Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, mayo 20, 2012

Hold on - Capítulo 23: Europa.




Las siguientes semanas fueron las más raras y terribles en mucho tiempo. Me sentía mal por el hecho de que Addie estuviera con alguien más, pero no sufría por ello… Sufría por el temor de que la aparición de Sarah en mi sueño simbolizara algo más. No creía en medias naranjas, pero ¿qué me aseguraba que yo tenía razón? Quizás Sarah había sido mi media naranja, o quizás lo era Addie… De cualquier forma, las había perdido a ambas.
-Tienes que dejar de pensar tanto –murmuró Tré, en el baño del aeropuerto.
Aspiramos el contenido de la pequeña bolsa que Tré llevaba.
Al final, Europa nos había “pedido”. En otras palabras, un par de amigos ingleses de Larry, Aidan Taylor y Christy Colcord, habían hecho un acuerdo con él y nos dieron cincuenta fechas en todo el viejo continente, centrándonos en el Reino Unido por motivos obvios, también conocidos como “idioma”. Ahora estábamos en el aeropuerto, esperando que el avión nos permitiera abordar… O, en otras palabras más simples y honestas, drogándonos. Tré lo hacía porque no se había subido a un avión desde los dos años y estaba nervioso y yo… Bueno, yo era un idiota que aprovechaba cada oportunidad disponible.
-¿Por qué lo dices? –pregunté, limpiándome la nariz.
Se encogió de hombros.
-Eso de las almas gemelas que intentaste explicarme la otra vez… Mike está preocupado, ¿sabes?
-Mike siempre está preocupado.
Y siempre por mi culpa… O la de Jason Relva… La verdad que Mike elegía muy mal a sus amigos, siempre terminaba con tipos problemáticos. Creo que lo hacía para tener una excusa de ser menos reprimido o algo así… Aunque cuando yo lo conocí ya llevaba cinco detenciones… Y era el primer día de clases.
-Aún así –prosiguió Tré, despabilándome-, estás dándole muchas vueltas al asunto. Deberías dejar que las cosas fluyan.
Negué.

