Ella tiene ojos del más azul de los cielos, como si pensasen en la lluvia. Odio mirar a esos ojos y ver una onza de dolor. Su cabello me recuerda a un cálido y seguro lugar, donde como un niño me escondería y rezaría porque el trueno y la lluvia pasaran sin herirme.
SWEET CHILD O’ MINE – GUNS N’ ROSES
Aquella noche de septiembre de 2011, Jenny se encontraba abrazada por Joey, quien, finalmente, había dejado la escuela. Sin embargo, a pesar de que ya era bastante tarde, ella no podía dormir, mientras que su novio ya parecía estar en un sueño muy profundo.
-Qué envidia me das, Joseph –susurró ella.
Tras darle un beso en la frente, se soltó del adolescente y salió de la cama. Se acomodó la polera, se puso unas pantuflas y salió de la habitación, en dirección al primer piso, donde, para su sorpresa, había una luz encendida, proveniente de la cocina.
-¿Billie? –preguntó, una vez en la puerta.
El hombre se volteó, sobresaltado.
El ambiente se notaba bastante tenso e incómodo. Después de todo, apenas sí habían hablado desde que a la menor se le había escapado que lo amaba.
-Si te interesa saberlo, ya… ya no ando sintiendo tantas mierdas por ti –susurró, un tanto avergonzada, dirigiéndose al refrigerador, del cual sacó una botella de jugo.
-¿En serio? –preguntó él, alzando una ceja. Ella asintió- ¿No lo dices sólo para que todo vuelva a ser como antes?
-Te lo digo para que vuelva a ser como antes, pero es la verdad, ya no ando pensando en ti todo el puto día –musitó ella. Se sonrojó-. ¿Estaremos bien?
Billie sonrió, se le acercó y la abrazó.
¿Por qué? ¿Acaso era un juego del destino? Hacía dos semanas que no podía quitarse a la pelirroja de la cabeza, dos semanas en las que lo único en lo que podía pensar era en tomarle la mano. ¿Por qué era tan imbécil como para enamorarse, siendo que estaba felizmente casado? Mejor dicho, ¿por qué era tan imbécil como para amar a las dos?
Y ¿por qué mierda era tan imbécil como para no haberse enamorado de Jenny un par de meses antes?
Jennifer se acomodó en el pecho del hombre, quien respiraba agitadamente. Aún sin decirse nada, Billie estiró el brazo, alcanzando su abandonado pantalón. De él sacó una cajetilla de cigarrillos y su encendedor.
-¿Puedo fumar? –preguntó él. Ella asintió.
Encendió un cigarrillo y se lo llevó de inmediato a los labios, debido a los nervios. ¿Qué estupidez acababa de hacer? Eso estaba más que mal… ¡Ni siquiera estaban alcoholizados! No, al contrario, se encontraban completamente sobrios y cuerdos.
-¿Por qué fue esto? –inquirió ella, tras un largo rato de silencio, aún abrazándolo.
Billie exhaló el humo que había en sus pulmones.
-No lo sé –musitó-. No lo sé.
Sí lo sabía. Había sido porque la amaba. Obviamente, no podía decírselo. De hecho, no tenía la menor idea de cómo se había contenido cuando a ella se le había escapado que lo amaba a mitad del “acto”.
-No podemos dejar que esto siga repitiéndose –susurró ella.
-Lo sé –musitó él. Apagó la colilla en el cenicero que había en el velador del hotel. Luego, abrazó a la pelirroja de vuelta, mirándola como si nunca antes la hubiera visto.- Eres hermosa, ¿sabes?
No le importaba lo que la mujer pensara de sus palabras. Le bastaba saber que ya se lo había dicho.
-Gracias –susurró ella.
“Inconscientemente” él comenzó a acariciarle la mejilla. Ella sonrió levemente y cerró sus ojos. No tardó mucho en quedarse dormida. Con una sonrisa, Billie le besó la frente y se apoyó en su cabello, el cual le daba abrigo y seguridad. Aún sonriendo, se durmió.
Despertó varias horas después, a eso de la una de la mañana. Jenny aún dormía en su torso, ante lo que Billie volvió a sonreír. Se quedó en esa posición, acariciándole la mejilla o jugueteando con el cabello de ella.
No habían pasado ni quince minutos, cuando ella abrió sus ojos, azules como el cielo de un día soleado y completamente despejado.
-¿Por qué haces esto? –preguntó ella, mirándolo. Él sintió una punzada de dolor al ver la tristeza reflejada en los ojos de la mujer- Sabes que me hace mal…
-Porque…
Porque te amo pensó un lado de sí mismo.
