DATO CURIOSO: Este capítulo estaba a punto de ser terminado a las 3:30 del 27 de febrero del 2010. Como era tarde, le pedí a la Ale que me hiciera la foto mientras terminaba de escribirlo. Recuerdo que estábamos teniendo una discusión tonta (de esas discusiones que no son para nada serias xD), cuando se puso a temblar. El temblor se convirtió en terremoto y cagó luz, cagó internet, cagó el contacto con el mundo y, por ende, cagó la subida del cap, el cual recién pudo ser subido el jueves/viernes de esa semana.
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Todo nuestro equipaje ya estaba
en el interior de la van, desde las mochilas, los discos para vender y varias
revistas, hasta la guitarra, el bajo y la batería. Sean, un sujeto que quería
recorrer y era conocido nuestro, ya se encontraba en el asiento de conductor,
mientras que Mike, John y Aaron, de la zine CometBus (quien nos acompañaba para
trazar un mapa de nuestra gira, con todas las anécdotas que viviéramos
incluidas) se acomodaban en el resto de la van. Lo único que faltaba era… Yo.
-Mamá, suéltame, si volveré antes
de que me extrañes de verdad –le aseguraba a mi madre-. Se van a ir sin mí…
-Sabes que no pueden irse sin ti
–farfullaba, sin soltarme,
-Aún así –murmuré, forcejeando,
para que me librara de una vez-, es mejor que salgamos rápido, si queremos
llegar al Readwood Summer festival a tiempo.
Mi madre suspiró y, tras darme un
beso en cada mejilla (sabía que sería el objeto de burlas de Mike y John apenas
subiera a la van), me soltó.
-Cuídate, ¿sí?
-Lo haré…
-Llama cuando puedas…
-De acuerdo…
-… y conoce alguna chica linda.
Me sonreí.
-Veré qué puedo hacer al
respecto.
Me acerqué, le di un beso en la
mejilla, un corto abrazo y me alejé de ella, rápidamente, para subir a la van,
sin voltearme. Me sorprendí al darme cuenta que ninguno de los presentes se
veía capaz de molestarme… Era como si ellos hubiesen pasado por lo mismo, o
como si me entendieran y se arrepentían de no haber hecho lo mismo. Me sonreí,
levemente, y me dirigí al que, decidí, sería mi rincón de ahí en adelante.
Durante la gira, pasaron muchas
cosas. Demasiadas. Nombrarlas todas sería un desperdicio de papel, tiempo y
neuronas, por lo que me limitaré a narrar lo relevante y mencionar rápidamente
lo demás.
Llegamos justo a tiempo al
festival que le había mencionado a mi madre. Una vez que acabó, la gente que
nos había “invitado” nos ofreció un lugar en su casa para quedarnos. Se los
agradecimos un millón de veces y acabamos todos por dormir en un colchón de dos
plazas en el piso. Mucho mejor que dormir en la van, pero las patadas de Mike
hicieron que tanto yo como Sean (quien dormía a su otro lado) nos preguntáramos
si realmente había sido una buena idea.
Nuestra siguiente parada fue en
una ciudad de Oregon, donde la audiencia estaba conformada, únicamente, por
parientes de John. Los demás tuvimos que contener la risa al oír los típicos
“qué grande estás”, “arregla tu pelo” y “la última vez que te vi, eras de este
porte”. Nos quedamos ahí dos días, tras lo que avanzamos al estado de
Washington, donde dejamos varias cosas en la casa de un amigo de Sean, ya que
no queríamos tener que pagar extra en la aduana. Íbamos a ir a Canadá y era la
primera vez que Mike y yo salíamos del país, por lo que estábamos bastante
emocionados. La verdad que no era nada del otro mundo, ya que era prácticamente
igual que lo que acabábamos de dejar, mas igual era algo digno de mención. Aunque,
para ser honestos, la única diferencia fue que el cereal era de otra marca a la
hora de desayunar en la casa que nos quedamos.
En fin, tras un par de shows en
Canadá, nos devolvimos a buscar lo que habíamos dejado con los amigos de Sean y
seguimos avanzando por el norte del país, hacia el Este. Entre las cosas buenas
se encontraban todas las personas simpáticas que habíamos conocido y todos los
discos que habíamos vendido, dándonos a entender que estábamos volviéndonos más
conocidos. Entre lo malo estaba el habernos perdido una fiesta a la que John y
Mike querían ir, haber terminado con muchísimas picaduras de mosquito (el
récord se lo llevó Aaron, con 35 picadas) y haber sido llevado al hospital por
una alergia con una planta (no diré dónde fue)… Además de sufrir de los efectos
de llevar un buen tiempo comiendo basura y tomando café del malo. De hecho,
nuestros estómagos se encontraban en tan malas condiciones, que ni siquiera nos
molestábamos en disimularlo entre nosotros, y habíamos creado un “código
bonito” pare decir “mi mierda me está asustando, quizás deberíamos ir al
doctor”. Ese código eran dos palabras: Liquid Dookie.
