La felicidad que tanto me había
embargado la noche anterior, ya estaba más que extinta. De hecho, lo único que
sentía ahora, era que mi boca estaba muy reseca y que me iba a dar un ataque de
ansiedad en cualquier momento. Sumarle a esto que sentía un peso encima, no me
hacía sentir para nada bien.
Tardé bastante en comenzar a
recordar qué había ocurrido. Lo único que recordaba era esa “felicidad”, que
ahora se me hacía más que falsa. ¿Por qué estaba tan feliz, de un modo tan
repentino?
Fue ahí que recordé las pastillas
de Jimmy. Recordé sacarlas de la caja y sacar una píldora para mí, al mismo
tiempo que Fran sacaba una y luego…
El peso sobre mi cuerpo
respiraba…
Abrí los ojos.
Tardé bastante en reconocer el
lugar como una habitación en la que nunca había estado. No sabía si seguía en
la casa de Tré o no, pero era probable que sí y que, simplemente, nunca hubiera
entrado a esa pieza. De hecho, la única pieza que conocía de la casa era el
living, ya que siempre nos juntábamos todos en mi casa o en la de Ale. Pero mi
ubicación no era lo que me importaba en ese instante… Lo que me importaba era
el cuerpo que me abrazaba y dormía plácidamente sobre mí. Susurré una
maldición, tras lo que, tras asegurarme que estaba despierto, pregunté:
-¿Fran?
Tras cerrar fuertemente los ojos,
los abrió, para buscarme, un tanto aturdida. Al parecer, al igual que yo, no
entendía que mierda estaba haciendo en una habitación.
Recién ahí fui plenamente
consciente de una sola cosa: Estábamos en una cama… y desnudos.
-¿Qué mierda pasó? –susurró, tras
lo que torció una mueca- Mierda, mi cabeza.
-Creo que… Eh… Creo que tuvimos
sexo –murmuré.
Creo que fue recién ahí que ella
se percató de que ninguno de los dos llevaba nada de ropa. Se sonrojó al
instante, demostrando lo avergonzada que estaba.
-Ups… ¿Nos cuidamos?
No dije nada por unos momentos,
tratando de recordar… Estábamos en el living, nos besábamos… Seguíamos
besándonos… Alguien se iba, rápidamente seguido de alguien más, mientras que
nosotros no nos separábamos… Dos personas más se iban… Creo que estos eran Mike
y Claire… Un par de risas, mientras el beso se volvía más intenso…
Alguien nos lanzó algo que venía
en un envase pequeño…
-Sí, creo que alguien nos tiró un
condón –musité.
Silencio.
-Me gustas –murmuró ella,
repentinamente-, aunque creo que debí habértelo dicho antes de terminar aquí…
Los dos reímos, levemente,
totalmente incómodos. No sabía qué decir.
-No sé qué decir…
¿Mencioné que mi cerebro andaba
más lento de lo usual?
-Simplemente dime si estás
dispuesto a comenzar a superar a Sarah o no –musitó ella, mirándome fijamente.
Cinco minutos. Creo que era el
máximo hasta ese día que había pasado desde despertar hasta volver a pensar en ella. Quizás habría llegado a los diez
si no me la hubiera mencionado. Lástima.
Me concentré en los hechos. ¿Sentía
algo por Fran? No lo sabía. Hacía años que no sentía nada por nadie que no
fuera Sarah, así que ya ni recordaba lo que se sentía al sentir algo por
alguien en un principio. Suspiré.
-Quiero hacerlo, pero…
-¿Pero…?
-No sé.
Aún mirándome, se me acercó un
poco y encontró mis labios con los suyos, para darme un corto beso.
-¿Cómo se sintió eso? –me
preguntó.
Me sonreí, levemente.
-Bien.
Volvió a besarme, esta vez, por
más tiempo.
-¿Y eso?
-Creo que mejor –admití, ahora
sintiendo como me sonrosaba.
-¿Y qué te dice eso?
