Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

lunes, mayo 21, 2012

Hold on - Capítulo 30: 86.




Mike y yo nos encontrábamos en la habitación que aún compartíamos de la casa. Yo estaba recostado en la cama, leyendo una Zine cualquiera y mi amigo estaba en la puerta; Anastasia acababa de irse.
-¿Billie? –preguntó. Gruñí, demostrando que lo oía.- ¿Vas a decirme qué es lo que te tiene de tan mal humor?
Y por enésima vez desde aquella ya lejana conversación con Adrienne, negué, sin siquiera molestarme en levantar la vista de la revista.
Obviamente, ella había rechazado mi propuesta, lo que era totalmente entendible por la cantidad de veces que nos habíamos visto ese año (es decir, cero)… Pero saber eso no bastaba para consolarme, y había actuado como un total imbécil durante el último mes.
-No me pasa nada, Mike –mentí.
-Sí, te pasa algo, y tiene que ver con Addie, y…
-Y no es nada importante. De verdad –lo interrumpí.
Se notaba que Mike quería replicar, pero, para mi suerte, Tré entró en ese momento, corriendo.
-Adivinen qué productor llamó por teléfono avisándonos que había terminado de mezclar todo…
Levanté la mirada de inmediato, sin siquiera disimular mi entusiasmo. Mike estaba igual.
-¿Y? ¿Qué dijo? –inquirió él.
-Que vayamos a Reprise cuanto antes, dah… Francamente, Mike, para ser la razón del grupo…
Me reí, y Mike (levemente sonrosado) igual.
-Ok, vamos entonces –murmuró el bajista.

Así nos dirigimos a Reprise, prácticamente corriendo (no, a ninguno se le ocurrió usar las bicicletas, qué inteligentes éramos), lugar en el que nos encontramos de inmediato con Rob Cavallo, quien sostenía una cinta en sus manos. Nos saludamos y luego nos hizo sentarnos en los sillones de (oh, sorpresa), la sala en la que había hablado por teléfono con Addie.
-Bien, chicos... Aquí está, el fruto del trabajo –murmuró, pasándole la cinta a Mike, que era el que estaba más cerca de él; yo me había sentado lo más lejos posible del teléfono-. Está tal como lo planearon conmigo, tal como lo trabajaron. Si no les gusta algo, aún estamos a tiempo de arreglarlo.
Los tres asentimos, y, tras agradecerle a Rob, nos devolvimos a la casa, con la preciada cinta más que escondida en el bolsillo de Mike, quien fue, por decisión unánime, elegido el encargado de manipular la cinta.
En fin, llegamos a la casa y nos dirigimos de inmediato a la habitación, esquivando a toda la gente que había en la fiesta que otro habitante de la casa había organizado. En el camino, saqué una radio que estaba abandonada por ahí y, apenas atravesé la puerta, la cerré con llave. No queríamos ser molestados.
-Ok, hay que escucharlo antes de que se emborrachen demasiado y les dé por tocar guitarra y cantar imbecilidades –murmuré, mirando a la radio fijamente, varios minutos.
-Sí, tienes razón –dijo Mike, con la cinta en sus manos.
Ninguno de los dos fue capaz de moverse. Revoleando los ojos, Tré le quitó la cinta a Mike, abrió la caja y la puso en la radio, a la que inmediatamente le puso play, para luego dejarse caer en su cama. Sin otra opción, con Mike lo imitamos.
Fueron los casi cuarenta minutos más raros de nuestras vidas. Para cuando terminó el disco, nos quedamos mirando, en silencio, sin saber qué decir.
-¿Tan mal sonamos? –pregunté, finalmente.
Mike negó.
-No es que sonemos mal, simplemente sonamos igual que en los discos anteriores –murmuró-. Eso no está bien, usamos equipos en muchísimo mejor estado…
-Y nos tardamos más… -añadió Tré- Es decir… Eso aumentó la calidad.
-Debió haber sido el mezclado –murmuré.
Mike y Tré me miraron, alzando una ceja.
-¿Dices que es culpa de Rob?
Negué.
-Nosotros intervinimos –me expliqué-, eso debió haberlo afectado.
Mis dos amigos asintieron.
-¿Qué hacemos? –preguntó Tré. Mike y yo negamos, sin saber qué decir.- Ok, me voy a la fiesta.
Sin dar ninguna explicación, Tré salió. Miré a Mike, como pidiéndole que dijera algo, pero él sólo negó.
-Técnicamente, él no tiene nada que hacer aquí, la batería suena bien…
-Pero puede sonar mejor… -Pasé mis manos por mi cabello, al borde de un ataque de ansiedad.- ¿Qué mierda hacemos?
Mike negó.
Estuvimos un buen rato recostados en nuestras respectivas camas. Finalmente, con la excusa de necesitar alcohol, Mike se dirigió a la fiesta, de la cual, ya que estamos, se escuchaban risas, cantos y demás. Así que quedé solo, pensando en una solución.
Podríamos llamar a Rob, y pedirle, por favor, que mezclara todo de nuevo. Era la mejor opción. Pero ¿qué haríamos si nos decía que era lo mejor que podía hacer? El miedo a esa situación era la única razón por la cual ninguno de los tres había sugerido la idea, y lo sabía.
Es lo único que podemos hacer pensé.
 Cerré los ojos.

