No lo veía desde la semana
pasada. De hecho, el día de hoy, con suerte sí había visto su cara antes de ser
tapado por el montón de gente que saltaba frente al escenario. Fue por eso que
me sorprendí al verlo rubio, y no pude evitar admitir que se veía más que bien.
-Te teñiste el pelo –musité, por
muy obvio que fuera; quería evadir el tema que lo traía aquí.
-Ah, sí, quería hacerme algo
lindo –dijo, en un tono femenino de voz, nada propio de él. Se rió-. Me estaba
decolorando y descubrí que no quedaba tintura en la okupa, así que lo dejé así.
-Quedó bien –musité, algo
embobado, mas conteniéndome de acercarme a él. Habían unos escasos tres pasos
de distancia entre ambos, y no quería tenerlo más cerca.
-Gracias.
El silencio que siguió a ese
agradecimiento, se prolongó por varios minutos, durante los cuales Jesus me
miraba “discretamente”. Me sentí más que incómodo, pero no quería ser el
primero en hablar. No obstante, seguía sintiendo que había muy poco espacio
dentro de la van, por lo que me dirigí a la puerta, seguido de él.
-¿No me vas a responder? –me
preguntó, un tanto molesto, ya en la calle, nuevamente mirándonos.
-No sé qué decir –admití.
-Es bien simple: ¿Quieres o no
quieres ir a la graduación conmigo? –No dije nada.- Bien, es un no…
-¡No es eso! Es sólo que…
-Negué.- No estoy listo para tener algo con alguien…
-No te estoy pidiendo nada de
eso… -Alcé una ceja, ante lo que suspiró.- ¿Tan obvio soy?
-Terriblemente, sí –admití, ante
lo que se cubrió el rostro-. Lo siento, pero no ya siento nada por ti, y
tampoco quiero hacerlo.
-Lo sé, sólo que… -Suspiró.-
Desde que Sarah se fue, me he estado dando esperanzas de que quizás vuelvas a…
a sentir cosas por mí o, incluso, amarme.
Suspiré.
-Quizás deberías intentar tener
algo con al…
-No hay nadie más que me interese
–me cortó-. Y no quiero que me interese nadie más tampoco…
Repentinamente, me di cuenta que
se había acercado a mí. Demasiado. Bastaba con inclinarme un poco y mis labios
se encontrarían con los suyos. Pero no quería hacerlo. No quería darle
esperanzas. No quería que siguiera sufriendo. No quería sufrir yo tampoco. Fue
por eso que, rápidamente, retrocedí un par de pasos, alejándome de él.
Suspirando, él me tomó la mano, me la acarició y, sin decir nada más, se fue,
dejándome solo en la calle.
Me pregunté dónde se había ido
Mike… Lo más probable era que se hubiera entrado al Gilman a esperarme, para averiguar
qué quería Jesus o qué decía mi carta… Las ganas de encontrarlo se
desaparecieron al instante.
Fue por esto que, tras cerrar la
van y guardar la llave, caminé hasta un callejón que quedaba a pocos metros de
ahí…
Donde me sorprendí al escuchar
sollozos. Extrañado, me acerqué hacia el lugar de donde provenían, donde me
encontré con Fran, quien se encontraba llorando y abrazando sus piernas.
Silenciosamente, me senté a su lado.
-¿Estás bien? –susurré.
Se sobresaltó y comenzó a secarse
las lágrimas con la mano, rápidamente.
-Sí, sí, estoy bien… –murmuró,
levantando la mirada, para mostrarme lo enrojecidos que estaban sus ojos. La
miré, con incredulidad-. Bueno, no, no estoy bien… La invité a la graduación y
terminó conmigo.
Al instante, volvió a bajar la
mirada, ya que nuevas lágrimas salían de sus ojos. Sin saber qué hacer, le di
unas palmaditas en la espalda (patético, ¿no?), hasta que se calmó, varios
minutos después, tras los cuales nos quedamos en silencio, por un buen rato. No
tenía idea en qué pensaba ella, pero yo sólo podía pensar en una cosa: El
recuerdo del día en que me había sentado en una acera frente a la adolescente
que se convertiría en mi novia y, actualmente, mi sufrimiento. Me sonreí ante
el recuerdo de cómo la había seguido para besarla, únicamente de impulsivo.
