Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

viernes, mayo 06, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter thirty-six: Crystal ship.


Antes que te deslices en la inconsciencia, me gustaría tener un beso más. Otra brillante oportunidad de felicidad. Un beso más, un beso más.
CRYSTAL SHIP – THE DOORS

-¿Seguro que estás bien? –le preguntaba Adrienne, por enésima vez.
Había llegado a su hogar hacía unas dos horas. Acababa de terminar de tener relaciones con su esposa... Y, aún así, no podía quitarse de la cabeza lo cerca que había estado de declarársele a Jennifer, pensamiento que lo perturbaba, perturbación que era más que notada por su esposa, siendo que ella era la persona que más lo conocía en el mundo entero.
-Sí, seguro –mintió él, con una sonrisa. Le dio un intenso beso en los labios-. Me bajó la melancolía de la cerveza.
Ella rió levemente y lo besó, con dulzura. Se acomodó en su pecho y cerró los ojos.
-Te amo –susurró Addie, mientras que acariciaba el desnudo pecho de su esposo con su mano izquierda. El hombre tuvo un pequeño escalofrío al sentir el frío metal de la alianza de su esposa en su pecho.
-Yo más –susurró él, mirándola fijamente con sus ojos verdes, agradecido de que ella no lo mirara de vuelta. Estaba seguro de que detectaría la mentira en sus ojos.
Addie no tardó en dormirse. Él suspiró aliviado y recién ahí se atrevió a cerrar los ojos y dormir; le daba miedo hablar dormido con su esposa despierta.