En fin, les dije que les contaría
lo importante, y ustedes se preguntarán qué es lo importante para mí. Bueno,
bastante simple: La gente. En esta gira, conocí a dos personas muy especiales,
y creo que esto ya fue introducción suficiente para comenzar a contar cómo
conocí a la primera.
Nos encontrábamos en algún lugar
cercano a Wisconsin, según los cálculos sacados por Mike durante la noche,
cuando ninguno de los dos podía dormir. Comenzaba a arrepentirme de no haber
aprendido mejor geografía, pero ya no había nada que hacerle. Acababa de
despertar y pude ver que todos los demás ya estaban en pié y que la van estaba
estacionada en alguna parte del camino.
-¿Dónde está Mike? –pregunté,
estirándome, y dirigiéndome hacia el exterior.
-Fue a buscar café –respondió
Sean-. Al se tomó el resto y lleva una hora en el baño de allá…
Señaló a uno de esos típicos
baños de construcción. Hice una mueca.
-¿Qué hora es?
Aaron revisó su reloj de pulsera.
-Once y treinta. Apenas vuelva
Mike entraremos a Minneapolis, donde tienen un show en un club, o eso fue lo
que dijeron…
Asentí. Solté un bostezo y volví
a estirarme.
-Voy a comer algo –murmuré,
devolviéndome al interior de la van. Sabía que había un pan un tanto añejo, mas
era pan al fin. Realmente extrañaba la comida de verdad. De hecho, hasta un par
de huevos serían considerados geniales en estas condiciones.
En fin, a eso de mediodía, Mike
volvió.
-¿Lo encontraste? –le pregunté.
-¿Eh?
Me extrañé al encontrarlo tan
confundido. ¿Le habría pasado algo?
-El café… ¿Lo encontraste?
–repetí, intentando no demostrar lo preocupado que me tenía.
-Ah… Nope, en ninguna parte
–musitó, rascándose la cabeza.
Sin decir nada más, se fue a su
rincón del bus, donde cerró las cortinas que lo separaban del resto. No le di
mucha importancia a lo raro de su comportamiento. Después de todo, sin café,
Mike no funcionaba bien y se comportaba de un modo bastante inusual… Como
ahora.
-Ya, Billie, te toca conducir
–murmuró Sean, bostezando-. Me tocó hacerlo toda la noche…
-Pero lo haces tan bien…
Alzó una ceja.
-No me interesa cuál es tu excusa
de hoy, te toca conducir, ¿ok?
Suspiré.
-De acuerdo –murmuré.
A lo largo de la gira, me las
había arreglado para conducir lo menos posible. No era que me diera miedo,
simplemente prefería gastar mi tiempo pensando, componiendo mentalmente o
durmiendo. Conducir requería de mucha concentración, y me impedía ordenar las
ideas para las canciones que hacía tanto rondaban mi cabeza, mas no lograba
escribir.
Como sea, sin otra opción,
encendí el motor y conduje hasta la ciudad que quedaba a una hora de distancia;
Mike simplemente había ido a un pequeño pueblito cercano.
Al llegar, lo primero que hicimos
fue ir a un restaurante de comida rápida, donde todos pedimos hamburguesas (la
mía de soya, me sorprendí al encontrarla en el menú) y una gran fuente de papas
fritas para compartir. No teníamos el dinero suficiente para ir a un
restaurante decente y comer algo decente. Estaba considerando, seriamente,
pasar a las casas de cada uno de mis familiares en Oklahoma, sólo para poder
tener comida de verdad por primera vez en semanas.
-Pudimos haber pedido un
panqueque o algo más decente –comentaba John.
-¿Acaso Al Sobrante extraña la
comida de su mami? –preguntó Sean, burlonamente.
-No, pero mis intestinos sí
–musitó, mientras todos los demás reíamos, aunque yo sabía que Mike extrañaba
la comida de mi madre, y bastante, quizás más de lo que extrañaba cocinar sus
famosas omelettes… O waffles… Si había algo que todas las casas en las que nos
habíamos quedado tenían en común, era que ninguna tenía ni huevos ni
ingredientes para un desayuno decente. Siempre había tocino, y, al seguir
siendo vegetariano, vivía comiendo pan.