Ahora me era más que claro que era porque me gustaba.
-La extrañas, ¿no? –me preguntó
Fran, repentinamente, devolviéndome al presente. Asentí.- ¿Has intentado hacer
algo para olvidarla?
Me sonreí.
-Quemé todas sus cosas, me obligo
a no pensar en ella… Este fue sólo un momento de debilidad –admití.
Y, por segunda vez esa noche, me
di cuenta lo cerca que tenía el rostro de otra persona. Pero esta vez, no me
alejé. Simplemente me quedé quieto, mirándola fijamente, permitiéndole acortar
la distancia y, finalmente, besarme.
Un lado de mi conciencia se
preguntaba el porqué no me alejaba, pero el otro (más fuerte, ya que estamos)
me decía que no tenía porqué sentirme mal al respecto. Sarah ya no estaba, debía seguir adelante, y eso era algo
que tenía más que claro… Aunque debía admitir que nunca me había puesto a
pensar en salir con alguien más. De hecho, me parecía inconcebible que me
gustara alguien más que no fuera mi Sarah. Pero bueno, ¿por qué no darle una
oportunidad a Fran? Ignorando todo lo que pasaba por mi cabeza (incluso a ese
lado paranoico que me decía que había oído pasos cerca), la rodeé con un brazo,
me acerqué un poco más y continué besándola, por un buen rato…
El jueves tres de mayo me
encontró, como de costumbre, en una banca fuera de la escuela esperando a que
el timbre sonara de una vez. Habían pasado tres días desde la entrevista, y,
desde entonces, no había tenido una conversación decente ni con Jesus ni con
Fran… La verdad era que con Jesus habíamos decidido, tácitamente, alejarnos,
por su bien, y con Fran… Bueno, yo no sabía qué decir, y, al parecer, ella
tampoco, así que nos limitábamos a saludarnos y a conversar con los demás
cuando estábamos juntos.
El timbre sonó, siendo esta, como
siempre, la señal de pararme. Esperé, pacientemente, a que Mike saliera…
No obstante, en cuanto salió, me
encontré con que Claire andaba pegadísima a él. Demasiado. Entendí de inmediato
que mi amigo no se iría directo a la casa. Tras hacerle una seña para indicarle
que estaba bien, me di vuelta…
-¡Billie, espera! –me gritó Iris,
al instante- ¡Tenemos que hablar!
Extrañado, me detuve y volví a
voltearme, ahora para quedar cara a cara con Iris, Lau, Fran, Jimmy y Jesus.
-¿Qué pasa?
-Mañana es el cumpleaños de Mike
–me informó Lau.
Revoleé los ojos.
-¡Ya lo sé! ¡Tan mala memoria no tengo!
Fue el turno de mis amigos de
revolear los ojos.
-El punto es que queremos hacerle
una fiesta sorpresa en casa de Tré, para animar a Tré de paso –se explicó
Jimmy, revoleando los ojos.
-¿Y mi trabajo es…?
-Que no dejes que venga a la
escuela mañana –completó Fran, con una pequeña sonrisa y un leve rubor en sus
mejillas. Algo me dijo que yo estaba igual.
Jimmy se me acercó y me pasó un
par de pastillas.
-Eggplant me dio estas. Pónselas
en su bendito café matutino y dormirá hasta mediodía –musitó-. John se rehusó a
faltar a la escuela mañana –revoleó los ojos-, pero me prestará su auto, así
que con Jesus iremos a buscarlo para que despierte donde Tré…
Los miré, sorprendido.
-¿De verdad quieren que lo drogue?
-Sí, porque nos será imposible
que falte por voluntad propia… Ya sabes, la discusión con su madre –murmuró
Jesus, incómodo tanto por la situación a la que se refería como por hablarme.
