Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, septiembre 10, 2011

Wake me up when September ends - Capítulo 20: Say you'll STAY the night.



Ni el motor de los autos, ni la cortante voz de Adrienne al mandar a los niños a acostarse a las cinco de la mañana, ni el bocinazo repentino a las siete de la mañana, ni ningún otro sonido podría ser más horrible que el continuo tic-tac del reloj de la pieza de invitados. De verdad.
Ya eran las ocho y treinta, según ese molesto reloj, que lo único que hacía era recordarme que era un cobarde por no salir de ahí. No había escuchado ruidos de parte del resto de mi familia, ya que, obviamente, seguían durmiendo. Bueno, Joey y Addie estaban furiosos conmigo, así que a lo mejor seguían despiertos… Pero, al menos, Jake dormía… O eso prefería suponer.
Sacudí la cabeza. La imagen, de él mirando entristecido cómo yo me metía a la habitación y como Addie me miraba furiosa, había vuelto a aparecerse en mi mente, por quincuagésima vez en lo que iba de la mañana. Y con esto mis pensamientos no tardaron en desviarse a Adrienne, quien, obviamente, estaba más enojada que nunca conmigo. Pero no al punto de querer dejarme. De haber sido así, no habría tenido piedad cuando le pedí no discutir el problema en la noche, y me habría seguido al interior de la pieza. Aún tenía posibilidades de ser perdonado…
Por algún motivo, la idea de perdón no me relajaba en lo más mínimo, probablemente porque sabía que no sería automático, si no que debería esforzarme. Y esforzarme en mejorar mi relación, sabiendo que Sarah estaba alcanzable a menos de dos horas de distancia, lo cual era horrible.
Pero debía salir. Así como me había ido de casa de Sarah, debía ir a hablar con Addie, y asumir las consecuencias de mis actos. Era lo correcto…
Sólo que no sabía qué decirle.
La verdad sería lo mejor, eso era obvio. Moralmente hablando, y en un mundo utópico, claro. Quedaba con un peso menos, y Addie podría decidir de una forma más objetiva si era sano seguir lo nuestro o no. Pero estaba en el mundo real, y, tras haber engañado a Addie dos veces en nuestra relación, dudaba tener algún tipo de moral al respecto. No quería arriesgarme a que me mandara a la mierda. Había acordado no volver a Sarah, tanto por el bien de ella, mío y de mi familia. Así que no tenía un… ¿Cómo decirle? Colchón de respaldo.
Suspiré. No tenía idea qué decir, pero sabía que tampoco la tendría en tres horas más. Y lo mejor era hablar con Addie antes de que teorizara más cosas que no me favorecieran… O antes de que el reloj me volviera loco, cosa que no tardaría a pasar. De hecho, estaba seguro que mis pasos iban al ritmo del molesto tic-tac, lo cual no me causaba ninguna gracia.
Pero eso no importa. Lo que importa es que llegué a la puerta, y, respirando profundamente, la abrí, para salir al pasillo. Lo atravesé, a un paso lento y pesado, disfrutando del silencio absoluto que había en la casa. Quizás los niños sí estaban dormidos. Quizás hasta la misma Adrienne dormía, intentando convencerse que la noche anterior no había sido más que una vil pesadilla. Quizás abriría la puerta y me encontraría con que toda la noche fue una pesadilla, y que en realidad sí me había ido de fiesta con Mike y Tré, y nunca había llegado a la casa de Sarah. Quizás nada de todo ese maldito septiembre había ocurrido, quizás aún era agosto, y ni siquiera había ido a casa de mi madre a ordenar como me había pedido, y no me había encontrado con Nadia, y ella no me había dado el número de Sarah “por error”, y todo seguiría bien.
Cuánto daría para que todo eso fuera verdad… Pero, al abrir la puerta y encontrarme con la furiosa mirada de Adrienne, supe que no había soñado nada, y que todo había pasado de verdad. Bastó ver las ojeras de mi esposa para saber que tampoco había dormido, y para saber que sí había pensado en mis actos, y que no me perdonaría así de fácil. Y bastó con ver directamente a sus ojos para darme cuenta que no había ni una pizca de cariño en su mirada, y que era capaz de esperar horas para que yo hablara, porque ella no lo haría. Yo debía ganarme su disculpa, y para ello debía esforzarme.
