Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, abril 22, 2012

Hold on - Capítulo 16: ¿Niño?




Todo lo que hace cuestiona mi salud mental. Me hace perder el control, ya no puedo confiar en mí mismo. Si alguien puede oírme, bofetéeme algo de cordura, pero volteas tu cabeza y termino hablando solo. La ansiedad me tiene al límite y frustrado, así que pierdo mi cabeza o la golpeo contra la pared. A veces me pregunto si debería ser dejado solo y ser encerrado en un cuarto acolchado. Me sentaría y vomitaría mis entrañas al mismo aire… Nadie quiere oír a un borracho tonto.

Eran las nueve de la mañana del tres de agosto. Acababa de despertar y me encontraba más que ansioso en la van, que avanzaba rápidamente por la carretera; nos habíamos quedado en la casa de un sujeto que salió, nos dejó solos, y volvió al par de horas con una puta y empezaron a tener relaciones en el mismo living en el que nos encontrábamos todos. Bueno, no alcanzamos a verlos teniendo sexo, ya que salimos corriendo antes de eso… Pero era obvio que eso hicieron cuando cerramos la puerta, y empezamos a oír cosas, que preferiría no haber oído nunca. El punto es que salimos arrancando y, tras dormir un rato en la van unas cuantas cuadras más allá, Sean comenzó a conducir en dirección a Minneapolis.
-¿Por qué tan ansioso?
Me sobresalté. No había notado que Mike estaba despierto ni, mucho menos, sentado a mi lado.
-Por nada, por nada –mentí.
-¿Entonces por nada me has andado pidiendo monedas de veinticinco centavos toda la semana? –Se sonrió, pícaramente.- ¿Con quién estás hablando tanto por teléfono?
Me sonrojé, rápidamente.
-¿Por qué asumes tan rápidamente que es para llamar por teléfono? –farfullé, intentando encontrar una forma de escaparme de esto.
-Porque te seguí un día. ¿Quién es Eighty?
El rubor de mis mejillas debió haber aumentado más que nunca. Me tomé mi tiempo para responder:
-¿Recuerdas la hermana de Steve?
Mike abrió mucho los ojos.
-¡SABÍA QUE PASABA ALGO ENTRE TÚ Y ADDIE!
-¡SHH! No despiertes a John y a Aaron, por favor… Y no quiero que Sean sepa tampoco…
-Lo siento…
Silencio.
-¿Y? ¿Son pareja o algo?
Negué.

-Sólo amigos por teléfono… No importa cuántas drogas nuevas pruebes en el camino, deberías recordar que la he visto una vez, ¿sabes? –bromeé.
-No he probado tantas como pareces creer… Aunque cómo lo sabrías, si te la pasas pensando en cualquier cosa… ¡Oh, por Dios, te la pasas pensando en ella!
¿Mencioné que estaba rojo como un tomate?
-Cállate, que ya estoy nervioso así no más.
-¿Por qué tanto?
-Porque pasaré el día entero con ella –musité.
Mike chifló. Tenía unas ganas de pegarle…
-Billie y Addie, sentados en un árbol, A-B-C…
Lo empujé.
-¡Cállate! –murmuré, cruzándome de brazos, causando que mi amigo riera más aún- En serio, voy a tener un ataque de ansiedad en cualquier momento…
-No, no lo tendrás. Vas a estar nervioso, pero apenas la veas, vas a recordar lo mucho que querías verla y serás feliz como una lombriz.
Suspiré.
-Tristemente, tienes razón… Ya, tráeme un trozo de pan, que estoy invitado a desayunar, pero falta mucho para eso.
Supe al instante que Mike quería burlarse de mí, así que le agradecí mentalmente le hecho que se contuviera. Lo último que me faltaba era enojarme con mi mejor amigo el día que vería a Adrienne nuevamente.
