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Todo lo que hace cuestiona mi salud mental. Me hace perder el control,
ya no puedo confiar en mí mismo. Si alguien puede oírme, bofetéeme algo de
cordura, pero volteas tu cabeza y termino hablando solo. La ansiedad me tiene
al límite y frustrado, así que pierdo mi cabeza o la golpeo contra la pared. A
veces me pregunto si debería ser dejado solo y ser encerrado en un cuarto
acolchado. Me sentaría y vomitaría mis entrañas al mismo aire… Nadie quiere oír
a un borracho tonto.
Eran las nueve de la mañana del
tres de agosto. Acababa de despertar y me encontraba más que ansioso en la van,
que avanzaba rápidamente por la carretera; nos habíamos quedado en la casa de
un sujeto que salió, nos dejó solos, y volvió al par de horas con una puta y
empezaron a tener relaciones en el mismo living en el que nos encontrábamos
todos. Bueno, no alcanzamos a verlos teniendo sexo, ya que salimos corriendo
antes de eso… Pero era obvio que eso hicieron cuando cerramos la puerta, y
empezamos a oír cosas, que preferiría no haber oído nunca. El punto es que
salimos arrancando y, tras dormir un rato en la van unas cuantas cuadras más
allá, Sean comenzó a conducir en dirección a Minneapolis.
-¿Por qué tan ansioso?
Me sobresalté. No había notado
que Mike estaba despierto ni, mucho menos, sentado a mi lado.
-Por nada, por nada –mentí.
-¿Entonces por nada me has andado
pidiendo monedas de veinticinco centavos toda la semana? –Se sonrió,
pícaramente.- ¿Con quién estás hablando tanto por teléfono?
Me sonrojé, rápidamente.
-¿Por qué asumes tan rápidamente
que es para llamar por teléfono? –farfullé, intentando encontrar una forma de
escaparme de esto.
-Porque te seguí un día. ¿Quién
es Eighty?
El rubor de mis mejillas debió
haber aumentado más que nunca. Me tomé mi tiempo para responder:
-¿Recuerdas la hermana de Steve?
Mike abrió mucho los ojos.
-¡SABÍA QUE PASABA ALGO ENTRE TÚ
Y ADDIE!
-¡SHH! No despiertes a John y a
Aaron, por favor… Y no quiero que Sean sepa tampoco…
-Lo siento…
Silencio.
-¿Y? ¿Son pareja o algo?
Negué.
-Sólo amigos por teléfono… No
importa cuántas drogas nuevas pruebes en el camino, deberías recordar que la he
visto una vez, ¿sabes? –bromeé.
-No he probado tantas como
pareces creer… Aunque cómo lo sabrías, si te la pasas pensando en cualquier
cosa… ¡Oh, por Dios, te la pasas pensando en ella!
¿Mencioné que estaba rojo como un
tomate?
-Cállate, que ya estoy nervioso
así no más.
-¿Por qué tanto?
-Porque pasaré el día entero con
ella –musité.
Mike chifló. Tenía unas ganas de
pegarle…
-Billie y Addie, sentados en un
árbol, A-B-C…
Lo empujé.
-¡Cállate! –murmuré, cruzándome
de brazos, causando que mi amigo riera más aún- En serio, voy a tener un ataque
de ansiedad en cualquier momento…
-No, no lo tendrás. Vas a estar
nervioso, pero apenas la veas, vas a recordar lo mucho que querías verla y
serás feliz como una lombriz.
Suspiré.
-Tristemente, tienes razón… Ya,
tráeme un trozo de pan, que estoy invitado a desayunar, pero falta mucho para
eso.
Supe al instante que Mike quería
burlarse de mí, así que le agradecí mentalmente le hecho que se contuviera. Lo
último que me faltaba era enojarme con mi mejor amigo el día que vería a
Adrienne nuevamente.
Entre ambos nos comimos un pan y
tomamos agua. Nuestros estómagos estaban en mejores condiciones que al comienzo
de la gira, pero todos sabíamos que bastaría con un tazón de café en polvo para
irnos por el baño durante horas.
En fin, tras unos veinte minutos
más de viaje, llegamos a Minneapolis. Aaron y Sean querían ir a ver si Steve y
sus amigos habían armado al fin la pista de skate, mientras que John aún dormía
y Mike… Mike me empujaba hacia la salida de la van, ya que yo era incapaz de
pararme.
-Todo va a ir bien.
Y sintiendo que en cualquier
momento me iba a caer o algo, asentí y empecé a caminar a la casa de Adrienne,
tomándome mi tiempo, perdiéndome un par de veces y demás. Pero, antes de lo
necesario para calmar mis nervios, me encontré frente a la casa de los… Reí al
darme cuenta que ni siquiera sabía su apellido. En fin, caminé hasta la puerta
y, respirando profundamente, toqué el timbre.
Casi maldije en voz alta al ver
que quien me abrió era un hombre mayor: Probablemente, su padre.
-¿Sí? –me preguntó, mirándome de
pies a cabeza- ¿Eres amigo de mi hijo?
Negué, lentamente, muy nervioso.
-¿Está Addie? –pregunté, en un
hilo de voz.
El sujeto abrió mucho los ojos,
sorprendido, tras lo que asintió, de un modo muy similar al que había negado.
-¡Adrienne! ¡Un niño te busca!
¿Niño?
Me pareció escuchar cómo un plato
caía al suelo y se rompía, pero no podía estar seguro de que fuera así. De lo
que sí podía estar seguro era que, a los pocos segundos, escuché apresurados
pasos acercándose a la puerta, pasos que resultaron ser los de Addie, quien se
paró junto a su padre.
-¡Billie! Creí que llegarías más
tarde.
Torcí una mueca.
-Al final tuvimos que escaparnos
de dónde estábamos pasando la noche… Es una larga historia, te la cuento más
tarde.
Ella rió, levemente, causando que
me estremeciera… Pero no se sintió mal. Al contrario. Era como si una especie
de calor se expandiera por todo mi cuerpo. Me sonreí.
-Espera aquí, voy a buscar mi
bolso y vamos.
-¿A dónde van, si puedo saberlo,
jovencita?
Había bastado con verla para
olvidar que su padre estaba ahí, pero su pregunta me lo había recordado.
-Oh, cierto… Papá, él es Billie,
es de California, y está de gira con su grupo, y yo me ofrecí a mostrarle la
ciudad. Bueno, vengo enseguida…
Sin más, Addie volvió a entrar,
dejándonos a mí y al hombre solos.
-¿Quieres acostarte con mi hija?
Abrí mucho los ojos.
-¿Qué? ¡No! ¡No, nada de eso!
Era verdad. Lo que quería con
ella era una relación más que carnal. Quería simplemente estar a su lado,
abrazarla, tomarle la mano y besarla… Pero pasar a algo más que eso no se me
había cruzado por la cabeza, y no me interesaba mayormente de momento.
-¿Entonces no tienes una chica en
cada ciudad?
-¡No! Y… Y ella no es mi chica.
Admitir esto en voz alta a un
casi perfecto desconocido me hizo sentir bastante mal, pero bastó para
complacerlo y que se sonriera en su lugar. Un par de minutos después, Addie
volvió a salir. Se había arreglado el pelo y llevaba un bolso colgado de su
brazo. Se veía hermosa. De verdad.
-¿Vamos? –me preguntó.
Asentí. Se despidió de su padre
con un beso en la mejilla y nos fuimos, ya que el hombre ni siquiera le prestó
atención al gesto que le hice.
-Lo siento –musitó, varias
cuadras después-. No te esperaba hasta más tarde, así que no estaba pendiente
de ser yo quien abriera.
-No te preocupes, ya estoy aquí
–le dije, con una sonrisa. Tenerla a mi lado bastaba para olvidar lo mal que me
había hecho sentir ese hombre. Guiado por un impulso, le di un beso en la
mejilla.
-Hola.
Un leve rubor cubrió sus
mejillas. Me sonreí.
-Hola –respondió, también
sonriendo-. Bueno, ¿te llevo a desayunar?
-Sí, por favor. Comería lo que
sea.
Addie rió y me indicó que doblara
en la esquina a la que habíamos llegado.
-Y… ¿Por qué tuvieron que escapar
de donde estaban?
Tras soltar una carcajada al
recordar, pasé a contarle todo, tras lo que ella me contó de la aventura que
tuvo con una amiga para encontrar un tatuador decente.
-Era bastante bueno, algún día me
haré una rosa aquí –comentó, señalando su brazo izquierdo, justo debajo del
hombro-, lo que me recuerda… ¡Muéstrame tu tatuaje!
Sonriendo, detuve mi andar, me
saqué el polerón que llevaba y le mostré el tatuaje. Ella lo miró detenidamente
y, de un modo un tanto tímido, me lo tocó, suavemente. Ya había sanado, pero
aún picaba levemente, y sentí un cosquilleo físico además del psicológico que
siempre sentía cuando Addie me tocaba… O hablaba.
En fin, llegamos a un pequeño
café, y Addie me guió a una de las mesas más alejadas, bastante cerca de un
parlante, mas no lo suficiente como para que la música interrumpiera la
conversación. Me sonreí.
-Eres como yo cuando voy a la
cafetería donde mi madre trabaja –comenté-, sólo que, además, yo intento estar
lo más lejos de la barra posible.
-¿Por qué? –preguntó ella,
risueña. Yo igual sonreía. Era imposible no estar feliz teniéndola a mi lado,
de verdad.
-Bueno, cuando estaba con Jesus,
al principio era para que no nos descubriera y luego para que no darme cuenta
de las miradas de asco que lanzaba… Y cuando estaba con Sarah, era para que no
se diera cuenta que había vuelto a ser novio de mi hermanastra –me expliqué.
Tardé un poco en percatarme que la había mencionado, pero me dio igual. Addie pareció
notar esto.
Antes de que ninguno de los dos
se le ocurriera algo qué decir, una camarera se acercó a nuestra mesa, a
entregarnos los menús. Ambos pedimos hot cakes
y café y nos quedamos en silencio, frente a frente, mirándonos y, al menos
en mi caso, escuchando la radio.
-¡The Replacements! –exclamé, repentinamente más feliz aún.
-¿Así se llaman? –preguntó Addie.
Abrí mucho los ojos.
-¿No los conoces? –Ella negó.-
¿Eres de Minnesota y no conoces a The
Replacements?
-No, lo siento –se disculpó, mas
aún sonriente-. ¿Debería?
-¿Deberías? ¡Por supuesto! Son
uno de los mejores grupos del mundo, ¿cómo no los conoces? ¡Bastards of Young es un himno de todo
adolescente o joven adulto, o adulto con un gran niño interno!
Addie rió, levemente.
-A veces olvido cuánto amas la
música –comentó.
Torcí una sonrisa.
-No soy del tipo de gente con el
que sueles juntarte, ¿no?
Ella negó.
-Steve es el de los amigos
músicos, skaters y demás… Yo sólo me junto con gente… ¿Cuál es la palabra?
-Normal –respondí yo.
-¿Acaso te estás diciendo
anormal?
Me sonreí.
-Por supuesto. Lo que corresponde
a la definición de “normal” es lo que corresponde a la definición de “mayoría”,
y yo, definitivamente, no soy de la mayoría… -La camarera llegó a entregarnos
lo que habíamos ordenado. Apenas se fue, continué:- Soy músico, no un tipo
normal que quiere estudiar para tener un trabajo aburrido que le dé dinero
fácilmente. Me gusta el punk y el rock, en vez del pop y… ¿Cómo se llamaba esto
que se está poniendo de moda…? Ah, el Grunge. Soy bisexual, y no me molesta
admitirlo, mientras que el resto del mundo se niega a hacerlo… ¿Cómo quieres
que me clasifique de normal?
