-¿Así que no pasó nada de nada?
Revoleé los ojos, exasperado.
-¿No escuchaste nada de lo que te
dije? Hablamos como nunca, le tomé la mano, admitió querer besarme y confesó
que valgo más que la pena, ¿qué más querías?
Mike suspiró.
-Que se besaran de una buena vez
–masculló-. Si vuelvo a ver a Aaron, le patearé el trasero, de verdad… -Reí.-
¡No, hablo en serio, lo haré!
-Sí, Mike, sí lo harás…
Continué riendo ante la reacción
de mi amigo por un buen rato, y él no tardó en unírseme, para continuar así por
unos cuantos minutos. ¿Mencioné que habíamos fumado un par de porros cada uno?
-¿De verdad no te molesta no
haberla besado? –me preguntó, varios minutos después.
Sonreí, amargamente.
-Claro que me molesta, pero sé
que la volveré a ver y sé que si la beso ahí, será aún mejor, porque habremos
tenido más tiempo para analizar lo que sentimos, y habríamos estado más tiempo
esperando por el momento, y será más “mágico” –musité, honestamente.
Mike se sonrió.
-Es la primera vez que tienes una
actitud positiva con una relación –comentó.
-Mira tú, no lo había notado.
Escuchamos un fuerte ronquido de
John en su lado de la van. Reímos, causando que roncase más fuerte aún.
-No puedo creer que nos hayamos
ido de aquí hace seis semanas –musitó Mike, mirando por una de las ventanillas
de la van el cómo entrábamos al estado de California.
-¿Seis semanas?
Sentía cómo que hubiera pasado
una vida fuera de casa… Es decir, había conocido muchísima gente, había
madurado bastante, me había dado cuenta que ser músico realmente podía ser una
profesión y que me gustaría vivir de ello, me había hecho mi primer tatuaje,
había vuelto a enamorarme… Y, aún así, al mismo tiempo, sentía que había salido
el día anterior, que todo lo vivido había sido un sueño y que simplemente me
encontraba llegando de alguna tocata en el Gilman. ¿Raro, no?
Nos quedamos pensativos y en
silencio durante el resto del viaje, hasta que llegamos a la okupa de Sean, en
el centro de Berkeley. Se despidió de nosotros, y, tras tomar todas sus cosas,
bajó. Luego, Mike tomó el volante y yo fui a la parte trasera a despertar a
John. Me arrepentí de no haber conducido yo, ya que John estaba de pésimo
humor. Por poco no le tiré la batería y sus cosas por la cabeza cuando llegamos
a su casa. En fin, tras dejarlo ahí, Mike continuó manejando hasta nuestro
hogar, fuera del cual estacionamos la van. Tras apagar el motor, tomamos
nuestras mochilas y nuestros instrumentos, y bajamos, para entrar a la casa…
Donde fuimos recibidos por un
abrazo asfixiante.
-¡BILLIE, MIKE!
Tuvimos que dejar caer los bolsos
al suelo para devolverle el abrazo a mi madre como pudiéramos, para que luego
nos soltara y nos mirara de la cabeza a los pies, sorprendida.
-¿Hace cuánto no se bañan? –nos
preguntó. Mike y yo intercambiamos una mirada, tras lo que empezamos a reír;
ninguno de los dos lo recordaba, pero estaba seguro que había sido poco antes
de nuestro segundo viaje a Minnesota.- Bueno, van a hacer eso ahora y luego vienen a desayunar, ¿ya?
-¿Comida de verdad? –preguntó
Mike.
-¡LA VIDA ES BUENA OTRA VEZ!
–grité yo, riendo.
Tras darle un beso en la mejilla
a mi madre, subí a mi habitación, que, para mi sorpresa, se encontraba limpia y
ordenada. Era más que obvio que mi madre haría eso, pero no dejó de
sorprenderme. Me sonreí al ver un bóxer, un pantalón, una polera, un par de
calcetines y un par de zapatillas nuevos a los pies de mi cama, esperándome,
junto a unas toallas. Más que agradecido, tomé las toallas y fui al baño, donde
me afeité decentemente y me di una buena y larga ducha (CON AGUA CALIENTE DE
VERDAD), para luego volver a la habitación, vestirme y bajar al desayuno de mi
madre, consistente en waffles, café en grano, huevos y demás.
-¿Y eso desde cuando está ahí?
–me preguntó, al notar que había algo debajo de la corta manga izquierda mi
polera, para luego acercarse y ver mi tatuaje.
-Eh… ¿Un par de semanas? –musité,
levemente avergonzado.
Lo miró, atentamente.
-¿Es de tu disco, verdad?
–Asentí, un tanto extrañado que lo hubiera reconocido.- Quedó bien, me gustó.
-Gracias, mamá.
Comencé a tomar mi café y luego
me dediqué a comer unos cuantos waffles, conteniéndome de sonreír más
ampliamente aún: Extrañaba la comida de mi madre, y realmente se había esmerado
con el desayuno.
