Foot in the mouth: Expresión usualmente utilizada para referirse a "metidas de pata" del índole verbal
-¿Cómo se te
ocurre preguntar eso? ¡Por supuesto que está bien!
Fue esa última
exclamación de parte de Mike la que me despertó, así que, silenciosamente, me
salí de la cama y caminé a la puerta, tras la cual me encontré con mi amigo,
quien hablaba por su celular. Vi que a su lado, sobre una mesita, se encontraba
una bandeja con lo que, supuse, era mi desayuno.
-No queremos
que hablen porque aún no están listos para tener una conversación decente...
–Así supe que era Adrienne quien se encontraba al otro lado de la línea. Tras
hacerle un gesto de saludo a Mike, saqué el café y le di un sorbo.- ¿Nosotros?
Pues yo y Britt.
La respuesta
de mi esposa fue tan fuerte que hasta yo la escuché.
-¡¿QUIERES QUE
CREA QUE NO HAY MÁS INVOLUCRADOS?! ¡¿ACASO NO INVITARON A TRÉ O A ROECKER A LA
FIESTA?!
-¿Fiesta?
¡Addie, estamos hablando de su matrimonio en problemas, no el de dos extraños!
¡Estamos hablando del matrimonio que nos permite creer en que el amor real existe
y puede sobrevivir cualquier problema que se le cruce!
No pude evitar
reírme en silencio, mientras sacaba una tostada. La situación llegaba a ser
chistosa: Todo el mundo nos veía como la pareja perfecta, y era todo una
mentira gigantesca.
-¡NO ME MIENTAS,
MICHAEL! ¡SÉ QUE BILLIE HA ESTADO EN CONTACTO CON SARAH! ¿CÓMO EXPLICAS QUE NO
LO HAYA SABIDO ANTES, SI ES QUE USTEDES NO AYUDARON?
Dejé la
tostada de vuelta en su plato.
-Déjame hablar
con ella –pedí, en un susurro.
Sin emitir
sonido, Mike articuló:
-¿Seguro?
Asentí, ante
lo que mi amigo suspiró y me pasó el teléfono. Tomé aire y, finalmente, hablé:
-Addie, deja
de gritar.
Mi esposa se
calló al instante.
-¿Billie?
-Sí. Dijiste
que querías hablar conmigo, así que aquí estoy.
Prácticamente
podía verla dejarse caer en el asiento más cercano, al tiempo que la ira se
esfumaba rápidamente.
-La verdad, no
sé qué decirte.
Torcí una
mueca, que sólo Mike pudo ver.
-Mira, creo
que mejor no me aparezco en la casa hasta el lunes... Ya sabes, cuando los
niños estén en clases.
-El lunes
tenemos que ir a la reunión con la profesora de Joey, ¿recuerdas?
No lo
recordaba. Y eso que había sido el día anterior. No sólo era una mierda de
persona, también era una mierda de padre. Pero en fin.
-Entonces iré
hoy a la noche, para que no vean, en caso de que tenga que irme de nuevo.
Supe al
instante que había dicho algo mal.
-¿Por qué
tendrías que irte de nuevo?
Pensé lo más
rápido posible.
-Porque quizás
nos pondremos a gritar de nuevo, y no arreglemos nada, en cuyo caso, será mejor
que me vaya por un rato para que no terminemos matándonos.
Y ahí supe que
ella me había encontrado la razón.
-De acuerdo.
¿Hoy a medianoche? –Solté alguna afirmación.- Ok, nos vemos... Cuídate.
Colgué antes
de tener que responderle, y suspiré.
-Te advierto
que “furiosa” es poco para cómo está –murmuró Mike.
-Lo sé... Lo
sé... –Pasé una mano por mi pelo, nervioso. Bueno, quizás, con algo de suerte,
Addie estaba tan enojada conmigo que era capaz de asesinarme... Aunque eso
sería aún peor para mis pobres hijos, en comparación a un simple suicidio, que
ahora podría intentar hacer parecer un accidente...
Armstrong,
concéntrate en estar vivo...
-¿Quieres que
te vaya a dejar a la noche?
Me costó
concentrarme en lo que Mike me decía.
-¿Por qué? ¿No
puedo usar mi auto?
Mi amigo
torció una mueca.
-La verdad es
que probablemente se lo llevó la grúa... Si tienes tu celular como número de
contacto, no lo sabremos hasta que vayas a casa... Si tienes tu teléfono fijo,
tampoco. Así que no, no puedes usar tu auto.
Mike sonaba
convincente. De verdad. Pero un lado de mí no le creía del todo. Quizás decía
la verdad, pero un lado de mí sabía que él no quería que estuviera solo, en
ningún instante. Y en realidad, tenía razón en tener miedo de mis acciones.
Fue así como
quince minutos antes de la medianoche, tras un monótono día en el que logré
distraerme de la idea de desaparecer del mapa, me encontré a mí mismo en el
asiento trasero del auto de Mike, camino a mi casa.
-Tu celular
está en tu casa, así que no hay forma que nos llames –me decía Mike-, por lo
que con Britt te esperaremos en el sushibar que está a dos cuadras, ¿ok? Eso
sí, si todo sale bien y decides quedarte, nos llamas.
Asentí,
intentando disimular mi ansiedad. Aún no tenía idea qué decirle a Addie. Estaba
claro que podía decirle la verdad, pero eso significaría perderla, y perder a
los niños de paso. O podría mentirle descaradamente. Pero ¿qué mentira decente
explica el hecho de que Sarah tuviera mi número?
-Billie,
tranquilo, son tú y Addie, ya solucionarán las cosas.
Sé que
Brittany tenía la mejor de las intenciones, de verdad que lo sabía, pero no
pude evitar sentirme molesto por su comentario. Odiaba el hecho de que la mayor
farsa de mi vida fuese vista como perfección ante los ojos de los demás. Y
odiaba más el hecho de que eso tendría que seguir así el resto de los pocos
días que quería que me quedasen, o los muchos que Mike y todos querían que
viviera.
-Gracias,
Britt, ojalá tengas razón –murmuré.
Por el espejo
retrovisor, Mike me miró con cierto reproche, y era obvio que se debía a que
sabía que en realidad no me interesaba seguir con Adrienne... Pero que
probablemente lo seguiría haciendo, sólo por los niños... Y por mi cordura.
Estar solo no me atraía. La verdad, me daba miedo. Sabía que terminaría muerto,
lo sabía muy bien... Pero temía que, además, hiciera alguna idiotez que sí
dejaría alguna consecuencia en el mundo que con tantas ansias quería abandonar.
Y, mucho antes
de que mis pesimistas pensamientos se extinguieran, llegamos a mi casa. O ex
casa. Todo dependía de cómo fuera la conversación que ahora sostendría con mi
esposa.
-Ok,
entonces... Los llamo, o nos vemos en el sushibar –murmuré.
-Suerte –me
dijeron los dos al unísono, al tiempo que me bajaba del auto.
De algún modo
u otro, sabía que ahora estaban besándose, cosa que no habían hecho durante
todo el día, al menos en mi presencia, pero no quise voltearme a comprobarlo;
ver a dos personas besándose con el más puro de los amores sólo me ayudaría a
recordar a Sarah, y creo que esa era la idea contraria de este ejercicio. Así
que, con el pulso acelerado, saqué el llavero de mi bolsillo, para así poder
abrir las puertas y entrar a mi casa; la luz de la cocina estaba encendida, y
así fue como supe que con Adrienne tendríamos nuestra charla ahí.
-Hola –susurré,
apoyado en el umbral de la puerta.
Ella levantó
la mirada de la revista que se supone que leía, cosa que dudaba, puesto que
estaba al revés.
-Hola
–respondió.
Por algún
motivo, Adrienne sólo había prendido la lámpara que colgaba sobre la pequeña mesa
que teníamos ahí. Supuse que lo hizo para que no se viera tan iluminada la
cocina, y los niños no vieran la luz desde el segundo piso al ir al baño, o
alguna idiotez así, pero no pude evitar sentirme como si estuviese siendo
interrogado por la policía. Pero bueno, eso era bastante similar a lo que
acontecería a continuación.
-¿Puedo
sentarme?
Me miró con
cierto enojo.
-Por supuesto
que puedes sentarte; estaré enojada contigo, y tú estarás mintiéndome
descaradamente, pero no por eso vamos a tratarnos como animales.
Asentí y,
cuidando de no arrastrar la silla, me senté frente a ella, del otro lado de la
mesa.
-Bueno... ¿De
qué quieres hablar primero?
Fue la única
forma educada que se me ocurrió de decirle “di lo que quieras, sólo
responderé”. Ella sólo me miró, tras lo cual dijo:
-¿Por qué
Sarah tiene tu número?
Ok, directo al
grano. ¿Qué le decía? ¿Qué mierda le decía?
-Porque las
fotos que revelé eran para ella, originalmente.
Nunca sabré
qué me impulsó a decir la verdad. Sólo que, antes de darme cuenta, le estaba
contando sobre cómo Nadia me había dado el número de Sarah “por error”, y de
cómo habíamos hablado para que yo le entregase los negativos, ya que estaba
viviendo en San Francisco.
-Así que nos
juntamos y le pasé las fotos.
-¿Y sólo te
juntaste con ella esa vez?