Así que ahí nos quedamos, mirándonos en silencio. Ella furiosa, y yo asustado, pensando a toda máquina qué decir.
Y, lo primero que salió de mis labios, fue un decepcionante:
-Lo siento.
Mi esposa resopló, intentando liberar un poco del enojo que sentía.
-¿Lo sientes? –inquirió, parándose de la cama- ¡¿Lo sientes?!
-Cariño, los niños –dije, sin pensar.
-¡Nada de cariño aquí, Billie Joe! ¡Y me importa una mierda si me escuchan mis padres en Minnesota, no salimos de aquí hasta conversar bien todo! –Ni siquiera me atreví a pensar en contradecirla, cosa que debió reflejarse en mi rostro.- Bien. Dijiste que ibas al estudio, y después, probablemente, a casa de Tré. Ambos sabemos que lo último es mentira, porque Tré te llamó para que fueras. Así que parte diciéndome qué hiciste en verdad.
Me quedé en silencio, pensando cuánto decir, y cómo.
-Sí fui al estudio –murmuré-, y no, no fui a lo de Tré.
Pero no me vi capaz de decir nada más. Addie simplemente me miró, exasperada.
-Si no vas a decirme en qué andabas, podemos dar la conversación por finalizada ahora mismo, ya que no pienso aceptar tus disculpas hasta que me digas todo.
-¿Entonces puedes perdonarme?
Y pese a que su expresión seguía siendo la máxima expresión de ira que me había mostrado, pese a que sus brazos seguían cruzados, y pese a que seguía firme al otro lado de la habitación, su cabeza asintió, de una forma casi imperceptible. Pero eso me bastaba: Había luz al final de túnel.
-Si es que tienes una buena explicación para tu desaparición –aclaró-. Así que dime: ¿Dónde estuviste ayer después de irte del estudio?
Un lado de mí me decía que lo mejor era decirle todo. Explicarle que no había sido mi intención, y que no volvería a pasar. Quizás hasta me perdonaría. Sabía que su amor por mí era mucho como para dejarme ir sin luchar, y, si le decía la verdad, lucharía junto a mí para salvar nuestro matrimonio… Y si no… Bueno, sería libre, y dejaría de hacer sufrir a todos.
Pero recordé a Joey, quien dijo que era capaz de hacer todo para que Addie y Jake estuvieran felices. Y sabía que la única forma de que ellos fuesen felices, era que todo siguiera perfectamente, tal como lo había sido todo durante los últimos años. Y decir la verdad no nos permitiría eso.
Y fue entonces que, de una forma casi completamente involuntaria, las siguientes palabras brotaron de mis labios:
-Estaba en San Francisco. Me junté con John Roecker. –Alzó una ceja.- Sé que no te gusta que me junte con él, así que preferí no decirte. No creí que fuera a llegar tan tarde.
Soy una mierda de persona.
-Nunca me habías mentido para juntarte con él –murmuró.
Torcí una mueca.
-Siempre hay una primera vez.
¿Era posible? ¿Addie estaba creyéndome? Así parecía. Por lo menos, vi como sus brazos estaban menos tensos.
-¿Y estuviste con él toda la noche? –Asentí, casi sin poder creer mi suerte.- ¿Entonces por qué llegaste oliendo a marihuana, para conversar con Joey y salir con cara de un pobre desgraciado, que ha sido humillado y pateado múltiples veces, y con una cara de culpa que nunca te había visto?
Demasiado bueno para ser cierto. ¿Qué mierda podía inventar? Podía decirle que me había metido en una pelea, y no quería preocuparla… Pero no tenía ni heridas ni moretones. Entonces se me ocurrió decirle que me habían asaltado… Pero no había perdido nada, y dudaba ser capaz de inventar un pretexto para no ir a la policía.
Y no me quedó otra opción que inventar algo terrible, pero no tan horrible como la realidad:
-Porque con John se nos ocurrió fumar marihuana. Sabes que no lo hacía desde que nació Joey, así que la idea me tentó, y mucho. Así que fumamos y… Bueno, suelo ponerme cariñoso con eso… Así que… Así que creo que, a eso de medianoche, se me ocurrió insinuárseme a una de las amigas de John.
