Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, mayo 20, 2012

Hold on - Capítulo 22: Subconsciente




Probablemente, en algún futuro, ya fuese cercano o lejano, miraría en retrospectiva a mi vida y estaría un cien por ciento seguro que el dejar a Addie era el mayor error de mi vida. Mas, en ese momento… Mejor dicho, este momento, no lo sentía así.
Habían pasado casi dos meses. La gira había terminado hacía un buen tiempo y nos encontrábamos a punto de, finalmente, empezar a grabar el nuevo disco. John Kiffmeyer se había decidido por dar señales de vida, para, básicamente, disculparse por casi una hora. Se sorprendió bastante al ver que Tré era nuestro nuevo baterista, mas no hizo ningún comentario. Simplemente nos rogó que lo dejáramos producir el disco, a modo de “disculpa” por su comportamiento. Acabamos por aceptar, ya que era el único modo de que se quedara callado. Nos arrepentimos al instante en que se fue, claro está, ya que por las siguientes dos horas actuó como si nos estuviera haciendo un gran favor.
En fin, aparte de eso, no había pasado mucho. No les mentiré: Había salido con un par de chicas y todo (nada serio, la verdad que ambas fueron cosa de una noche) y, al contrario de lo que creía que ocurriría, no me la pasaba lamentando el haber terminado con Addie. Esto se debía, probablemente, a que, cuando terminé con Sarah, no fue decisión de ninguno de los dos, si no que fue algo que estaba fuera de nuestro control… Y este quiebre había estado totalmente bajo mi control. De hecho, se sentía bien el haber terminado yo algo… Por muy cruel que sonase.
En cuanto a Addie… No había hablado con ella. Llamarla requería de un coraje que no tenía y que nunca tendría. ¿Qué iba a decirle, en todo caso? ¿“Hola, estoy bien, aún te amo, pero he seguido con mi vida”? ¿O quizás un “no pienso en ti, de verdad; creo que sufrí más por Jesus que por ti”? No entendía el porqué, pero así me sentía. A lo mejor ni siquiera la amaba como creía, y realmente terminar era una buena idea.

