Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

jueves, mayo 05, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter twenty-five: London calling.


La luz apenas se filtraba por la cortina del cuarto en el que la pelirroja y su esposo dormían, pero aún así era suficiente como para que la pantalla mostrara algo. El hombre sonrió, amargamente.
-¿A qué está jugando? –preguntó.
-A nada –le respondió una voz masculina a sus espaldas, sobresaltándolo levemente-. Simplemente está enamorada.
El hombre se volteó y suspiró.
-Me asustaste, Jim –musitó-. De verdad.
-Lo siento –susurró él-. ¿Qué ha hecho últimamente ésta niña?
El hombre sonrió, ahora auténticamente.
-Pudimos haber comenzado a seguirla cuando era una niña, pero ya no lo es –dijo él-. Es decir, las niñas no hacen eso –y señaló una pantalla que reproducía lo que había ocurrido en el departamento la noche anterior.
-Tienes tu punto, pero es mucho menor que nosotros. Bueno, al menos es mucho menor que yo –musitó el tal Jim, un tanto resentido-. Y no has respondido mi pregunta.
El hombre suspiró.
-Lo lamento, Jim. Bueno, se enteró que su esposo lo engañaba, por lo que se fue a un bar y se encontró con Armstrong. Luego hicieron eso –volvió a señalar la pantalla- y ahora se arregló con su esposo e hizo algo similar. Quizás menos salvaje, pero la idea es la misma.
Él asintió.
-¿Y qué tiene eso que ver con que me mandes a Londres? –inquirió Jim.
-Ah, eso. Resulta que Armstrong tiene que irse de gira con su banda, mientras que Kiffmeyer tiene asuntos que revisar con Haynes –explicó-. Como bien sabes, necesitamos que nos tomen en serio, y creo que una breve aparición tuya bastará.
Jim rió, ante lo cual su compañero lo miró extrañado.
-¿Realmente crees que me reconozcan? ¡Tenía veintisiete la última vez que fui visto! ¡Ahora tengo como cincuenta años más! –exclamó, un tanto molesto.
-Descuida –musitó él-. Sigues igual que siempre. Más arrugas, más canas, pero igual de reconocible. Además, los dos son melómanos. Tengo entendido que los dos se han leído una biografía tuya como tres veces, mínimo. Por último, si se quedan con la duda, ella tiene una amiga que sabe envejecer a alguien a partir de una foto. Todo saldrá bien.
Jim asintió, no del todo convencido, aunque sabía que terminaría haciendo lo que le pedían. Después de todo, ¿qué más podía hacer, siendo que todo el mundo creía que estaba muerto?