Bajé la mirada, intentando aparentar que mi vergüenza y culpa eran por lo que “había hecho”, y no por lo mierda que me sentía por decirle algo tan horrible a Addie, quien volvió a dejarse caer sobre la cama. Me atreví a levantar la mirada, y me encontré con que su rostro ya no expresaba la más pura de las furias, sino que tristeza, y una dolorosa decepción. Le sostuve la mirada, intentando demostrar que esa era toda la verdad que había.
-¿Y? ¿Te acostaste con ella?
Negué.
-No llegué a eso. John me detuvo antes de que mis intenciones se hicieran muy obvias –inventé, intentando mejorar la reputación de mi amigo de paso-. Después de ese vergonzoso momento, me fui a esconder a una de las piezas de John, donde dejé que me consumiera la culpa.
Addie asintió, con una expresión pensativa.
-¿Y qué tanto discutías con Joey cuando llegaste?
¿Qué le decía?
-Esa era una pequeña discusión entre padre e hijo, y prefiero que se quede así –murmuré, lo cual era, técnicamente, totalmente cierto.
Nos quedamos en silencio, yo preguntándome si sería perdonado, y ella, probablemente, valorando mi historia, y pensando si me merecía aquella compasión que yo sabía que no me correspondía, pero por la cual lucharía hasta el fin.
-Vas a tener que hacer mucho mérito, Billie Joe –masculló-. No puedo creer que me mientas, te vayas de fiesta, y hagas algo así.
Y eso que no sabía que en verdad había estado con Sarah, y que sí me había acostado con ella. Aún así, había un lado de mí que quería insistir en el hecho que no la había engañado, pero creo que esa era la parte de mi persona que quería creerse la mentira, tal como parecía que Adrienne hacía.
Pero no. Un rápido vistazo a sus ojos bastó para ver un atisbo de duda, que, en su interior, debía ser mucho mayor que lo que demostraba. Debía creer que sí me había acostado con la mujer ficticia, y que la mentira consistía en que no lo había hecho. Me pregunto qué me habría hecho de haber descubierto que no hablaba con John Roecker hacía varias semanas. Hice la nota mental de llamar a John apenas pudiera, en caso de que el tema saliera a colación en algún futuro no tan lejano.
Noté que quería que dijera algo. Pero lo único que se me ocurrió fue:
-Dime que quieres que haga.
Y con esas cinco palabras, comienza una etapa corta en tiempo, pero eterna en mi mente, y bastante horrible: La búsqueda de redención de parte de mi esposa.
Adrienne dejó todo muy claro en la conversación que siguió a esa “petición”. No quería que desapareciera más sin avisar, y, de llegar a tener un cambio de planes, por mínimo que fuera, debía reportárselo de inmediato. Por otro lado, las horas en el estudio se verían reducidas, ya que debía ir a dejar y buscar a los niños al colegio, por lo menos tres veces por semana, y no podía llegar a la casa después de las ocho, a menos que ella me diera el permiso. Si cumplía todo eso y más (la verdad es que estaba tan agotado que no fui capaz de retener los detalles), mi esposa quizás me perdonaría.
Miserablemente desdichado ni se acercaba a lo que sentía.
En fin, la conversación (bueno, el monólogo) no se alargó mucho… Por suerte. Terminó con Adrienne diciéndome que podía irme a la pieza de invitados a dormir un rato, ya que notó que no lo había hecho en toda la noche (lo cual se acentuaba con mi intención de olvidar el poco rato que dormí junto a Sarah), pero que me quería en pié a la una para ayudar con el almuerzo. Así que, simplemente asintiendo, tomé mi almohada, un poco de ropa y me fui a la mencionada pieza, en cuya cama me dejé caer bocabajo. Activé la alarma a las doce, para ni siquiera considerar arriesgarme a atrasarme, para luego apoyar la cabeza en la almohada.
Tenía un torbellino de pensamientos y sentimientos en mente. Creo que no había tenido más mierda en la cabeza en toda mi vida. Pero el cansancio era tal que ni siquiera llegué a preguntarme cómo sería mi vida de ahí en adelante, si no que me dormí enseguida.