-¿Qué?
-Eso, que si quieres venir a vivir conmigo.
Addie soltó una risa nerviosa.
-Billie, ¡no puedo irme a vivir contigo!
-¿Por qué no? Ya terminaste la carrera y… ¿Estás trabajando?
-No, aún no, pero…
-Pero nada.
Volvió a reír.
-¡No puedo dejar todo atrás, así como así! Es decir, mis amigos, mi familia… ¡Y ya ni recuerdo cuándo fue la última vez que te vi! ¿Quieres que me vaya a California y pregunte casa por casa si vives tú ahí?
-¡No seas tonta! Te iría a buscar. Si quieres voy y te ayudo a empacar. En serio.
Addie suspiró.
-No puedo Billie. De verdad. Si las cosas fueran diferentes…
-¿Diferentes cómo?
-No sé… Si realmente tuviéramos una relación antes de irme para allá…
Suspiré.
-Ok. Mala idea. Adiós.
-No, Billie, espe...

Si me ponía a analizarlo, había sido demasiado idiota, tanto por la propuesta como por colgarle el teléfono. Y ahora ni siquiera tenía el coraje suficiente para llamarla y disculparme.
¿Qué me sugeriría ella?
Lo que cualquier persona con sentido común sugeriría… Llamar a Rob.
Así fue como me dirigí al velador, saqué unas cuantas monedas y salí de la casa, al teléfono público; el teléfono de la okupa estaba en la sala, y era donde estaban todos conversando, bebiendo y demás, así que había demasiado ruido como para conversar tranquilamente. En fin, inserté la moneda, marqué el número de Reprise y esperé.
-¿Aló?
Sonreí.
-Rob, qué bueno que sigas ahí. Escucha… ¿Podrías mezclarlo de nuevo? Sin nuestra ayuda, tú solo…
-¿Seguro? –Afirmé. Él suspiró.- Gracias a Dios llamaste para esto.
Y colgamos. Con una nueva sensación de alivio, me volteé, para encontrarme con Mike, quien, al igual que yo, sonreía aliviado.
-Llámalo de nuevo y pregúntale si puede agregar un track oculto –pidió-. Tré cantó esa canción que escribió cuando se metió a la vieja casa de Ale a mastur… Bueno, tú me entiendes. Uno de los chicos la grabó.
Negué.
-Llámalo tú. Necesito alcohol.

A la semana siguiente, Rob volvió a llamarnos y, esta vez, escuchamos la cinta en el mismo estudio. Los cuatro suspiramos de alivio al acabar: Nuestro disco sonaba perfecto.
-Bien chicos… Necesitamos un nombre. ¿Qué se les ocurre?
Con Mike y Tré ya habíamos tenido esta conversación hacía un par de días. Los tres intercambiamos una mirada, y ambos me asintieron, por lo que dije:
-Dookie.
Rob nos miró, perplejo.
-¿Dookie?
-Sí, Dookie… Liquid Dookie era demasiado asqueroso.
El productor no cambió su expresión.
-Ahora que lo pienso, su disco pasado tampoco me queda claro… ¿Qué es Dookie, y qué es Kerplunk?
Mike y yo miramos a Tré, quien se paró de un salto.
-Verás, querido Rob, todo tiene que ver con algo básico en nuestras vidas: La caca –comenzó a explicar él. Rob alzó una ceja-. Dookie es caca, como podrás imaginar… y la caca al caer en el agua suena “kerplunk”. Todo tiene que ver con la caca.
Y se dejó caer de vuelta en su asiento.
A partir de entonces, Rob no volvió a preguntar nada respecto a los nombres. De hecho, estábamos seguros que quería preguntar por el primer LP, pero le daba demasiado miedo la posible respuesta. Qué se le iba a hacer.

Los meses pasaron… Alguien hizo la portada de nuestro disco y el trabajo interno, dejando algo similar a nuestros trabajos anteriores, pero más pulido. Al final, hablé con Addie, e hicimos las paces, siendo esto un factor determinante en el rápido pasar del tiempo: Mientras más feliz estaba, menos duraban los meses. Fue por eso que, antes de lo esperado, llegó diciembre… Y junto a él, el momento más triste de todos nuestros momentos experimentados en el Gilman… Y ese momento, era nuestra despedida.
Como bien recordarán, si firmas con una disquera grande y no independiente, no eres punk, si no que eres un vendido e, inmediatamente, eres expulsado del Gilman. Bueno, esto no es del todo así. O sea, sí, eres expulsado del Gilman, pero no inmediatamente, si no que un par de meses antes de que tu disco sea lanzado… Y nuestro disco estaba programado para Febrero, el primero de Febrero… Así que nuestro último show fue programado para diciembre. Había bastante gente, tocamos por un rato el material nuevo, y luego nos dedicamos a tocar pedidos, para acabar conversando entre todos y, prácticamente, llorando. Gilman había sido mi hogar durante gran parte de mi adolescencia, y no poder entrar ahí nuevamente iba a doler.
-¡LOS VOY A EXTRAÑAR A TODOS! –lloraba Tré, tras varios vasos de cerveza, ron y no recuerdo qué más; era noche para mayores de veintiuno, aprovechando que Tré había estado de cumpleaños la semana anterior.
-¡Y NOSOTROS A USTEDES! –lloró Eggplant, un tipo cuyo nombre real nunca averigüé, quien estaba tan o más ebrio que nuestro amigo; Mike y yo nos manteníamos bastante más sobrios.
Y así, tras un buen rato de lamentos y demás, nos fuimos del Gilman, oficialmente 86-eados.

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