Como sea, mayo llegó. Pese a ser incapaz de recordarlo, sé que el cumpleaños de Mike fue excelente y que terminé acostándome con… Bueno, alguien. Ni siquiera recuerdo si fue una mujer o no, estaba bastante drogado con ese invento que habíamos descubierto, el Gravity Bong. El punto es que fue un buen cumpleaños y que, a la semana siguiente, tuvimos que ir a The Lookouts a grabar. Grabamos alrededor de la mitad del disco y lo dejamos ahí. John cree que fue para no complicarlo más con los estudios…. Nosotros sabemos que fue para deshacernos de él, porque no lo aguantábamos.
Junio, julio y agosto pasaron sin incidentes; lo único digno de mención era que la pasábamos de okupa en okupa, a veces los tres juntos y otras separados. Prácticamente, yo no tenía casa, ya que siempre era el que más se cambiaba de casas. Todas mis pertenencias estaban donde mi madre, mas yo no dormía ahí, si no que en cualquier otra parte.
Y así llegó septiembre, mes en que Mike no volvió a la universidad comunitaria. “Mejor así”, fue todo lo que dijo. Volviendo a la trama: Estábamos a comienzos de septiembre, y comenzaríamos a grabar la otra mitad del disco la semana siguiente, y nos encontrábamos en la actual okupa de Mike y Relva (se habían hecho bastante amigos, de hecho, compartían un tatuaje), junto a Tré, celebrando. Larry acababa de informarnos que planeaban mandarnos a Europa. Como fuera, estábamos ahí, fumando, bebiendo y demás, cuando Tré sacó de su bolsillo una tira de pastillas.
-¿Quién quiere? –nos preguntó, con una sonrisa.
Me costó bastante enfocarlas.
-¿LSD? –pregunté. Asintió.- Bueno.
De inmediato, los tres tomamos una pastilla cada uno y nos dejamos llevar por las alucinaciones… Fue ahí que ocurrió.
No sé si les habré dicho esto, pero, desde mi casi suicidio el año anterior, mis sueños habían cambiado. De llegar a recordarlos, eran en blanco y negro, sin sentido, sonido, ni significado. Creo que era la forma que tenía mi subconsciente de informarme acerca de lo jodido que estaba… O era una forma de decirme que no tenía absolutamente nada en mente. Pero esta noche fue diferente.
Lo primero que vi fue el cielo. Por esto asumí que estaba de espaldas. El cielo era celeste, brillante… Bueno, no brillaba, pero el color era tan fuerte que parecía hacerlo. No había ninguna nube y el sol, pese a no quemarme, estaba bastante más luminoso de lo que jamás lo había visto. Pero no me importaba. Había tomado conciencia de algo más: Amarillo. Mucho amarillo. Estaba en una especie de campo… Y el centeno me rodeaba… ahora era más alto que yo…. Yo era parte del centeno… No, yo no era, yo no estaba ahí… Simplemente observaba la escena. No había nada… Absolutamente nada… Sólo el centeno, el despejado cielo y el sol, todos luciendo como si se tratase de una foto extremadamente saturada. Recordé cuando Sarah intentaba que sus fotos quedaran así….
Al instante que pensé en ella, apareció. Y, al igual que todo, estaba sobresaturada… Y se veía más hermosa que nunca, debía admitirlo. Llevaba el cabello pelirrojo, el cual, ya les he dicho, era mi cabello favorito de ella, y sus ojos azules brillaban tanto como el cielo. Sus labios se curvaron en una sonrisa y avanzó un poco, para agacharse y recoger una cuerda.
Fue entonces que, del lado contrario, apareció Addie. Ella no se veía irrealmente perfeccionada, si no que se veía como era realmente. Hermosa, sí… Pero prefería quedarme mirando a Sarah. No obstante, logré observarla lo suficiente como para ver cómo avanzaba y, al igual que Sarah, recogía una cuerda… Y, al mismo tiempo, tanto Addie como Sarah comenzaron a jalar de las cuerdas.
Y yo tomé forma. Volví a ser sólido. Pero yo no estaba saturado… Al contrario, estaba en blanco y negro. Y las cuerdas me amarraban bastante fuerte…
La escena cambió.
Estábamos Sarah y yo, en una calle, de noche. Ambos éramos mayores. Y su cabello estaba castaño, como era naturalmente… Y parecía estar feliz, muy feliz. Apenas me pregunté el cómo estaría yo, me salí de mi cuerpo, para verme mayor, de cabello negro y sonriendo como un niño pequeño en Navidad. Mi otro yo la miró a los ojos y, en un rápido movimiento, acortó la distancia y la besó. Tuve bastantes ganas de volver a mi cuerpo…
Entonces todo dio vueltas y la escena cambió. Era otra calle, era de día y llovía. Me vi a mí mismo sentado, solo, en la acera contraria a la casa de Adrienne, de cuya puerta salió ella, besándose con otro sujeto.
-Siempre elijes a la chica equivocada, ¿no? –Susurró la voz de Sarah a mi izquierda.
En el momento que habló, el Billie sentado en la acera y yo nos hicimos uno.
-Así parece –murmuré.
No sé porqué lo hice, simplemente actúe. Me acerqué a ella y apoyé mi cabeza en su hombro.
-No quiero que Addie esté con alguien más.
-Entonces llámala.
-Pero quizás este sueño significa que te recuperaré.
-¿Acaso quieres recuperarme? –No respondí, ya que no sabía la respuesta. Ella sonrió.- Es un sueño, Billie. Y sólo te muestra lo que tu subconsciente quiere decirte.
Y desapareció, al igual que el lugar y yo mismo.
Abrí los ojos. Sentí lágrimas en mis ojos. Estaba despierto.