Entre ambos nos comimos un pan y tomamos agua. Nuestros estómagos estaban en mejores condiciones que al comienzo de la gira, pero todos sabíamos que bastaría con un tazón de café en polvo para irnos por el baño durante horas.
En fin, tras unos veinte minutos más de viaje, llegamos a Minneapolis. Aaron y Sean querían ir a ver si Steve y sus amigos habían armado al fin la pista de skate, mientras que John aún dormía y Mike… Mike me empujaba hacia la salida de la van, ya que yo era incapaz de pararme.
-Todo va a ir bien.
Y sintiendo que en cualquier momento me iba a caer o algo, asentí y empecé a caminar a la casa de Adrienne, tomándome mi tiempo, perdiéndome un par de veces y demás. Pero, antes de lo necesario para calmar mis nervios, me encontré frente a la casa de los… Reí al darme cuenta que ni siquiera sabía su apellido. En fin, caminé hasta la puerta y, respirando profundamente, toqué el timbre.
Casi maldije en voz alta al ver que quien me abrió era un hombre mayor: Probablemente, su padre.
-¿Sí? –me preguntó, mirándome de pies a cabeza- ¿Eres amigo de mi hijo?
Negué, lentamente, muy nervioso.
-¿Está Addie? –pregunté, en un hilo de voz.
El sujeto abrió mucho los ojos, sorprendido, tras lo que asintió, de un modo muy similar al que había negado.
-¡Adrienne! ¡Un niño te busca!
¿Niño?
Me pareció escuchar cómo un plato caía al suelo y se rompía, pero no podía estar seguro de que fuera así. De lo que sí podía estar seguro era que, a los pocos segundos, escuché apresurados pasos acercándose a la puerta, pasos que resultaron ser los de Addie, quien se paró junto a su padre.
-¡Billie! Creí que llegarías más tarde.
Torcí una mueca.
-Al final tuvimos que escaparnos de dónde estábamos pasando la noche… Es una larga historia, te la cuento más tarde.
Ella rió, levemente, causando que me estremeciera… Pero no se sintió mal. Al contrario. Era como si una especie de calor se expandiera por todo mi cuerpo. Me sonreí.
-Espera aquí, voy a buscar mi bolso y vamos.
-¿A dónde van, si puedo saberlo, jovencita?
Había bastado con verla para olvidar que su padre estaba ahí, pero su pregunta me lo había recordado.
-Oh, cierto… Papá, él es Billie, es de California, y está de gira con su grupo, y yo me ofrecí a mostrarle la ciudad. Bueno, vengo enseguida…
Sin más, Addie volvió a entrar, dejándonos a mí y al hombre solos.
-¿Quieres acostarte con mi hija?
Abrí mucho los ojos.
-¿Qué? ¡No! ¡No, nada de eso!
Era verdad. Lo que quería con ella era una relación más que carnal. Quería simplemente estar a su lado, abrazarla, tomarle la mano y besarla… Pero pasar a algo más que eso no se me había cruzado por la cabeza, y no me interesaba mayormente de momento.
-¿Entonces no tienes una chica en cada ciudad?
-¡No! Y… Y ella no es mi chica.
Admitir esto en voz alta a un casi perfecto desconocido me hizo sentir bastante mal, pero bastó para complacerlo y que se sonriera en su lugar. Un par de minutos después, Addie volvió a salir. Se había arreglado el pelo y llevaba un bolso colgado de su brazo. Se veía hermosa. De verdad.
-¿Vamos? –me preguntó.
Asentí. Se despidió de su padre con un beso en la mejilla y nos fuimos, ya que el hombre ni siquiera le prestó atención al gesto que le hice.
-Lo siento –musitó, varias cuadras después-. No te esperaba hasta más tarde, así que no estaba pendiente de ser yo quien abriera.
-No te preocupes, ya estoy aquí –le dije, con una sonrisa. Tenerla a mi lado bastaba para olvidar lo mal que me había hecho sentir ese hombre. Guiado por un impulso, le di un beso en la mejilla.