Hice una mueca; la madre de Mike
por poco no le firmaba la matricula ese semestre, causando que él se enojara y
demás con ella, para luego obligarla a hacerlo, diciéndole que terminaría la
escuela y que tendría notas decentes y demás. Pese a que no quería admitirlo,
tanta preocupación por los estudios de parte de mi amigo me preocupaba.
-Ok, lo haré –murmuré, guardando
las pastillas en mi bolsillo-. Llamaré a la okupa cuando esté bien dormido.
-Me parece… -Jimmy se sonrió.-
¿Te apetece venir a la okupa hoy? Tengo mercancía nueva y hay que probarla
antes de la fiesta.
Jimmy no sabía de mi incidente de
hacía unos meses. Tampoco lo hacían Fran, Iris ni Lau. Debido a ello, ninguno
comprendió el porqué la cara de preocupación de Jesus.
-Bueno, pero un rato no más
–consentí-. No quiero quedar inconsciente ni nada… Espera, ¿tú no trabajas?
Desde comienzos de este año,
Jimmy trabajaba de lunes a viernes en la oficina de correos de Berkeley,
clasificando qué correo era para Rodeo y cuál para Oakland o Berkeley.
-Huelga en el correo; estoy libre
–musitó, sonriendo-. ¿Y? ¿Vienes?
Sonriente ante el prospecto de
poder drogarme un rato con Jimmy (que era más divertido que con Mike, ya que
solía terminar cantando cualquier estupidez), asentí y me dirigí junto a él y a
Jesus a la okupa, donde nos encontramos que la nueva mercancía era marihuana
mezclada con otras cosas, cocaína y LSD. Como de costumbre, yo me encargué de
probar la marihuana, ya que el LSD me ponía nervioso y nunca me había agradado
el andar tan acelerado. Jimmy tomó de
inmediato la cocaína y Jesus el LSD.
-Amo ver música –susurraba el
rubio, con una sonrisa en su rostro.
-No sé cómo la ves si tienes los
ojos cerrados –comenté, tras lo que empecé a reír sin motivo.
-Ella tiene un boleto para irse, y no le importa –canturreaba Jimmy,
tamborileando la mesa de café de la okupa; nos encontrábamos en la sala
multiuso.
Después de un rato, me sentí más
despejado, por lo que comencé a intrusear la caja de “mercancía”, donde
encontré varias pastillas pequeñas, con una “E” dibujadas. Las tomé y se las
mostré a Jimmy.
-¿Y éstas qué son?
Él se sonrió.
-Éxtasis. En Rodeo prácticamente
nadie las trae, así que sería el único tarado vendiendo –se explicó-. Aunque
estas las tengo guardadas para la “fiesta” de mañana.
Asentí y volví a dejar las
pastillas donde estaban.
Rato después, decidí que era hora
de irme, ya que quería despejarme un poco antes de llegar a la casa. Me despedí
de ambos de un estrechón de manos (Jesus no parecía querer soltarme) y salí,
dando una vuelta más larga para respirar un poco más de aire. Tras asegurarme
que no iba a empezar a reírme sin motivo, me fui a la casa, donde me encontré
con que Mike estaba entrando.
-¡NO CIERRES! –grité, echando a
correr.
Mi amigo me miró, suspicazmente.
-¿Dónde andabas? –preguntó, ya
entrando.
-En la okupa, Jimmy necesitaba
probar la mercancía nueva –respondí, jadeante. Mike despegó los labios-. Fui
cuidadoso, nada pasó y ya estoy despejado, no me retes. Lo único que tengo, es
hambre.
Mike suspiró.
-Más te vale.
Sin más, nos fuimos a la cocina,
donde Mike preparó dos omelettes. Me encantaba cuando a mi amigo le daban ganas
de cocinar. Realmente extrañaba trabajar en la cafetería; la había dejado para
cuidarme después de la partida de Sarah, aunque su excusa fue que la había
dejado para estudiar más.
Apenas terminamos de comer, mi
madre entró a la cocina, con varias bolsas. Detrás de ella, venía David, con
más bolsas. Al parecer, habían ido a comprar comida y demás. Tras saludarlos,
con Mike nos fuimos al garaje, donde nos quedamos conversando por varias horas.