Me sonreí, y, esta vez, yo me
acerqué a ella, para besarnos por más rato aún.
-Que vale la pena probar.
Por primera vez desde febrero,
podía decir que era “feliz”. Había comenzado a salir con Fran ese mismo día, y
era bastante genial poder estar con alguien de un modo similar al que había
estado con Sarah… Sólo que con Fran sí podía hablar de mi sexualidad, cosa que
con Sarah no me podía permitir, ya que ella no tardaba en cambiar el tema, por
lo incómoda que se sentía. En cambio, con mi actual novia, podíamos hablar bastante del tema.
-¿Acaso soy tu experimento? –le
pregunté un día, riendo al ver que había quedado igual de embobada que yo al
ver cómo una tipa corría por la plaza en la que estábamos, causando que sus…
eh… atributos… eh… Bueno, ya me entienden.
-Quizás –respondió, tras lo que
sonrió, demostrándome que era broma-. Por supuesto que no.
Nos acomodamos en la banca en la
que estábamos.
-La otra semana es la graduación
–comentó Fran. Al igual cada vez que alguien mencionaba este evento en mi
presencia, hice una mueca-. Vamos, será divertido…
-Jesus estará ahí –murmuré.
Desde el cumpleaños de Mike, el
menor de los gemelos era incapaz de permanecer en el mismo cuarto que yo. No lo
culpaba, pero debía admitir que lo extrañaba, como amigo, claro está.
-¿Y? Será en el gimnasio, que es
lo suficientemente grande como para que no estén cerca…
Me reí, irónicamente.
-Tenemos los mismos amigos, vamos
a estar todos juntos –murmuré.
Fran suspiró y me miró,
fijamente.
-¿Hazlo por mí?
Mierda. Odiaba cuando alguien
usaba eso para convencerme, no importaba quién fuera… Especialmente porque me
era imposible decir que no. Así que,
sin otra opción, respondí:
-Está bien, está bien, iré a la
estúpida fiesta de graduación contigo, pero sólo porque no puedo negarme a esa
petición –farfullé molesto.
-¡Gracias!
Me abrazó y me besó.
Silencio.
-Mike te dijo que dijeras eso
–afirmé. No dijo nada-. Voy a matarlo…
-Vamos, técnicamente es tu fiesta
de graduación también….
-No, ya que no me gradúo
–murmuré.
Ver como Mike y los demás se
inscribían en Universidades y hablaban al respecto prácticamente todo el día,
tendía a volverme un amargado de mierda cada vez que alguien mencionaba las
palabras “graduación”, “universidad” o “futuro”. De no ser porque mi primera
gira comenzaría el día siguiente a la ceremonia de la graduación, andaría
insoportable, y nadie, ni siquiera Fran o Mike, se me acercarían.
-La vamos a pasar bien. De verdad
–me aseguró.
-Si no es así, me lo tendrás que
recompensar…
Simplemente me sonrió y volvió a
besarme.
-No hay problema… -Revisó la hora
en el reloj que llevaba en su pulsera.- ¿Las ocho? ¡Pero si está claro!
-Fran, querida, es casi verano
–le recordé, sonriéndome-. ¿Vas a ir a clases mañana?
Me miró, con cara de obviedad.
-Por supuesto que mañana voy a
clases.
Este era otro tema que me ponía
de mal humor. Los únicos que faltaban a clases últimamente, eran Jimmy y Jesus,
y, debido a la presencia del segundo, no me podía juntar con ellos, por lo que
me la pasaba solo, releyendo el libro de Sarah, que ya había terminado. Cada
vez lo hacía menos, ya que leerlo me recordaba a lo mucho que ella lo amaba,
pero no sufría al ponerme a recodarla. Simplemente me era incómodo, ya que
pasaba la mayoría de mis días intentando no
pensar en ella en lo absoluto, hasta el punto de no mencionarla, ni
siquiera en mis pensamientos.
-Bueno, te voy a dejar a tu casa…
Su sonrisa se volvió un tanto
triste y me dio un suave beso, para luego ponerse de pié. La imité y le tomé la
mano, para luego acompañarla hasta su casa, varias cuadras más allá.
-Hasta mañana.
-Hasta mañana…
Nos dimos otro beso, un tanto más largo y, sin más, me fui a mi casa, con una
pequeña sonrisa. Al menos con Fran lograba olvidarme de lo desdichado que había
sido.
En fin, la semana pasó más rápido
de lo querido, causando que el viernes siguiente me encontrara a mí mismo en el
viejo traje de David (que, vale decir, me quedaba bastante grande) con una
pequeña flor en la mano, tocando la puerta de la casa de Fran. Como de
costumbre, Tim me había prestado su auto, para no tener que caminar por todo
Rodeo con esta ropa tan ridícula. Realmente le debía mucho a ese tipo… La única
condición que me puso fue que no termináramos haciendo cosas “sucias” en el
auto, y no tenía ninguna intención de hacerlo.
En ese instante, la puerta
principal se abrió, interrumpiendo mis pensamientos. Y me encontré a mí mismo
cara a cara con mi “suegro”. Estaba seguro que no le agradaba (¿mencioné que,
hasta el día anterior, había usado el pelo azul?), pero, obviamente, no había
nada qué hacerle.
-¿Está lista Fran?
Me miró de pies a cabeza, al
parecer, decidiendo si me aprobaba esta vez o no. Mi madre había puesto tanto
empeño en hacerme ver presentable, que hasta el hombre no parecía poder
quejarse.
-Sí, ya bajaba… Pasa a esperarla
por mientras.
Así me hizo entrar a la casa. No
me llevó al living ni nada, simplemente me permitió esperar en el vestíbulo en
vez que en la calle. Mientras esperaba, me puse a observar todo lo que había a
mi alrededor. Pero mi atención se desvió apenas noté que frente a mí se
encontraba la escalera y que por ella comenzaba a bajar mi novia, en un vestido
turquesa claro que le acentuaba la figura y, simplemente, le quedaba excelente.
Me sonreí.
-Te ves hermosa –farfullé.
No me atreví a besarla a modo de
saludo frente a su padre, por lo que me limité a poner la flor en su vestido,
como tenía planeado. Ella se sonrió.
-Gracias. Tú igual te ves bien.
Tras despedirse de su padre, su
madre, tomarnos una foto y no sé qué más, salimos de la casa. Caballerosamente,
le abrí la puerta del acompañante. Riendo, ella subió, tras lo que di la vuelta
para subirme al asiento del conductor y dirigirme a la escuela, a la que llegué
en cinco minutos. Habían habilitado la cancha de tierra como estacionamiento,
así que dejé ahí el auto, tras lo que bajé, aseguré mi puerta, abrí la de Fran,
le permití bajar, cerré, aseguré, guardé las llaves en mi bolsillo y le ofrecí
mi brazo. Fran volvió a reír y lo tomó.
La entrada del gimnasio tenía un
arco, en el que había un tipo tomando fotos a las parejas. Con Fran posamos, y,
sin más, atravesamos el arco, para encontrarnos con que el gimnasio estaba
decorado con varios globos y que la música sonaba fuertemente desde los muchos
parlantes, pero no tanto como para no poder conversar. Además, a un lado, había
varios mesones con comida y bebidas, y varias mesas redondas más pequeñas con
seis asientos cada una, claramente para que las parejas que no quisieran bailar
se sentaran a comer algo y conversar con otras parejas.
-Mira, ahí está Mike –susurré,
señalando a mi amigo, quien, como de costumbre, sufría por el amor de Claire
hacia el baile.
-Oh, hoy te toca a ti –musitó
ella, arrastrándome de la mano.
