué no sé qué quiero? Hace un mes estaba preguntándome si quería algo con un chico, lo que deja más que claro que no tengo idea qué pasa por mi cabeza, alma, mente, lo que sea. Quizás debería conseguir algún “parche” a corto plazo o algo así…
¿Pero no era eso lo que yo quería que Sarah fuera? ¿Y cómo terminó? Quizás deba ignorar a todos y hacer lo que se me dé la gana. Y de momento eso es no estar con nadie… No aún, al menos. Lo mejor es que me dejen solo.
… Y una página más…
Lo había olvidado completamente… Había olvidado completamente el cómo era esa sensación. No la había sentido con Sarah (al menos no lo recordaba), por lo que me costó más de lo normal comprender que, lo que sentía, era lo que se siente al ver por primera vez a alguien que te gusta. Por la mierda… ¿Cómo me podía gustar? ¿Qué tan idiota era? Y lo peor es que, realmente, no puede pasar nada. ¿Cómo podría?
Y Mike casi se dio cuenta… Lo que quiere decir que no es tan difícil que alguien más se dé cuenta…
¿Por qué mi vida es tan complicada?
-¿Ahí empezaste a sentir algo por Jesus? –Pasó a la siguiente hoja, donde había una canción.- ¿Strangeland? No me acuerdo la letra, pero suena como si estuvieras confundido. –Asentí.- Coming Clean… La letra dice que tenías diecisiete.
-Intenta cantarla diciendo quince; no suena bien.
Siguiente página.
-¿Best thing in town era para él? –Asentí, sonrosándome; esto no podía ser más incómodo.- ¿Y no le escribiste nada más?
Negué.
-Nada que yo recuerde al menos.
Luego había más canciones…
¿Tan imbécil soy? Todo iba de maravillas con Jesus, y yo voy y beso a Sarah el día que termina con Derek. ¿Por qué lo hice? ¿Por qué soy tan idiota?
No hay otra forma de decirlo: Dieciséis años y un total hijo de puta, y no tengo otra opción que detener todo, dejarme caer aquí, y rodar para volver a quedar bocabajo.
Addie me miró seria.
-Si alguna vez te encuentras con ella, ¿la besarías de nuevo, sin saber porqué? –me preguntó.
Noté en sus ojos que lo preguntaba de verdad, que de verdad tenía miedo.
-No. Te amo a ti, no a ella ni a su recuerdo –respondí. Le di un corto beso-. Ya, guarda eso, que me gustaría armar la cama rápido.
-Espera, aquí hay más… 1990…
-Ah, no, eso no –murmuré, quitándoselo, rápidamente. Me miró extrañada-. Lo lamento, pero mis recuentos son privados.
En especial porque solía preguntarme por Sarah en ellos, aún después de haber conocido a Addie…
-¿Nunca podré leerlos? –inquirió, alzando una ceja.
Asentí.
-En mi lecho de muerte no podré detenerte –contesté. Rió-. Lo decía en serio.
-Wow. ¿Por qué?
Me encogí de hombros.
-Es la costumbre.
Suspiró.
-Ok, no leeré… Entonces guárdalo y bajemos todo.
Asentí, y guardé el cuaderno en la caja en la que estaba, para tomar otra y disponerme a seguir a Addie. No obstante, apenas la escuché llegar a la escalera, tomé el cuaderno y lo metí en el fondo de la caja, para que así tuviera tiempo de llegar y detener a Addie, si es que ella lo sacaba.
No tardamos mucho en meter todas las cajas en la camioneta y tardamos menos aún en llegar a nuestra casa, en cuyo vacío living dejamos todo.
-Necesitamos muebles –comenté, tras instalar el refrigerador-, y comida.
-Sí, mañana vamos a comprar muebles. ¿Quieres que vaya a buscar comida?
Asentí, con una sonrisa.
-Yo armaré la cama por mientras.

Apenas salió, me dirigí corriendo a la pieza que compartiríamos, donde tenía todo listo para armar la cama, la cual terminé bastante rápido, tras lo que me dirigí al armario, del cual saqué una caja que estaba allí desde el día en que compré la casa, pese a que Addie no lo supiera. De ella, saqué un montón de velas, que puse en lo que sería el living y las prendí todas, cuidando de no quemarme. A continuación, me senté en la escalera (sí, teníamos un segundo piso) y me dispuse a esperar la vuelta de Adrienne…
Cosa que ocurrió a los veinte minutos.
-Wow, ¿por qué todo esto? –preguntó, sonriendo, dejando las bolsas en el suelo en cuanto notó que me acercaba a saludarla.
La abracé y besé, tras lo que le tomé la mano y la llevé al centro de la habitación, donde, sin soltarle la mano, me arrodillé frente a ella, causando que ella abriera mucho los ojos.
-Quizás esto parezca un poco precipitado, pero me da igual. Addie, me has hecho más feliz que nunca, y me encantaría que siguieras haciéndolo. A cambio prometo hacer hasta lo imposible para que tú seas igual de feliz que yo, y para que todos tus sueños se cumplan. Te amo y… -Saqué la cajita del bolsillo de mi pantalón, y la abrí frente a ella.- Me preguntaba si te gustaría casarte conmigo.
En un rápido movimiento, ella me paró, me rodeó el cuello con sus brazos y me besó, intensamente.
-¡Sí! –exclamó al separarse- ¡Por supuesto que sí!
Con una gran sonrisa en mi rostro, le puse el anillo en su dedo anular, tras lo que volvimos a besarnos.


Apenas un par de semanas después, me encontré a mí mismo en el fondo de nuestro patio, vestido en un traje negro y con Mike y un tipo del registro civil a mi lado. Y por el pasillo que se formaba entre los dos grupos de invitados que teníamos, avanzaba Adrienne, vestida de blanco y más hermosa que nunca. Bastó con verla para saber que había tomado la decisión correcta.
El discurso fue corto. Quizás demasiado. No queríamos una ceremonia larga, y, en todo caso, ni siquiera teníamos una creencia religiosa clara, por lo que el discurso no podía ser largo de ninguna forma.
-¿Aceptas, Adrienne Ilene Nesser, a Billie Joe Armstrong, como tu esposo?
-Acepto.
El hombre se volteó hacia mí.
-¿Aceptas, Billie Joe Armstrong, a Adrienne Ilene Nesser, como tu esposa?
Sentí el repentino impulso de salir corriendo de ahí, como si me persiguiera el mismo diablo. También tuve ganas de decir que no, que no quería, que no estaba seguro y que todo esto estaba pasando muy rápido. Pero luego miré a Addie a los ojos y supe que me arrepentiría mucho si no le daba una oportunidad a esto. Así que, sin dudar (aparentemente, ya que todo esto lo pensé en un segundo o menos) dije:
-Acepto.
Apenas dije esa palabra, sentí un zumbido en mis oídos, como si algo dentro de mí hubiera cambiado junto a esa palabra. Me pregunté si Addie sentía lo mismo…
-Puede besar a la novia.
Y nos besamos.
-¡Por primera vez, les presento al Señor y la Señora Armstrong!
Así fue que me casé.

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