-¿Puedes creer que mañana al fin
sea mayor de edad? –inquirió Mike, quien, al contrario de mí, veía la mayoría
de edad como un gran cambio. La verdad era que mi gran cambio había ocurrido
tres días antes de mi cumpleaños número dieciocho, así que se entiende el
porqué no lo encuentre la gran cosa.
-Nop. En especial porque son la
doce. ¡Feliz cumpleaños!
Me paré de mi sofá y me dirigí al
de Mike, para darle su abrazo. Me quedé ahí un rato más y me fui a mi
habitación, donde coloqué la alarma del despertador a las siete; Mike tomaba su
café todos los días a las siete y cuarto, así que para esa hora yo ya tenía que
tenérselo listo. Sin más, me desvestí, para quedar sólo en bóxers, tras lo que
me metí a la cama y me dormí.
Tal como lo planeé, a las siete
sonó mi despertador. Lo apagué un tanto aturdido, tras lo que recordé el porqué
quería despertar tan temprano. Me paré, rápidamente, causando que me mareara.
Tras recuperar mis sentidos, me puse una polera cualquiera y bajé al primer
piso, donde le preparé el café a Mike y panqueques.
-No tenía dinero para un regalo
–fue mi saludo a mi amigo cuando entró a la cocina, sorprendido de ver cómo yo
le servía su café.
-¿Recién hecho? –me preguntó.
-Yep.
-¿Pero no tanto como para
quemarme?
-Correcto.
-¿La dosis correcta en la
cafetera?
-Ajá.
-¿Una de azúcar?
-No le había echado aún, pero
ahora sé cuánto…
-¿Lo revol…?
-¡Mike, es un café, no es tan
difícil, deja de ser tan neurótico! –exclamé, riendo-. Si quieres tú le echas
el azúcar.
Negó, con un gran esfuerzo, tras
lo que me reí y dejé el café a su puesto, junto a una cuchara y el pote de
azúcar; ya había echado la pastilla y estaba más que disuelta, así que no me
preocupaba.
Al mismo tiempo que yo servía los
panqueques, Mike dio su primer sorbo de café.
-¿Qué le hiciste? Te quedó mejor
que a mí… -Le dio otro sorbo.- Mucho mejor.
-Creo que usé otra dosis, lo
siento, sí es difícil de prepararlo a tu gusto –admití, con una sonrisa.
Mike iba a decir algo más y, al
instante, sus ojos se cerraron y comenzó a caer hacia delante. Rápidamente, le
tomé la frente, para que no se la golpeara contra la mesa. Acomodé la
superficie y deje que su cabeza reposara ahí.
-¡¿Qué le pasó?! –inquirió una
voz a mis espaldas.
-Shh, mamá, cálmate –susurré-.
Los demás planearon un súper cumpleaños en casa de Tré, y Mike no habría querido
faltar a la escuela, así que me hicieron drogarlo.
Mi madre abrió mucho los ojos.
-Pero…
-No te preocupes, despertará a
mediodía –la tranquilicé-. Y Jimmy vendrá a buscarlo con Jesus en cuanto yo los
llame, así que permíteme levantarme para llamarlos.
Un tanto sorprendida de nuestras
medidas un tanto… eh… drásticas, mi madre asintió. Sin más, me dirigí al
segundo piso, en cuyo baño me duché, rápidamente, para luego volver a mi
habitación y vestirme, para luego correr al teléfono del primer piso y marcar
el número de la okupa.
-¿Aló? –murmuró una voz, un tanto
adormilada.
-¿Tim? Soy yo, Billie.
-Oh, hola primo –musitó él, aún
somnoliento-. Supongo que quieres a uno de los gemelos…
-Sí, gracias.
Sin decirme nada más, escuché
como gritaba por mis amigos. A los pocos minutos, Jimmy contestó:
-¿El conejo cayó en la trampa?
Reí.
-Sí… ¿Qué le pasa a Tim que está
despierto a esta hora?