-¿Qué? ¡No me dijiste que tendría
que bailar! –Alzó una ceja, y supe de inmediato el porqué. ¿Cómo se me ocurría
que no íbamos a bailar en una fiesta de graduación?- Ok, pero no mucho, por
favor, por el bien de tus pies.
Aún sin soltarme y ahora riendo,
me guió hasta al lado de Mike. Tras saludarnos entre todos, comenzamos a
bailar. No era tan malo, pero preferiría
quedarme en un rincón conversando.
Una hora después, ya habían
llegado todos los demás. Iris había venido con Jesus (quien realmente no sabía
cómo bailar, ni qué hacía con una chica) y Lau había traído a Tré, mas sólo
como amigos (después del cumpleaños de Mike, ninguno de los dos quería recordar
que se habían besado), mientras que Jimmy había venido con Stephenie, con quien
bailaban de lo más bien.
-¿Podemos comer algo? ¿O beber?
¿O sentarnos? –sugerí.
-¿O todas las anteriores? ¡POR
FAVOR! –pidió Mike, quien parecía estar más que aburrido y avergonzado de lo
mucho que pisaba a Claire.
Con una mirada de rabia, Claire
asintió y todos nos dirigimos a las mesas. Con Mike y Jimmy juntamos dos mesas
y nos las arreglamos para sentarnos los diez ahí, conversando, comiendo,
bebiendo y demás. Por desgracias del destino (Fran e Iris eran muy amigas),
Jesus quedó bastante cerca de mí. Quería hablarle, quería conversar con él como
antes, pero él no parecía verse capaz de siquiera mirarme a los ojos. Discretamente,
suspiré.
-¿Billie? –me preguntó Fran,
repentinamente.
-¿Diga?
-¿Te molesta si voy con todas a
bailar en grupo?
Me reí, levemente.
-Claro que no, ni que tuvieras
que pedirme permiso.
Sonriendo, me dio un corto beso y
se paró, junto a Claire, Iris, Lau, Tré, Jimmy y Stephenie.
-Menos mal yo soy el gay –comentó
Jesus, repentinamente, hablándome por primera vez en todo ese rato, a la vez
que señalaba a Tré.
-Escuchó que van a tocar los
Village People –explicó Mike, sonriendo, levemente-. Podrían tocar música
decente alguna vez…
-¿Todavía sueñas con tu pogo
gigante? –inquirí, sonriendo. Era el sueño de mi amigo desde la primera vez que
había entrado en uno en el Gilman, hacía ya varios años.
-Oh, sí.
Nos quedamos en silencio por un
rato. Al final, Jesus suspiró y se puso de pié.
-Ya, mejor me voy… Creo que Iris
la pasará mejor sin mí –musitó.
Y, repentinamente, sentí el
impulso más fuerte que sentía en un buen tiempo. Sin pensar claramente, me puse
de pié y tras decirle a Mike que iba al baño y que no tardaba, lo seguí, apenas
sí prestándole atención a mi amigo, que se quejaba de que tendría que ir a
bailar ahora.
-¡Jesus! –le grité, ya fuera del
gimnasio, alcanzándolo.
Se detuvo y se volteó, con una
pequeña sonrisa en su rostro.
-Sabía qué harías esto –murmuró.
-Yo no –admití-. ¿Por qué ya ni
me hablas?
Jesus suspiró.
-Porque no soporto que estés tan
falso actualmente –murmuró.
Sin previo aviso, comenzó a
caminar, obligándome a seguirlo.
-¿A qué te refieres? –pregunté
sin comprender.
En un rápido movimiento, me
acorraló entre el gran auto que había y me besó… Y sentí algo que hace mucho
tiempo no sentía de forma natural: Alegría en cada milímetro de mi cuerpo,
junto a una especie de calor extendiéndose por todo mi cuerpo. Y, sin procesar
lo que hacía, abracé a Jesus, y continué besándolo, únicamente por lo bien que
se sentía.
No sé cuánto rato pasó. Lo único
que sé es que, en algún momento, Jesus se separó de mí, con una triste mirada
en su rostro.
-Admítelo: Ya no me amas ni
sientes nada por mí, pero lo que sentiste con este beso es mucho más que lo que
sientes con cualquier cosa que hagas con Fran. –No dije nada.- Me voy a casa…
Sin añadir nada más, Jesus
comenzó a caminar hasta la okupa, dejándome solo en medio del estacionamiento.
¿Qué hacía? ¿Volver con mi novia o correr tras mi ex a buscar explicaciones?
¿Por qué había hecho eso?
¿Por qué se había sentido tan
bien?
Pasaron los minutos.
-Fran –susurré.
Sin más, me limpié la boca con el
reverso de mi manga y me devolví al gimnasio, donde la fiesta ya estaba
terminando. ¿Cuánto rato había pasado afuera?
-Al fin te encuentro, ¿un último
baile? –me preguntó mi novia, con una sonrisa.
Le devolví la sonrisa como pude.
-De acuerdo.
Las últimas canciones eran
lentas, por lo que no tuve tantos problemas. Fran terminó besándome por un buen
rato y, tras eso, nos despedimos rápidamente de los demás y nos devolvimos al
auto. Tras darnos un largo beso, ella bajó en su casa.
-¿Seguro no quieres hacer nada?
–me preguntó, al tiempo que bajaba.
Negué, con una mueca.
-Mis pies duelen, odio estos
zapatos. Voy a dejar el auto donde Tim y me iré a dormir –murmuré.
-¿Nos vemos mañana?
Con una sonrisa, asentí.
-Anda a mi casa como a las cinco,
creo que viene mi tío de visita mañana.
La verdad que no sabía si
Stonewall llegaba mañana o pasado, pero era una buena excusa para dormir…
Puesto que tenía más que claro lo que haría esa noche.
No pasaron ni cinco minutos y ya
estaba en la okupa, estacionando el auto. Tras bajarme y asegurar todo, toqué
la puerta…
Para que me abriera Jesus. Andaba
sin camisa, como solía andar cuando estaba por meterse a la cama y se acordaba
de algo que no había hecho. No pude contenerme de mirarlo de pies a cabeza.
-¿Está Tim? –pregunté. Él negó-
Bueno, dejaré las llaves acá…
Me dirigí a la sala multiuso y colgué
las llaves en el gancho que decía “Frankenstein”, el cual era el nombre del
auto. Me volteé, para encontrarme con que Jesus seguía mirándome. Suspiré.
-Aún no entiendo a lo que te
refieres –musité, como si nuestra conversación no hubiera sido interrumpida.
Suspiró, para luego dejarse caer
en un sofá y me miró fijamente, como si me invitara a sentarme a su lado.
-A lo que me refiero es que está
bien que intentes superar a Sarah saliendo con alguien más y todo, pero sería
mejor si lo hicieras saliendo con alguien por quien sí te sientes atraído –se
explicó-. No, mejor dicho, por alguien que te guste de verdad. Ya sabes lo que es el amor de verdad, ¿no deberías
buscar eso entonces, en vez de algo
para pasar el rato?
Me cubrí el rostro con las manos.
-Sí siento cosas por Fran…
-Sientes más cosas por mí que por
ella –musitó.
-No es así…
-¿Entonces por qué…?
-¡MIERDA, JESUS, PARA! –exclamé,
perdiendo el control- Por la mierda, ¡era feliz hasta hoy!
-No lo eras, creías serlo…
-Me da igual. Me bastaba.
Suspiró.
-Quiero que seas feliz… Pero feliz de verdad. Porque sé que nunca
podré estar contigo de nuevo y…
Recién ahí noté que gruesas
lágrimas salían de sus ojos. Me paralicé. ¿Qué hacía? ¿Qué decía? ¿Cómo
actuaba?
-… y por eso quiero que estés con
alguien que te merezca, y por la que sientas algo tan o más fuerte como lo que
sentías por ella.
Dudoso, lo rodeé con un brazo, en
un intento de consolarlo. Nos quedamos en esa posición por varios minutos.
-Me voy de Rodeo –susurró.
Me separé de él, repentinamente,
sin creerle a mis oídos.
-¿Qué?
Volvió a suspirar.
-Me voy de Rodeo… el lunes. No
estaré para la ceremonia de licenciatura ni nada… De hecho, creo (y quiero que
lo sea) que esta es la última vez que nos vemos –se explicó.
Mis manos comenzaron a temblar,
levemente.
-¿A dónde? ¿Por qué? ¿Por cuánto
tiempo?
-De preferencia, para siempre… Me
voy con Jimmy a New Jersey… Y es porque… porque… -Bajó la mirada.- No puedo
aguantarlo. No puedo seguir sabiendo que vives a un par de cuadras de
distancia, no puedo seguir sabiendo que alguna vez tuve algo contigo, pensando
que, quizás, en algún futuro, algo cambie y quieras volver conmigo. –Me miró.-
Te amo, como nunca he amado a nadie… Y por eso debo irme. Y…
El llanto contra el que tanto
había luchado, lo venció. Jesus sollozaba a mi lado, derramando más lágrimas.
-¡No quiero sufrir más!
–balbuceó, llorando más aún- Quiero empezar de nuevo, quiero olvidarte, quiero
conocer a alguien que me haga sentir, aunque sea, una fracción de lo que siento
cuando te veo y…
No dijo nada más. Simplemente se
apoyó en mi hombro, donde lloró y lloró, sin molestarse en contenerse. Y no me
quejé. Simplemente lo dejé llorar. Sabía lo que sentía: Lo mismo que yo sentía
cuando recordaba lo mucho que necesitaba a Sarah. Odiaba ser yo la causa de todo
el sufrimiento del adolescente.
-¿Billie? –susurró él,
repentinamente, una media hora después.
-¿Jesus?
Me miró. Sus ojos miel brillaban
por las lágrimas.
-Cuando terminamos me pediste un
último beso… ¿Puedo pedirte yo uno ahora?
Asentí, ahora yo con lágrimas en
los ojos. Se acercaba el momento del inevitable adiós. Y, lentamente, me
acerqué a él y lo besé, por varios minutos, aún sin entender el porqué sentía
todo lo que sentía al tenerlo en mis brazos. No quería separarme… Por lo que él
lo hizo. Con una triste sonrisa, me limpió las pocas lágrimas que no pude
contener con su pulgar.
-Acabo de recordar el porqué tú
eras el “hombre” de la relación –comentó-. Eres más fuerte de lo que aparentas.
Reí, levemente.
-Lo dudo.
Silencio.
-Será mejor que te vayas –susurró
él-. Ya tomé mi decisión, no quiero cambiar de idea a última hora.
Asentí y, con un gran esfuerzo,
me puse de pié y me dirigí a la puerta principal, seguido de él, quien me
abrió, indicándome la salida. Lo miré, fijamente y, cuidadosamente, le di un beso
en la mejilla, causando que se sonriera.
-Adiós.
-Adiós.
Comencé a salir…
-¿Billie? –preguntó Jesus,
repentinamente, cuando yo me disponía a avanzar.
-¿Jesus?
Que me pida que me quede, que me pida que me quede…
¿Para qué quería quedarme?
-Cuando te hagas famoso con Mike
y John… Por favor, no me menciones nunca. Será más difícil fingir que nunca
pasó nada si alguna vez leo que te declaras bisexual en una entrevista y me
nombras.
Me sonreí, levemente.
-¿Así que tendré que fingir que cinco
hermosos meses nunca ocurrieron? –Él asintió, también con una pequeña sonrisa.-
De acuerdo.
Sin más, me volteé y, a paso
rápido, comencé a caminar hacia mi hogar, sabiendo que esa sería
(probablemente) la última vez que vería a Jesus Oakley.
No hay comentarios:
Publicar un comentario