Ya estando
diciendo la verdad, no me costaba nada decirle que no. De hecho, quería decirle
que no. Quería seguir diciendo la verdad, quería poder sincerarme con ella, tal
como había hecho con Mike... Pero no podía. Era mucho más fácil mentir,
descarada y descorazonadamente, como si mi matrimonio realmente valiese el
precio de tantas mentiras.
-Le entregué
las fotos, y no volví a verla, pero hablamos un par de veces más por teléfono
–murmuré-. Al final me llamó porque, al menos en su mente, lo que hacíamos se
comenzaba a sentir demasiado real. Decidió irse.
Asumí que,
para Addie, yo ya no tenía motivos para mentir, por lo cual eso debía ser verdad. Esa era la única
explicación para que tan sólo suspirara y dijera:
-Y ayer,
¿dónde fuiste? ¿Acaso fuiste a buscarla?
Ya era muy
tarde para eso, así que sólo fui a matarme de una buena vez... No, no podía
decirle eso. Lo mínimo que me haría sería mandarme a un psicólogo.
-Fui a
emborracharme. John me encontró en muy mala forma, así que los chicos decidieron
no decirte nada, por miedo a que cayera en un coma etílico o alguna idiotez
similar. Me quedé donde Mike. Cuando llamaste, estaba despertando.
Me miró
fijamente. Teniendo en cuenta que lo que le contaba era una verdad disminuida
por su propio bien, me fue mucho más fácil parecer convincente.
-No más
mentiras, ¿me oíste? Ninguna sola más.
Torcí una
sonrisa.
-Sí, amor.
Primera
mentira.
* * *
-¿Y te dejó
volver? ¿Así y sin más?
-En vez de
sorprenderte tanto, deberías felicitarlo, Mike. –Britt me sonrió.- Me alegro
por ustedes, Billie.
Estábamos
Mike, Britt y yo en el Sushi Bar. Cuando llegué, recién estaban pidiendo su
orden, así que pude unírmeles; con Addie no habíamos hablado mucho más después
de esa breve explicación.
-Dijo que lo
mejor es que llegue mañana a la hora de almuerzo, para que los niños me vean.
Tengo prohibido mentir, claro está.
Esta
explicación iba íntegramente dirigida a Mike, por lo cual no me importó
realmente que Britt no entendiera el porqué debía prometer no mentir.
-Así que no tiene
idea de tu cuasi suicidio.
-En lo
absoluto. No quería preocuparla más.
El camarero
llegó con nuestras órdenes. Comí en silencio, aún algo incrédulo de mi suerte.
Mike y Britt conversaron entre ellos, decidiendo que lo mejor era pretender que
estaban solos. Me gustó eso. Era casi como no existir.
En fin, esa
noche, llegamos a su casa no mucho después. Ellos se fueron a acostar de
inmediato, pero yo preferí quedarme con John, quien veía una película con una
cerveza en su mano.
-Supongo que
Vincent dijo que no puedo beber –murmuré, sentándome a su lado en el sofá
frente al televisor.
-Nope, lo
siento.
Abrí la lata
de bebida que había sacado de antemano del refrigerador.
-¿Cuándo será
el día que haciendo zapping me encuentre con una película tuya? –inquirí, tras
darle un sorbo a la lata.
-Probablemente
será el día en que tu Warner decida que mi obra no dañará su imagen, querido
Billie Joe –contestó él, ante lo cual torcí una mueca-. Sí sé que no es tu
culpa, tranquilo. Creo que partí mal con Rob, y la situación simplemente fue
agrandándose, pero tengo fe en que algún día cederán.
-Más les vale
–murmuré-. Ah, cierto: Puedo volver a casa. –Fue el turno de John de torcer una
mueca.- ¿Y eso por qué fue? Sé que no te agrada Adrienne, pero no es para
tanto.
Su expresión
cambió a sorpresa.
-¿Y yo cuando
he dicho que ella no me cae bien? ¡Addie es genial! –Alcé una ceja.- En serio.
Lo que no me gusta es cómo te pones con ella.
-Ok, o sea que
no te gusto cuando estoy en una relación.
Mi amigo negó,
pensativo.
-Mira, a ti te
conocí después de lo de esa Sarah, justo después de haber conocido a Addie,
¿no? Bueno, te conocí siendo tú. Pero cuando estás con Addie, eres un sujeto
diferente, y Tré está de acuerdo conmigo. Es difícil de explicar el porqué,
pero ninguno de los dos siente que está bien. Sí, quizás te sientas feliz...
Pero ¿no fue por estar con ella que casi moriste ayer?
Sonreí,
tomando nota mental de hablar con Tré en cuanto pudiera.
-Me ama,
incondicionalmente.
-Pero ¿la amas
tú a ella?