-Oh, nada, es que se quedó
ensayando con Rancid hasta… Bueno, hasta hace diez minutos; no se habían dado
cuenta que ya era de día.
Reí.
-Bueno, vengan cuando quiera.
-Ok. Apenas Jesus se levante
partimos… Dios lo bendiga por ser tan gay, está arreglándose –bromeó. Reí,
levemente-. Ya, estaremos allá en unos diez minutos.
Veinte minutos después, me
encontraba ayudando a Jimmy a subir a Mike al asiento trasero de la camioneta
de John. Tras acomodarlo, di la vuelta y me subí al auto por el otro lado.
Jesus se encontraba en el asiento de copiloto y Jimmy acababa de subirse al del
conductor.
-Primera vez que no usaremos el
atajo –comentó Jimmy, varios minutos después, entrando al patio de Tré, quien
nos esperaba. Con su ayuda, bajamos a Mike del auto y lo llevamos al living de
Tré, que se encontraba bastante desordenado.
-Mis padres salieron –se
explicó-. Vuelven pasado mañana, por eso celebraremos adentro…
-Menos mal, porque parece que
lloverá –comentó Jesus, mirando por la ventana.
Varias horas después, poco
después de mediodía, ya habían llegado los demás y ya teníamos toda la comida y
bebidas en la mesa central del living. Tré, Jesus y John se encontraban
discutiendo la música, cuando Mike abrió los ojos. Al principio, se notó que
estaba confuso, tras lo que logró encontrarme y enfocarme.
-¡ME DROGASTE! –exclamó.
-No fue mi idea –me defendí. Iba
a replicar algo-. Hey, alégrate, tendrás un cumpleaños que durará todo el día…
-Hasta tienes torta –añadió
Claire, sentándose a su lado.
-Y regalos –agregó Jimmy, quien
abrazaba a Stephenie. Como de costumbre, ver parejas me hizo sentir mal, pero
ya podía aguantarlo y ya no me daban ganas de ponerme a llorar como una niñita.
En fin, tras decidirse que la
fiesta era una buena idea, Mike tomó la primera cerveza, dando la fiesta por
empezada.
Fueron no sé cuántas horas de
beber, conversar y, a eso de las cinco, apagar las velitas.
-Bueno, mis padres quieren salir
por el fin de semana, así que me voy –se excusó Stephenie, poniéndose de pié, a
eso de las siete-. No se droguen mucho en cuanto salga.
-¿Por qué se te ocurre que
haremos eso? –preguntó Jimmy, inocentemente.
-Porque vi la caja –le respondió,
con una sonrisa-. Por favor, no hagas ninguna idiotez.
-No te preocupes, hay harta gente
aquí para cuidarme –musitó Jimmy.
Tras darse un largo beso,
Stephenie se fue.
Apenas sí había cerrado la
puerta, cuando Jimmy sacó la caja.
-¿Quién quiere? Hoy corre por la
casa.
Mike, Tré y Jesus sacaron LSD al
instante, mientras que Lau, Iris y Claire sacaron marihuana. Jimmy y John
fueron por la cocaína y Fran… Fran estaba indecisa.
-¿Qué son estas? –preguntó,
tomando las mismas pastillas que yo había visto en la mañana.
-Según Jimmy, éxtasis. ¿Quieres
probar?
-Sí, ¿por qué no? –musitó,
sacando una tableta.
Yo también saqué una y la tomé.
Me sorprendí al sentirme en un
estado en el que no estaba hacía mucho tiempo: Era feliz. Bastante feliz. Y
tenía más energía de la que debería tener por haberme despertado tan temprano.
Sorprendido por esto, miré a Fran, quien tenía la misma cara que yo debía
tener: Euforia pura.
Fue ahí que vi cómo Claire y Mike
se besaban, intensamente, y como Lau y Tré también. Esto último me sorprendió,
pero no tanto como debería, ya que, por algún motivo, me encontraba totalmente
consciente de que Fran estaba al lado. Y, sin pensar, volví a besarla.
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