-¿Porque qué? –inquirió ella.
-Porque… Mierda, no lo sé –masculló él. Suspiró-. Será mejor que vuelva con los chicos.
Ella asintió y lo soltó, lentamente. Él se le acercó y le dio un beso, no muy intenso y sin muchos sentimientos, para que ella no acabase por comprender la verdad detrás de sus actos.
Billie se salió de la cama, se vistió y, tras dedicarle una última mirada a la pelirroja, salió de la habitación. Cruzó el pasillo y entró a la suite. Soltó un suspiro de alivio al ver que Mike y Tré no estaban en la parte principal de la suite. Sin más, se dirigió a su cuarto, en cuya cama se tiró bocabajo.
Ahora sí que jodí todo con Jenny pensó. Ahora ni siquiera podía explicarle el porqué lo hizo, ni siquiera podría hablar con ella normalmente, ni siquiera podría estar con ella…
Ni siquiera puedo pedirle disculpas sinceramente pensó.
La puerta de su habitación se abrió. A él no le importó.
-Sí te acostaste con ella, ¿no? –preguntó Mike, desde la puerta.
Billie no respondió de inmediato. Primero consideró el no hacerlo, pero luego le ganó el hecho de que no se lo había contado a nadie y el secreto lo estaba matando.
-Sí –confesó, en un susurro. Se sentía, por primera vez, avergonzado.
-¿Y ahora también? –Billie asintió, volteándose, quedando bocarriba.- ¿Por qué?
Billie suspiró.
-No lo sé –volvió a mentir. Mike alzó una ceja-. De verdad.
Mike suspiró y se sentó a su lado.
-Te conozco hace como cuarenta años…
-¿Cuarenta ya? –inquirió Billie, quien, por primera vez en mucho tiempo, sacaba la cuenta de hacía cuánto tiempo conocía a su mejor amigo.
-Bueno, treinta y ocho –se corrigió Mike-, pero lo que importa es que te conozco lo suficiente como para saber cuando estás sintiendo cosas por alguien… Y también sé cuando ese sentimiento es amor del más puro.
Billie volvió a suspirar. Se sentó, rodeando sus piernas con sus brazos.
-La amo –soltó, apoyando su cabeza en sus rodillas-. Daría lo que fuera por ella.
Mike lo miró boquiabierto. Estaba un cien por ciento seguro de que Billie le diría que era algo pasajero o que no sabía de lo que hablaba.
-Sabes muy bien que no pueden estar juntos –susurró-. No importa lo que pase, no pueden. Además, ella no te ama, sólo está confundida.
Una amarga sonrisa apareció en el rostro del guitarrista. Mike, tras notar el gesto, se cubrió el rostro con una mano.
-Sí, soy correspondido –musitó Billie-. Eso lo hace peor.
Silencio.
-Billie, es la esposa de tu hijo. Y tú estás con Addie, después de jurarle unas mil veces que entre tú y Jenny no quedaba nada –masculló Mike.
-¡Lo sé! –exclamó- ¡Lo sé desde que Jenny me dijo que me amaba por primera vez, lo sé desde que me di cuenta que aún la amaba! ¡Lo he sabido siempre, pero eso no quiere decir que pueda controlar lo que siento!
Mike negó, conteniendo la sorpresa de las palabras de su amigo.
-Aún amándose y todo, les quedan dos problemas…
-Si me dices que lo que piensa el mundo es un problema, te equivocas, a mí no me importa. Ya te dije que renunciaría a todo con tal de poder despertar todos los días a su lado, con tal de poder abrazarla y besarla, con tal de poder estar con ella –lo interrumpió Billie.
-Lo sé. Por eso me saltaré de inmediato al segundo problema: Podrías ser su padre.
Un doloroso silencio se dejó caer entre el bajista y el guitarrista, siendo éste último quien quedó más afectado. Había ignorado aquella verdad lo más posible, pero era verdad: Era veinte años mayor que ella, podía ser el padre de Jennifer, perfectamente.
-Mike, quiero estar solo –susurró, volviendo a quedar bocabajo.
-Bi…
-¡Déjame! –exclamó, perdiendo la paciencia.
Sin más, Mike salió del cuarto.
No puedo, no puedo, no puedo. No puedo amar a la esposa de mi hijo. Bueno, puedo hacerlo. De hecho, es lo que estoy haciendo hace como diez años… Pero no está bien, no debería hacerlo.
-¡MIERDA! –exclamó contra la almohada, ahogando su grito, a la vez que golpeaba fuertemente el colchón.
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