Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

jueves, mayo 05, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter twenty-eight: Simple twist of fate.


Se sentaron juntos en el parque, a la vez que el cielo comenzaba a oscurecer. Ella lo miró y el sintió una chispa hormigueando hacia sus huesos. Fue ahí que se sintió solo y deseó haber seguido derecho y buscar por un simple giro del destino.
SIMPLE TWIST OF FATE – BOB DYLAN

Todd Haynes era un hombre cuyo castaño cabello era, casi en su totalidad, rizado y sus ojos castaños demostraban lo feliz que estaba de ver a la pelirroja entrar a la oficina.
-¡Jennifer Kiffmeyer! –exclamó él, poniéndose de pié- Un placer conocerte.
-Gracias, el placer es mío –musitó ella, con una tímida sonrisa. Siempre le pasaba cuando alguien a quien ella idolatraba la idolatraba de vuelta.
Sin más, ella se sentó en un sofá, mientras que el afamado director se sentaba en otro.
-Antes de que te llueva a preguntas, ¿hay algo que quieras saber? –preguntó él, mientras le ponía la cinta una grabadora.
-Eh… Sí. ¿Qué fue lo que interesó de mi vida? –inquirió ella, con algo de risa.
Todd rió.
-El hecho de que hayas aparecido de la nada y hayas arrasado tan joven… Lo encuentro sorprendente –respondió él-. Y sé que tú vida es interesante. Digo… Conociste a quien era tu ídolo, te convertiste en su mejor amiga, publicaste libros y terminaste casándote con su hijo, quien también es famoso. ¿Qué será de tus hijos?
Ella rió, levemente.
-No es mala pregunta –musitó ella.
-Bueno, ahora comenzaré a interrogarte. Si te sientes incómoda con alguna pregunta, me dices, porque esto es sólo para saber lo que se puede mostrar en la película.
-Ok –accedió ella.
El hombre encendió la grabadora.
-Bien… Jenny, ¿puedes contarme de tu infancia? –preguntó.
Sintió un leve escalofrío recorriendo su espalda. Había bloqueado más de la mitad de su infancia; no le gustaba recordar cuando vivía prisionera con sus padres.
-Nací en California, más específicamente en San Francisco. Vivimos ahí hasta que cumplí dos años y ahí nos mudamos a Oakland, donde he vivido desde entonces. Mi madre, Diana Kiffmeyer, tenía una obsesión con la limpieza, mientras que mi padre era de esos sujetos que trabajaban mil horas y ganaban una miseria.  Así que desde pequeña odiaba estar encerrada ahí. Necesitaba un espacio más sano que me dejara respirar, no sé.
Todd asintió, tomando nota de algo de lo que ella le había dicho. De inmediato, la mujer se sintió en un psicólogo.
-¿Puedes darme una opinión de tus padres? –preguntó.
Ella suspiró.
-Mi madre era, en el fondo, buena persona, siempre que no tuviera sus ataques bipolares. A veces estaba muy amable conmigo y, al rato, no le importaba. Otra razón para irme luego. Y mi padre… Siempre le fui indiferente, hasta que decidí seguir mis sueños y... –Calló al recordar cuando su padre la descubrió con Billie Joe.
-¿Qué pasó? –preguntó el director, curioso.
-Bueno, en esa época ya era amiga de Billie y… Mi padre es el mismo John Kiffmeyer que estuvo en Green Day en sus orígenes, por lo que estaba bastante sentido de que a los chicos les hubiese ido tan bien. Me descubrió caminando con Billie un día y me encerró en mi cuarto por casi dos días, tras los cuales pude escapar; nunca volví a la casa.
Él asintió.
-Siempre he tenido la duda. Cuándo dices que a Billie Joe lo conociste en un choque… ¿Estás bromeando o no? –inquirió Todd, con bastante curiosidad.
-No, no lo estoy –respondió ella, con una sonrisa-. Yo iba a Berkeley y él… Bueno, en esa época estaba divorciado con Adrienne y Green Day estaba separado (no oficialmente, por supuesto). Como se había quedado sin dinero, tenía que tocar en autobuses y plazas. El autobús en el que íbamos chocó y nos conocimos en el hospital. Ninguno quería volver a Oakland en un autobús, así que nos fuimos caminando y ahí nos fuimos conociendo.
Todd asintió. Le hizo varias preguntas respecto al tema y respecto a su amistad con Billie Joe, tras lo cual prosiguió.
-¿Por qué dejaste el colegio? –inquirió.
-Porque no aguantaba estar encerrada en un cuarto haciendo algo que no me gustaba… El detonante fue que una profesora de química empezó a pedir un trabajo que era completamente inútil mientras nos supervisaba en una prueba de Ciencias Sociales. Me enojé, le grité, me gritó, me echó de la sala, le grité más, tomé mis cosas y me fui del colegio. –Sonrió al recordar ese día.- Aún así, iba de vez en cuando a ayudar a mi profesora de lenguaje con algunas clases.
Todd volvió a asentir, realmente interesado.
-¿Recuerdas los diálogos de ese día? Digo, del día en que te fuiste del colegio. –Fue el turno de la pelirroja de asentir.- En ese caso, te pediré que me cuentes el “incidente” de nuevo, con lujo detalle.
La mujer sonrió y prosiguió.