-¿Qué teníamos que hacer hoy?
–preguntó Mike, sacándome de mis cavilaciones y recordándome que se suponía que
comía. Volví a mi hamburguesa, tras sacar un par de papas de la fuente que
descansaba al centro de la mesa.
-¿Desde cuándo tan distraído?
–inquirió Aaron, alzando una ceja.
-Desde que no tomé café –murmuró
Mike, para luego darle una mordida a su hamburguesa-, y desde que acá el café
está extremadamente caro.
Aaron rió, levemente.
-Tienen que tocar en un club como
a las diez. El resto del día, es libre.
-Bien, entonces buscaremos un
supermercado que venda café, aunque sea en polvo, ¿ok? –musitó mi amigo.
Y eso hicimos. Tras encontrar el
café, nos devolvimos a la van, donde tomamos café y nos quedamos, conversando,
dormitando y demás. No conocíamos a nadie en todo el estado de Minnesota, y
realmente no había nada interesante por ahí, así que no andábamos de humor como
para salir… Hasta las nueve y media, que nos dirigimos al club…
Que encontramos vacío.
-Qué mierda…
Extrañados, nos acercamos al tipo
que barría en ese instante.
-Disculpa, somos Green Day, se
suponía que tocábamos aquí ahora…
-¿No les avisaron? Cambiaron la
hora, debían tocar a las ocho, no a
las diez –se explicó el hombre.
Tanto John como Mike maldijeron
conmigo.
-Gracias –mascullé, molesto.
Y salimos del local, donde Aaron
y Sean nos esperaban con el equipo. Negamos.
-Llegamos tarde.
También maldijeron.
Molestos de ser tan idiotas como
para no haber recibido el mensaje (aunque aún no entiendo cómo mierda nos iban
a mandar un mensaje siendo que estábamos en una van, sin ningún medio de comunicación
con el mundo), nos quedamos sentados en la acera, viendo como unos cuantos
sujetos andaban en skate. Había uno que era bastante bueno. De hecho, estaba
considerando seriamente ir a felicitarlo… Cuando escuché un fragmento de
conversación que me interesó:
-¿Al final no consiguieron a
nadie que tocara en la fiesta? –le preguntaba el otro tipo.
-Nah, será extremadamente aburrido.
Con algo de suerte, Addie no se da cuenta del fiasco que soy al organizar
fiestas y no me confisca mi skate –musitó el otro.
Sin pensar y guiado por el
impulso, les grité:
-Nosotros podemos tocar –tras lo
que añadí:-, y evitas que tu novia te quite tu skate.
Los dos se rieron.
-No es mi novia, es mi hermanita…
Hicimos una apuesta, y, si no hago una fiesta decente, me toca cocinar y no
puedo andar en skate, por una semana… -Nos evaluó con la mirada.- ¿De verdad
pueden tocar?
Mike, John y yo asentimos.
-¿Has oído de Green Day?
El tipo con el que hablábamos
negó, mientras que el otro hizo un movimiento entre asentir y negar.
-¿Tres tipos de California, que
se fueron de gira sin dinero ni nada? –Asentimos.- Dude, salieron en una zine el mes pasado, ¿cómo puedo conseguir su
disco?
Hice una mueca.
-Se nos acabaron, tendrás que
encargárselo a Lookout! Records por correo –me expliqué-. En fin, ¿podemos
tocar o no? Lo único que pedimos a cambio es comida y un lugar para dormir, o,
por último, un lugar seguro donde estacionar la van y dormir ahí…
El tipo de la apuesta suspiró.
-Sí, por qué no. No me puede ir
peor.
Reímos.
-Ok, danos la dirección y
estaremos allá en…
-Apenas puedan –concluyó. Vio la Van-. De hecho, ¿pueden
llevarnos? Por favor, la gente ya debe estar llegando…
Mike rió.
-Apestas organizando fiestas.
-Si los llevo, no tanto como mi
hermana –musitó, con una sonrisa-. Soy Steve, ya que estamos.
-Este es Billie, este es John
(dile Al Sobrante) y yo soy Mike –presentó mi amigo-. Ya, vamos a la van.
Así fue que el tal Steve y su
amigo, llamado Billy (Mike tuvo que contenerse de comentar el porqué nuestros
nombres diferían), se subieron a la van y nos guiaron a la casa en la que se
haría la fiesta. John, Aaron y Sean bajaron la batería, mientras que Mike y yo
bajamos nuestros instrumentos y amplificadores, siguiendo de cerca a Steve y
Billy.
-¡TENEMOS MÚSICA! –fue la
exclamación de Steve, apenas entró, causando que toda la gente (amontonada
entorno a la comida, a falta de música), aplaudiera y vitoreara mientras que
Mike y yo nos dirigíamos hacia el primer rincón donde hubiera espacio para la
batería y los instrumentos, intentando ignorar lo inferior que me sentía al ser
mirado por toda esa gente mayor, quien no tenía la más mínima idea de quiénes
éramos y me miraban como si fuera un niño. Intentando apartar ese pensamiento
de mi mente, recibí los micrófonos que me traía Sean, quien ya había llevado su
parte de la batería.
-¿Aló, aló, aló? –dije, probando
un micrófono- John, ¿puedes apurarte con la jodida batería? Gracias.
Toda la “audiencia” se rió,
relajándome su tanto. Estudié el público con la mirada: Todos parecían ser
universitarios, excepto un par que tenía pinta de skaters. Esto sí que era una
situación rara. En fin, John terminó de armar la batería unos cinco minutos
después, permitiéndonos, finalmente, empezar.
-Bueno, somos Green Day, venimos
de California y, por favor, no se tomen toda la cerveza mientras tocamos,
gracias –bromeé, sacando más risas.
Tocamos varias canciones, como de
costumbre… Going to Pasalacqua,
Paper Lanterns, At the library, Sweet Children, Green Day… Tocamos como
por una hora y luego terminamos con un rápido cover de Sweet home Alabama,
seguidos de muchos aplausos y varias invitaciones para quedarnos a dormir. Al
final, John, Sean y Aaron se irían a la casa del tal Billy, y Mike y yo nos
quedaríamos en la casa de Steve. Tras acordar eso, me fui a buscar una cerveza,
intentando ignorar la sensación de claustrofobia que estaba empezando a darme,
debido a que la casa era bastante pequeña y a que había MUCHA gente. Al no
aguantar más y al darme cuenta que Mike estaba bastante entretenido hablando
con una chica rubia, nadé entre la gente hasta la puerta de la casa, por la
cual salí.
Al ser verano, el exterior estaba
bastante agradable. Tomé varias bocanadas de aire y caminé un poco, hasta la
desierta calle, en medio de la cual me paré a respirar, profundamente, y a
beber mi cerveza.
-Hola –me saludó una voz
femenina, a mi espalda, sobresaltándome. Me volteé, para encontrarme con una
chica más baja que yo, de cabello oscuro y lleno de rastas. Además, tenía unos
cuantos mechones más claros que el resto-. ¿Dónde puedo comprar el disco de tu
grupo? Porque sonaban bastante bien allá dentro del campo de concentración.
Me reí, levemente.
-No nos quedan más. Se supone que
nos mandarán más en algún momento, pero ni idea cuándo –contesté.
-Ah…
Silencio.
-Así que… ¿California?
-Yep. El mejor estado del país.
Al menos tenemos huevos para desayunar.
Alzó una ceja.
-¿Por qué dices eso?
Me sonreí.
-Porque, por increíble que
parezca, de la docena de casas en las que nos hemos quedado, ninguna tenía
ningún maldito huevo. Llevo semanas comiendo pan porque me rehúso a comer
carne.
Se rió, levemente, causando que
un escalofrío recorriera mi espina dorsal… No fue algo desagradable, al
contrario… Pero no tenía idea del porqué se había producido.
-¿Cómo te llamas? –le pregunté,
para romper el silencio.
Se sonrió.
-Adrienne. Todos me dicen Addie.
¿Tú?
-Billie Joe. Me dicen “Billie” o
“Enano con nombre de niña” –bromeé. Volvió a reír, y el escalofrío volvió a
descender por mi espalda, pero esta vez fue acompañado por algo más a la altura
de mi estómago. ¿Qué mierda?- Addie suena como Eighty.
Alzó una ceja.
-No, no lo hace.
-¡Sí! Addie, Eighty, Addie, Eighty, Eighty,
Addie, ¿ves? Uno se confunde –dije, rápidamente. Estuve a punto de
golpearme a mí mismo por ser tan idiota, por lo que mejor cambié el tema:- Así
que tú eres la hermana de Steve.
Asintió.
-Honestamente… ¿La fiesta fue
decente o no?
Me encogí de hombros.
-No estuvo mal, pero mucha gente
en tan poco espacio, y no debería conseguir músicos por accidente.
También asintió, aún sonriente.
Silencio.
-Así que… ¿Tienes novia? –La
miré, extrañado.- Casi todas esas canciones son de amor…
-Ah… No, no tengo novia de
momento…
Alzó una ceja.
-¿Quizás un novio?
Reí.
