Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

jueves, mayo 05, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter thirty-two: The new member.


El hombre de siempre contemplaba la pantalla, con una sonrisa de autosuficiencia; su plan, una vez más, estaba llevándose a cabo. Sin embargo, la mujer que solía acompañarlo no lucía muy feliz.
-¿Qué ocurre, Wright? –preguntó él, mirándola, fingiendo preocupación, ante lo que ella alzó una ceja- Intento ser humano de vez en cuando simulando sentimientos que no entiendo, pero eso no quiere decir que no quiera saber qué te pasa.
-Quieres saber lo que me pasa para asegurarte que no me estoy quebrando –lo corrigió la mujer, molesta.
El hombre hizo una mueca.
-¿No lo has hecho, verdad? –preguntó. Ella negó- ¿Segura?
-Me importan una mierda ellos dos –respondió, honestamente-. Mientras no metas a mi hermano en esto, todo estará bien.
Él sonrió.
-¿Cuánto le dijiste? –preguntó.
-No mucho. Le dije que los seguíamos, que los espiábamos, que teníamos muchas cámaras, que Billie y Jenny ahora son amantes y nada más. Él cree que estoy aquí porque no tengo otra opción, no porque estoy interesada en la causa –contestó-. Me llamará en un rato, de seguro para preguntarme más, pero le diré que si revelo algo más él y sus hijos correrán peligro.
-Me parece –musitó el hombre, acercándose a una de las pantallas-. Ahora, ¿me puedes explicar esto?
Apretó un botón que hizo que la cinta de la pantalla retrocediera rápidamente. Así llegaron al momento en que Jenny y Billie conversaban con Tré. La mujer sintió un retorcijón en el estómago al ver lo nervioso que estaba su hermano.
-Eso de que van detrás de ti lo supe por Jenny, quien lo supo por John, quien lo supo por... Bueno, no sé por quién –decía el baterista.
El hombre detuvo la cinta y se volteó, mirando a la mujer, quien se encogió de hombros.
-¿Qué? Es su hija, a fin de cuentas; quizás se asustó, averiguó y le avisó –dijo ella, como si nada.
-¿Entonces no fuiste tú el “no sé por quién”? –preguntó él, sin creerle.
-No, no fui yo. Yo sólo le dije lo que tú querías que le dijera. –Silencio.- Por Dios, Hal, por enésima vez, estoy cien por ciento de acuerdo con la causa.
Él suspiró.
-Lo sé, lo sé... Sólo que... –Suspiró.- Ya no queda gente en la que confiar.
Ella sonrió.
-Tendremos a alguien nuevo dentro de poco, y tú lo sabes –comentó ella.
-Conociéndolo, será más pronto de lo estimado –masculló él.
En ese instante, se escucharon un par de pasos entrar a la habitación. Sobresaltados, ambos se voltearon.
-Ah, eras tú –musitó el hombre llamado Hal-. ¿Tan pronto volviste?
-¿Para qué iba a quedarme más tiempo allá? –inquirió el hombre, con cara de espanto- Si hay algo que odie más que París, es el Londres actual: Una mierda. No queda nada bueno. Y lo que queda es tragado por esos idiotas americanos de mierda que se creen mejor que todos... ¡Mi generación no era así!
-¡Cálmate, Jim! –exclamó Hal-. Para eso estamos nosotros.
-Sí, arreglaremos este desastre –agregó la mujer.
El recién llegado negó con la cabeza.
-Ya es muy tarde: Todo está jodido. Dedíquense a arreglar la mierda de América mejor, que aún pueden ayudarla. Lo que es yo, me voy a Australia...
-¿Australia? ¿Cómo que te vas a Australia? –inquirió Hal, fuera de sí.
-¿Qué tiene? Pam me está esperando –musitó Jim, molesto-. Sabes lo mucho que nos costó poder estar juntos, y me gusta disfrutarlo. El problema es que, de los cincuenta años que han pasado, sólo hemos podido estar juntos unos treinta, por tu culpa.
-Tienes razón –musitó Hal, en un tono cansino de voz-. Piensa que, si todo sale bien, podrás “jubilarte”.
Jim suspiró.
-Como sea, yo tomo mis vacaciones HOY, ¿me oíste? –dijo, poniéndose de pié- Adiós.
Tras dedicarle una seña a la mujer, salió del cuarto.
-Más nos vale que éste nuevo miembro se una luego –susurró él, mirando fijamente una de las pantallas, para contemplar como el hombre dormía abrazado a la mujer.
-Lo hará –musitó ella.                                