Billie observaba atenta y pensativamente el horizonte. El cielo ya estaba anaranjado, indicando que el día ya llegaba a su fin. Aún así, no era poca la gente que seguía en aquel parque de Londres. Se veían padres con sus hijos, grupos de adolescentes conversando, fumando… Jóvenes parejas de novios que caminaban abrazados, jóvenes parejas que, más que recordarle su adolescencia, le recordaba el tiempo en el que había estado con Jenny, aquel tiempo en el que podían caminar abrazados por las calles, sin importarles nada… Aquellos hermosos tres días.
Y, al otro lado de todos los adolescentes, al otro lado de la calle opuesta de la banca en la que él estaba sentado, se veía una mujer pelirroja caminando hacia él, con una pequeña sonrisa, que logró sacarle una a él mismo.
-Hola –saludó ella, sentándose a su lado.
-Hola –correspondió él-. ¿Cómo estuvo el día?
-Bien. Todd es genial, me contaba anécdotas de tanto en tanto. –Sacó un papel de su bolsillo.- Te manda esto. ¿Cómo te fue en ese mini concierto?
-Bien… Fue bastante gente. Pero nadie que yo quisiera que estuviera ahí –insinuó.
-Lo siento, quizás consiga ir al próximo –musitó ella.
Él asintió.
Se quedaron en silencio mirando el atardecer, en silencio, cada uno demasiado sumido en sus pensamientos como para continuar.
-¿Aún no hablaremos sobre Jim, no? –preguntó Billie. Ella negó- Me lo suponía.
Ella lo miró, haciendo que un cosquilleo se extendiera por todo el cuerpo del hombre, llegando hasta sus huesos y más allá.
-Algún día encontraremos una explicación a eso.
Billie asintió, sin pensar en lo que hacía. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía, pese a estar acompañado, solo. Y eso se debía a que no podía tomarle la mano a la mujer que tenía a su lado. El no poder besarla, el no poder tocarla, hacían que una invisible soledad lo invadiese.
Y, aún así, no pudo contenerse de pasar un brazo por sobre ella, atrayéndola hacia él. Sonrió al notar como ella se sonrojaba levemente y se acomodaba a su lado. No tardó mucho en apoyar su cabeza en el hombro del hombre. Billie sonrió y apoyó su cabeza sobre la de ella.
Se quedaron en aquella posición (cómoda para ambos) hasta que las estrellas cubrieron el firmamento por completo. Recién ahí se pusieron de pié, aún sin decirse nada. Jenny pretendía caminar un tanto apartada de él, pero, obedeciendo a un impulso superior a sí mismo, Billie le tomó la mano a la pelirroja quien, obviamente, no se resistió.
-¿Qué tan lejos estamos del hotel? –preguntó ella, varios minutos después.
-A dos cuadras –respondió él.

Pocos minutos después, llegaron al hotel. Se dirigieron al ascensor y subieron, aún de la mano. Tras presionar el botón del piso número nueve, se quedaron en el elevador, en silencio.
Las puertas se abrieron en el piso indicado y, aún sin soltarse, bajaron. Caminaron por el pasillo y se detuvieron ante la puerta de la mujer, que quedaba antes que la de él y los chicos.
-Bueno, aquí me voy –susurró ella, negándose a soltarlo.
-Sí –musitó él, sin intención alguna de librar la mano de Jenny.
Pero tenía que hacerlo. Ese era el destino que le había tocado. Con un gran esfuerzo, la soltó…
Mas no logró contenerse de juntar sus labios con los de ella en un intenso beso que duró varios minutos.
-Eres cruel, Billie Joe –susurró ella, dejando que él apoyara su frente en la suya.
-No es mi intención –susurró él, acariciándole la mejilla-. Realmente no lo es.
Y sin contener sus impulsos, volvió a besarla, a la vez que ella abría la puerta de su habitación, devolviéndole los besos con más intensidad.
Todo por un simple giro del destino.

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