Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

viernes, mayo 06, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter fourty: How do you sleep?


El único error que cometiste está en tu cabeza. Ah, ¿cómo duermes? ¿Cómo duermes por las noches?
HOW DO YOU SLEEP? – JOHN LENNON

Las nubes cubrían el cielo de New York aquel domingo de principios de abril. Tanto Billie como Jenny iban bastantes nerviosos. Es decir... Iban a hablar con el maldito hijo de... digo, con el asesino de John Lennon para averiguar qué sabía del sujeto que los amenazaba a ellos. ¿Qué podía llegar a decirles?
-Esto no tiene sentido –murmuró Billie, deteniendo el auto en el estacionamiento que había fuera de la prisión de Attica. Jennifer lo miró sin comprender-. Él podría darnos las respuestas que necesitamos. ¿Para qué nos llevan hacia él? Digo... Ya sabemos que es para ver de qué son capaces pero... Aún así...
Jenny sonrió, amargamente.
-¿Realmente crees que vaya a soltar algo muy importante? –murmuró ella- Para empezar, está loco...
-¿Y si sólo finge estarlo? –masculló Billie.
Jenny negó.
-Mejor vamos ya –susurró ella, bajando del auto.
Él suspiró y la imitó.
Así cruzaron la calle corriendo para refugiarse de la lluvia en una de las cabinas que había cada tantos metros del GRAN muro que protegía el interior de la cárcel, cabina en la que un guardia los miraba curioso.
-¿Diga? –preguntó él, intentando suavizar su voz lo más posible; era más que obvio que estaba acostumbrado a tratar con reos todo el día.
-Hola, mi nombre es Jennifer Kiffmeyer-Armstrong y él es Billie Joe Armstrong. Venimos a hablar con...
-No es día de visitas –la cortó él, consiguiendo que la mujer se sonrojara avergonzada.
-Tenemos pases –intervino Billie, al percatarse de ello, sacando los papeles de uno de los bolsillos de su chaqueta, tendiéndoselos al hombre, quien, tras leer los papeles, los miró extrañado-. ¿Qué?
-¿Escribir un libro sobre Chapman? Lo siento, pero tú no tienes pinta de escritor. Ella puede entrar, a ella la conozco –farfulló, atropelladamente.
Billie alzó una ceja.
-Sé que no tengo pinta de escritor, y es porque no lo soy. Pero mi hijo no podía venir y no quería que su esposa entrara sola a una cárcel de máxima seguridad llena de hombres, así que tuve que venir yo –se explicó el guitarrista-. Hablamos de eso con el director de la prisión y nos dijo que estaba bien.
El guardia suspiró.
-Sí, tienen los pases, pueden entrar –murmuró-. Dejen pasarles sus identificaciones. –El hombre se volteó y, tras rebuscar un poco en el escritorio que tenía en la cabina, les pasó dos placas plásticas que decían “AUTORIZADOS”.- Ahora tienen que caminar en línea recta por el camino hasta la entrada. Ignoren las torres de control y demás, sólo vayan a la entrada principal. Allá habrá un guardia que los llevará con Chapman.
-Gracias –musitó Jenny, al mismo tiempo que atravesaban la puerta.
Era un camino corto hasta la puerta principal del edificio, pero, debido a los nervios, se les hizo largo. Es decir... ¿Qué les diría Chapman?
-Bienvenidos a Attica –los saludó uno de los tres guardias que estaban ahí. Al parecer, acababa de llegar del interior de la cárcel, con el único propósito de llevarlos a hablar con Mark-. Normalmente, no permitiríamos este tipo de situaciones, pero bueno, como tienen el permiso del Director y Chapman se ha portado bastante bien en los últimos años, haremos una excepción.
-Gracias –volvió a decir Jenny, ahora con una pequeña sonrisa.
-Por aquí –les dijo el guardia, abriendo, finalmente, la puerta.