-Hola.
Un leve rubor cubrió sus mejillas. Me sonreí.
-Hola –respondió, también sonriendo-. Bueno, ¿te llevo a desayunar?
-Sí, por favor. Comería lo que sea.
Addie rió y me indicó que doblara en la esquina a la que habíamos llegado.
-Y… ¿Por qué tuvieron que escapar de donde estaban?
Tras soltar una carcajada al recordar, pasé a contarle todo, tras lo que ella me contó de la aventura que tuvo con una amiga para encontrar un tatuador decente.
-Era bastante bueno, algún día me haré una rosa aquí –comentó, señalando su brazo izquierdo, justo debajo del hombro-, lo que me recuerda… ¡Muéstrame tu tatuaje!
Sonriendo, detuve mi andar, me saqué el polerón que llevaba y le mostré el tatuaje. Ella lo miró detenidamente y, de un modo un tanto tímido, me lo tocó, suavemente. Ya había sanado, pero aún picaba levemente, y sentí un cosquilleo físico además del psicológico que siempre sentía cuando Addie me tocaba… O hablaba.
En fin, llegamos a un pequeño café, y Addie me guió a una de las mesas más alejadas, bastante cerca de un parlante, mas no lo suficiente como para que la música interrumpiera la conversación. Me sonreí.
-Eres como yo cuando voy a la cafetería donde mi madre trabaja –comenté-, sólo que, además, yo intento estar lo más lejos de la barra posible.
-¿Por qué? –preguntó ella, risueña. Yo igual sonreía. Era imposible no estar feliz teniéndola a mi lado, de verdad.
-Bueno, cuando estaba con Jesus, al principio era para que no nos descubriera y luego para que no darme cuenta de las miradas de asco que lanzaba… Y cuando estaba con Sarah, era para que no se diera cuenta que había vuelto a ser novio de mi hermanastra –me expliqué. Tardé un poco en percatarme que la había mencionado, pero me dio igual. Addie pareció notar esto.
Antes de que ninguno de los dos se le ocurriera algo qué decir, una camarera se acercó a nuestra mesa, a entregarnos los menús. Ambos pedimos hot cakes y café y nos quedamos en silencio, frente a frente, mirándonos y, al menos en mi caso, escuchando la radio.
The Replacements! –exclamé, repentinamente más feliz aún.
-¿Así se llaman? –preguntó Addie.
Abrí mucho los ojos.
-¿No los conoces? –Ella negó.- ¿Eres de Minnesota y no conoces a The Replacements?
-No, lo siento –se disculpó, mas aún sonriente-. ¿Debería?
-¿Deberías? ¡Por supuesto! Son uno de los mejores grupos del mundo, ¿cómo no los conoces? ¡Bastards of Young es un himno de todo adolescente o joven adulto, o adulto con un gran niño interno!
Addie rió, levemente.
-A veces olvido cuánto amas la música –comentó.
Torcí una sonrisa.
-No soy del tipo de gente con el que sueles juntarte, ¿no?
Ella negó.
-Steve es el de los amigos músicos, skaters y demás… Yo sólo me junto con gente… ¿Cuál es la palabra?
-Normal –respondí yo.
-¿Acaso te estás diciendo anormal?
Me sonreí.
-Por supuesto. Lo que corresponde a la definición de “normal” es lo que corresponde a la definición de “mayoría”, y yo, definitivamente, no soy de la mayoría… -La camarera llegó a entregarnos lo que habíamos ordenado. Apenas se fue, continué:- Soy músico, no un tipo normal que quiere estudiar para tener un trabajo aburrido que le dé dinero fácilmente. Me gusta el punk y el rock, en vez del pop y… ¿Cómo se llamaba esto que se está poniendo de moda…? Ah, el Grunge. Soy bisexual, y no me molesta admitirlo, mientras que el resto del mundo se niega a hacerlo… ¿Cómo quieres que me clasifique de normal?
