Tweet
Hace un tiempo escribí sobre cómo la felicidad ajena puede procurar felicidad propia, sólo porque la persona feliz te importa tanto que no puedes evitar sentirte bien por su propia felicidad. Y hace un rato sentí (por primera vez en mucho tiempo) aquella felicidad desbordante. Fue un hecho puntual y breve, pero fue lo suficientemente fuerte como para sentir ganas de escribir, y sentir aquella necesidad de hacer cosas, de no quedarse sentada viendo tele o películas o tocando canciones fáciles en guitarra, actividades recreativas pero que no requieren esfuerzo. Y es por ello que digo "gracias", respiro profundo y abro el procesador de texto que tan abandonado tengo.
Hace un tiempo escribí sobre cómo la felicidad ajena puede procurar felicidad propia, sólo porque la persona feliz te importa tanto que no puedes evitar sentirte bien por su propia felicidad. Y hace un rato sentí (por primera vez en mucho tiempo) aquella felicidad desbordante. Fue un hecho puntual y breve, pero fue lo suficientemente fuerte como para sentir ganas de escribir, y sentir aquella necesidad de hacer cosas, de no quedarse sentada viendo tele o películas o tocando canciones fáciles en guitarra, actividades recreativas pero que no requieren esfuerzo. Y es por ello que digo "gracias", respiro profundo y abro el procesador de texto que tan abandonado tengo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario