Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, abril 21, 2012

Hold on - Capítulo 8: Primer adiós.


-¿Y? ¿Cómo les fue?
Me encontraba en el patio de la escuela. Era el primer recreo y, ansioso por saber cómo les había ido a todos, había ido a verlos. Todos hicieron muecas de desagradado.
-Pudo haber sido peor –murmuró Fran.
-Sí, pudimos haber tenido que ir a vomitar como Ale –añadió Lau, frunciendo la nariz-. Los colapsos nerviosos son cosa seria.
-O nos pudieron haber regañado por ponernos a leer a mitad de la prueba –añadió Jimmy, mirando a Jesus, quien, nuevamente se sonrojó.
-¿Qué? –inquirí, con algo de risa.
-Me quedé en blanco, así que saqué el LP a ver si se me ocurría algo leyendo las letras –admitió, más rojo aún-. El profesor manda esto…
Y me pasó todas las letras, con las faltas ortográficas corregidas por el profesor con un lápiz rojo. No pude evitar reírme, aunque he de admitir que me sentí mal de que corrigieran mi “trabajo”. En fin.
-¿Quieres colarte a música? Dudo que al profesor le importe –me invitó Mike, quince minutos después, cuando tocó timbre para que volvieran a entrar a clases.
Negué.
-Nah, tengo que buscar alguna escuela nocturna para hacer feliz a mi mamá… -Todos me miraron extrañados.- Decidió que necesito más distracciones aún. –Revoleé los ojos.

Sin previo aviso, Iris, Fran, Mike y Jimmy me tomaron de los brazos y me arrastraron al interior del edificio. Ya en la escalera, dejaron de arrastrarme, mas no me soltaron, obligándome a subir junto a ellos hasta la sala de música en el último piso, sala a la cual fui más que invitado por el profesor.
-Recuerden, si alguien ve al director, nos avisa para que Billie se esconda bajo la batería mala –anunció Jimmy, haciendo que todos nos riéramos.
Estuve ahí los noventa minutos de la clase, conversando con todos. Ale volvió a los cinco minutos del toque de entrada y se sorprendió bastante al verme ahí. En fin, lo pasé bien y, tras otro recreo de quince minutos, estaba más que listo para irme…
-¿Por qué no te colas a español? –sugirió Jesus, hablándome directamente por primera vez en todo ese rato- No estamos haciendo nada.
Así terminé siendo empujado al salón, al tiempo que saludaba a la profesora, quien nos quedó mirando con cara de sorpresa. Yo estaría igual en su lugar. ¿Qué persona en su sano juicio se cola a la clase en la que peor le iba?
Tal como Jesus había asegurado, lo que estaban haciendo era nada. Tenían que completar una guía, pero, obviamente, la doblaron por la mitad y guardaron en sus cuadernos, para juntar las sillas al fondo de la sala y conversar entre todos.
-¿Se dan cuenta que sólo quedan tres semanas para el fin de trimestre? –comentó Lau, alegre de que eso significase que tendrían tres semanas libres.
Ale hizo una mueca, la cual no pasó desapercibida por ninguno de los presentes. El fin del trimestre significaba su vuelta a New York. La rodeé con un brazo.
-Te vamos a hacer una despedida tan grande, que no podrás sentirte triste, ¿ok? –le aseguré.
Ella se sonrió y asintió.
Luego de esa clase, venía un recreo de veinte minutos, seguido de una clase de física.
-Ya, aquí no podrán colarme, así que me iré al final de recreo.
-Sí, y te acompañamos –murmuró Iris, tomando su mochila antes de salir de la sala. Noté que todos lo estaban haciendo-. Corrida general.
-Te acompañaremos a encontrar tu escuela nocturna –añadió Lau, tomando bien sus cosas.
Así que, acompañado de todos, terminé en el lugar más cercano que encontramos. Me anoté para las clases. Podía ir cuantas veces quisiera a la semana, siempre que fueran más de dos, que era el mínimo. Tras aclarar los horarios, me fui con todos los demás a la playa, obviamente tras comprar varias cosas para beber y demás en el camino.
-El día que esa señora deje de tenerle ganas a Jimmy, estaremos cagados –comentó Mike, repartiendo las cervezas.
-Para ese día, alguno tendrá veintiuno y podrá comprar legalmente –comenté, recibiendo una botella.
Estuvimos ahí hasta eso de las cuatro, hora en la que recordamos que teníamos hogares a los que ir. Caminamos juntos al pueblo y, uno a uno, fuimos separándonos, para, al final, sólo quedar Mike y yo.
-Jesus no te quitaba la mirada de encima –comentó Mike.
-Sí sé…
-Y Fran tampoco.
Me detuve en seco, mirándolo extrañado.
-¿Qué?
-No te quitaba los ojos de encima.
Me reí.
-No, no soy su tipo –musité. Alzó una ceja-. En serio.
Encogiéndose de hombros, Mike reanudó la caminata y yo lo seguí.