-Sabes muy bien que no funciono así… Cambiando el tema, ¿dónde mierda se metió Mike? Se supone que iba a llegar hace media hora.
Tré suspiró.
-No lo sé, pero si no llega, perderá el vuelo.
Al segundo que Tré terminó de hablar, la puerta del baño se abrió, dándole paso a Mike, quien se había cortado el pelo. De un modo totalmente inconsciente, quedé mirándolo, anonadado. Sería mi mejor amigo y todo, pero no podía negar el hecho de que se veía bastante bien… Demasiado incluso…
-Oh, genial, parezco gay –murmuró-. Voy a conseguirme algo con que raparme…
-¡NO! –gritamos Tré y yo al unísono.
Mike alzó una ceja.
-¿Y quieren que les crea que no me veo gay? Dios…
-No pareces gay, pero te ves bien –dije, con la voz más heterosexual que pude forzar en ese momento-. Cualquier chica se voltearía.
Mike suspiró.
-Anastasia no. Me corté el pelo por ella y ni se dignó a despedirse decentemente cuando me fui de la okupa para venir.
Aclaración: La okupa de Mike y Relva era mixta. Anastasia vivía ahí, y mi amigo tenía una especie de enamoramiento por ella, aún si ella no lo viera como algo más que su hermano menor.
-Bueno, al menos ya no te pareces a Axl Rose, y, cuando volvamos y le cuentes de Europa… -Comencé, en un intento de convencerlo, pero Tré me interrumpió:
-¡Mejor así! ¡Soltero en Europa! ¡Conocerás alemanas, y francesas, e inglesas!
Reí.
-Sólo si sobrevivimos al vuelo –murmuró Mike.
Reí más fuerte aún. Mike le tenía pánico a los aviones.
-No va a pasar nada, ni siquiera sientes que estás volando a gran velocidad.
Mike se golpeó la frente con la mano.
-Había olvidado que ya habías andado en avión.
-Bueno, fue una sola vez, pero es el mismo principio. Mi duda es cómo mantenernos entretenidos por quince horas de vuelo.
Tré maldijo.
-Debí haber traído LSD.
-¿Y qué me dé un ataque de pánico en medio del Atlántico? ¡Olvídalo!
No había vuelto a consumir nada similar al LSD después del sueño en el centeno. Tenía miedo de que se repitiera. Mike suspiró.
-Ya veremos qué hacemos. Ahora vamos a esperar que abran y nos dejen pasar, gracias.
Sin más, Mike salió del baño y con Tré lo seguimos.
Para cuando llegamos a la “sala de espera”, justo anunciaban que fuéramos a abordar de una buena vez. Así que sacamos nuestras mochilas de la custodia y subimos.
Bastó con que se le tapasen los oídos a Mike cuando el avión ascendía, para que se asustara y sacara un porro del bolso.
-Dude, estoy bastante seguro que eso es ilegal –le dije.
-No me interesa, quiero relajarme.
Miré a nuestro alrededor. Como era el vuelo nocturno de la peor aerolínea en la fecha que menos gente iba a España (nuestra primera parada), no había nadie en nuestra cabina… Y creo que la azafata no se molestaría en ir a vernos… Así que terminé por pedirle un porro a Mike. Tré hizo lo mismo. Tras varios porros más, y conversaciones varias, nos dormimos.
Para cuando desperté, ya se veía el océano por la ventanilla del avión, y había una azafata durmiendo en los asientos del pasillo contrario. Según mi reloj, era mediodía, pero el cielo se veía oscuro. Primera señal del cambio horario.
Estirándome, fui al baño, donde hice mis necesidades y me lavé el rostro, para luego volver a mi asiento, justo entre Mike y Tré. En pocos minutos, Tré se había inclinado de tal forma que quedó durmiendo en mi hombro. Reí, levemente, y volví a intentar dormirme… Sin resultados, ya que la azafata se despertó y empezó a conversarme.
-¿Qué los trae a Europa?
Hablaba con un acento bastante raro, qué quieren que les diga.
-Gira. Tenemos un grupo.
-¿En serio? ¿Los conozco?
Negué, con una sonrisa.
-Lo dudo.
Silencio.
-Soy Pili –se presentó.
Reí, levemente.
-Suena como mi nombre. Soy Billie.
Cuidadosamente, me paré, dejando a Tré durmiendo apoyado en el aire, para irme con Pili al otro lado del avión. Conversamos el resto del viaje y, para el final, estábamos besándonos e intercambiando teléfonos. Yo nunca la llamaría, y sabía que era muy improbable que ella lo hiciese, pero había sido divertido en el momento.

