Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, abril 22, 2012

Hold on - Capítulo 15: El amanecer de nuestras vidas.


-Sé que no estás durmiendo –susurró Juliet, a mi lado.
Me concentré lo más posible en mantener mi respiración lenta y pareja, al tiempo que sentía como alguien se sentaba a mi lado.
-Vamos, todos se durmieron, estoy aburrida.
Recién ahí abrí los ojos, percatándome, por primera vez, que la van estaba quieta. Había estado tan sumido en mis pensamientos, que ni siquiera había puesto atención a lo que ocurría en el interior del vehículo.
-¿Todos? –pregunté, sentándome, cuidando de no levantar la voz.
-Bueno, creo que Sean se desmayó por el dolor del tatuaje, pero, básicamente, es lo mismo –aclaró, aún susurrando.
Asentí, con una pequeña sonrisa. A mí, prácticamente, el brazo no me dolía.
-¿Cuánto llevo “durmiendo”?
Se encogió de hombros.
-Son casi las tres de la mañana, así que un buen rato. Encontramos un estacionamiento seguro y Aaron decidió que lo mejor sería descansar esta noche. Ahora está durmiendo por ahí con Sean.
Me sonreí, levemente.
-El día que alguno de los dos salga del clóset, me ganaré veinte dólares de parte de Mike –comenté.
Juliet rió, suavemente.

-¿En qué pensabas tanto rato que te mantuvo aislado, mas despierto?
Me encogí de hombros.
-En nada –musité. Técnicamente no mentía.
Aunque al parecer ella pareció seguir la misma línea de pensamientos que yo.
-¿En quién pensabas?
Suspiré.
-No quiero que ellos sepan –susurré-, y por muy pesado que tengan el sueño…
Su turno de suspirar, mas con una sonrisa.
-Paranoico de mierda. Salgamos entonces, porque algo me dice que quieres hablar al respecto hace un buen tiempo.
-No realmente… Incluso diría que al contrario… -Me miró con una clara molestia.- Ok, vamos.
Del modo más silencioso posible salimos de la van, para encontrarnos en un estacionamiento lleno de autos en condiciones mucho mejores que nuestra deteriorada van. Era obvio que, si alguien quisiera robar algo, se iría a esos autos y no a la cosa a punto de derrumbarse. Comprendí al instante porque Aaron había estacionado aquí.
-¿Cómo supiste que estaba despierto? –le pregunté, ya varios autos más allá de la van. Había una banca, en la cual me senté, para pararme de inmediato; estaba mojada.
Se encogió de hombros.
-Instinto. –Se sonrió.- Llevabas mucho rato quieto.
Silencio.
-¿Quieres que te cuente en qué pensaba, no? –Ella asintió.- De acuerdo, pero tú tienes que contarme el porqué te ves como si no durmieras y usaras muchas drogas.
Hizo una mueca.
-Ya te di mi razón: No sé lo que busco.
-Bueno, ahora te explayarás más.
Torció una mueca.
-Ok, pero tú tienes que hablar primero.
Suspiré y me senté en el piso del estacionamiento, que, pese a ser más incómodo, estaba seco. Ella me imitó.
-Hace poco más de una semana, estuvimos en Minnesota…
Y le conté todo lo que había pasado con Addie. Nuestra primera conversación, lo que había sentido al hablarle, al tomar su mano, al tenerla cerca, al sentir su mano en mi cabeza, al besarle la mejilla… Y todo lo que había pensado de ella en esos últimos días. Lo hermosa que era, lo bien que me había sentido al estar con ella y lo mucho que extrañaba su compañía, pese a haberla tenido por sólo unas cuantas horas.
-¿Y recién ahora te diste cuenta que sientes cosas por ella?
Hice una mueca.
-Llevo ignorando mis sentimientos desde marzo, porque así es menos doloroso, obviamente tardé en notar lo que sentía.
Las palabras salieron de mis labios antes que llegara a pensarlas, aunque, si lo analizaba, era totalmente cierto: Eso era lo que estaba haciendo.
-¿Y por qué? –me preguntó, extrañada.
Negué.
-No quiero hablar de eso.
Y, al contrario de todas las veces que había dicho eso, no me sentí ni triste ni deprimido de haberla perdido. Ella era lo de menos. De hecho, no me interesaba en ese instante. No eran sus ojos azules los que rondaban mi mente sin descanso, eran los castaños de Adrienne.
Juliet sólo se encogió de hombros, tras lo que dijo:
-Deberías verla, abrazarla, decirle que la quieres y besarla. –Reí, levemente.- ¿Qué tiene de gracioso?
-La vi una vez y he hablado por teléfono con ella una vez.
-Bueno, entonces la llamas mañana, apenas lleguemos a Arizona.
Negué.
-No tengo ninguna excusa para llamarla, le dije que lo haría cuando supiera cuándo vamos a Minnesota.
-¿Y aún no lo sabes?
Me sonrosé.
-Si le pregunto a Aaron, Mike escuchará, y me preguntará qué pasó con Addie, porque ya sospecha que hay algo en mi mente.
-¿Sabes? Hay algo muy raro, llamado contarles las cosas a tus amigos…
Negué.
-Lo que pasa es que, si le cuento todo a Mike, lo mío con Addie se sentiría más real, y, si no llega a ocurrir nada, sufriré más.
Una sonrisa curvó los labios de Juliet.
-¿Entonces no crees que ella valga la pena el riesgo que corres al poner tu corazón al descubierto?
Sin más, se puso de pié, de un modo bastante ágil, fluido y demás, tras lo que se alejó. Tardé un poco en ordenar mis pensamientos antes de seguirla, uniéndome a su caminata por el estacionamiento.
-Te toca hablar –musité, tras unos silenciosos minutos de caminata.
Torció una mueca.
-¿Qué quieres saber?
-¿Cuál es tu problema?
Suspiró.
-Hace mucho tiempo que me di cuenta que no sabía que quería de mi vida. Estudiar o no estudiar. Ser famosa en algo o ser nadie… Tener un novio deportista o músico, intelectual o normal, drogadicto o religioso… Así que me dediqué a buscar lo que quería y… No sabía que…
Detuvo su andar. Al parecer, no lograba encontrar las palabras que quería. También me detuve.
-Que iba a ser tan difícil –concluí yo.
Repentinamente, ella se echó a llorar. Me quedé en silencio por un rato, sin saber qué decir o cómo actuar, contemplándola. Al final, atiné a abrazarla, esperando que se calmara. En cuanto sus sollozos cesaron, dirigí mi mirada al este y dije:
-Mírame… -No lo hizo. Suspiró.- Quizás no sea lo más perfecto que haya, y es más que probable que esté loco, pero se me ocurre algo que puede animarte.
Lentamente, alzó su mirada, para mostrarme lo mucho que sus ojos miel brillaban por las lágrimas. Con una sonrisa, la giré, para que viera como el sol salía.
-El amanecer del resto de nuestras vidas –musité, con una idea en mente. Ella se volvió a voltear hacia mí, ahora mirándome sin comprender-. A partir de hoy, ambos haremos hasta lo imposible para ser felices, ¿ok?
Juliet se sonrió.
-De acuerdo… Y, si no cumplimos, nos caerá una vaca voladora encima.
-¿Y así perderé la dignidad que me queda? –inquirí, irónicamente.
Ambos reímos.
-Tus ojos parecen malaquita –comentó ella, varios minutos después, los cuales habíamos pasado viendo el amanecer.
-¿Malaquita?
Nunca había escuchado esa palabra, por lo que me extrañó verla sacándose un collar y mostrándome una pequeña joya de color verde.
-Es una piedra.
-Ah…
Sin más, nos sentamos en el pavimento, a observar cómo el sol se alzaba por completo en… donde fuera que estuviéramos.
Mucho rato después, un bocinazo sonó a la distancia, bocinazo que reconocí como el de la van. Claramente, los demás se habían percatado de nuestra ausencia y se estaban preocupando. Sin más, nos paramos del suelo en el que estábamos y nos devolvimos al vehículo, donde no nos dignamos a dar explicaciones a nadie y nos limitamos a desayunar como si hubiésemos estado ahí todo el tiempo.
No tardamos nada en llegar al corazón de Arkansas, lugar en el que tendríamos un show en la noche… Y lugar en el que nos separábamos de Juliet, quien se despidió de todos con un abrazo. Tuve que contener la risa al ver la cara de envidia que puso John al ver cómo Juliet, además de abrazarme, me daba un beso en la mejilla y me pasaba un trozo de papel.
-Si alguna vez pasas por estos lados, anda a verme. Quizás ya no esté ahí, pero mis padres sabrán donde estoy.
Asentí.
Quería agradecerle por ayudarme a ordenar mis ideas, y por permitirme entrar a su complicado mundo, pero me vi interrumpido.
-¡Hey, la pequeña Razorback volvió!
Juliet se sonrió.
-Adiós –musitó.
Y, antes de que alcanzase a decir nada más, se alejó a nosotros, a paso rápido, en dirección a la persona que la había llamado. Al no tener ganas de hacer nada, entré a la van.
-¿Y qué pasó con ella anoche? –me preguntó Mike, siguiéndome. Los demás seguían afuera.
-Hablamos –respondí, honestamente-. Nada más.
Mike alzó una ceja.
-¿Lo dices en serio o simplemente quieres tapar el tema, como lo hiciste con esa Adrienne?
Me sonreí.
-No, ahora lo digo en serio. Ahora, no dormí nada anoche, así que…
-Ya, te dejaré dormir. Sólo quería decirte que Aaron dice que iremos de nuevo a Minnesota el tres de agosto.
Me detuve a mitad de camino de mi “cama”.
-¿De verdad? –pregunté, volteándome hacia Mike, quien asintió-. ¿Tienes muchas monedas de veinticinco centavos que me prestes?
Y, tras recibir sus monedas, salí corriendo de la van, sin darle ninguna explicación, concentrándome en el camino para no perderme en mi búsqueda de un teléfono público, que encontré a unas cuantas cuadras de ahí. Metí una moneda y marqué el número (¿mencioné que lo había memorizado hacía un par de días?) y esperé.
-¿Aló?
Era una voz masculina.
-¿Steve?
-Sí, quién habla.
-Billie Joe… El de la banda que te salvó la vida.
-¡Ah, Billie! ¿Cómo conseguiste el número?
Hice una mueca.
-La verdad que quiero hablar con tu hermana.
Hubo una pausa, un tanto incómoda…
-Oh, de acuerdo. ¡Addie, teléfono!
Tras unos momentos de silencio, escuché cómo Steve le pasaba el teléfono a alguien más.
-¿Sí?
-¿Eighty?
Y, al igual que la vez anterior, su voz irradiaba alegría al decir:
-¡Billie!
-¿Cómo estás?
-Adormilada. Ahora sí me despertaste.
-Ups… Mejor cuelgo…
Y, tal como sabía que haría, dijo:
-¡No! Ya, me siento más despierta, hablemos. ¿Cómo estás tú?
Me sonreí.
-Cansado. No dormí anoche.
-Wow, ¿por qué?
-Me quedé hablando con una tipa que trajimos hasta acá. –Silencio. Muy largo. Me sonreí.- ¿Estás celosa?
-¿Qué? No, ¿por qué habría de estarlo?
-Por nada, por eso te preguntaba –le dije, conteniendo la risa-. Simplemente hablamos de la vida. En fin, quería decirte que vamos a Minnesota el tres de agosto.
Silencio… Y luego.
-¿De verdad?
-Yep. –Sin pensar, añadí:- Y, si quieres, soy todo tuyo por ese día, antes del concierto.
Pausa. Tuve que insertar otra moneda.
-¡Claro que quiero! ¿Dónde nos juntamos, a qué hora llegas?
Me sonreí. Quería verme. Realmente quería verme.
-No sé. Pero te paso a buscar a tu casa, ¿ok?
-Ok.
Hablamos hasta que las monedas se nos acabaron. Y, por primera vez en mucho tiempo, podía decir que era verdadera y totalmente feliz.

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