Las siguientes tres semanas pasaron bastante rápido. Yo iba entre dos y tres veces por semana a las clases nocturnas, donde era el más joven de mi salón. Al día siguiente, despertaba bastante tarde por el cansancio mental y me quedaba componiendo o haciendo cualquier estupidez hasta diez para las tres, cuando iba a buscar a Mike y a John, para volver a ensayar. Los días que no iba a las clases nocturnas, me quedaba hasta tarde leyendo el famoso librito. Realmente lamentaba leer tan lento, pero no había nada que hacerle.
En fin, el punto es que, antes de lo esperado, llegó el último viernes de ese trimestre. Y con esto, llegó el último día de Ale en Rodeo.
El plan de sus padres era irse el sábado en la mañana. Así que la despedida (consistente en una junta entre todos en casa de Tré) tuvo que terminar a eso de las once, hora en la que sus padres la fueron a buscar. Se despidió de todos de un gran abrazo y, tras prometer que se mantendría en contacto, se fue a su casa.
No pasaron ni tres minutos y Tré se echó a llorar como un niño pequeño.
-¡NO LA VOY A VOLVER A VER! –sollozaba.
¿Mencioné que estaba ebrio? Como sea, al instante, Mike, Jimmy, Jesus, Stephanie y yo comenzamos a calmarlo como podíamos. Al cabo de media hora, estuvo lo suficientemente tranquilo como para no llorar más, aunque se notaba que seguía bastante tomado.
-Tengo una idea –propuse, mirando por la ventana que daba a la casa de nuestra amiga.
-¿Qué se te ocurrió? –preguntó Stephenie.
Mike y Jesus siguieron mi mirada, que estaba fija en la ventana de los padres de Ale, cuya luz estaba apagada. Comprendieron al instante lo que pensaba.
-Billie, ¡no podemos entrar a su pieza por la ventana! –me regañó Mike.
-¡Sí podemos! –afirmamos Tré y yo al unísono.
-Suena como si lo hubieran hecho –comentó Jimmy.
-Yo lo hice una vez… -admití.
-Yo lo he hecho varias veces –murmuró Tré, ligeramente avergonzado.
Mike alzó una ceja.
-Ale duerme en el tercer piso.
-Sigue siendo fácil: Tomas una escalera y subes por ella hasta el balcón del segundo piso… -comencé.
-… Luego la tomas de alguna forma y la subes a ese balcón y la pones de forma que puedas llegar al balcón del tercer piso… -continuó Tré.
-Y, finalmente, le tocas la ventana –concluí.
Mike, Jimmy, Jesus y Stephenie tardaron bastante en recuperarse del shock. El primero en recuperarse fue Jesus.
-Aún así, ustedes han subido de a uno, lo que es más discreto que seis personas subiendo por una escalera a una casa que no es de ninguno de ellos –murmuró.
-No me importa, yo voy a ir igual –dije, saliendo de la casa.
-¡Y yo también! –exclamó Tré, siguiéndome.
Tal como sabía que harían, los demás nos alcanzaron cuando con Tré ya teníamos instalada la escalera. Y, al igual que la otra vez, subí cuidadosamente, con miedo a que la escalera se cayera. No obstante, esta vez, alguien estaba sujetándola en la parte de abajo, lo cual me causó más seguridad.
Después de mí, subió Mike, seguido de Jesus, Stephenie y Jimmy. Finalmente, subió Tré, rápidamente, como si tuviera bastante experiencia haciéndolo… La verdad que así era, pero eso no importa ahora.
Con ayuda de Mike, Tré y yo subimos la escalera a ese balcón, para llegar a la ventana de la pieza de Ale. Al igual que recién, fui el primero en subir, así que fui el encargado de tocar la ventana tres veces.
-¿Ale? –susurré. Nadie respondió. Toqué tres veces más- ¡Ale! –susurré, un poco más fuerte.
Al instante, vi como la luz de una lámpara se encendía y como la adolescente se acercaba a la ventana, sorprendida.
-¡¿Qué haces aquí?! –me preguntó, también susurrando, abriendo la ventana para que pudiera entrar.
-Bueno, decidimos que la despedida fue muy corta, así que vinimos a verte –me expliqué.