La única palabra que se me
ocurría para describir la expresión que tenía Addie en su rostro en ese
momento, era asombro. Tardó un poco en decirme:
-Según tu descripción, yo sería
parte de los normales. ¿Acaso no te molesta estar con alguien tan aburrida como
yo? –Se sonrosó, repentinamente, tras lo que farfulló:- ¿Acaso eres capaz de
sentir algo por alguien así?
Se me aceleró el pulso.
-Claro que sí –respondí sin
pensar-. Y no creo que seas tan normal como crees.
-¿Ah, no?
-Bueno, estás aquí, conmigo… Y tu
hermano es Steve.
Se rió. Yo igual lo hice.
Tras terminar nuestro desayuno
con una conversación más liviana (creo que tenía que ver con los grupos que sí
teníamos en común), salimos del café y Addie me llevó a recorrer el centro de
la ciudad, para terminar en una plaza, no sin antes comprar comida china para
llevar en una tienda que encontramos en el camino. Tras almorzar, finalmente,
le pasé el disco que le había prometido, y continuamos conversando.
-Hace un rato dijiste que tú
admites ser bisexual y que el resto lo niega –comentó ella, varias horas
después. Seguíamos en la plaza y hasta nos habíamos tomado fotos, lo cual fue
bastante divertido-. Explícate.
Sonreí.
-Mi teoría es que todos nacemos
bisexuales… Es decir… Todo el mundo puede mirar a alguien del mismo sexo y
decir si es lindo o linda o no. La sociedad nos dice que es tabú, por lo que,
cada vez que alguien ve a alguien del mismo sexo y lo encuentra atractivo, se
dice que está mal y deja de pensar de eso y se convence que es una inmoralidad
–me expliqué. Me reí, repentinamente-. ¿Sabes? Hoy he hablado más de lo que he
hablado en meses.
-Lo mismo digo, y eso que, al
parecer, hablo más que tú.
-¿A qué te refieres?
-Bueno, tú dejaste salir todos
tus problemas en nuestra primera conversación, y apenas sí sabías mi nombre.
Eso quiere decir que estabas desesperado por hablar con alguien.
-O simplemente quiere decir que
soy una persona que quiere dejar en claro quién es antes de iniciar una
conversación. Tú eres bastante misteriosa, ya que estamos. Hemos hablado de
todo, pero no has sido capaz de hablarme de tus relaciones.
Suspiró.
-Casi lo logré, ¿no?
Me sonreí.
-Estoy pensando algo inteligente
qué decir antes de preguntártelo desde el almuerzo –admití. Soltó una risa-.
Parece que tú no te ríes lo suficiente.
-Es un problema de la gente
normal: Todos son aburridos.
-Por eso todos mis amigos son
unos raros… En fin, ¿cómo es tu vida amorosa?
Se puso de pié. La imité.
-Tengo peor suerte que tú, aunque
parece que sufro menos por ello. Lo más que he durado en una relación es siete
meses.
Abrí mucho los ojos.
-¿Siete meses? Wow.
-¿Qué? A ver, ¿cuánto han durado tus relaciones?
Torcí una mueca, pensativo.
-La primera vez con Sarah duró
cuatro meses, con Jesus duré poco menos de seis meses y la segunda vez con
Sarah duré un año y… ¿nueve meses? Sí, nueve meses.
Addie abrió los ojos.
-Mi padre te habrá dicho niño,
pero eres cualquier cosa menos uno –comentó.
-Lo dices por decir –murmuré.
-No, lo digo en serio. Eres más
maduro de lo que aparentas.
Reí, levemente.
-¿Puedes decírselo a todos mis
conocidos?
Estábamos cerca. Bastante cerca.
Tímidamente, le tomé la mano.
-¿Por qué, por qué quiero besarte?
–susurró ella, tras varios minutos mirándonos fijamente en silencio.
Se acercó un poco más a mí, sin
dejar de mirarme directamente a los ojos.
-Tus ojos son hermosos –comenté.
-Son castaños. Los tuyos son
verdes, son más lindos.
Negué.
-Los tuyos son cálidos, como el
chocolate. Los míos son fríos como un trozo de malaquita –musité.
-Eso no tiene ningún sentido.
Me incliné…
-¡BILLIE JOE! –exclamó alguien, a
quien reconocí cómo Aaron.
De un salto, nos separamos.
Recién ahí me di cuenta que era bastante tarde y que no le había dicho nada a
nadie, y que tenía que tocar un concierto ese mismo día. A regañadientes, me
separé, intentando no demostrar lo mucho que quería golpear mi cabeza con la
pared… O, mejor dicho, la cabeza de Aaron.
-¡Aquí estoy!
Volví a mirar a Addie, quien
negó.
-Pasó el momento.
-Lo sé.
Aún así, me acerqué a ella y le
di un beso en la mejilla, sacándole una sonrisa.
-¿Vienes al show?
Negó.
-Creo que lo mejor es irme a
casa. Mi padre va a matarme.
Sentí un nudo en la garganta.
-Me voy hoy.
Se mordió el labio inferior.
-Lo sé.
Sentía los pasos de Aaron
acercándose desde el otro lado de la plaza, la cual estaba lo suficientemente
vacía y silenciosa como para que se distinguieran todos los sonidos.
-Llámame todas las veces que
puedas, ¿sí? –susurró ella.
Vi una pequeña lágrima
escapándose de su ojo izquierdo.
-Lo haré.
Me acerqué a ella, pero ella
retrocedió.
-Yo… Nunca he estado envuelta en una
relación que me haya hecho sufrir… No quiero empezar ahora –musitó.
Torcí una mueca.
-¿Acaso no valgo la pena el
riesgo?
Me miró.
-Sí, lo vales… Vales mucho más
que eso… Pero aún… –Suspiró.- Adiós, Billie.
También suspiré.
-Adiós, Eighty.
Se me acercó, me dio un beso en
la mejilla y se fue, al mismo tiempo que Aaron, finalmente, llegaba hasta donde
estaba. Me dijo algo de que no podía desaparecer así como así, y que el show
empezaría luego, pero no le puse mucha atención. La verdad, no le puse ninguna
atención.
El show empezó y, antes de que me
diera cuenta, había terminado, y Mike, Sean, John y yo nos encontrábamos en la
van, listos para irnos.
-¿Dónde mierda está Aaron?
–preguntaba Sean.
-Insisto en que deberían inventar
teléfonos portátiles, y que sean portátiles de verdad, no como esas maletas que
están saliendo ahora –comentó Mike.
No dije nada. Seguía pensando en
lo cerca que había estado de besar Adrienne.
-Que se joda Aaron, quiero llegar
a Washington lo más pronto posible –masculló Sean, encendiendo el motor-.
Alguien cierre la puerta.
Al estar más cerca de la puerta
que los demás, yo acaté la orden y, sin más, Sean echó a andar la van, dejando
rápidamente atrás la ciudad y el estado, repitiendo las palabras de Addie en mi
mente una y otra vez.
Pero, sí debía ser sincero
conmigo mismo, no me molestaba el hecho de que me tuviera en un estado mental
totalmente esquizofrénico. Me gustaba lo suficiente como para que no me
importara. Y ella había dicho que yo sí valía la pena… Y mucho. No me importaba
que siguiera llevando mis sentimientos a un nivel que hacía tiempo no
experimentaba, ya que, al parecer, estaba lo suficientemente ido como para
continuar así. De hecho, si recreaba todo lo vivido durante el día, lo
disfrutaba. Sí sé que esto puede sonar muy incoherente para cualquiera que no
haya pasado por algo similar, pero no me interesa. Lo único que tenía claro era
una cosa: Quería seguir sintiéndome así y quería que fuera ella quien me
hiciera sentir así. Quería llegar, en algún momento, a amarla, y que ella me
amara de vuelta. Quería tener una relación seria con Eighty… Mi Eighty, ya que era el único que le
decía así.
Sarah estaba más que superada.
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