Terminé la
bebida, para luego apretar la lata, con fuerza.
-La quiero lo
suficiente –musité.
Y me fui a
acostar. Y al contrario de la noche anterior, caí dormido al instante, sin
siquiera llegar a pensar nada.
Desperté
temprano. Bueno, eso creía al menos, no tenía reloj en la habitación, pero no
se escuchaba ningún ruido en el resto de la casa, por lo cual muy tarde no
debía ser. Tenía hambre, así que, tras ir al baño, bajé de inmediato a la
cocina. Me sonreí al darme cuenta que John Roecker seguía en el living,
durmiendo, pero con la televisión aún encendida. Pensé en despertarlo, pero
preferí comer primero, así que me limité a pasar detrás de él.
-Ah, el
paciente despertó.
Me había
olvidado por completo de Vincent, quien, obviamente, seguía en la casa, y ahora
se encontraba en la cocina.
-Sí, el hambre
me ganó –murmuré, dirigiéndome a la cafetera-. ¿Qué hora es, en todo caso?
Se sonrió, al
tiempo que sacaba dos waffles del horno eléctrico (asumí que eran waffles
pre-hechos, pero no podía ponerme exigente ahora), y revisaba el reloj del
microondas.
-Las ocho y
media. ¿Dormiste bien? ¿Sigues sintiendo efectos de las pastillas?
-Dormí mejor
que en mucho tiempo, y no, ya no siento nada. Ni siquiera lo sentía ayer.
-Perfecto.
Desayunamos en
silencio, ya que... Bueno, no tenía idea de qué hablar con el doctor hermano de
la esposa de mi mejor amigo, que, ya que estamos, me había salvado la vida
hacía menos de tres días.
-¿Crees que
John me mate si lo despierto? –pregunté, más que nada por decir algo, cuando ya
estaba por terminar mi café.
-Quizás, si
eres brusco... No lo seas.
Sonriendo,
tomé lo que quedaba, y corrí al living, a zarandear a John.
En fin, a eso
de mediodía, cuando ya estaba duchado y vestido, volví al living, ahora a
despedirme de Mike, Britt, John y Vincent.
-Gracias por
todo, Britt, de verdad –musité.
-Cuando
quieras, Billie, pero creo que Mike te matará si vuelves a esta casa en estas
condiciones –comentó ella, con una sonrisa.
Luego pasé a
despedirme de John, quien me abrazó con fuerza.
-Me quedaré en
la ciudad el resto de la semana, así que si no te reportas un día, iré a verte
vestido de mujer, y no creo que a Addie vaya a gustarle eso –susurró.
Recordé la
mentira que le había dicho a Addie la noche que había estado con Sarah, mentira
que involucraba a mi amigo. No, no iba a gustarle.
Bueno, le
estreché la mano a Vincent, en una despedida un tanto más fría, y luego dejé
que Mike me fuera a dejar en su auto.
-Supongo que
estás seguro de que esto es lo que quieres –comentó, cuando ya estábamos fuera
de mi hogar.
-Supongo lo
mismo –murmuré.
Nos miramos y,
al igual que John, me abrazó, fuertemente.
-Mañana vamos
a juntarnos a ensayar, ¿no? –preguntó, aún sin soltarme.
-Sip, así que
puedes soltarme, no tengo intenciones de faltar –respondí, con una sonrisa-.
Ya, adiós, gracias de nuevo.
Y me bajé,
para tocar el timbre del portón. Me abrieron y caminé a la puerta principal, la
cual no fue abierta por Addie, si no que por Jakob, quien me vio, sonrió y me
abrazó, estrechamente.
-¡Papá!
-Hola, pequeño
saltamontes –le respondí, alzándolo por los aires-. ¿Me extrañaste?
-¡Sí! ¡Ya no
me duele la cabeza, así que quería jugar fútbol, pero Joey no quiso, y no
quería jugar con mamá...!
Reí y le di un
beso en la cabeza.
-Después de
almuerzo, ¿sí?
Sin más, me
adentré hacia la cocina, donde me encontré con Adrienne y Joey, la primera
sirviendo los platos, y el segundo poniendo la mesa, con mala cara.
-¿Viste? Tu
padre sí llegó, así que ¡anda a poner el otro plato! –exclamó mi esposa, al
verme entrando con Jake en mis brazos.
Decidiendo,
por la cara de Joey, que lo mejor era actuar con naturalidad, saludé a
Adrienne:
-Hola, amor.
Ella me
sonrió, más sin acercarse a darme un beso ni nada, demostrando que aún nos
quedaba un largo camino que recorrer.
-Hola, cariño.
Bueno, al
menos me saludó bien.