Billie abrió los ojos al escuchar el sonido de su celular. Sonrió al ver cómo Jenny lo abrazaba entre sueños.
-Te amo –le susurró, a un volumen inaudible de voz, aprovechando que ella dormía profundamente y no podía oírlo-. De verdad...
Le dio un suave beso en la frente, ocasionando que ella lo abrazara más estrechamente. Con una sonrisa, se separó cuidadosamente de ella y se dirigió al baño a contestar.
-¿Mike? –preguntó, tras revisar la pantalla, intentando ocultar lo somnoliento que estaba- ¿Qué ocurre?
-Billie Joe, ¿tienes un reloj, mierda? –inquirió su amigo, molesto.
-Nunca he tenido uno, mi querido Mike –ironizó Billie-. ¿Qué hora es?
De algún modo sabía que su amigo estaba golpeándose la frente en ese instante.
-¡Las dos y cuarto! ¡Teníamos que haber salido hace quince minutos! –exclamaba su amigo- ¿Dónde estás?
-Estoy esperando el ascensor, tranquilízate –mintió Billie-. Voy enseguida.
Colgó la llamada y volvió a la habitación, donde Jenny estaba despertando.
-¿Qué hora es? –preguntó ella.
-Las dos y cuarto según tío Mike –dijo él, con una amarga sonrisa-. Tengo que irme.
Se acomodó el cabello para que no pareciera que había dormido un buen rato, se despidió de Jenny con un beso en la mejilla (muy cercano a la comisura de los labios) y salió del cuarto, dejándola sola con sus pensamientos.
Genial, no podemos hablar del psicópata pensaba la pelirroja. Sólo un poco para fingir que todo sigue igual.
Se estiró, se arregló el cabello, tomó su bolso y salió de su habitación, con la intención de vagar por Londres hasta la hora en la que acordó juntarse con Todd.


La semana comenzó a transcurrir tranquilamente, sin incidentes. El sujeto no había llamado ni a ella ni a Billie, con quien no había vuelto a tener relaciones. El hecho de saber que los observaban los ponía bastante nerviosos, por lo que se limitaban a conversar abrazados en la habitación de la joven o en alguna otra parte donde no fuera posible ser vistos por Mike o Tré... Bueno, Mike, ya que Tré sabía la verdad.

La mañana del viernes veinte de marzo, tras dar varias vueltas por la ciudad, Billie y Jenny se dejaron caer en un parque, al igual que la primera vez que tuvieron una conversación decente, hacía ya tantos años. Claro que, esta vez, no tenían moretones por todo el cuerpo y era de día.
-¿Qué tienes que hacer hoy? –preguntó él, como todos los días.
-Nada, terminé con Todd. Mañana iré a ver cómo va el guión y luego soy libre de quedarme o irme –explicó ella-. ¿Qué les toca hoy?
-Un concierto fuera de la ciudad. ¿Quieres venir? –respondió e invitó.
Ella sonrió.
-Me encantaría –musitó.
Billie miró a su alrededor y, tras asegurarse que no había nadie cerca, la besó, de un modo más dulce de lo normal, olvidándose por completo que debía fingir que no sentía nada. Sin embargo, ella alcanzó a notar la diferencia entre ese beso y los demás: Era más como los besos que habían compartido cuando eran novios.
-¿Qué fue eso? –preguntó ella, intentando disimular el júbilo que había aparecido en su interior.
-Un beso –respondió él, con tono de obviedad.
-Ya sé que fue un beso, pero fue diferente –musitó ella-. Digo... fue más cálido.
-¿En serio? No me di cuenta –mintió él, odiándose por ser tan descorazonado.
Jenny iba a replicar algo, cuando su celular comenzó a sonar. Iba a colgar, cuando vio que la llamada provenía de Jess, por lo que contestó.
-¿Aló? –preguntó.
-Ya te mandé el retrato por mail –contestó la mujer desde la otra línea, rápidamente-. Lo había terminado ayer, pero me había olvidado enviarlo; ahora voy saliendo, después me respondes si te sirvió o no.
-Gracias, amiga –dijo la pelirroja, ocultando lo ansiosa que estaba-. Saludos allá.
-Allá igual, aunque estés sola.
Apenas colgaron, Jenny se metió al menú del celular.
-¿Quién era? –preguntó él, aprovechando de desviar el tema del beso.
-Jess. –Billie la miró extrañado. ¿Desde cuándo su nieta menor hablaba por teléfono? Jennifer se percató de ello.- No tu nieta Jessica, mi amiga Jess.
-Ah, eso tiene más sentido –musitó él-. ¿Puedo preguntarte por qué estás entrando a tu mail desde el celular?
-Ya lo hiciste –dijo ella, con tono de obviedad.
-Bueno, ¿por qué lo estás haciendo? –inquirió él, con algo de risa.
-Porque Jess puede envejecer una foto y... –Jadeó y le mostró la foto a Billie, quien miró sorprendido.- El hombre que vi es, definitivamente, Jim Morrison.

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