Al día siguiente, Billie se despertó lo suficientemente temprano como para preparar él a Angie para ir a la escuela. Así que, tras tomar una rápida ducha (cuidando de no despertar a su esposa ni al salir de la cama, ni al entrar al baño, ni al vestirse), salió de la habitación en dirección al cuarto de Angie, quien dormía profundamente.
-Angie, hora de ir al colegio –susurró él, acariciándole el rostro levemente a su hija.
-Ya voy –farfulló ella, adormilada.
Billie se alejó de ella y esperó a que se saliera de la cama antes de bajar a preparar el desayuno. Hizo waffles y le sirvió un tazón de leche a su hija, además de (en un desesperado intento de distraerse de lo ocurrido la noche anterior en casa del baterista) exprimir él mismo unas cuantas naranjas para conseguir jugo.
-¿Cómo dormiste? –le preguntó a su hija menor, apenas la vio atravesar la puerta de la cocina.
-Bien ¿y tú? ¿Desde cuándo te levantas tú y no mamá? –preguntó la niña, algo preocupada. Las raras veces que su padre se levantaba a prepararla, era porque había peleado con su madre.
-Desde que le prometí hacer algo lindo por ella de vez en cuando –dijo él, con un falso aire soñador. Su hija se rió de la broma-. Ya, desayuna para que te vaya a dejar.
-Ok –accedió ella.
Billie sonrió y, tras poner dos platos con waffles en la mesa y servirse un café, se sentó frente a su hija menor, desayunando y observándola.
Angela Armstrong tenía el cabello entre castaño y pelirrojo, al igual que el cabello real de su padre. Sin embargo, al igual que sus hermanos mayores, había heredado los ojos de su madre, junto a una buena parte de sus rasgos. De hecho, lo único que el hombre y la niña tenían en común era el cabello y la contextura.
Desayunaron y luego ella subió al baño de su habitación a cepillarse los dientes. Billie volvió a sonreír y se dirigió a su cuarto, donde encontró a Adrienne abriendo los ojos, extrañada de no encontrarlo a su lado.
-Te dije que yo prepararía a Angie para el colegio hoy –dijo él desde la puerta, con una sonrisa de autosuficiencia.
-Y lo hiciste –susurró ella, aún media dormida, sorprendida.
Él se acercó a ella y le dio un beso en la frente.
-Vuelve a dormir –musitó-. Llegaré en la tarde, voy al departamento a componer. Yo la vengo a dejar.
Addie sonrió y cerró los ojos, quedándose dormida de inmediato.
El hombre salió de la habitación, para encontrarse con su hija ya con la mochila en el hombro. Sin decirse nada, bajaron y se dirigieron al exterior de la casa, donde estaba el auto de Billie. Ella subió en el asiento del copiloto y él en el del conductor. Llegaron al colegio (el mismo al que asistieron en su tiempo Joey, Jake y Jenny) unos cuanto minutos después.
-Bueno, que te vaya bien –dijo él, con una sonrisa, acercándose a darle un beso en la mejilla a su hija.
-Gracias –respondió ella.
Así fue como la chica bajó del vehículo, dejando a Billie solo...
Solo con sus pensamientos...
Jennifer...
Tengo que escapar de esto pensó para sí.
Sin más, aceleró el vehículo, en dirección al departamento. Dejó el auto en el estacionamiento del edificio y, tras tomar el polerón que tenía en el asiento trasero, bajó del auto y lo aseguró, a la vez que se ponía el polerón, cerciorándose de que la capucha le cubriese el rostro a la perfección. Así se dirigió al callejón que había al lado del edificio.
La razón por la que había comprado ese departamento en específico, era por lo cerca que quedaba el sujeto que le vendía todas las drogas desde su divorcio con Adrienne. Así que, cada vez que le sobrevenía un bloqueo, una crisis o, simplemente, cada vez que estaba aburrido, partía y compraba un poco de drogas al sujeto.
-Tripis –susurró Billie, una vez al lado del hombre, pasándole un billete.
Lo único visible del rostro hombre eran sus labios, los cuales se curvaron en una sonrisa.
-¿Algo más? –preguntó el vendedor.
Billie lo consideró.
-Nieve –musitó, sacando otro billete.
El hombre sonrió y le pasó el LSD y la cocaína al guitarrista, quien le pasó los billetes a cambio. Sin más, se devolvió al departamento.
Subió apresurado por el ascensor. Recién eran un cuarto para las ocho. Si consumía sólo un poco de una de las tabletas del LSD, tendría un “viaje” de unas seis horas, comenzando en una media hora, si no se equivocaba. Eso lo mantendría ocupado hasta las dos y cuarto, quizás un poco más tarde... Y como era martes, Angie salía a las cuatro y treinta, en lugar de salir a las tres. Eso le daba tiempo para estar limpio de todo al irla a buscar.
No se dio cuenta cómo ya estaba poniendo tres discos en el estéreo del living. Le restó importancia. Puso el “play”, subió el volumen (lo suficiente para que se escuchara en su cuarto) y se dirigió a su habitación.
Sacó una única tableta de LSD, la cual se metió a la boca. Una vez que estuvo completamente disuelta, sacó la bolsita de cocaína y la aspiró, rápidamente, escuchando atentamente la canción que sonaba en ese instante.
-Break on through, to the other side –cantaba Jim Morrison.
Y, pese a estar drogado (mejor dicho, acelerado), se puso a meditar respecto a aquel músico que había fingido su muerte, exitosamente, durante cincuenta años.
Treinta y cinco minutos después, su viaje comenzaba. En un submarino amarillo...
-We all live in a yellow submarine –cantaba uno de los Beatles desde la radio, haciendo que él comenzara a, inexplicablemente, reír.
No, ya no era un submarino amarillo, ahora era un barco de cristal.
-No te vayas –le rogaba una voz femenina a su lado.
Billie giró la cabeza, para quedar mirando a la pelirroja, quien lo miraba entristecida. Él suspiró y negó, indicándole que no tenía otra opción.
-¿Podrías al menos, darme un beso? –pidió la Jenny creada por su inconsciente.
-Por supuesto –susurró él.
Le dio un beso a ella (siendo ella en realidad una almohada, pero eso no importa, ya que Billie creía que ella sí estaba en la habitación).
Sin más, ella desapareció, dejándolo solo con sus alucinaciones, las cuales casi lograban apartar sus problemas por completo.

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