-No, no, tampoco. Esto terminó
hace un buen tiempo.
Maldije mentalmente, mientras que
ella me miraba extrañada. Estaba hablando de más, y lo sabía, aunque no tenía
idea el porqué se me estaban escapando tantas estupideces con tanta facilidad.
-¿Has tenido novios?
-Novios, no. Novio sí.
Su extrañeza cambió a un discreto
interés, que logré percibir.
-¿Qué edad tienes?
Realmente, no era la pregunta que
me esperaba.
-Dieciocho, ¿por qué? ¿Me veo más
chico?
Negó.
-O sea, te ves de diecisiete…
Pero pareciera que tuvieras mi edad… -La miré, pidiendo más información.-
Veinte.
-Ah...
Otro silencio.
-Entonces, ¿las canciones eran
todas para tu ex novio?
Mi turno de negar.
-En su mayoría eran para mi ex
novia, quien resultó ser la hija del tipo con el que se casó mi madre.
Terminamos por un tiempo y ahí yo estuve con Jesus, con quien terminamos porque
besé a mi ex novia. Luego volví con ella, y su padre se separó de mi madre y se
la llevó con él a Ecuador, y no he vuelto a saber de ella desde entonces… -Me
miró asombrada, causando que me riera.- ¿Por qué te estoy contando todo eso? No
son las cosas que le cuentas a alguien que acabas de conocer.
Adrienne se sonrió.
-Te dio un ataque de confianza.
Lo cual encuentro razonable, porque pareciera que no hablas mucho de tu ex
novia.
Ahora era yo el extrañado.
-¿Cómo lo sabes?
-¿Cómo se llama?
Fue recién ahí que me di cuenta
que no la había nombrado ni una vez en todo ese rato… Y recién ahí me di cuenta
que, durante toda la gira, no había pensado en su nombre en lo absoluto. Me
costó su tanto responder:
-Sarah.
-Lindo nombre. -Nos quedamos
mirando en silencio, por un par de instantes, tras lo que ella dijo:- Deberías
poder hablar de ella, ¿sabes?
Volví a mirarla con extrañeza.
-¿Lees mi mente o…?
-Soy perceptiva… Y tienes el aire
de alguien que pretende estar bien, creyendo que así, quizás, todo estará bien de verdad.
Se movió, de modo que quedó justo
debajo del farol que alumbraba la calle, gracias a lo cual pude examinar su
rostro más detalladamente. Algo en sus ojos chocolate me permitieron asegurar:
-Tú igual lo haces.
No asintió, ni negó, pero la
comisura de sus labios se torció, levemente.
-Al menos yo me permito tener
vínculos con otras personas.
La miré, más extrañado aún.
-¿Quién te dice que yo no?
Se sonrió.
-Cierra los ojos –susurró.
Simplemente porque quería saber
qué quería decirme o hacer, la obedecí. No obstante, por varios instantes, no
pasó nada. De hecho, estaba considerando volver a abrir mis ojos…
Cuando sentí cómo alguien tomaba
mi mano, entrelazando mis dedos con los suyos. El extraño escalofrío volvió a
bajar por mi espalda, y la extraña sensación de mi estómago también apareció,
aunque ahora logré reconocerla. Pero no… No podía estar sintiendo mariposas, ¿o
sí?
Y entonces, de algún modo, lo
sentí: No podía verla, pero sabía que Addie estaba cerca… Muy cerca. Si tan
sólo me atreviera a inclinarme…
-¡Aquí est…! Oh…
Molesto, abrí los ojos, para
encontrarme con John, quien lucía incómodo.
-Mike te andaba buscando
–farfulló, cabizbajo-. Sean, Aaron y yo ya nos vamos con ese Billy.
-Ok –fue todo lo que dije, más
que avergonzado por la situación. John parecía estar sintiéndose igual, porque
se fue de inmediato, dejándonos a mí y a Adrienne sumidos en un largo silencio,
que sólo fue roto varios minutos después por ella:
-Te aseguro que no has sentido ni
una fracción de esto con nadie desde que terminaste con Sarah –fue todo lo que
dijo.
De no haberme soltado, nunca me
habría dado cuenta que ella seguía tomándome la mano. Me sonrió, levemente, y
se devolvió al interior de la casa, dejándome solo en la calle, que,
repentinamente, se había vuelto mucho más fría, y no estaba seguro de si era
algo psicológico o no. ¿Qué acababa de pasar? ¿Por qué tenía ganas de golpear
mi cabeza contra la pared? ¿Acaso…?
¿Acaso había conocido a alguien
que, finalmente, me hacía sentir algo?
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