El almuerzo lo
hicimos conversando temas ligeros, pero con naturalidad. Jake se veía feliz de
que hubiese vuelto, al igual que Adrienne. Joey... Bueno, él seguía mostrándose
arisco conmigo, pero sabía que, en el fondo, estaba aliviado de mi retorno.
-Ok, ¿quién
quiere jugar fútbol? –pregunté, cuando terminamos el postre. Jake levantó su
brazo- Bien, después de que lave la loza, vamos al patio trasero.
Así que me
paré, recogí la mesa y empecé a lavar. Joey y Jake se pararon de inmediato, no
sé que fueron a hacer, pero Addie me acompañó a la cocina, donde se tomó un
café, conversando conmigo. Todo estaba saliendo naturalmente, como debía...
Sólo tenía que retener todos mis sentimientos de sofoco, de no pertenencia y de
infelicidad, y mostrarme como si estar ahí era lo que más deseaba. Sí...
Jugué con los
niños. A eso de las cinco de la tarde, recibí un llamado diciéndome que fuera a
buscar mi auto al día siguiente durante la mañana. Agradecí el aviso, y decidí
pasar después de la reunión con la profesora de Joey y antes de irme al
estudio.
Ya a la noche,
Addie no me dejó dormir con ella, pero eso no me molestó tanto como la mirada
suspicaz de Joey. Addie me dijo que les había dicho a los niños que me había
ido a ver cosas de la banda... Pero era obvio que Joey, quien había estado
presente en mi huida, sabía que no me había ido por eso. Así que, esa noche,
apenas escuché cómo Adrienne se iba a acostar tras darle las buenas noches a
Jake (yo ya se las había dado), salí de mi pieza, en dirección a la de Joey.
-Volviste
–murmuró él, sin despegar la vista de su historieta, apenas sintió cómo abría
la puerta.
-Prometí que
nos quedaríamos todos juntos –contesté, adentrándome en la pieza, para sentarme
a los pies de su cama-. No fui a juntarme con Ella, ¿sabes?
Joey bajó la
historieta, y me miró fijamente a los ojos, por varios instantes.
-Te creo. De
haberla ido a ver, no lucirías tan miserable... Y tampoco habrías vuelto, ya
que estamos.
Sonreí.
-Según esa
lógica, jamás habría vuelto tras verla la primera vez.
-Factor humano
–musitó, volviendo a su historieta. Aproveché para mirar a la planta de
marihuana de reojo-. Sigo sin probarla, tranquilízate.
Suspiré.
-Creo que
nunca más estaré tranquilo –admití-. ¿En qué instante creciste tanto?
-Si hubieses
estado en casa, lo habrías notado –murmuró.
Torcí una
mueca.
-He estado en
la casa los últimos dos años.
-Pero a
medias. Apenas puedes irte, lo haces –replicó.
Volví a
suspirar.
-Bueno, hora
de dormir, mañana tenemos esa entrevista con tu profesora, te quiero bien descansado
para que no te echen. Con algo de suerte, hasta te quitan la suspensión y no
tendrás que estar conmigo o tu madre todo el día.
Me miró,
alzando una ceja, pero me mantuve impasible. Mi hijo se permitió una pequeña
sonrisa.
-Sí, papá.
Cerró la
historieta y la dejó sobre su velador, para luego recostarse, al tiempo que yo
me paraba y apagaba la luz.
-Dulces
sueños, Joseph.
A la mañana
siguiente, bajé a desayunar con Jake y Joey; Addie tardó un poco más en
unírsenos, pero esto se debía a que se había arreglado considerablemente, con
la intención de causar una buena impresión en la profesora de Joey, con quien
tendríamos la entrevista por el comportamiento de mi primogénito.
-¿Cómo me veo?
Me costó un
poco sonreír.
-Hermosa.
Esto era
verdad, pero, de todas formas, me costó decírselo.
En fin,
desayunamos, y, tras ir al baño una vez más, cepillarse los dientes y buscar la
mochila de Jake (después de todo, al estar suspendido, Joey no tenía para que
llevar sus cosas, ya que después debía volver a la casa), los cuatro nos
subimos al auto de Addie, quien, por fortuna, no preguntó la causa exacta de
porqué no tenía mi auto, si no que me dejó conducir como si fuera lo normal.
Llegamos al colegio, y Jake se fue de inmediato a su sala, probablemente a
hablar con sus amigos, aprovechando que el timbre aún no tocaba, mientras que
Addie y Joey entraban al colegio y yo estacionaba el auto.