La única palabra que se me ocurría para describir la expresión que tenía Addie en su rostro en ese momento, era asombro. Tardó un poco en decirme:
-Según tu descripción, yo sería parte de los normales. ¿Acaso no te molesta estar con alguien tan aburrida como yo? –Se sonrosó, repentinamente, tras lo que farfulló:- ¿Acaso eres capaz de sentir algo por alguien así?
Se me aceleró el pulso.
-Claro que sí –respondí sin pensar-. Y no creo que seas tan normal como crees.
-¿Ah, no?
-Bueno, estás aquí, conmigo… Y tu hermano es Steve.
Se rió. Yo igual lo hice.
Tras terminar nuestro desayuno con una conversación más liviana (creo que tenía que ver con los grupos que sí teníamos en común), salimos del café y Addie me llevó a recorrer el centro de la ciudad, para terminar en una plaza, no sin antes comprar comida china para llevar en una tienda que encontramos en el camino. Tras almorzar, finalmente, le pasé el disco que le había prometido, y continuamos conversando.
-Hace un rato dijiste que tú admites ser bisexual y que el resto lo niega –comentó ella, varias horas después. Seguíamos en la plaza y hasta nos habíamos tomado fotos, lo cual fue bastante divertido-. Explícate.
Sonreí.
-Mi teoría es que todos nacemos bisexuales… Es decir… Todo el mundo puede mirar a alguien del mismo sexo y decir si es lindo o linda o no. La sociedad nos dice que es tabú, por lo que, cada vez que alguien ve a alguien del mismo sexo y lo encuentra atractivo, se dice que está mal y deja de pensar de eso y se convence que es una inmoralidad –me expliqué. Me reí, repentinamente-. ¿Sabes? Hoy he hablado más de lo que he hablado en meses.
-Lo mismo digo, y eso que, al parecer, hablo más que tú.
-¿A qué te refieres?
-Bueno, tú dejaste salir todos tus problemas en nuestra primera conversación, y apenas sí sabías mi nombre. Eso quiere decir que estabas desesperado por hablar con alguien.
-O simplemente quiere decir que soy una persona que quiere dejar en claro quién es antes de iniciar una conversación. Tú eres bastante misteriosa, ya que estamos. Hemos hablado de todo, pero no has sido capaz de hablarme de tus relaciones.
Suspiró.
-Casi lo logré, ¿no?
Me sonreí.
-Estoy pensando algo inteligente qué decir antes de preguntártelo desde el almuerzo –admití. Soltó una risa-. Parece que tú no te ríes lo suficiente.
-Es un problema de la gente normal: Todos son aburridos.
-Por eso todos mis amigos son unos raros… En fin, ¿cómo es tu vida amorosa?
Se puso de pié. La imité.
-Tengo peor suerte que tú, aunque parece que sufro menos por ello. Lo más que he durado en una relación es siete meses.
Abrí mucho los ojos.
-¿Siete meses? Wow.
-¿Qué? A ver, ¿cuánto han durado tus relaciones?
Torcí una mueca, pensativo.
-La primera vez con Sarah duró cuatro meses, con Jesus duré poco menos de seis meses y la segunda vez con Sarah duré un año y… ¿nueve meses? Sí, nueve meses.
Addie abrió los ojos.
-Mi padre te habrá dicho niño, pero eres cualquier cosa menos uno –comentó.
-Lo dices por decir –murmuré.
-No, lo digo en serio. Eres más maduro de lo que aparentas.
Reí, levemente.
-¿Puedes decírselo a todos mis conocidos?
Estábamos cerca. Bastante cerca. Tímidamente, le tomé la mano.
-¿Por qué, por qué quiero besarte? –susurró ella, tras varios minutos mirándonos fijamente en silencio.
Se acercó un poco más a mí, sin dejar de mirarme directamente a los ojos.
-Tus ojos son hermosos –comenté.
