Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, abril 22, 2012

Hold on - Capítulo 17: ¿Se va?


-¿Así que no pasó nada de nada?
Revoleé los ojos, exasperado.
-¿No escuchaste nada de lo que te dije? Hablamos como nunca, le tomé la mano, admitió querer besarme y confesó que valgo más que la pena, ¿qué más querías?
Mike suspiró.
-Que se besaran de una buena vez –masculló-. Si vuelvo a ver a Aaron, le patearé el trasero, de verdad… -Reí.- ¡No, hablo en serio, lo haré!
-Sí, Mike, sí lo harás…
Continué riendo ante la reacción de mi amigo por un buen rato, y él no tardó en unírseme, para continuar así por unos cuantos minutos. ¿Mencioné que habíamos fumado un par de porros cada uno?
-¿De verdad no te molesta no haberla besado? –me preguntó, varios minutos después.
Sonreí, amargamente.
-Claro que me molesta, pero sé que la volveré a ver y sé que si la beso ahí, será aún mejor, porque habremos tenido más tiempo para analizar lo que sentimos, y habríamos estado más tiempo esperando por el momento, y será más “mágico” –musité, honestamente.
Mike se sonrió.
-Es la primera vez que tienes una actitud positiva con una relación –comentó.
-Mira tú, no lo había notado.
Escuchamos un fuerte ronquido de John en su lado de la van. Reímos, causando que roncase más fuerte aún.
-No puedo creer que nos hayamos ido de aquí hace seis semanas –musitó Mike, mirando por una de las ventanillas de la van el cómo entrábamos al estado de California.
-¿Seis semanas?

Sentía cómo que hubiera pasado una vida fuera de casa… Es decir, había conocido muchísima gente, había madurado bastante, me había dado cuenta que ser músico realmente podía ser una profesión y que me gustaría vivir de ello, me había hecho mi primer tatuaje, había vuelto a enamorarme… Y, aún así, al mismo tiempo, sentía que había salido el día anterior, que todo lo vivido había sido un sueño y que simplemente me encontraba llegando de alguna tocata en el Gilman. ¿Raro, no?
Nos quedamos pensativos y en silencio durante el resto del viaje, hasta que llegamos a la okupa de Sean, en el centro de Berkeley. Se despidió de nosotros, y, tras tomar todas sus cosas, bajó. Luego, Mike tomó el volante y yo fui a la parte trasera a despertar a John. Me arrepentí de no haber conducido yo, ya que John estaba de pésimo humor. Por poco no le tiré la batería y sus cosas por la cabeza cuando llegamos a su casa. En fin, tras dejarlo ahí, Mike continuó manejando hasta nuestro hogar, fuera del cual estacionamos la van. Tras apagar el motor, tomamos nuestras mochilas y nuestros instrumentos, y bajamos, para entrar a la casa…
Donde fuimos recibidos por un abrazo asfixiante.
-¡BILLIE, MIKE!
Tuvimos que dejar caer los bolsos al suelo para devolverle el abrazo a mi madre como pudiéramos, para que luego nos soltara y nos mirara de la cabeza a los pies, sorprendida.
-¿Hace cuánto no se bañan? –nos preguntó. Mike y yo intercambiamos una mirada, tras lo que empezamos a reír; ninguno de los dos lo recordaba, pero estaba seguro que había sido poco antes de nuestro segundo viaje a Minnesota.- Bueno, van a hacer eso ahora y luego vienen a desayunar, ¿ya?
-¿Comida de verdad? –preguntó Mike.
LA VIDA ES BUENA OTRA VEZ! –grité yo, riendo.
Tras darle un beso en la mejilla a mi madre, subí a mi habitación, que, para mi sorpresa, se encontraba limpia y ordenada. Era más que obvio que mi madre haría eso, pero no dejó de sorprenderme. Me sonreí al ver un bóxer, un pantalón, una polera, un par de calcetines y un par de zapatillas nuevos a los pies de mi cama, esperándome, junto a unas toallas. Más que agradecido, tomé las toallas y fui al baño, donde me afeité decentemente y me di una buena y larga ducha (CON AGUA CALIENTE DE VERDAD), para luego volver a la habitación, vestirme y bajar al desayuno de mi madre, consistente en waffles, café en grano, huevos y demás.
-¿Y eso desde cuando está ahí? –me preguntó, al notar que había algo debajo de la corta manga izquierda mi polera, para luego acercarse y ver mi tatuaje.
-Eh… ¿Un par de semanas? –musité, levemente avergonzado.
Lo miró, atentamente.
-¿Es de tu disco, verdad? –Asentí, un tanto extrañado que lo hubiera reconocido.- Quedó bien, me gustó.
-Gracias, mamá.
Comencé a tomar mi café y luego me dediqué a comer unos cuantos waffles, conteniéndome de sonreír más ampliamente aún: Extrañaba la comida de mi madre, y realmente se había esmerado con el desayuno.
-Así que… ¿Ninguna chica?
Decidiendo que lo mejor era no contarle todo acerca de Addie, ya que realmente no pasaba nada con ella, negué, al mismo tiempo que tragaba un sorbo de café para explayarme:
-No mucha gente se acerca a alguien que huele extremadamente mal –me expliqué-. Conocí a mucha gente, pero nada así.
En ese instante, Mike entró a la cocina, quien, al igual que yo, se vio más que agradecido por la comida y comenzó a devorar de inmediato los huevos junto a un pan.

