Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, mayo 20, 2012

Hold on - 1992 & Capítulo 24: Kiss me quick baby, wont'cha make my day




-   1992 -
Del uno al diez, el año anterior merecía un cinco. Me había ido bastante bien con mi música… Y sólo por eso no le había puesto un uno. Estaba solo. No tenía ni a Sarah, ni a Addie, ni siquiera tenía a Jesus. Las tres únicas personas que había amado estaban fuera de mi alcance. Sarah podía o no podía seguir en Ecuador, así que la daba por más que perdida. Y Jesus… Nunca estuve seguro si se había ido a New Jersey o a New York. Probablemente, no se fue a ninguno de esos lugares y sólo me los dijo para que no lo buscase en caso de necesidad. Lo entendía. Le sería más fácil dejar todo atrás si sabía que era imposible para mí encontrarlo.
Lo que me dejaba con Addie. Estaba con otro tipo, pero estaba en Minnesota, y yo lo sabía. Sabía dónde estaba… Lo que me permitía recuperarla.
Así que ese sería mi objetivo del año: Recuperar a Adrienne.
Aunque ahora me pregunto… ¿Por qué me duele tanto la cabeza?


Capítulo 24: Kiss me quick, baby, wont’cha make my day.
 Aparte de la jaqueca tremenda que tenía (supuse que había bebido mucho la noche anterior), sentía cómo alguien me abrazaba, estrechamente. Pensando en Addie, me sonreí, y devolví el abrazo.
Fue ahí que noté algo que no estaba bien: Fuera quien fuera, era tenía una espalda muy ancha para ser Addie… O cualquier mujer. Extrañado, abrí los ojos.
-¡SANTA MIERDA!

Tré abrió los ojos de inmediato, entre confundido, sobresaltado y adormilado. Tardó un poco en comprender que a quien abrazaba era yo y que estábamos desnudos. Se separó su tanto.
-¿No estaba soñando? –preguntó. Negué.- ¿Tuvimos…? –Asentí.- ¿Por eso me duele el…?
-¡SÍ! –Recordé los pocos instantes antes de que se me tirara encima.- ¿Qué mierda pasaba por tu cabeza?
Se encogió de hombros.
-¿Me nació? No lo sé.
Abrí mucho los ojos.
-¿TE NACIÓ TENER SEXO CONMIGO? –Asintió, nuevamente encogiéndose de hombros.- ¿CUÁL ES TU PROBLEMA?
-Ninguno, sólo soy una persona curiosa… En serio, ¿por qué te molesta tanto?
Sabía que Tré estaba loco. Todo el mundo lo sabía y todo el mundo lo asumía como algo normal. Pero esto
-Porque eres mi amigo y mi baterista, no es buena idea meterse con los amigos –farfullé, sin encontrar nada mejor que decir.
-Pero esto no significó nada para mí, y asumo que para ti tampoco, así que no hay problema –se explicó él, como si fuera obvio-. Bueno, aparte de mi primera vez con un hombre.
Me cubrí el rostro.
-No te entiendo… ¿Desde cuándo te atraen los hombres?
Y se volvió a encoger de hombros. Iba a golpearlo si lo hacía de nuevo.
-Me son indiferentes. No sé porqué te complicas tanto, si tú fuiste el que…. Bueno, tú fuiste el hombre.
Me puse rojo al instante, lo sé.
-Estaba ebrio –me excusé.
-Y yo también. ¿Ves? No hay problema.
Suspiré.
-Bueno, pero que no se repita.
-De acuer…
En ese momento, se abrió la puerta, dándole paso a Mike.
-Las inglesas son… ¿QUÉ MIERDA?
Tré se puso rojo. Asumí que yo me puse más rojo que antes.
-Por favor, no hablemos de esto de nuevo.
-Me parece –murmuró Mike, mirándonos muy sorprendido-. Eh… Voy a dar una vuelta, vuelvo en media hora… Por favor, tengan ropa puesta.
Asentimos y se fue.

Un par de días después, volvimos a Estados Unidos. Casi me puse llorar al abrazar a mi madre en el aeropuerto, y asumo que Tré y Mike pasaron por algo similar con sus respectivos padres, pero, obviamente, nunca lo admitirían y yo tampoco. Por otro lado, con Tré no habíamos vuelto a hablar del tema de “nos acostamos en Europa”, y Mike sólo se había limitado a preguntar si pasaba algo real ente nosotros, ante lo que negamos, dando el tema por finalizado.
En fin, era febrero y nos encontrábamos en Lookouts! Records. Teníamos canciones pero no queríamos grabar, y esto era por algo bastante simple: ¿Qué haríamos con nuestras vidas? Es decir… Estábamos vendiendo muchos, muchos discos, y, por el mero hecho de estar en una disquera independiente, no podíamos vender más.
-No podemos quedarnos aquí para siempre –le susurraba a Mike, mientras Tré ayudaba a Larry a mover unas cajas de lugar.
-No, pero ya sabes lo que pasará si nos vamos a un lugar más grande –susurró mi amigo de vuelta.
Torcí una mueca. Gilman Street (y todos los punks, ya que estamos) tenía una única regla que no se podía romper bajo ninguna circunstancia: No venderse. Y firmar con una disquera grande era, precisamente venderse. El porqué nunca me quedaría claro (los Sex Pistols firmaron, al igual que The Ramones, The Clash, The Replacements, Social Distortion, creo que con eso queda claro), pero así era. Si rompías esa regla, eras 86-eado. Es decir, expulsado del Gilman.
-Teníamos que estar en el círculo Punk –murmuré-. Que yo sepa, a Paul McCartney no le hicieron nada parecido.
-Claro, él no estaba en ningún círculo raro –comentó Mike.
Reí, al tiempo que Larry se sentaba frente a nosotros y Tré se sentaba al lado de Mike.
-Chicos, les tengo una propuesta.
Mike, Tré y yo nos hundimos en nuestros asientos, fingiendo miedo.
-¿A dónde nos mandará ahora? –inquirí- No quiero más piojos, estos acaban de morir la semana pasada.
Larry rió.
-Calma. Gira interna, de California a Arkansas, nada más.
-¿Seguro? –preguntó Mike, quien, al igual que yo, tenía miedo de verdad oculto bajo la broma.
-¡Sí! Y si quieren pasar por Minnesota un par de veces, podemos agregar una fecha ahí.
Negué, rápidamente.
-Déjalo así.
No había vuelto a hablar con Addie desde año nuevo, ya que no sabía cómo hacerlo. ¿Qué le decía? ¿Le hablaba como si nada nunca hubiera pasado, como si recién nos hubiéramos conocido…? ¿O le hablaba sin molestarme en ocultar que aún pensaba en ella? La primera opción me parecía una ridiculez, en especial por lo mucho que nos habíamos llegado a conocer, y lo segundo sólo nos haría sufrir a ambos. Ella estaba con alguien más, y ese era el punto final del asunto… Y yo simplemente tendría que aprender a soportarlo.
No obstante, con cada pequeño avance que hacía en superar a Addie, retrocedía bastante del avance que había hecho para olvidar a Sarah. Por algún motivo, volvía a preguntarme por ella de vez en cuando… Miento, lo hacía bastante seguido. Ese sueño… Dios, realmente no tenía idea qué haría si llegaba a tener a Addie y a Sarah juntas en la misma estancia. Probablemente, correría en dirección contraria como si mi vida dependiera de ello. ¿O correría a Sarah, temiendo que desaparecería de nuevo? ¿O hacia Addie, creyendo que así se olvidaría de ese Billy?
En fin. No quería pasar por Minnesota y punto. Sólo complicaría todo.
-¿Estás seguro? –preguntó Larry, devolviéndome a la realidad.
Cabizbajo, asentí.
-Ok, nada de Minnesota entonces. Tendrán un par de días libres en Iowa entonces, les había dejado varias fechas libres por ahí –Mike le echó una mirada que dejaba en claro que lo mejor era que cambiara el tema.- Mejor así.
Volví a asentir.
Tras ello, Larry nos dio las fechas (lo único que retuve fue que estaría en Oklahoma para mi cumpleaños, así que celebraría con mi familia, genial) y cada uno se fue a su casa. Es decir, Mike a la Okupa de Relva, Tré a la casa de sus padres y yo a la de mi madre. No nos habíamos dado el trabajo de buscar nuevas casas después del viaje a Europa, y creo que no lo haríamos hasta después de la gira (que empezaba esa misma semana). Así que estaba atascado en esa casa que, ya que estamos, me ponía más nostálgico aún. Mamá había cambiado lo que había podido, pero aún quedaban vestigios del tiempo en que los Horowitz vivieron con nosotros. Por ejemplo, estaban los hoyos en la pared en la que Nick había intentado corchetear un peluche… O el trozo de tapiz roto por mí y Sarah en una brutal guerra de cosquillas en ese mismo pasillo…
Creo que no hace falta explicar el porqué me quedé bocabajo en la cama el resto del día.

Era el catorce de febrero. Mike, Tré y yo nos encontrábamos en alguna ciudad de Iowa, recostados en la única cama de dos plazas de la habitación del hotel, viendo televisión, escuchando cómo una lluvia torrencial caía en el exterior.
-Me aburro –comentó Mike, a mi derecha.
Tré me abrazó. Riendo, abracé a Mike.
-¿Eso te entretendría? –inquirí.
Sonrosado, Mike negó. Aún riendo, lo solté. Tré no hizo lo mismo conmigo, pero me encontraba tan necesitado de afecto, que me dio igual.
-¿Quedan cigarrillos? –preguntó Tré, media hora después, bastante adormilado. Mike también dormitaba y yo seguía viendo televisión.
-Nope.
Maldijo. Suspirando, saqué su brazo de mi cuerpo y me levanté de la cama, estirándome.
-Voy a comprar.
-No tardes, Mike quiere salir… Bueno, si despierta.
-Ok, no tardaré –musité, riendo.
Tomé un polerón cualquiera, me lo puse y salí. Crucé la calle al pequeño kiosco, donde compré dos cajetillas de cigarrillos y un paquete de galletas. Pagué, recibí mi vuelto y me disponía a volver al hotel… Cuando vi un autobús que llamó mi atención: Era de un color diferente a todos los que había visto ahí… Y decía Minneapolis entre sus destinos. Vi el precio, revisé el dinero de mis bolsillos y, sin pensarlo dos veces (la verdad que no estoy seguro si lo pensé alguna vez) me subí.
No sé cuánto estuve ahí, sólo sé que, para cuando llegué, mi trasero dolía y no me quedaban galletas. Pero no me importó. Cubriendo mi cabeza totalmente con el gorro de mi polerón (ahí también llovía), caminé por la ciudad, intentando ubicarme. Para cuando logré llegar a la calle de Addie, estaba más que empapado… Y era totalmente incapaz de tocar el timbre. Me volteé para volverme al centro de la ciudad y tomar un bus de vuelta, cuando me recordé que eso sería ridículo. Acababa de tener un viaje de más de una hora (quizás más de dos), ¿qué tenía que perder? Así que, con todo el valor que tenía, caminé hasta la casa de los Nesser y toqué el timbre, sacándome el gorro del polerón para no verme como el delincuente que parecía, según Mike al menos.
Al cabo de un par de minutos, me abrieron la puerta. Pero, por primera vez no fue el padre de Addie… De hecho, me hubiera gustado que hubiera sido él, ya que quien me abrió fue Billy. Tardó sus buenos instantes en reconocerme.
-¿Billie Joe? Wow, ¡tanto tiempo!
Se notaba incómodo. Se entendía.
-Hola, Billy… ¿Están Addie o Steve?
-Steve está por ahí, y Addie está tomando un baño, debería bajar enseguida –se dijo-. Si quieres, pasa y espera aquí.
Sabía que me lo decía para que me negara y me fuera. Pero no me veía capaz. Ya estando ahí, necesitaba ver a Addie. De verdad. Así que asentí y entré, intentando no sonreírme al ver lo incómodo que se veía Billy.
-From San Jose down to Santa Fe, kiss me quick baby, won’tcha make my day. Down to New Orleans with the Dixie Dean, ‘cross to Dallas, Texas with the Butter Queen –cantaba Mick Jagger desde la radio.
-¿Rolling Stones? –pregunté. Billy asintió- ¿Por qué no los Beatles?
No entendía. Era un hecho que Addie prefería mil veces a los Beatles cuando estaba enamorada de alguien. Pero algo en la cara de Billy me indicó que él no sabía esto, ya que me miró extrañado.
-Creí que la conocías. Addie no soporta a los Beatles, no sé porqué.
-Ah, sí, lo había olvidado –mentí, nuevamente ocultando una sonrisa. Esto significaba que no estaba enamorada, esto significaba que no amaba a Billy… Esto significaba que no me había olvidado-. Y… ¿Cuánto llevan juntos?
Se sonrió.
-Seis meses.
¡¿SEIS MESES?!
-Rip this joint, gonna rip your too, some brand new steps and some weight to lose. Gonna roll this joing, gonna get down low, round and round and round we’ll go –continuó Mick Jagger en la radio.
-¿Tanto tiempo? Wow. –Él asintió.- Supongo que Steve te aprueba más de lo que jamás me aprobó a mí, ¿no?
Hizo una mueca.
-No realmente… Aunque a su padre parece que le agrado más que tú. Solía compararme bastante contigo.
Mi turno de hacer una mueca. Sabía que no había salido bien parado de eso. Me limité a asentir. Ok, entrar no había sido una buena idea. Esto era lo más incómodo que me había sentido en mucho tiempo.
Pero no tuve tiempo de regañarme mentalmente ya que, cuando estaba por empezar, escuché pasos desde la escalera. Levanté la mirada inmediatamente, para encontrarme con Adrienne que me miró sorprendida, fijamente con sus ojos castaños, que, a menos que mi memoria me fallara, se veían más opacos de cómo los recordaba.