-Así que… ¿Ninguna chica?
Decidiendo que lo mejor era no
contarle todo acerca de Addie, ya que realmente no pasaba nada con ella, negué,
al mismo tiempo que tragaba un sorbo de café para explayarme:
-No mucha gente se acerca a
alguien que huele extremadamente mal –me expliqué-. Conocí a mucha gente, pero
nada así.
En ese instante, Mike entró a la
cocina, quien, al igual que yo, se vio más que agradecido por la comida y
comenzó a devorar de inmediato los huevos junto a un pan.
Ese mismo día, tras desayunar,
con Mike decidimos que, en vez de dormir, iríamos a despertar y saludar a todos
nuestros amigos. La primera parada fue la casa de Lau, quien nos abrazó y nos
regañó al mismo tiempo, por un buen rato, tras lo que accedió a acompañarnos a
despertar a todos los demás. Cuando ya estuvimos todos juntos, nos fuimos a
Christie Road, donde conversamos hasta eso de las dos de la tarde, hora a la
cual todos se fueron a sus casas y Mike y yo corrimos a la mía, para almorzar
algo de verdad por primera vez en semanas.
-Y… ¿has pensado en okupas?
Ya eran las cinco de la tarde y
nos encontrábamos en mi habitación. Él negó.
-Me gustaría irme a Berkeley,
para tener más cerca la universidad.
-Curioso, yo igual quería irme
para allá –comenté-. La vieja okupa ya no tiene gracia sin Jimmy o Jesus…
Mañana me daré una vuelta por donde Tim…
Y eso hice. Al mediodía siguiente
me encontré tocando la puerta de la okupa…
Para encontrarme con un tipo
mayor que yo… Que usaba zapatos de mujer, con tacones incluidos. Tardé un poco
en asimilar esto. De hecho, de no ser porque él me habló, no lo habría hecho en
un buen rato.
-¿A quién buscas? –me preguntó.
Me despabilé.
-A Tim. ¿Está?
El tipo negó.
-Salió a hacer las compras,
llegará en un rato más –respondió, ahora mirándome atentamente-. ¿Te he visto
en algún lado?
Me sonreí.
-Lo dudo…
Siguió mirándome.
-Gilman Street… Hace unos tres
años… ¡Te metiste en una pelea por mi culpa! –Lo miré, intentando recordar, sin
lograrlo.- Yo estaba con mi novio y tú igual estabas con un tipo, aunque parece
que no eran nada, y de pronto había un tipo gigante acercándose a golpearnos…
Recordé todo de golpe.
Instintivamente, llevé una mano a mi nuca, que era donde me había dado un
fuerte golpe al caer.
-¿Eras tú?
-¡Sí! Dude, siempre quise darte las gracias, pero no pude porque Tim te
llevó a una parte privada del Gilman y yo tenía que devolverme a Los Ángeles.
Bueno, ¡gracias!
-No hay problema… Eh… ¿Puedo
preguntarte al…?
-Perdí una apuesta –me
interrumpió, señalando los zapatos-. En fin, mi nombre es John, John Roecker.
Puso la mano para que se la
estrechara. Lo hice.
-Billie Joe –fue todo lo que
dije.
-Bueno, ¿por qué no entras por
mientras? –me ofreció, tras un rato de incómodo silencio. Seguía intrigado qué
tipo de apuestas acababa con alguien usando zapatos de tacón. Al final, asentí
y lo seguí al vestíbulo…
Donde me detuve, sorprendido.
Había una única y gran pintura detrás de la planta que tenía el cartelito de
“Bienvenidos al paraíso”. En ella, se veía a un niño con viendo televisión,
como si estuviera totalmente hipnotizado. Si uno se fijaba bien, en la pantalla
se veía algo que supuse era una banda.
-Esto es nuevo –comenté.
-¿Te gusta?
-Es genial –murmuré-. ¿De dónde
lo sacaron?
El tal John no dijo nada. Até cabos.
-¿Tú lo hiciste?
Asintió, un tanto sonrosado.
-Estoy aprendiendo.
-¿Aprendiendo? ¡ERES EXCELENTE!
Se ruborizó completamente.
-Gracias.
Sin más, avanzó hasta la sala
multiuso. Me reí al verlo caminar torpemente con los zapatos de tacón, ante lo
que me levantó el dedo del medio de su mano derecha. Reí más fuertemente aún.
-Y… ¿De dónde conoces a Tim? –me
preguntó, sentándose en el primer sofá que encontró.
-Gilman. ¿Tú?
-Lo conocí por Rancid… Bueno,
Operation Ivy entonces.
Asentí, al mismo tiempo que me
distraía por todos los tatuajes de su brazo derecho… en especial por el que
tenía en su muñeca.
-¿1966? ¿Qué pasó en 1966? –me
pregunté, en voz alta.
John se sonrió.
-Nací. –Abrí mucho los ojos.-
¿Qué?
-Eres viejo.
-Soy menor que Tim.
-Pero él siempre ha sido viejo.
Volvió a reír. Yo igual reí. Era
bastante fácil llevarme bien con él. De hecho, no tardamos nada en comenzar una
larga conversación acerca de los Sex Pistols.
Que se vio interrumpida con la
llegada de Tim, cargado de bolsas. Corrí a ayudarlo. John pareció querer
seguirme, pero hizo una mueca de dolor al intentar correr.
-¡TIM, JURO POR DIOS QUE LA PRÓXIMA APUESTA LA PERDERÁS MUY MAL!
–exclamó, tras echar unas cuantas maldiciones, causando que Tim y yo riéramos.
-Veo que conociste a John –me
decía Tim, mientras sacábamos más bolsas del auto. Asentí-. ¿Qué te traía por
aquí, en todo caso?
Saqué otra bolsa.
-Mike y yo buscamos una okupa en
Berkeley, ¿sabes de algo?
Pensativo, Tim comenzó a caminar
de vuelta al interior de la casa con sus bolsas. Lo seguí.
-Hay algo en la Telegraph Avenue...
Los puedo llevar más tarde si quieren.
Negué.
-No hace falta, sólo dime dónde
es.
Él negó, y, ya entrando a la
cocina, dijo:
-Los llevaré, no es un lugar
seguro para dos “adolescentes” –musitó, dejando las bolsas en la mesa y
simulando las comillas pertinentes-. Además, ahí tendrán que pagar arriendo,
tengo que asegurarme que no los estafen.
Me sonreí.
-Muchas gracias, Tim.
-De nada… Ahora, anda a empacar,
que los paso a buscar a las siete y estoy seguro que Mike está listo y tú no.
Asentí, y, tras despedirme de
John, eché a correr a mi casa.
No tardé tanto en empacar como
tardé en explicarle a mi madre que lo mejor era que me fuera de la casa de una
vez. Me sentí mal al usar a Sarah como excusa, pero sabía que era la única
forma que la convencería. Así fue cómo a las siete nos encontrábamos con Mike
en el asiento trasero del auto de Tim, quien conducía, mientras que John
Roecker seguía preguntándole si era realmente necesario que usara los zapatos
de tacón ahí. En fin, tras un corto viaje lleno de risas y demás, llegamos a la
intersección de la
Telegraph Avenue con la Stuart Street. Un
barrio bastante inseguro y demás, pero, por lo que se veía desde el exterior,
la okupa era genial… Y la cara de Mike expresaba lo mismo.
-Me supuse que les gustaría
–comentó Tim, desde adelante-. Pero les advierto, son sólo dos piezas para
todos, no como allá.
-Descuida, llevamos seis semanas
durmiendo en cualquier parte –comentó Mike, tomando bien su mochila-. ¿Vamos?
También tomé mi mochila (habíamos
decidido llevar nuestros instrumentos al día siguiente) y bajamos del auto,
seguidos por Tim y John (este último bastante molesto por seguir con los
zapatos de tacón). Tim fue quien tocó la puerta y, tras una corta entrevista de
parte del encargado, con Mike quedamos más que aceptados.
Así comenzaron a pasar los días
en la nueva okupa. Me tocó acompañar a Mike a varios trámites de la universidad
comunitaria y justo al comienzo de la última semana de Agosto, supimos que
había quedado aceptado. Para celebrar, decidimos ir al Gilman… Como de
costumbre, porque ahora vivíamos bastante cerca. Trágicamente, aún no teníamos
edad para beber legalmente, así que tuvimos que comprar un par de Coca-Colas
para tomar mientras veíamos al grupo que tocaba ese día, cuyo nombre no
recordaba.
-¿Y no has hablado con Addie? –me
preguntó Mike, de pronto. Lo miré, extrañado.- Bueno, no hemos localizado a
John, así que no hay ensayos, así que no tenemos de que más hablar.
Suspiré.
-No, no me ha dado para llamar…
-mi mirada se desvió- ¡MIRA, AARON ESTÁ AHÍ!
-No cambies el tema…
-¡NO, EN SERIO, AARON VOLVIÓ!
Revoleando los ojos, Mike se
volteó, siguiendo mi mirada. Soltó una maldición al verlo y se puso de pié.
-¡TENGO UNA PATADA QUE DAR!
Antes de que yo alcanzara a reaccionar,
Mike echó a correr hacia él y, tomando impulso, le dio una fuerte patada en el
trasero, causando que Aaron también soltara una fuerte maldición. Riendo, me
acerqué a ellos.
-Perdón por dejarte botado el
otro día.
-Descuida, la pasé bien allá
–musitó él, con una sonrisa-. Oh, lo siento mucho, ya que estamos.
Lo miramos sin entender.
-¿Sientes qué?
Ahora él nos miró confundido.
-¿No lo saben?
-¿Saber qué?
-Al Sobrante se va.
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