Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, mayo 07, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter fifty: Don't forget it.


Decir que estaba sorprendidísima era decir poco. Estaba, además de sorprendida, atónita. ¿Billie Joe la amaba? ¿Realmente la amaba? No, debió haberse equivocado. Sí, debía haberse confundido, debía haber pensado que ella era Adrienne, debió haberse dejado llevar por el momento, eso era todo…
-Q… ¿Qué? –fue lo único que la pelirroja logró articular.
-Que te amo –repitió él, cerrando los ojos y cubriéndose el rostro con las manos, mas con un tono seguro de voz-. Y mucho, ya que estamos.
Silencio, silencio únicamente interrumpido por el corazón del hombre, el que Jennifer era más que capaz de escuchar. Latía agitado y fuerte, como si hubiese corrido una maratón.
-¿Po…? ¿Des…? ¿Có…?
La mujer comenzaba las preguntas, pero no podía terminarlas. Su voz se quebraba antes de llegar a concluir la primera palabra de cada una de las preguntas que quería hacer. Él suspiró, abrió los ojos y la miró fijamente a los suyos azules.
-¿Por qué? Porque sí, esa es la única respuesta que se me ocurre. Uno no tiene razones para amar a alguien, simplemente el sentimiento aparece –susurró el hombre, respondiendo la pregunta que ella no había llegado a terminar; la conocía lo suficiente como para saber qué quería decir-. ¿Desde cuándo? Desde hace unos nueve años. Exactamente dos semanas después de que tú me dijeras a mí que me amabas. Pasaba desapercibido a ratos, volvía con toda su fuerza a otros, pero el sentimiento estaba ahí. Y el cómo… El amor que siento por ti es como el amor que siente un hombre por la mujer de su vida. El problema es que me ocurre lo mismo que a ti: No sé si eres tú o Addie. –Volvió a suspirar.- ¿Satisfecha?
Ella asintió, aún sin ser capaz de reaccionar. Era una noticia demasiado grande e importante cómo para asimilarla así como así. Él la entendió, por lo que se limitó a tomarle la mano a la pelirroja, mano que descansaba en su torso. Jenny no se opuso.
-D… ¿De verdad?
Billie suspiró, le tomó el rostro con ambas manos y la besó, románticamente, poniendo, por primera vez, todos y cada uno de los sentimientos de amor que tenía hacia ella, con el corazón aún latiendo deprisa. Tras varios minutos, se separaron.
-De verdad –susurró él, ahora acariciándole el rostro con una temblorosa mano-. Mierda, te amo, te amo, te amo, mucho, de verdad, te lo quería decir hace tiempo y te lo decía mientras dormías y…
-¿Entonces no eran sueños? –preguntó ella, en un susurro, más sorprendida aún. Billie la miró sin comprender- Desde Londres me pasa que, cuando dormimos, sueño con que me dices que me amas y…
La interrumpió con otro beso, un tanto más corto, pero igual de tierno.
-No, no eran sueños –susurró, en un tono bajo de voz.
Recién ahí, se dio cuenta que la mujer estaba temblando levemente. No era capaz de decir si era por el frío o por los nervios, pero no le gustó, por lo que se puso de pié de un salto y le tendió una mano, para ayudarla a pararse. Jenny la aceptó y se paró a su lado, tambaleante y tiritando. Él la rodeó por la cintura, para ayudarla a caminar hacia donde fuera que iban e infundirle calor de paso.
-Te amo –susurró ella, un buen trecho después, aún demasiado atontada como para decir algo más coherente.
-Yo a ti –le susurró él, al oído.
Llegaron a un árbol, en cuyo tronco él apoyó a la mujer y comenzó a besarla, dulce y tiernamente, ante lo que ella sonrió levemente antes de comenzar a devolverle el beso, mientras el sol se alzaba por sobre ellos…
Y una bola de nieve golpeara al guitarrista fuertemente en la espalda, haciendo que maldijera y se separara de la escritora.
-¿Quién fue el hijo de puta? –masculló, molesto, volteándose y avanzando unos cuantos pasos, buscando a quien fue con la mirada. Volvió a maldecir al no ver a nadie- ¿Tú lo viste?
Pero no obtuvo respuesta alguna de la pelirroja. Extrañado, se volteó hacia ella…
A quién encontró agachada con un papel en sus enguantadas manos. Billie observó como los azules ojos de la mujer se movían de un lado a otro, a gran velocidad, tras lo que le tendió el papel al hombre, quien lo leyó extrañado.
Ya, ya, al fin saben que se aman. Pero eso no importa ahora. Lo único que importa es que, si quieren algo de ayuda con la situación más importante del momento (les recuerdo que esa situación es que los persigue un psicópata, si les interesa), tienen que ir al hotel de la calle 3 con la 9, a la habitación 27. No hay ninguna cámara ahí, por lo que también podrán hacer esas cosas que Hal tanto disfruta ver.
EL REY LAGARTO.
-¿Hal? –susurró Billie, haciendo memoria- ¿No fue él a quien nombró Chapman?
-Sí, junto al Número Nueve –susurró ella-. ¿Y no era Morrison el Rey Lagarto?
Billie asintió, pensativo y cabizbajo.
¿Sería una trampa o Jim Morrison realmente quería ayudarlos? Podían ir y echar un vistazo, no perdían nada… Pero si era una trampa y algo le pasaba a Jenny…
-¿Vamos? –preguntó ella, buscando su mirada.
Él suspiró.
-¿Y si te pasa algo? –inquirió él, preocupado.
Ella sonrió.
-Nada me va a pasar –le aseguró-. Y si es así, no será tu culpa, ¿ok?
Billie volvió a suspirar y negó.
-No puedo vivir en un mundo sin ti –susurró, honestamente, volviendo a bajar la mirada, ahora debido a la vergüenza, permitiendo que ella se sonrojara.
-Y yo no puedo vivir sin haber hecho todo lo que estaba a nuestro alcance para evitar que te maten –murmuró-. Así que vamos a ir y vamos a ver qué ocurre, ¿ya?
Él asintió y, aún suspirando, le tomó la mano a la mujer, tras lo que echó a correr en dirección a la dirección que estaba en el papel.
Llegaron al hotel a los pocos minutos. Después de todo, estaba bastante cerca. Decidieron que fuera ella sola a pedir la habitación a la recepción, ya que era más probable que reconocieran al guitarrista que a la escritora, mientras que él la esperaría detrás de una planta que había en el interior del hotel detrás de un macetero.
-Segundo piso –susurró ella, una vez que llegó hacia donde él estaba-. ¿Vamos?
-Vamos –susurró él, volviendo a tomarle la mano, sonriendo al notar que ella también se había sacado los guantes, permitiendo el contacto entre sus pieles, contacto que lo hacía sentir más que completo.
Subieron lentamente la escalera, preparándose psicológicamente para lo que se les venía. ¿Qué encontrarían en la habitación?
-No importa lo que pase –comenzó él-: Te amo; no lo olvides.
Ella sonrió, por primera vez al oír esas palabras. Se escuchaban tan lindas en los labios del hombre.
-Siempre que tú no olvides que yo te amo a ti…
Él también sonrió y le dio un suave beso, tras lo que colocó la llave en la cerradura y la giró. Volvió a darle un beso a la mujer y recién ahí abrió la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario