Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

jueves, mayo 05, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter thirty-three: I'll miss this.


Se bajó del vehículo y, lentamente, caminó hasta su humilde hogar en las cercanías del Lago Washington. Atravesó la puerta principal (la cual, como de costumbre, estaba sin seguro) y se dirigió al segundo piso, más específicamente a la habitación ubicada sobre el garaje. Se dirigió al tocadiscos y puso el disco blanco. Si iba a morir, prefería hacerlo escuchando buena música. Dejó la escopeta al lado del sofá, tomó un cuaderno que tenía por ahí, sacó un bolígrafo de su bolsillo y, tras encender un cigarrillo, comenzó a escribir lo que sería su última carta.
Lentamente, los minutos comenzaron a deslizarse ante él. ¿Qué ocurría? ¿Por qué no llegaba? Debía haberlo hecho hacía un buen rato...
Necesitaba distraerse... El disco ya había terminado...
En un rápido movimiento, alcanzó la guitarra que estaba apoyada en la pared de su derecha y, tras acomodarse con ella en el sofá, encendió un cigarrillo, el cual fumó tranquilamente, mientras tocaba cualquier melodía que se le venía a la mente, dejando que la nicotina se llevara los nervios... Al menos, momentáneamente.
El teléfono que había ahí comenzó a sonar. Molesto, estiró el brazo y lo alcanzó.
-¿Aló? –preguntó.
-¿Ya estás ahí? –inquirió la voz desde la otra línea. Kurt gruñó, en señal de afirmación.- Wow, eres al primero que no hay que perseguir.
-Me importa una mierda si soy el primero, el quincuagésimo o el último, ¿por qué no has llegado aún? Quiero hacer esto rápido –masculló, irritado.
-Necesito que estés drogado –dijo el hombre, rápidamente.
Kurt maldijo.
-No –musitó-. No quiero irme así.
El otro hombre suspiró.
-¡Entiende que no hace falta que te vayas! ¡Entiende que puedes no ser tú!
-¡Entiende que mi vida no vale lo suficiente cómo para dejar que alguien más muera en mi lugar! –exclamó, perdiendo la paciencia, poniéndose de pié.
-¿Kurt? –preguntó una voz desde la puerta.
El cantante, guitarrista y compositor maldijo en su mente.
-Tengo que colgar –masculló.
Sin esperar respuesta alguna de su interlocutor, cortó la comunicación y se volteó, para encontrarse justo con la persona que menos quería ver en ese instante, la persona por la cual estaba haciendo ese sacrificio.
-¿Qué mierda estás haciendo aquí, Dave?


Jenny sonrió al ver cómo Billie dormía profundamente en el asiento del avión, justo al lado del suyo; se había quedado dormido apenas subieron, hacía unas dos horas, al igual que la mayoría de los pasajeros. De hecho, al menos en esa parte del avión, ella era la única que había despertado tras cuarenta y cinco escasos minutos de sueño.
Sin embargo, su amigo no tardó en abrir sus verdes ojos, fijándolos en los de ella de inmediato.
-¿Cuánto llevamos de viaje? –preguntó él, con la voz pastosa.
-Casi dos horas –respondió ella.
Él asintió, restregándose los ojos.
-¿Están todos durmiendo? –inquirió, al percatarse de lo silencioso que estaba todo. Ella asintió.- Excelente.
Sin más, Billie se le acercó y la besó, intensamente, ante lo que ella sonrió levemente.
-Billie, Mike y Tré pueden despertar en cualquier momento –susurró ella.
-Lo sé –susurró él, rodeándola con un brazo. Bostezó-. En todo caso, hace demasiado sueño como para algo más. –Ella abrió mucho los ojos.- ¿Qué? ¿Nunca lo has hecho en un avión?
-¡No! –susurró ella, con tono de obviedad- Al contrario de ti, no estoy tan necesitada como para hacerlo en cualquier lado.
Él suspiró.
-De acuerdo, me contendré –masculló-. Pero me debes una, ¿eh?
-Te lo compensaré –musitó ella, acercándose a él.
Billie la besó, olvidándose por un segundo que tenía que fingir que no sentía nada por ella. Aún así, no se inmutó; simplemente la abrazó más estrechamente y dejó que apoyara su cabeza en su hombro.
-¿Podemos dormir? –preguntó él, en un susurro, acariciando el cabello de la mujer.
-¿Y si alguien nos ve? –susurró ella.
Él negó.
-La gente se fijará más en Mike y en Tré, y ellos dos no importan mucho, porque los dos saben to... –Se calló al ver la expresión de la pelirroja.- ¿Qué?
-¿Mike lo sabe? –inquirió, sorprendida.
Billie asintió, sin soltarla, pese a que ella estaba a punto de alejarse.
-¿Cómo? –preguntó.
-Después de la segunda vez en la que pasó, me vio llegar tarde a la suite y notó que andaba “raro” –confesó-. ¿Estás enojada?
Jenny negó.
-No puedo enojarme contigo y lo sabes –susurró.
Se acomodó en el hombro del hombre, quien apoyó su cabeza con la de la mujer.
-Extrañaré esto –susurró ella, repentinamente.
-¿Qué cosa?
-El poder estar así contigo sin tener que preocuparnos de ser vistos –musitó.
Él la miró con una mirada que demostraba que estaba seguro de que había alguna cámara por ahí. Ella suspiró y, sin decir nada más, dejó que el sueño la venciera. Tras sonreír levemente, él la imitó.

Despertaron varias horas después. Aún quedaba gente durmiendo (Mike y Tré entre ellos), pero no era la mayoría, así que decidieron que lo mejor era separarse y dedicarse a conversar, ambos sorprendidos de poder hablarse con toda la naturalidad del mundo después de todo lo ocurrido entre ellos.
-¿A qué hora sirven el desayuno aquí? –preguntó Billie en voz alta, mientras una azafata pasaba por ahí.
Ella rió levemente y se fue, para volver poco después con el carrito de desayuno. Sin embargo, Jenny no dejó de notar que le dedicó una sonrisa especial al guitarrista, quien no se molestó en lo absoluto. No obstante, apenas la azafata se alejó, él aflojó la sonrisa.
-Odio cuando las azafatas hacen esa sonrisita –masculló él, molesto.
-¿Te lo hacen muy a menudo? –preguntó Jennifer, intentando ocultar los celos de su voz.
-Hacía tiempo que no pasaba, ¿qué quieres que te diga? –musitó él, en un suspiró- Aunque he de admitir que ayuda a mantener la autoestima alta.
Ella rió levemente.
Empezaron a hablar de trivialidades varias, esperando a que Mike y Tré despertaran, cosa que ocurrió una media hora después. Mike pegó un grito ahogado al notar que dormía en el hombro de Tré, quien, obviamente, comenzó a reír, al igual que sus dos amigos.
Así, tras mucho conversar, bromear y reír, llegaron al aeropuerto de Los Ángeles, desde donde abordaron a un segundo avión que los llevaría a Oakland en unos cortos cuarenta y cinco minutos. En ese corto trayecto, los cuatro amigos se organizaron para juntarse en la casa de alguno de ellos (posiblemente la de Tré) y se preguntaron si alguien los estaría esperando o no. Es decir, eran las seis de la mañana en la ciudad, ¿quién los iría a buscar?
-Estoy segura de que Joey no se dará el trabajo de ir –comentó Jenny.
-Joey irá al instante, tenlo por seguro –musitó Billie, ignorando una punzada de culpa en su estómago.
A decir verdad, hasta ese instante, Billie nunca se había sentido culpable de sus sentimientos por Jenny, ya que nunca se había puesto a analizar lo mucho que su hijo amaba a la pelirroja. Era casi mayor al amor que Addie tenía por el guitarrista... Eso también consiguió que una nueva punzada apareciera en el estómago del mayor.
-¿Billie? ¿Estás ahí? –preguntaba Jenny, por enésima vez.
-Sí, lo siento –se apresuró a disculparse él-. Me distraje pensando en... No sé en qué mierda pensaba. ¿Qué decías?
-Tré estaba diciendo que mañana fuéramos todos a su casa, después de almuerzo –masculló Mike.
-Ah... Está bien –accedió Billie, aún abrumado por sus “deducciones” (las comillas debido a que hasta un niño de tres años podía haberse dado cuenta de cuánto haría sufrir a su hijo).


Se encontraba sentado en uno de los tantos asientos que había en el aeropuerto, mirando detenidamente la puerta por la cual llegarían Kiffmeyer, Armstrong, el hermano de Wright y Pritchard. Los últimos dos carecían de total importancia para el hombre, pero tenía que recordar cada detalle... Debía asegurarse de cómo llegaban, debía asegurarse de que supieran disimular ante todos. El plan dependía de que supieran ocultar sus sentimientos...
-El vuelo desde Los Ángeles llegará en cinco minutos por la puerta veintisiete –dijo una voz femenina desde los parlantes del aeropuerto.
Sonrió levemente. Veintisiete. Si pudiera amar, amaría ese número, con todo su ser. Le recordaba tantas cosas... No, no cosas... Tantas vidas. Y se las sabía de memoria, claro está. No podía permitirse olvidar algo...
Exactamente cinco minutos después, la puerta se abrió. De ella, salió un buen número de gente, de la cual la mayoría lucía somnolienta. Sin embargo, casi al final, había un grupo de cuatro personas que no lucía somnolienta en lo absoluto, grupo del que destacaba la pelirroja que corrió a los brazos del único hombre que estaba ahí esperando...
 Y, a pesar de la lejanía, Hal pudo notar la cara de envidia que había puesto Armstrong al verlos juntos.
Me pregunto si realmente darías todo por ella, Armstrong pensaba el hombre, cerrando el diario que “leía”. Y si es así, no tardarás mucho en demostrarlo.
Tras echarles una última mirada, se fue del aeropuerto.

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