Y recién ahí
me permití aflojar la sonrisa. No sabía porque me sentía mal, pero desde que
había despertado que sentía ganas de llorar, gritar y más. Y no tenía para qué
sentirme así. Es decir, sí, había intentado matarme y no me había funcionado,
el posible amor de mi vida había vuelto a desaparecer, mi hijo mayor me odiaba,
mi hijo menor no entendía nada, y mis amigos temían por mi vida... Pero mi
esposa me había perdonado, así que no tenía ningún motivo para estar triste...
¿O sí lo tenía? ¿Y si en realidad lo normal era
sentirme miserable?
Lo terrible es
que no tenía a nadie a quien preguntarle porque, enfrentémoslo, era imposible
que alguien haya estado en mi misma y exacta posición alguna vez. Bueno,
estadísticamente hablando, tal vez había alguien en China, Rusia, Finlandia o
Argentina. Pero eso era algo que nunca sabría.
-¿Lo puedo
ayudar en algo?
¿En qué
momento había llegado a la sala de profesores?
-Vengo con
ellos –murmuré, señalando a Addie y Joey, agradecido de que estuviesen ahí; la
verdad que no tenía idea el nombre de la profesora de mi primogénito. Realmente
era increíble que me permitieran ser padre.
La mujer
(supuse que era una auxiliar, debido a su delantal azul) me permitió entrar,
con mala cara. Tuve un súbito flashback a la oficina de mi viejo profesor de
música, donde nos habían castigado a Jesus y a mí por escaparnos de clases.
Jesus... ¿Acaso morir te costó tanto como a
mí, o partir te fue más fácil? ¿Acaso tuviste la suerte de que no hubiera nadie
para detenerte? No sabes cuánto envidio tu soledad...
-¿Billie?
Addie me
miraba, con esa expresión que conocía tan bien: Preocupación por mí. Me costó
un poco recordar que no estaba teniendo una conversación con Jesus, que no iba
a obtener una respuesta y que debía estar normal.
-Me perdí
–musité, con una sonrisa, intentando demostrar que todo estaba bien. Parece que
fui convincente, ya que me devolvió el gesto y me tomó la mano. No recordaba
haberme sentado a su lado, pero así era.
Tuvimos que
esperar un par de minutos, hasta que el timbre tocó. Recién ahí una secretaria
se nos acercó para informarnos que la profesora de Joey nos vendría a buscar en
cualquier minuto. Así que, unos cuantos minutos después, la mujer llegó a donde
nos encontrábamos, y nos hizo pasar a mí y a Adrienne a una salita, dejando a
Joey fuera.
-Hola, soy la
profesora de su hijo, Molly Kant –se presentó, indicándonos dónde sentarnos en
la estrecha oficina. No había ningún decorado personal, sólo un cuadro que
indicaba que el colegio era el mejor en no sé qué, lo cual me hizo concluir que
era la sala utilizada por todos los profesores para sus entrevistas con
apoderados. Realmente esto era deprimente.
-Yo soy Adrienne
y él es Billie Joe, somos los padres –nos presentó Addie, decidiendo hablar
antes de que a mí se me ocurriera. Hice un gesto con la cabeza, que ella me
devolvió con una sonrisa.
-Bueno, quería
discutir sobre el comportamiento de su hijo. Hasta este año, se comportaba
normalmente, tenía notas aceptables... Pero de pronto se convirtió en...
-Un imbécil
–completé yo, con una sonrisa.
-Señor
Armstrong, yo no iba a...
-Está bien,
está bien: Está convirtiéndose en un adolescente, lo normal es que se convierta
en un imbécil –me expliqué, aún sonriendo, ignorando el suave pisotón que me
dio Adrienne en mi pie-. No voy a decir que está mal que lo castigue, porque
sus otros compañeros están en la misma etapa y no andan intentando explotar
laboratorios, pero creo que perder una semana de clases no va a ayudarlo en
nada.
¿De dónde
mierda había venido todo eso? Addie ni siquiera pudo disimular su asombro ante
el hecho de que haya dicho algo coherente.
-Bueno,
teniendo en cuenta el desempeño académico de Joseph, perder una semana de
clases no es algo que vaya a afectarle mayormente...
-Quizás no
ahora, pero, tal como usted dijo, está viviendo ciertos cambios. Quizás una
semana sin colegio lo descompense más de lo necesario.
La profesora
me miró, como si analizara la situación.
-Puedo
disminuir la suspensión a tan sólo tres días, Joey volvería a clases el jueves.
Pero tendrá que visitar al orientador una vez a la semana por el resto del mes.
Miré a
Adrienne, quien tenía una expresión que reflejaba perfectamente lo que yo
pensaba: Alguien tenía que hablar con Joey, y por las peleas que habíamos
tenido, yo no era el indicado, ya que no sabía qué decirle. Así que lo del
orientador no sonaba para nada mal.
-Por mí está
bien –musitó mi esposa al fin. Yo asentí.