No vale la pena que les cuente todos los detalles. Si les digo que fueron los mejores días de mi vida, les estaría mintiendo, y mucho. Y Mike y Tré también concordaban conmigo, así que yo no era el pesimista esta vez. Apenas sí dormíamos, estábamos más que cansados y, como de costumbre, nos pasaba de todo. Por ejemplo, en un país (cuyo nombre no recuerdo), la que organizaba el show acabó por amenazarnos con un arma porque, por algún motivo, creyó que habíamos sido nosotros quienes habían robado las ganancias de la noche. Por suerte, otro tipo descubrió al verdadero ladrón antes que nos volara la cabeza. Además, teníamos que decir que regalaríamos los CD’s que nos descubrían en las fronteras, para no tener que pagar impuestos extras… Y, de algún modo, había adquirido piojos. Genial.
En fin, nos encontrábamos en los Países Bajos, fumando unos porros. Ahí era legal…. Lo que lo hacía bastante aburrido, que quieren que les diga. En fin, estábamos en eso, cuando el encargado del show que acabábamos de tener, Dave, salió del bar.
-¿Tienen dónde quedarse? –nos preguntó, con su marcadísimo acento. Negamos.- Bien, se quedan conmigo, y así conocen a mi amigo, Sleepy.
No sé los otros, pero yo supuse que quería decir que su amigo era dormilón, así que no le di mucha importancia al extraño nombre. En todo caso, estaba tan cansado, que nada me importaba.
Así llegamos a la casa del sujeto. Nos dio una cerveza a cada uno y luego nos llevó a nuestras habitaciones. Había una por cada uno. Mike se metió en al primera, Tré en la segunda y yo en la última. Le agradecí al tipo y me dejó solo. Alegre ante la perspectiva de una noche de sueño, me estiré y me saqué todo menos los bóxers, y me volteé a la cama.
-¡MIERDA!
Al instante, sentí pasos acercándose, corriendo, para encontrarme con Tré, sólo en bóxers.
-¿Qué te pas…? –comenzó a preguntar, siguiendo mi mirada-. ¿ESA ES UNA CABEZA?
Bastante pálido, asentí, retrocediendo hacia Tré.
-¿Por qué hay una cabeza? –inquirí.
-Qué importa eso, ¿es de verdad?
-¿Qué pasa? –preguntó una voz a nuestras espaldas. Pegué un salto. Sí, era sólo Dave, pero andaba saltón.
-Dude, tienes una cabeza.
-Ah, sí, ese es Sleepy, se los presento. Olvidé decírtelo, él duerme aquí.
Abrí mucho los ojos.
-Yo no duermo aquí –murmuré.
Quizás se pregunten el porqué me perturbaba tanto. Por un lado, era una cabeza en un frasco, flotando en un líquido extraño…. Y por el otro… Se parecía bastante a mi padre.
-Ok, yo lo hago –dijo Tré, tranquilo-. Puedo dormir donde sea.
-Genial… Buenas noches.
Sin más, Dave se fue. Tré suspiró.
-Extraño California –admitió.
-Yo igual. –Me rasqué la cabeza.- Nunca había tenido piojos antes.
Se rió, y se me acercó.
-Córtate el pelo.
-No quiero.
-Te será más fácil controlarlo.
No me había dado cuenta lo mucho que había avanzado hacia mí, como tampoco me di cuenta el cómo acortó la distancia, para besarme, lenta e intensamente, por varios minutos, para luego separarse de mí, sonreír y decir:
-Buenas noches.
Tardé un poco en reaccionar e irme de la habitación.

No recuerdo mucho de los siguientes países. Sólo sé que, cuando llegamos a Inglaterra, quería matar a los productores. Se les había ocurrido darnos quince fechas más. Estábamos cansados, quería irme a casa, y los piojos realmente me tenían harto. Tré concordaba conmigo, pero, como siempre, Mike tenía la razón: Era la única forma que teníamos de vender más discos y hacernos más conocidos. Así que, ya en Inglaterra, un par de días antes de Navidad, me encontré a mí mismo en un teléfono público, diciéndoles a los productores, con el dolor de mi alma:
-Claro, ¿por qué no? No se nos ocurre nada más tonto que hacer.
-Excelente. No se olviden el show de esta noche, tocan con más bandas.
-No lo olvidamos, gracias.
Y colgué. Suspiré y salí de la cabina, para encontrarme con mis amigos, quienes se sonrieron.
-Al menos así tendremos algo más de ganancia –me confortó Mike.
O eso intentó, ya que yo me limité a torcer una mueca. La verdad que el dinero me daba lo mismo, tenía más que claro que tendría que conseguirme otro trabajo apenas llegara a California… A menos que vendiéramos diez mil copias rápidamente, los ingresos de Kerplunk! (sí, como el juego… O como la caca al caer en el agua, la verdad que es por lo último) no nos bastarían para subsistir.
Como sea. Esa misma noche tuvimos un show y únicamente de ociosos, hicimos una representación del nacimiento de Cristo. Me hizo sentir bastante bien, de verdad… Hasta la noche, cuando estuve solo en mi habitación y empecé a sentirme nostálgico… Muy nostálgico. Mi papel había sido el de un esquizofrénico… Lo que me recordó a mi papel de drogadicto en esa obra que había hecho con Jesus, Ale, Lau y Fran. Los extrañaba… Pero eso no era lo que me había hecho sentir tan mal. Lo que me hacía sentir así era el recordar que, mientras preparábamos la obra, sólo podía pensar en tomarle la mano a Jesus… En tener algo con él… Y luego fue el día de la obra y, oh, milagro, tenía un novio… Mi vida se hizo simple.
Me pregunté por él. ¿Cómo estaría? ¿Qué haría? Y luego me pregunté por Sarah. ¿Seguiría en Ecuador? Y, de ser así, ¿seguiría atrapada por su padre? Esperaba que no. No se merecía tanto sufrimiento.
Le di el último sorbo a mi cerveza y me tiré en la cama, bocabajo, Ahora preguntándome por Addie. ¿Seguiría con él? ¿Estarían juntos en ese momento? ¿O miraría hacia el horizonte, hacia mí, preguntándose el cómo estaba?
Sin importarme lo ligeramente ebrio que estaba, tomé una de las tantas postales que tenía. Había comprado una en cada ciudad. Tomé la que tenía un oso con un corazón y la volteé, al tiempo que sacaba un lápiz, para escribir “Mi corazón te pertenece. BJ.” Caí dormido prácticamente al instante para despertar bastante temprano al día siguiente e ir al correo a mandarlo.