Ese mismo día, tras desayunar, con Mike decidimos que, en vez de dormir, iríamos a despertar y saludar a todos nuestros amigos. La primera parada fue la casa de Lau, quien nos abrazó y nos regañó al mismo tiempo, por un buen rato, tras lo que accedió a acompañarnos a despertar a todos los demás. Cuando ya estuvimos todos juntos, nos fuimos a Christie Road, donde conversamos hasta eso de las dos de la tarde, hora a la cual todos se fueron a sus casas y Mike y yo corrimos a la mía, para almorzar algo de verdad por primera vez en semanas.

-Y… ¿has pensado en okupas?
Ya eran las cinco de la tarde y nos encontrábamos en mi habitación. Él negó.
-Me gustaría irme a Berkeley, para tener más cerca la universidad.
-Curioso, yo igual quería irme para allá –comenté-. La vieja okupa ya no tiene gracia sin Jimmy o Jesus… Mañana me daré una vuelta por donde Tim…
Y eso hice. Al mediodía siguiente me encontré tocando la puerta de la okupa…
Para encontrarme con un tipo mayor que yo… Que usaba zapatos de mujer, con tacones incluidos. Tardé un poco en asimilar esto. De hecho, de no ser porque él me habló, no lo habría hecho en un buen rato.
-¿A quién buscas? –me preguntó.
Me despabilé.
-A Tim. ¿Está?
El tipo negó.
-Salió a hacer las compras, llegará en un rato más –respondió, ahora mirándome atentamente-. ¿Te he visto en algún lado?
Me sonreí.
-Lo dudo…
Siguió mirándome.
-Gilman Street… Hace unos tres años… ¡Te metiste en una pelea por mi culpa! –Lo miré, intentando recordar, sin lograrlo.- Yo estaba con mi novio y tú igual estabas con un tipo, aunque parece que no eran nada, y de pronto había un tipo gigante acercándose a golpearnos…
Recordé todo de golpe. Instintivamente, llevé una mano a mi nuca, que era donde me había dado un fuerte golpe al caer.
-¿Eras tú?
-¡Sí! Dude, siempre quise darte las gracias, pero no pude porque Tim te llevó a una parte privada del Gilman y yo tenía que devolverme a Los Ángeles. Bueno, ¡gracias!
-No hay problema… Eh… ¿Puedo preguntarte al…?
-Perdí una apuesta –me interrumpió, señalando los zapatos-. En fin, mi nombre es John, John Roecker.
Puso la mano para que se la estrechara. Lo hice.
-Billie Joe –fue todo lo que dije.
-Bueno, ¿por qué no entras por mientras? –me ofreció, tras un rato de incómodo silencio. Seguía intrigado qué tipo de apuestas acababa con alguien usando zapatos de tacón. Al final, asentí y lo seguí al vestíbulo…
Donde me detuve, sorprendido. Había una única y gran pintura detrás de la planta que tenía el cartelito de “Bienvenidos al paraíso”. En ella, se veía a un niño con viendo televisión, como si estuviera totalmente hipnotizado. Si uno se fijaba bien, en la pantalla se veía algo que supuse era una banda.
-Esto es nuevo –comenté.
-¿Te gusta?
-Es genial –murmuré-. ¿De dónde lo sacaron?
El tal John no dijo nada. Até cabos.
-¿Tú lo hiciste?
Asintió, un tanto sonrosado.
-Estoy aprendiendo.
-¿Aprendiendo? ¡ERES EXCELENTE!
Se ruborizó completamente.
-Gracias.
Sin más, avanzó hasta la sala multiuso. Me reí al verlo caminar torpemente con los zapatos de tacón, ante lo que me levantó el dedo del medio de su mano derecha. Reí más fuertemente aún.
-Y… ¿De dónde conoces a Tim? –me preguntó, sentándose en el primer sofá que encontró.
-Gilman. ¿Tú?
-Lo conocí por Rancid… Bueno, Operation Ivy entonces.
Asentí, al mismo tiempo que me distraía por todos los tatuajes de su brazo derecho… en especial por el que tenía en su muñeca.
-¿1966? ¿Qué pasó en 1966? –me pregunté, en voz alta.
John se sonrió.
-Nací. –Abrí mucho los ojos.- ¿Qué?
-Eres viejo.
-Soy menor que Tim.
-Pero él siempre ha sido viejo.
Volvió a reír. Yo igual reí. Era bastante fácil llevarme bien con él. De hecho, no tardamos nada en comenzar una larga conversación acerca de los Sex Pistols.
Que se vio interrumpida con la llegada de Tim, cargado de bolsas. Corrí a ayudarlo. John pareció querer seguirme, pero hizo una mueca de dolor al intentar correr.
-¡TIM, JURO POR DIOS QUE LA PRÓXIMA APUESTA LA PERDERÁS MUY MAL! –exclamó, tras echar unas cuantas maldiciones, causando que Tim y yo riéramos.
-Veo que conociste a John –me decía Tim, mientras sacábamos más bolsas del auto. Asentí-. ¿Qué te traía por aquí, en todo caso?
Saqué otra bolsa.
-Mike y yo buscamos una okupa en Berkeley, ¿sabes de algo?
Pensativo, Tim comenzó a caminar de vuelta al interior de la casa con sus bolsas. Lo seguí.
-Hay algo en la Telegraph Avenue... Los puedo llevar más tarde si quieren.
Negué.
-No hace falta, sólo dime dónde es.
Él negó, y, ya entrando a la cocina, dijo:
-Los llevaré, no es un lugar seguro para dos “adolescentes” –musitó, dejando las bolsas en la mesa y simulando las comillas pertinentes-. Además, ahí tendrán que pagar arriendo, tengo que asegurarme que no los estafen.
Me sonreí.
-Muchas gracias, Tim.
-De nada… Ahora, anda a empacar, que los paso a buscar a las siete y estoy seguro que Mike está listo y tú no.
Asentí, y, tras despedirme de John, eché a correr a mi casa.
No tardé tanto en empacar como tardé en explicarle a mi madre que lo mejor era que me fuera de la casa de una vez. Me sentí mal al usar a Sarah como excusa, pero sabía que era la única forma que la convencería. Así fue cómo a las siete nos encontrábamos con Mike en el asiento trasero del auto de Tim, quien conducía, mientras que John Roecker seguía preguntándole si era realmente necesario que usara los zapatos de tacón ahí. En fin, tras un corto viaje lleno de risas y demás, llegamos a la intersección de la Telegraph Avenue con la Stuart Street. Un barrio bastante inseguro y demás, pero, por lo que se veía desde el exterior, la okupa era genial… Y la cara de Mike expresaba lo mismo.
-Me supuse que les gustaría –comentó Tim, desde adelante-. Pero les advierto, son sólo dos piezas para todos, no como allá.
-Descuida, llevamos seis semanas durmiendo en cualquier parte –comentó Mike, tomando bien su mochila-. ¿Vamos?
También tomé mi mochila (habíamos decidido llevar nuestros instrumentos al día siguiente) y bajamos del auto, seguidos por Tim y John (este último bastante molesto por seguir con los zapatos de tacón). Tim fue quien tocó la puerta y, tras una corta entrevista de parte del encargado, con Mike quedamos más que aceptados.
Así comenzaron a pasar los días en la nueva okupa. Me tocó acompañar a Mike a varios trámites de la universidad comunitaria y justo al comienzo de la última semana de Agosto, supimos que había quedado aceptado. Para celebrar, decidimos ir al Gilman… Como de costumbre, porque ahora vivíamos bastante cerca. Trágicamente, aún no teníamos edad para beber legalmente, así que tuvimos que comprar un par de Coca-Colas para tomar mientras veíamos al grupo que tocaba ese día, cuyo nombre no recordaba.
-¿Y no has hablado con Addie? –me preguntó Mike, de pronto. Lo miré, extrañado.- Bueno, no hemos localizado a John, así que no hay ensayos, así que no tenemos de que más hablar.
Suspiré.
-No, no me ha dado para llamar… -mi mirada se desvió- ¡MIRA, AARON ESTÁ AHÍ!
-No cambies el tema…
-¡NO, EN SERIO, AARON VOLVIÓ!
Revoleando los ojos, Mike se volteó, siguiendo mi mirada. Soltó una maldición al verlo y se puso de pié.
-¡TENGO UNA PATADA QUE DAR!
Antes de que yo alcanzara a reaccionar, Mike echó a correr hacia él y, tomando impulso, le dio una fuerte patada en el trasero, causando que Aaron también soltara una fuerte maldición. Riendo, me acerqué a ellos.
-Perdón por dejarte botado el otro día.
-Descuida, la pasé bien allá –musitó él, con una sonrisa-. Oh, lo siento mucho, ya que estamos.
Lo miramos sin entender.
-¿Sientes qué?
Ahora él nos miró confundido.
-¿No lo saben?
-¿Saber qué?
-Al Sobrante se va.

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