-¿“Decidimos”? ¿En plural?
Al mismo tiempo que yo asentía, Mike apareció por la ventana. Ale se sorprendió más aún al ver, detrás de él, a Jesus, Stephenie y Jimmy. Finalmente, Tré apareció.
-¡Hola! –exclamó.
Como estaba bastante ebrio, perdió el equilibrio al pasar a la ventana. Con Jesus alcanzamos a sujetarlo y a tirarlo hasta el interior, pero la escalera se cayó, para chocar fuertemente contra el suelo, tres pisos más abajo.
Los siete nos quedamos en absoluto silencio, escuchando como, en el piso inferior, dos personas caminaban, rápidamente. Supusimos que el papá y la mamá de Ale habían ido a ver qué ocurría por la ventana…
Efectivamente, alrededor de medio minuto después, escuchamos pasos subir la escalera. Ale nos miró a todos, de brazos cruzados, al tiempo que Tré la abrazaba por la espalda y que los demás bajábamos la mirada, avergonzados de haberla metido en problemas.
-Vaya –fue el saludo de la mamá de nuestra amiga.
-Hola, tía –saludé, tímidamente-. Tanto tiempo.
Tré se separó de Ale, se acercó a ella y la saludó de un abrazo y un beso a la mejilla, para luego sentarse en la cama. La mujer quedó tan sorprendida, que tardó un tanto en continuar:
-Ya, se pueden quedar, pero no hagan mucho ruido –musitó.
Y salió de la pieza.
Así que nos quedamos ahí, conversando, intentando no pensar que esta sería la última vez que estaríamos juntos. Y así seguimos hasta las cinco, hora en la que la mamá de Ale nos llevó unos sándwiches, para informarnos que podíamos quedarnos una hora más, ya que a las siete ellos tenían que irse.
-Tu pieza se ve muy rara vacía –comentó Stephenie, cuando la luz del sol finalmente llegó.
-Sí –concordé.
Ale suspiró.
-Bueno, será mejor que me vaya a levantar…
-¡NO! –le exclamamos todos.
Suspiró.
-Está bien… Pero tendrán que irse acostumbrando a las despedidas, ¿no? –La miramos sin comprender.- Bueno, este año la mayoría se irá, ¿no? Nadie se va a quedar en este pueblo. Todos se irán a la universidad o a buscar suerte en alguna otra ciudad. Yo sólo soy la primera en partir.
Tenía razón. La mayoría de mis amigos ya estaba postulando a alguna universidad. Y yo estaba ahí, sin ningún otro plan que vivir de mi música… Y, seamos honestos, eso no me llevaría a ninguna parte, a menos que fuera el tipo más suertudo del mundo y, como se ha ido demostrando a lo largo de esta historia, no era así.
Así que, a las seis, nos dimos un abrazo grupal y, tristemente, nos despedimos de ella, para salir, uno a uno, por la puerta de su habitación, hacia el primer piso, seguidos por ella, quien nos dejaría en la salida.
-Ah, cierto, Tré, quedó comida en el refrigerador. Para que tus padres tengan tiempo de acostumbrarse a que comas allá –soltó Ale, repentinamente, en el primer piso.
Tré negó, frunciendo el ceño.
-Dudo que me quede mucho tiempo aquí. Ya no tengo motivación para ello –admitió-. Iré a otra parte que tenga un refrigerador que llene alguien más.
Ale rió y, tras asegurarse que ninguno de sus padres estuviera cerca, abrazó a Tré por el cuello y le dio un corto beso.
-Ya, váyanse antes que me ponga a llorar como idiota –musitó ella, quien ya tenía unas cuantas lágrimas en sus ojos.
Y, uno a uno, salimos de la casa.
Como siempre que íbamos con los gemelos, con Mike tomamos el atajo del basurero. Gracias a ello, no tardamos en llegar a mi casa, donde Mike se fue al garaje, a dormir algo. Con la misma idea en mente, me fui a mi habitación. Pero no pude dormir. Simplemente tomé mi cuaderno de canciones y, por primera vez en mucho tiempo, me senté en el escritorio con las ideas más que claras en la mente.

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