-Perfecto...
Ahora, iré a buscar a Joey, para que hablemos los cuatro un poco más, ¿sí?
Apenas la
profesora Kant salió de la salita, Addie me abrazó, con fuerza, y me plantó un
beso.
-¿Y eso por
qué fue? –pregunté, un tanto sorprendido, ignorando la punzada de culpa y de...
Bueno, desagrado.
-¡Estuviste genial!
Es mucho más de lo que esperaba conseguir, y quizás el orientador hasta le haga
bien y...
Sin otra
opción, la callé de un corto beso.
-Tranquila que
ahí vienen –musité, distanciándome, para acomodarme bien en el asiento.
En ese preciso
instante, entró la profesora con mi hijo, quien llevaba una tercera silla. Se
sentó entre Adrienne y yo, con una curiosidad que no lograba ocultar. La
profesora pasó a explicarle el trato que se nos había ocurrido, planeado con la
única intención de que él no perdiera clases, y dejara de ser un imbécil.
Bueno, no lo dijo así, sino que con palabras bastante similares a “volviera a
dar lo mejor de sí, en vez de conformarse con el mínimo y dedicarse al desorden
como vía de rebelión”. Pero todos sabíamos que era un eufemismo para lo que yo
había dicho anteriormente. Bueno, hablamos un poco más, quedamos en volver
dentro de un mes, cuando Joey terminara de ir con el orientador, y, tras una
despedida más larga de lo que me hubiera gustado, nos fuimos.
-Bueno,
tendrán que acompañarme a buscar el auto... Lo siento, Addie, pero no los puedo
ir a dejar –murmuré, en camino al lugar donde la grúa se había llevado a mi
pobre auto hacía ya más de dos días.
-No te
preocupes, tengo que pasar al supermercado de todas formas, necesito harina
–respondió, con una sonrisa. Realmente la había hecho feliz. Con la suerte que
tenía, esto significaba que tendría que dormir con ella esa noche. Genial. Y
léase con todo el sarcasmo posible.
-Papá, ¿puedo
acompañarte al estudio?
Si no fuera
porque mi hijo habló en un rojo, por lo cual el auto ya estaba detenido, habría
frenado bruscamente por la sorpresa.
-Pues, ¡claro
que puedes venir! –contesté, aún un tanto extrañado por su súbito interés.
¿Acaso mi realidad realmente podía ser mejor que antes? Es decir, sabía que mi
hijo lo hacía más por repulsión a ir al supermercado que por otra cosa, pero el
hecho de que considerara olvidar su odio hacia mí por ser la horrible persona
que soy no podía ser malo, ¿verdad?- Pero no puedes explotar el estudio.
Se sonrió,
sonrosado.
-Hecho.
Así que
llegamos al depósito, donde le pasé su auto a Adrienne. Firmé el papeleo, pagué
la multa y con Joey nos subimos, para dirigirnos al estudio.
-Hazme un
favor y llama a Mike diciéndole que vamos –le pedí a mi hijo, pasándole mi
celular, cuando ya llevábamos un par de cuadras recorridas.
-Bueno...
–Marcó el número y, tras una corta pausa, dijo:- ¿Tío Mike? Soy yo, Joey... No,
no le pasa nada a papá... –Mi hijo me miró, alzando una ceja, demostrando su
curiosidad. Nota mental: Matar a Mike.- Sólo que ya vamos para allá. Sí,
también voy.
Supuse que
Mike le había dado una explicación satisfactoria al hecho de haber preguntado
por mi bienestar, ya que Joey no me hizo ninguna pregunta al respecto en lo que
duró el trayecto, lo cual no fue mucho que digamos.
-¿Ya están
grabando canciones nuevas? –me preguntó, apenas apagué el motor.
-Nop, sólo
estamos probando sonidos nuevos, y tocando cosas varias. Tan sólo llevamos una
canción completa.
Asintió,
bajando del auto. Lo imité y nos dirigimos al interior del estudio, donde ya
estaba Mike esperándonos.
-Así que el
pequeño Armstrong decidió acompañarnos.
-No. El
segundo más pequeño decidió acompañarlos –contestó mi hijo, con una sonrisa.
Mike soltó una carcajada.
-Hijo de su
padre. Bueno, Tré aún no llega, me pregunto en que estará. Por lo que sé, ni
Ramona ni Frankito están en la ciudad.
Algo en mi
cabeza hizo conexión.
-El otro día
dijiste que había gente en tu casa y en la de Tré esperándome. Si Tré estaba
con Addie, ¿quién estaba allá?
Joey me miró.
-¿Esperándote
a qué?
Mike y yo
intercambiamos una mirada. Por suerte, ese fue el momento en que John Roecker
decidió irrumpir en la salita en que nos encontrábamos.