Joey despertó primero, aturdido. Sonrió al ver que Jenny dormía abrazada a su desnudo torso, con una sonrisa en su rostro. Le dio un beso en la frente.
-Te extrañé –susurró él, acariciándole la mejilla.
No lograba explicarse el porqué la había engañado. Él la amaba más que a nada en el mundo entero, daría su vida por la de ella… Pero el hecho de que la relación no anduviera bien, había logrado lo que Cindy se había propuesto: Acostarse con él, y más de una vez.
Le dio un beso en la frente a su esposa.
-Te amo tanto –musitó.
-Yo a ti –respondió ella, también en un susurro, abriendo sus azules ojos-. ¿Qué hora es?
-Eh… -Joey estiró su brazo y alcanzó el reloj que había en el velador. Se sorprendió.- Las seis y media. No recordaba haber tenido tanto sueño…
-Después de lo que pasó, a cualquiera le daría sueño –musitó Jenny, pícaramente, haciendo que su marido riera levemente-. Mejor nos levantamos, tenemos que ir a buscar a los niños.
-Sí, papá debe estar odiándonos; sus necesidades deben estar clamando por él –masculló él, ignorando por completo que Jenny sintió un retorcijón en su estómago al oír la mención de su suegro-. Si quieres te quedas acá y yo voy a buscarlos.
-Sí, será mejor… Así aprovecho de hacer la comida o algo…
Joey se sorprendió, mas logró disimularlo. ¿Desde cuándo su esposa declinaba ante la propuesta de una ida a la casa de los Armstrong, cuando Billie estaba ahí? Eso no tenía sentido.
A menos que realmente esté cansada y quiera hacer la comida o algo, razonó Joey, quien, obviamente, no sabía que los verdaderos motivos de Jenny eran que no quería ver a Billie Joe a la cara. No sabía cómo. Pero bueno, eso no importa, lo que importa es que Joey le dio un suave beso a Jenny en los labios y salió de la cama, en dirección al cuarto de baño.
Tras ducharse, Joey volvió a la habitación, envuelto en una toalla. Se secó y vistió, rápidamente, con una sonrisa en su rostro.
-Sé que no estás durmiendo y me estás mirando –dijo él, ante lo que Jenny soltó una pequeña risita-. ¿Viste?
-Me declaro culpable –admitió ella, con una sonrisa. Bostezó-. Bueno, me toca levantarme.
Se salió de la cama, se estiró y se dirigió al baño. Sin embargo, antes de llegar a éste, Joey la sujetó por el brazo, volteándola, obligándola a mirarlo a la cara. Él sonrió y la besó, dulcemente.
-Te amo –susurró él.
-Y yo a ti –respondió ella.
Sin más, ella entró al baño y él salió de la habitación, en dirección al primer piso. Ahí tomó sus llaves y un abrigo, tras lo cual salió de la casa y se dirigió a su auto. Se subió a él, encendió el motor y partió.
No tardó mucho en llegar a la casa de sus padres. Estacionó el auto fuera de la residencia, bajó del vehículo y se dirigió a la reja. Tomó aire y tocó el timbre.
-¿Aló? –le preguntó una voz femenina, más aguda que la de su madre. Sonrió.
-¡Hermanita! –saludó él.
-¡Joey! –exclamó ella, feliz.
Sin hacer más preguntas, la niña abrió el portón.
La casa de los Armstrong seguía igual que siempre. Bueno, tenía un par de autos más (Billie era considerado comprador compulsivo, en cuanto a autos y a instrumentos al menos) y había un arbusto nuevo, pero lo demás seguía igual. Sonriendo, Joey cruzó el breve camino que separaba la casa de la calle y llegó a la puerta principal, en la cual se encontraba su hermana menor, de diez años, Angie.
-Hola –saludó él, tomándola en brazos-. ¿Cómo has estado?
-¡Bien! –respondió ella- Aunque mamá anda un poco triste...
-¿Qué? ¿Por qué? –inquirió Joey, extrañado, bajándola.
-No sé, pero a papá lo llamaron de Reprise esta mañana –musitó.
Joey hizo una mueca. Sabía que su padre había lanzado un nuevo disco, pero se había olvidado por completo de lo que venía después de uno: Gira, durante unos dos años. Con algo de suerte, un poco menos.
-Bueno, yo vine a buscar a tus sobrinos, así que mejor entremos, ¿no? –bromeó el mayor, ante lo que ella rió.
-Creo que mamá está en la cocina, no sé, pero yo me voy a terminar de ver una película –dijo y, acto seguido, echó a correr a su habitación en el segundo piso. Joey sonrió y se adentró en la casa.
Encontró a su madre en la cocina, dándole la espalda, muy ocupada lavando la loza como para verlo.
-Hola, mamá –saludó él, sobresaltándola.
-¡Joey! –exclamó ella, con una sonrisa- ¿Cómo estás? ¿Jenny vino?
Punto a aclarar: Adrienne no sabía que su hijo y Jennifer habían peleado.
-Bien y no, Jenny no vino, dijo que tenía que hacer la cena –respondió él-. Angie me dijo algo de que a papá lo llamaron de Reprise...
La expresión de Addie cambió, inmediatamente, de alegría a tristeza, o algo parecido.
-Sí, tiene que irse de a Londres el viernes –musitó-. Lo bueno es que tendrá dos semanas libres antes de volver a irse.
Joey asintió.
-¿Dónde está? En la mañana me dijo que tenía algo que pasarme –inventó, en un intento de evitar el silencio que se venía, probablemente seguidas por las quejas de su madre respecto al trabajo de su padre.
-¿Dónde va a estar? En el estudio. Aunque me sorprende que haya bajado a los niños, es algo bastante extraño... –respondió y comentó Adrienne.
-No, no lo es –dijo Joey, con una sonrisa. Recordaba la primera vez que su padre lo llevó al estudio; no sería mayor que Jack-. Bueno, voy allá.
Salió de la cocina, entró al living y lo atravesó hasta llegar a una puerta, la cual se abría a las escaleras que llevaban al estudio. Bajó por ellas.
-¿Hola? –preguntó, una vez abajo.
-¡Papá! –exclamó Jack, volteándose en el sofá- El abuelo nos está contando una historia.
Joey rió al ver a Billie con Jessica sentada en su pierna, mientras les contaba una historia (obviamente, exagerando sus gestos al máximo); era una escena bastante... extraña. Sin decir nada más, se acercó a su hijo, lo tomó en brazos y escuchó la historia con ellos.
-Y esa fue la historia de “El niño y la niña que querían volar” –dijo Billie, bajando a Jess y haciendo una reverencia. Los niños y Joey aplaudieron-. Gracias, muchas gracias, ahora subamos para que su padre pueda llevárselos a casa.
Subieron y, mientras los niños buscaban sus cosas, Billie y Joey salieron al patio a conversar.