-Son castaños. Los tuyos son verdes, son más lindos.
Negué.
-Los tuyos son cálidos, como el chocolate. Los míos son fríos como un trozo de malaquita –musité.
-Eso no tiene ningún sentido.
Me incliné…
-¡BILLIE JOE! –exclamó alguien, a quien reconocí cómo Aaron.
De un salto, nos separamos. Recién ahí me di cuenta que era bastante tarde y que no le había dicho nada a nadie, y que tenía que tocar un concierto ese mismo día. A regañadientes, me separé, intentando no demostrar lo mucho que quería golpear mi cabeza con la pared… O, mejor dicho, la cabeza de Aaron.
-¡Aquí estoy!
Volví a mirar a Addie, quien negó.
-Pasó el momento.
-Lo sé.
Aún así, me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla, sacándole una sonrisa.
-¿Vienes al show?
Negó.
-Creo que lo mejor es irme a casa. Mi padre va a matarme.
Sentí un nudo en la garganta.
-Me voy hoy.
Se mordió el labio inferior.
-Lo sé.
Sentía los pasos de Aaron acercándose desde el otro lado de la plaza, la cual estaba lo suficientemente vacía y silenciosa como para que se distinguieran todos los sonidos.
-Llámame todas las veces que puedas, ¿sí? –susurró ella.
Vi una pequeña lágrima escapándose de su ojo izquierdo.
-Lo haré.
Me acerqué a ella, pero ella retrocedió.
-Yo… Nunca he estado envuelta en una relación que me haya hecho sufrir… No quiero empezar ahora –musitó.
Torcí una mueca.
-¿Acaso no valgo la pena el riesgo?
Me miró.
-Sí, lo vales… Vales mucho más que eso… Pero aún… –Suspiró.- Adiós, Billie.
También suspiré.
-Adiós, Eighty.
Se me acercó, me dio un beso en la mejilla y se fue, al mismo tiempo que Aaron, finalmente, llegaba hasta donde estaba. Me dijo algo de que no podía desaparecer así como así, y que el show empezaría luego, pero no le puse mucha atención. La verdad, no le puse ninguna atención.
El show empezó y, antes de que me diera cuenta, había terminado, y Mike, Sean, John y yo nos encontrábamos en la van, listos para irnos.
-¿Dónde mierda está Aaron? –preguntaba Sean.
-Insisto en que deberían inventar teléfonos portátiles, y que sean portátiles de verdad, no como esas maletas que están saliendo ahora –comentó Mike.
No dije nada. Seguía pensando en lo cerca que había estado de besar Adrienne.
-Que se joda Aaron, quiero llegar a Washington lo más pronto posible –masculló Sean, encendiendo el motor-. Alguien cierre la puerta.
Al estar más cerca de la puerta que los demás, yo acaté la orden y, sin más, Sean echó a andar la van, dejando rápidamente atrás la ciudad y el estado, repitiendo las palabras de Addie en mi mente una y otra vez.
Pero, sí debía ser sincero conmigo mismo, no me molestaba el hecho de que me tuviera en un estado mental totalmente esquizofrénico. Me gustaba lo suficiente como para que no me importara. Y ella había dicho que yo sí valía la pena… Y mucho. No me importaba que siguiera llevando mis sentimientos a un nivel que hacía tiempo no experimentaba, ya que, al parecer, estaba lo suficientemente ido como para continuar así. De hecho, si recreaba todo lo vivido durante el día, lo disfrutaba. Sí sé que esto puede sonar muy incoherente para cualquiera que no haya pasado por algo similar, pero no me interesa. Lo único que tenía claro era una cosa: Quería seguir sintiéndome así y quería que fuera ella quien me hiciera sentir así. Quería llegar, en algún momento, a amarla, y que ella me amara de vuelta. Quería tener una relación seria con Eighty… Mi Eighty, ya que era el único que le decía así.
Sarah estaba más que superada.

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