Tuve que tomarme unos tres vasos de agua y lavarme la cara varias veces para calmarme y empezar a respirar normalmente. ¿Qué mierda había sido eso?
Me senté al borde de la tina y apoyé mi cabeza en mis manos. ¿Por qué se aparecía Addie en mis sueños?
-Esa no debería ser la pregunta, debería ser porqué se me aparece Sarah –murmuré-. Ya la superé, no siento nada por ella.
Empecé a tiritar.
-Ok, quizás el LSD no fue una buena idea –me admití.
Antes de ser plenamente consciente de lo que hacía, me encontré a mí mismo arrodillado frente al inodoro, vomitando. En cuanto acabé, eché a correr el agua y tomé otro vaso de agua. Me sentía mejor. No del todo bien, pero sí lo suficiente para pensar.
¿Qué significaría mi sueño? ¿Acaso realmente quería a Sarah de vuelta? ¿O simplemente era la forma que adoptaba mi conciencia, a falta de creatividad? Aún quería mucho a Addie (me negaba a decir que la amaba), y quería que hubiera una posibilidad de estar juntos, así que me incliné por la segunda opción.
Salí del baño, restregándome las sienes. Me dolía un poco la cabeza, lo que hacía que concentrarme fuera más difícil aún. Sospechando de una baja de azúcar, fui a la cocina, de donde saqué un poco de cereal, directamente de la caja. No me ayudó mucho, pero algo era algo. A continuación, me estiré y me dirigí al living de la okupa, con la caja de cereal aún en mis manos. Todos los demás dormían, pero sabía que el ruido de la televisión no los despertaría, por lo que no me preocupé al encenderla. Empecé a pasar los canales, rápidamente.
Tuve que aguantar la risa cuando me encontré con el programa de la pulga que cantaba la canción que Tré tanto amaba. Los tiritones comenzaron a parar, poco a poco. Para cuando el segmento terminó (junto a un cuarto de la caja de cereal), unos diez minutos después, ya estaba en condiciones normales… Sin contar el dolor de cabeza.
-¿Es mi idea o acaba de pasar Food around the corner?
Me volteé. Tré entraba al living.
-No es tu idea. ¿Te desperté?
Negó.
-Me quedé dormido al lado de Mike… ¿Cómo aguantas tantas patadas en las giras? Por poco no perdí mi otra bola.
Reí.
-No lo sé, soy inmune.
Silencio. Cambié el canal a uno de música. Estaban dando Bohemian Rapsody. Qué lástima que sólo dieran videos decentes a las (miré la hora en el pequeño reloj que había en el mueble contigo a la televisión) tres de la mañana.
-¿Qué te despertó a ti? –me preguntó Tré.
-Un mal sueño –murmuré-. Me había acostumbrado a no soñar.
-Ah…
Otro silencio. Recordé los tiritones.
-¿Tré?
-¿Billie?
-¿Alguna vez has empezado a tiritar de la nada? ¿Aún cuando no hacía frío?
Sonrió, amargamente.
-¿Tuviste un ataque de pánico?
Me encogí de hombros.
-Así parece.
Hizo una mueca.
-Toma algo caliente.
Asentí y, sin más, fui a la cocina. Me hice un café y me devolví al living.
-¿Con qué soñaste? –me preguntó el baterista, apenas me senté a su lado.
-Addie, Sarah y un campo de centeno.
Se sonrió.
-¿No habrá sido trigo?
Sonreí.
-¿Sabes? Prefiero creer que era centeno. La verdad que no estoy muy seguro de la diferencia, pero centeno suena más bonito. En fin, ahora necesito hablar con Addie, pero no sé ni de qué ni por qué.
Las palabras salieron solas de mi boca, pero eran verdad. Lo sabía.
-Entonces llámala.
Reí, irónicamente.
-¿No te dije que no sé qué decir? Además, allá deben ser la una de la mañana.
-¿Y? ¡Llámala igual! Dile que quieres conversar. Cuéntale del viaje a Europa o algo. Simplemente habla con ella.
Negué.
-No sé…
-¡Sí, sí sabes! –Tomó el teléfono que estaba a su lado y me lo pasó.- Llámala.
Y, lentamente, tomé el teléfono, al mismo tiempo que él apagaba el televisor. Y más lentamente aún, marqué el código de Minnesota, para, finalmente, marcar el número de Adrienne, rápidamente. No me importaba que allá fuera pasado medianoche. Quizás estaba despierta, últimamente sufría de insomnio… Y con eso me refería a que hacía varios meses sufría de insomnio.
Un tono de ocupado… Dos tonos… Tré se fue… Otro tono…
-¿Aló?
Era una voz masculina, y no la reconocí. Se me hizo vagamente familiar, pero sabía que no era ni su padre ni Steve.
-Hola… ¿Está Addie?
-Eh… Sí, espera. ¡Amor! ¡Teléfono!
Me helé. Tuve que dejar el café en el piso, porque presentía que volvería a temblar. ¿Le había dicho amor?
-¿Aló?
-¿Eighty?
Supe que me reconoció al instante, que ni siquiera tuvo que pensar quién le decía así. El silencio se tornó más que tenso.
-Hola, Billie… Tanto tiempo –murmuró.
Se notaba incómoda.
-Eh… Sí, perdón por no llamar antes, pero…
-Sí, sí entiendo, calma. Habría sido incómodo.
Como si esto no lo fuera.
-Ajá… -Otro silencio.- Bueno, quería ver cómo estabas y ahora ya sé que estás bien, así que… Adiós.
Iba a colgar, cuando escuché un ahogado:
-¡Espera!
Tomé bien el teléfono de inmediato.
-¿Sí?
Sabía que quería decirme algo, como también sabía que no encontraba las palabras. Finalmente, dijo:
-Cuídate.
Y colgó.

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