El pasillo (no muy grande, probablemente diseñado para dificultar un escape masivo y rápido) desembocaba en una sala llena de mesas y asientos, además de una pared de cubículos para aquellos reos en los que no se podía confiar. Además, habían dos puertas, una a cada lado de la reja que los guiaría a donde estaban las celdas. Debido a que no era día de visitas, el lugar estaba vacío en ese instante, pero, tanto Billie como Jenny, supusieron (correctamente) que ese sitio se llenaba cuando las familias iban a visitar a sus seres queridos que habían cometido “un pequeño error”.
El guardia atravesó todo el salón y los guió a una de las puertas que había a los extremos. Sacó una llave de su bolsillo y abrió, para revelarles una sala con una mesa, otra puerta, tres sillas al lado de ellos y otra silla al lado de la puerta que permanecía cerrada.
-Se supone que la tercera silla es para el guardia que los acompaña, pero ustedes no tendrán uno –explicó-. Y no tienen que preocuparse por nada, si algo llega a ocurrir, vendremos enseguida. Lo único que tienen que hacer en caso de necesitar ayuda es apretar ese botón –señaló la pared que había a sus espaldas- tres veces. Cuando quieran irse, sólo lo aprietan una vez.
-Ok –murmuró Billie.
Sin más, se sentaron, mientras que el guardia cerraba la puerta con llave y abría la otra puerta, la que daba al lado de los reos. De ella salió un hombre no muy alto, con un par de grandes lentes en su rostro, un pantalón gris y una camisa celeste, cuyos primeros dos botones estaban desabrochados, permitiendo ver la polera blanca que el hombre llevaba bajo ella.
-Bien, se los dijo –murmuró el guardia, tras sentar al reo frente a ellos.
Apenas salió, Mark los miró fijamente, como si estuviera complacido de algo.
-Kiffmeyer, hace tiempo que quería verte –dijo él, con una sonrisa. Billie lo miró, con algo de rabia en sus ojos verdes-. No te pongas celoso, Armstrong, sólo que tú no eres mi tipo, por lo que...
La pálida piel de Jennifer tomó un color escarlata MUY rojo.
-¿Vas a decirnos para qué querían que te viéramos o vas a conseguir que pierda la poca paciencia que te tengo? –inquirió Billie, con las manos cerradas en puños. Estaba haciendo tanta fuerza con sus manos que por poco no se hería las palmas con sus uñas. Los nervios y la rabia no era una buena combinación para el guitarrista.
Mark sonrió.
-Sí, les diré todo –contestó-. ¿Qué quieren saber?
Jenny se mordió el labio inferior levemente, pensando.
-¿Por qué? –fue todo lo que logró preguntar. Mark la miró, extrañado- ¿Por qué mataste a John Lennon?
El hombre hizo una mueca.
-Estaba muy estadounidensado, tenía que morir –masculló. Fue el turno de la pelirroja de reír-. ¿Qué?
-Aparte de que es más que obvio que mientes (Lennon estaba japoneizado, no estadounidensado), no, nada. Así que, en serio, ¿por qué lo mataste? Mejor dicho... ¿Quién te pagó para hacerlo? –se explicó-. ¿Cómo puedes dormir en las noches?
Mark negó.
-Me habían dicho que no pasabas muchas cosas por alto –musitó-. ¿Cómo duermo en las noches? No lo sé. Matar a Lennon no fue [i]enteramente[/i] mi culpa, pero he de asumir que ese error está en mi cabeza y estará ahí siempre, por lo que a veces tengo pesadillas. ¿Quién me pagó para hacerlo? El padre del hombre que quiere a uno de ustedes...
-¿A uno de nosotros? Por favor, sabemos que ese “uno” soy yo, y no me quiere de cualquier forma, me quiere muerto –interrumpió Billie.
Él volvió a sonreír.
-Eso es lo que quieren que crean –murmuró-. En realidad, no tienen ningún interés en que mueras, eso es porque... –Se calló, de pronto, como dándose cuenta de algo importantísimo- No puedo hablar más.
Billie y Jenny lo miraron extrañados.
-¿De qué hablas? –preguntó la mujer.
-Que no puedo hablar más –repitió Mark.
-¿Por qué no? –Esta vez, fue Billie quien preguntó.
-Porque los están apuntando con un arma ahora mismo –contestó.
Y, antes de que Billie y Jenny alcanzaran a intercambiar una mirada, un disparo perforó el aire, dejando a Jennifer en el suelo y cubierta de sangre.

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