Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

lunes, mayo 21, 2012

Hold on - Capítulo 26: Viendo las estrellas hasta que salga el sol.




“De todos modos, seguía al lado de aquel absurdo cañón mirando el partido y helándome el trasero. Claro que el partido no me interesaba demasiado. En realidad, permanecía ahí porque estaba tratando de experimentar alguna sensación de despedida. Quiero decir que en mi vida he dejado colegios y lugares casi sin darme cuenta de que los abandonaba. Detesto eso. No me importa que el adiós sea bueno o malo; sólo que cuando dejo un sitio quiero “sentir” que lo dejo. Si no lo consigo, me siento todavía peor”.
“Sensación de despedida”. Esa era la clave. Holden necesitaba una despedida de Pencey, y yo necesitaba despedirme de Sarah, de alguna forma… Pero sólo había conseguido escribir esos dos míseros versos, hace ya un mes. Excelente, Armstrong. Te dispones a olvidar a Sarah para siempre y de una vez por todas, y eres incapaz de hacerlo. Son las cuatro de la mañana y ni siquiera eres capaz de concentrarte y leer más de una página del gran Guardián en el Centeno… Es decir, ni tu amado Holden Caulfield podía ayudarte. Dios, necesito ayuda…. ¿Pero ayuda para qué? Funcionaba. Estaba, básicamente, bien… Bueno, sin contar el hecho de que me la pasaba pensando en Sarah y en alguna forma de tener un cierre con ella. Ni siquiera pensaba en Adrienne. Sí había cerrado con ella, y, si ella quería sufrir con ese Billy el resto de su vida, bien, adelante. Lo que es yo, estoy harto de enamorarme, desenamorarme y, por sobre todo, estaba harto de decepcionarme cada vez más. El amor no existe. Punto.

Miré el reloj de mi velador. 4:07AM. Siete minutos, y había avanzado medio párrafo… Y ni siquiera tenía sueño. Apagué la lámpara del velador, me restregué los ojos y miré hacia la ventana. Noche despejada y estrellada. Sonriendo, tomé todas las frazadas de mi cama y me dirigí a la ventana, por la cual salí al techo, a mirar las estrellas, arropándome lo más posible: Era marzo, así que aún estaba bastante fresco.
Ok, quizás yo estaba equivocado y el amor real sí existe. Pero me rehúso a creer en que sólo hay una persona para cada uno, porque, de ser así, mi vida vendría a ser la más aburrida y triste de todas. Estaba seguro que a Sarah la había amado con todo mi ser, por decirlo de alguna forma, incluso más de lo que había llegado a sentir por Addie (aunque para ser justos, con Sarah estuve mucho más tiempo del que estuve con Addie, así que es comprensible), así que estaba jodido. Nuestros caminos se habían separado, y el tiempo nos había guiado de modo que no nos volveríamos a encontrar, no en mucho tiempo al menos… Y, de llegar a encontrarnos, ¿qué haríamos? Quizás ella ya ni siquiera pensaba en mí. No, Sarah debía quedar atrás. Debía empezar de nuevo, sin preguntarme el porqué, simplemente dando lo mejor de mí.
Pero el porqué estaba más que claro: Era lo correcto. Ya sabía eso. Lo otro que tenía que entender y aceptar era que debería ser capaz de pensar en Ella y en los buenos momentos sin sentirme como la mierda. Por ejemplo, debía ser capaz de estar ahí sentado y viendo las estrellas hasta el amanecer, como lo hacía con Ella, sin considerar la opción de tirarme al suelo. Debía poder recordar los buenos momentos con cierta alegría por haberlos vivido, y aprender de los malos. Sólo así podría salir adelante y dejar de preguntarme por mi ex novia cada vez que estuviera solo.
Y en cuanto a Addie… No, esa herida, pese a ser menos profunda, aún estaba fresca. Aún no me sentía capaz de recordar los buenos momentos… Pero creo que un poco de acción me ayudaría con eso. Como Mike dice de Anastasia, “un clavo saca a otro clavo… y Anastasia era uno grande, así que necesitaré muchos”. No comprendo el dicho, ya que al clavar un clavo sobre otro en la madera, no sale el primero, pero valía la pena intentarlo…
Quién sabe cuánto estuve ahí, pero el sol ya salía cuando me entré, para tomar mi cuaderno, un lápiz y terminar de escribir mi maldito cierre. Luego, cerré el cuaderno, lo dejé de cualquier forma en el escritorio, “arreglé” las frazadas (sólo las puse de un modo que no fuera incómodo), me metí a la cama y retomé el libro.
“Pero tuve suerte. De repente, pensé en algo que me ayudó a darme cuenta de que me largaba de allí de una cochina vez. De repente recordé aquella vez en el mes de octubre, en que Robert Tichener, Paul Campbelly yo estábamos pateando una pelota de fútbol frente a la Academia. Eran muy buenos muchachos, especialmente Tichener. Era poco antes de cenar y afuera estaba poniéndose muy oscuro; pero igual seguíamos pateando la pelota. Seguía oscureciendo cada vez más, hasta el punto que casi no podíamos ver la pelota, pero no dejábamos de hacer lo que estábamos haciendo. Al fin tuvimos que ponerle fin. El profesor Zabesi, que nos enseñaba biología, asomó la cabeza por una ventana de la Academia y nos ordenó volver a los dormitorios y prepararnos para la cena. Si consigo recordar cosas así podré tener siempre a mi disposición un adiós cuando lo necesite… al menos la mayoría de las veces…”
Mis ojos se cerraban, así que dejé el libro en el velador, me acomodé y, por primera vez desde San Valentín, dormí profundamente, sin ningún extraño sueño, ni de Addie ni de Ella.

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