-¿Y? ¿Se arreglaron? –El tono de Billie demostraba lo desesperado que estaba por saber. Con una sonrisa, Joey asintió.- Excelente.
-Sí, lo es –susurró Joey-. Muchas gracias, no me imaginaba vivir sin ver sus ojos azules al despertar.
Yo pude haberlos visto, pero fui demasiado imbécil y desperté después que ella pensó un lado de su cabeza.
-No fue nada. Ahora, tienes que asegurarte que nunca le volverás hacer eso a mi J... Nuera –dijo Billie, alcanzando a cambiar la palabra justo a tiempo. No quedaba bien que dijera que Jenny era suya, siendo que era la esposa de su hijo.
-No volveré a hacerlo, no te preocupes por eso –aseguró el joven-. Fue un error. La amo demasiado para volver a hacerle eso.
No sabes cuánto te comprendo.
-En ese caso... Toma a tus hijos y vuelve a allá, porque algo me dice que les espera una noche de reconciliación –dijo Billie, en un intento de bromear. Para su suerte, Joey no notó el tono forzado en la voz de su padre.
-No creo que tengamos una noche de reconciliación, porque tuvimos una tarde de eso ya –susurró Joey, un tanto avergonzado de abordar el tema con su padre. Se sorprendió al ver que Billie abría mucho los ojos, sorprendido-. ¿Qué? ¿Tú y mamá no lo hacen en las tardes?
Billie contuvo la risa.
-Eh... Sí, pero ¿ustedes nunca lo hacen más de una vez al día? –dijo el mayor.
Eso explica el leve salvajismo de Jenny pensó.
Hipócrita, tú fuiste quien la llevó desesperadamente a la habitación dijo una vocecita en su cabeza, a la cual ignoró.
-No normalmente –admitió Joey-. ¿Por qué? ¿No es normal?
Billie se encogió de hombros.
-No sabría decirte, podríamos ser nosotros los que estamos mal –dijo Billie, como si nada.
-Gracias por decirme más de lo que quería saber acerca de tu vida sexual con mamá –masculló Joey, avergonzado-. Mejor me voy, mamá debe estar preguntándose de qué mierda hablamos.
-Sí, tienes razón –susurró Billie.
Entraron a la casa, donde los niños ya estaban listos. Joey se despidió de su madre, su padre y su hermana, y se fueron.

Al mismo tiempo, Jennifer terminaba de poner la mesa. La cena ya estaba lista, sólo faltaban los comensales. Con una pequeña sonrisa, se dirigió al living y se dejó caer en uno de los asientos, pensando en todo lo ocurrido ese día.
Sin embargo, no logró a profundizar mucho, ya que el teléfono comenzó a sonar. Estiró su brazo y contestó.
-¿Aló?
-¡Jenny! Soy yo, Paul –saludó él hombre.
-¡Hola! ¿Qué ocurre? ¿Algún problema con el libro? –saludó y preguntó la pelirroja.
-No, en lo absoluto. Es que... ¿Has oído hablar de Todd Haynes?
-Sí, es el director de I’m not there –respondió ella, con tono de obviedad-. ¿Por qué?
-Bueno, ahora quiere hacer una biografía a una escritora californiana llamada Jennifer Kiffmeyer-Armstrong, y quería preguntarte si la conocías –ironizó él.
Jenny quedó anonadada. No podía creer que un director estuviese interesado en su vida para hacerla película. Aunque, para ser sincera consigo misma, su vida sí era digna de una película: Hija de un sujeto que solía ser amigo del vocalista de Green Day y luego mejor amiga del vocalista, gracias a un choque de autobús.
-¿En serio? –inquirió.
-¡Sí! Todo lo que tienes que hacer es estar en Londres durante toda la semana siguiente, que es cuando te harán muchas preguntas respecto a tu vida. Te mandaré un mail con todo –explicó el agente.
-Wow... Gracias, Paul.
-Cuando quieras.
Y colgaron.
Me pregunto cuánto puedo contar se preguntó Jenny, acomodándose nuevamente en el sofá.
Bueno, lo del sábado queda eliminado de inmediato.
¿Cómo le digo a Joey y a los niños que tengo que irme a Londres por una semana?
Justo en ese instante, se abrió la puerta de la casa.

-¿Vas a explicarme el por qué te ofreciste a cuidar a nuestros nietos por dos días seguidos? –le preguntaba Addie a su esposo, quien acababa de entrar a la cocina.
-Lo que pasa es que Joey y Jenny estaban teniendo unos cuantos problemas maritales, y necesitaban tiempo a solas –respondió él, con simpleza-. ¿Por qué? ¿No te gusta ver a nuestros nietos más seguido?
Ella asintió, con una sonrisa.
-Están tan grandes –susurró.
Iba a agregar algo más, cuando el teléfono de la casa sonó. Addie iba a ir a contestar, mas su esposo se le adelantó.
-¿Aló? –preguntó el guitarrista.
-Hola, Armstrong –saludó la voz distorsionada de la otra vez-. Antes de que me cuelgues, quería hacerte un aviso: No estarás solo cuando vayas donde te llaman.
-¿Qué? –inquirió Billie, disimulando su miedo, antes de que el hombre cortara.
-Que no estarás solo cuando vayas a donde te llaman. Después de todo, Londres no es tan grande como aparenta.
Y la comunicación  se colgó, dejando a Billie más extrañado que asustado.

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