-Billie –susurró.
-Hola… Estaba de paso –musité.
Mi pulso estaba más que acelerado y sentía que se me venía un ataque de pánico encima, pero me dio igual. Estaba ahí. La tenía a unos cuantos metros de distancia. Era obvio que no podía acercarme a ella, abrazarla y besarla, pero estaba ahí, al alcance de mi mano.
-Así parece –murmuró.
El ambiente no podía estar más tenso. Ella seguía al pie de la escalera y Billy se encontraba de pié entre ella y yo, que aún no era capaz de pararme. Tras unos instantes silencio, Billy suspiró.
-Los dejo a solas.
Se acercó a Addie, le dio un corto beso (me costó mucho no pararme a golpearlo, de verdad) y subió por las escaleras, rápidamente. No fue hasta después del portazo que sentimos que Addie se adentró en el living, sentándose en el sofá frente a mí, tras apagar el estéreo. La miré, extrañado.
-Ni siquiera puedo escucharlos a ellos ahora –murmuró-. ¿Cómo has estado?
Torcí otra mueca.
-He estado peor, y he estado mejor –musité-. Te extraño.
No me atreví a preguntarle cómo estaba ella, y algo en su mirada me indicó que fue una buena idea.
-¿Qué haces aquí? Sé que no andas de paso.
Sonreí.
-¿Iowa no está de paso?
Abrió mucho los ojos.
-¿Tomaron un desvío hasta acá para que pudieras verme?
Negué.
-Me escapé. Me subí a un bus y me vine solo acá.
Se rió, levemente.
-Estás loco.
-Creo que ya me lo habías dicho alguna vez. -Mi turno de reír.- Esto es ridículo.
-Concuerdo en eso.
Me forcé en mirarla directamente a sus ojos, a sus hermosos ojos castaños, que, repentinamente, habían comenzado a brillar.
-¿Podrías escuchar a los Beatles ahora? –susurré, acercándome a ella.
Se puso de pié, bruscamente.
-Voy a casarme, Billie.
Al instante, sentí cómo me caía por un gran precipicio, y como me tiraban un balde de agua helada, aparte de sentir que todo se alejaba, rápidamente, encontrándome a mí mismo total y completamente solo. ¿Qué?
-¿Qué? –pregunté, ahora en voz alta.
-Voy a casarme –repitió.
-¿Con Billy?
-Por supuesto que con Billy…
Me puse de pié. Necesitaba moverme, o iba a desmayarme, lo sabía.
-Pero… ¡Llevan juntos apenas seis meses!
-¿Y? Me hace feliz.
Empecé a caminar de un lado a otro, sin saber qué decir. En medio de la desesperación, dije:
-¡NI SIQUIERA LO AMAS! ¡ESTÁS CON ÉL PORQUE NO PUEDES OLVIDARME!
-¡¿Y por qué crees eso?!
-¡Porque no eres feliz! ¡No puedes ni siquiera escuchar a los Beatles! ¡Ni siquiera te ves feliz!
Me cacheteó. Llevé una mano a mi mejilla y me forcé a mirarla a los ojos, para quedarnos mirando fijamente un par de instantes.
-Tú terminaste esto –susurró.
-Porque quería que fueras feliz. Y no lo eres. –Suspiré.- Mejor me voy.
Empecé a caminar a la salida, casi pidiéndole en voz alta que me detuviera, pero no lo hizo. Así que simplemente salí de la casa, sin molestarme en cerrar la puerta o en ponerme la capucha (sí, aún llovía), simplemente salí, respirando grandes bocanadas de aire…
-¡Billie! –llamó alguien a mis espaldas.
No te voltees, no te voltees.
E igual lo hice, para encontrarme con Addie, a pocos metros de distancia. No atiné a nada, sólo a quedarme quieto mientras ella avanzaba hacia mí y, en un rápido movimiento, me besaba. Un lado de mí (mi orgullo, claro está) quería negarse, pero era una parte tan pequeña de mí, que terminé por besarla de vuelta, intensamente, sintiendo como unas cuantas lágrimas se me escapaban, rodando por mis mejillas y mezclándose con la lluvia. Al cabo de unos minutos, me separé de ella, lentamente, para contemplarla. También lloraba.
-Olvídame –susurró-. Por favor, por favor, olvídame.
Negué.
-No puedo y no quiero hacerlo –susurré yo, acariciándole la mejilla.
Suspiró.
-No te haré ningún bien, Billie… Es decir… -Volvió a suspirar.- Mira lo que le hago a Billy.
Me sonreí, levemente.
-Bésame rápido, Eighty, arregla mi día –canturreé.
Con una triste sonrisa, me dio un corto beso. Me miró un par de segundos, fijamente.
-Espero que tengas el tiempo de tu vida –susurró. -> WEA MARACA xD
Y se volteó, yéndose y dejándome solo en medio de la calle.
-Feliz San Valentín -susurré, para luego empezar a caminar hacia el centro de la ciudad, preguntándome qué estaría haciendo Sarah en ese instante. Con algo de suerte, al menos ella era feliz.

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