-¡Joseph!
¡Tanto tiempo!
-¡Tío John!
Pese a no ser
cercano con mi esposa, John se llevaba bastante bien con mis hijos, así que no
tardó nada en entretener a Joey y distraerlo de las preguntas que,
probablemente, quería hacerme.
-Intenté
llamar a Tré para avisarle que venías con Joey, pero no me contestó. Hay algo
raro ahí.
-Bastante raro,
que quieres que te diga.
Fue entonces
que se escuchó el sonido de la puerta al cerrarse y el de pasos corriendo hacia
nosotros.
-¡ESTÁS VIVO!
John se había
llevado a Joey a la cocina del estudio. Desafortunadamente, el grito de Tré
había sido muy fuerte y mi hijo debió haberlo oído, ya que, apenas logré
soltarme del fuerte abrazo de Tré, me lo encontré frente a mí, pálido,
mirándome a mí, a Tré y a Mike, sin entender nada.
¿Acaso no
terminaría nunca de pagar mis metidas de pata?
Bueno, este capítulo originalmente iba a ser más largo... Llevo dos páginas más, y me di cuenta que eso era recién la mitad, así que el capítulo 23 terminó por ser dividido en un 23 y un 24. Espero no tardar mucho en subir el siguiente, en especial porque tengo que terminar antes de entrar a la Universidad (el 12 de marzo)! Ojalá haya sido de su agrado, buenas noches, o buenos días, son las 3:30AM.
wow enserio hay cap (pensé que ya estaba alucinando xd) me encantó :). ¿Porque Billie tiene que tener tan buenaa suerte? *sarcastic mode: ON*
ResponderEliminarojala que subas pronto y que te vaya bien en la uni xd
cuidate, un beso :3
Aii tu quieres matarme no?? jaja okno pero tu cap si que son largos!! cuantas hojas son!! bueno igual es super genial!! y como es eso que te quedaba mas por escribir?? wow tienes demaciado!
ResponderEliminarbueno por donde empezara! bueno me imagino a addie gritandole a mike que ensima no tiene la culpa de nada solo quiero ayudar a que los dos esten bn!! y eso lo hace el mejor amigo!! yo creo que addie le cree sus mentiras por que no se puede alejar de billie!! ella no podria sola con sus dos hijos!! por cierto... que onda joey?? jake es un amor de niño es genial!! pobre me da una lastima de que el viva en una gran mentira eso me mata!! el nunca superaria la separacion de sus padres! y como segui a joey no le creo mucho esto de que tenga la planta y no la alla probado, suena raro pero si el dice eso bueno... billie encaro muy bn a la profesora es genial como lo hizo y eso hio que addie se orgullesera de su esposo!! aii dios esto me mata en serio es genial!! osea por momentos me encanta esto de la familia perfecta y los mejores amigos y la gran banda!! pero su corazon pertenece a sarah!! es ella su verdadera felicidad!! y eso lo esta matando!
joey esta tambin aceptando la "integracion" de su padre, es como si quieren recuperar tiempo perdido y eso me parecio genial!!! y esto de que quiera ir al estudio es genial!!!
pero que pasa con el estudio?? Joey seva con su tio john a la cocina y llega tre y grita de que billie esta muerto pero quien aparece detras?? mmm bueno creo que me enterare el prox cap!! que espero que aparesca pronto!! por que tu fic es genial!! la he seguido desde el principio de la segunda tem!! ajja ok no es mucho pero bueno!!!
xoxo
asdlj creí que quedaba claro que el que entraba era Joey xD y este cap creo que al final salieron 7 hojas, cuando iba en la página 9 me di cuenta que ya era mucho, y mejor lo corté x) Me fui en la volada xD y gracias :)
ResponderEliminarYA PUEDO COMENTAR!!!!!!!!!!! :woot:
ResponderEliminarBueni, después me meto en lo otro y te comento :3
wiii xD! estudia más mejor, mujer!
ResponderEliminarJAJAJA, nu :c (?) dónde estássssss?, I miss you :_
ResponderEliminarBueno, ya sabes que estaba en Icalma xD ahora subiré el relato detallado al blog personal xD
ResponderEliminar-El otro día dijiste que había gente en tu casa y en la de Tré esperándome. Si Tré estaba con Addie, ¿quién estaba allá?
ResponderEliminarOMG!!!!! ¿¿¿¿¿¿quien estaba en la casa de Tre?????!!!!!
No me digas que es lo que yo pienso!!! Dime que ella no se fue!!!
Espero que subas pronto!!!!
Creo que sé por dónde van tus pensamientos... en fin, en el próximo capítulo se resuelve el misterio, y creo que estaré subiendo pronto :)
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