La semana pasó, junto a la Navidad. No me di ni cuenta que la fiesta en la que estaba era por el año nuevo. No me sentía así, para nada. Después de todo, durante los últimos cinco años, siempre los había pasado con alguien, fuera Sarah, Jesus o Addie… Y este año… No.
Repentinamente, me sentí encerrado. Busqué a Mike con la mirada, para avisarle que estaría fuera. Lo encontré en un rincón con una tipa. Era el único de los tres que había conseguido chicas en la gira, de verdad. Probablemente porque yo asustaba con tanto pelo (y el hecho de rascarme la cabeza cada dos por tres no me ayudaba) y porque Tré… Bueno, era Tré. Hablando de él, no lo encontré. Así que acabé por salir solo y sin aviso de la casa.
No me di cuenta cómo me dirigía hacia la cabina telefónica. Negué, con una sonrisa. ¿Qué más iba a hacer? ¿Con quién más me juntaría? Revisé mis bolsillos y saqué todas las monedas que encontré, para luego entrar a la cabina. Inserté una moneda, marqué el código de los Estados Unidos y, rápidamente, el de Minnesota, para luego marcar el número de Adrienne.
Un tono… dos…
-¿Aló?
Se me aceleró el pulso.
-Hola, Eighty.
Silencio.
-Hola, Billie. Tanto tiempo.
Sonreí. Como era una llamada a otro país, tuve que insertar otra moneda.
-Te mandé una postal, ¿llegó?
-Sí, anoche… Yo… -No pudo continuar. Y yo lo entendí… Y supe que ella lo sabía.- ¿Sigues en Londres?
-Yep. Y quiero volver a California ya, estoy harto –Se rió.- Te extraño.
Suspiré. Inserté otra moneda.
-Estoy con Billy ahora.
Abrí mucho los ojos.
-¿El amigo de Steve? –Emitió alguna afirmación.- Wow.
Silencio.
-En fin, quiero llamar a mi madre… ¿Recuerdas el código de California?
Me lo dio de inmediato.
-Gracias… Te quiero, feliz año, adiós.
Colgué antes de recibir su respuesta. Suspirando, marqué el número de mi madre, obviamente después de poner los códigos necesarios. Hablamos un poco y acabé por admitir que la extrañaba mucho. Luego colgamos y salí de la cabina…
Para encontrarme con Tré.
-¿Estás bien? –me preguntó.
Me encogí de hombros.
-Puedo estar peor… Vamos a beber, ¿sí?
Sonrió y asintió.
Así acabamos en la habitación del barato hotel en el que estábamos, bebiendo y bebiendo, como si nos pagaran por ello.
-No me gusta no estar con nadie en esta fecha –farfullé.
Tré me miró fijamente.
-¿Por qué no estás conmigo?
Lo miré, y, casi inmediatamente, me reí.
-No, Tré, no sería una buena idea.
Se sonrió y se me acercó.
-¿Por qué no? –susurró, echándome todo el aliento a alcohol en la cara.
No me di cuenta cómo me besó, más intensamente que la vez anterior. Y esta vez, fue más larga que la anterior… Pero eso no bastó para recordar, ya que, después de sacarme la polera, todo se volvió más que borroso.

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