Por desgracia, no me sumí en el sueño tranquilo que tanto deseaba, si no que en uno lleno de problemas y dolor. No había una “trama” clara, por decirle de alguna forma, pero sí lograba distinguir algo entre aquella maraña de imágenes entremezcladas. El rostro de Sarah al besarme la noche anterior… Su rostro al decir mi nombre… Esos fueron los dos momentos buenos que recuerdo. El resto eran simples variaciones de los tres rostros que me encontré en casa: El confundido de Jake, el iracundo de Joey… Y el extremadamente decepcionado de Adrienne.
Desperté de un sobresalto, a mediodía, debido a la bendita alarma que me sacaba de aquel mundo de sufrimiento. Luego recordé que esto no difería mucho de la realidad, por lo que no tenía nada de lo que alegrarme. Estar despierto significaba pensar y mentir, al menos durmiendo simplemente dejaba que mi subconsciente hiciera todo.
Cerré fuertemente los ojos, con la esperanza de que, al abrirlos, el mundo dejara de darme vueltas. Durante todo el sueño, había sentido que caía en círculos desde alguna gran altura. Probablemente, era un simbolismo de mi inminente perdición, y de mi hundimiento en la miseria, ambas representadas con una caída desde el cielo a lo más profundo de la tierra. Para aumentar mi desgracia, fui incapaz de enfocar bien la habitación al abrir los ojos. También sentía algo bastante raro en el estómago, que sólo aumentaba el mareo. Demasiado desdichado como para que me preocupara, me paré de la cama, restregándome los ojos, para luego estirarme, con la esperanza de que algo del sopor que sentía sobre mí como un opresivo velo desapareciera. Obviamente, lo único que logré fue sentirme más consciente, y, por ende, sentirme peor. Y el dolor de haber perdido a Sarah y haber enojado a Addie ya me estaba empezando a parecer físico.
Así que, intentando no cambiar de opinión sobre el hecho de que tirarme de un quinto piso era una terrible idea, fui al baño. No me sentí capaz de afeitarme, por lo que sólo me lavé la cara, hice mis necesidades y me duché, preguntándome que pasaría si empezaba a inhalar todo el shampoo. Probablemente ni siquiera alcanzaría para marearme un poco, mucho menos para desaparecer por más de media hora de este horrible mundo. Y el olor no era lo suficientemente agradable como para motivarme a asfixiarme en el shampoo y que fuera lo último que oliera. Genial.
En fin, me duché. Y luego volví a la pieza, donde me vestí. Y luego traté de retardar el momento de salir de la habitación, pero vi la hora y noté que faltaban quince minutos para la una, y como Addie había sido más que clara en que me quería ayudándola con el almuerzo a la una, decidí bajar antes, para empezar yo, aún si ella no estuviese ahí. Quizás eso compensaría algo del daño de la noche anterior. Quizás.
Así que fui a la cocina. Tal como me lo suponía, Adrienne aún no estaba ahí. Así que revisé que había en el refrigerador, para encontrarme con que no había nada preparado.
-Bueno, la lasaña me mantendrá ocupado –murmuré.
Comencé a preparar la comida. Para cuando Adrienne llegó, yo ya estaba terminando las salsas. Dejé lo que hacía y me quedé mirándola, sin saber qué decir.
-Hola –saludó ella, tratando disimular lo incómoda que se sentía, sin muchos resultados, ya que estamos.
-Hola –contesté, de un modo similar.
Nos quedamos mirando un par de segundos, tras lo que la culpa fue mucha para mí y me forzó a bajar la mirada hacia mis zapatillas, que se destacaban por su suciedad… Al menos no me había equivocado de pie, como la noche anterior.
-¿Qué haces?
Su tono fue un tanto brusco, y supe que su rabia hacia mí no había pasado, ni lo haría muy pronto…
-Lasaña. Si quieres, me ayudas, pero no es necesario.
… En cambio, mi voz demostraba una sumisión total. Era como si fuera un perro, entrenado a obedecer sin chistar, capaz de tirarme por un barranco si Adrienne me lo pedía.
-Voy a poner la mesa, ¿te parece? –Asentí, aún algo cabizbajo.- Bien…
Fue incómodo. De verdad. Pero no tanto como el almuerzo en sí, donde Jake estaba decaído por su dolor de cabeza (que había vuelto en algún momento de la mañana), Joey aún se notaba enojado (me pregunté si habría seguido leyendo el infame cuaderno, que, ahora que lo pienso, debí haber recuperado de la pieza), y Adrienne no conseguía disimular su desconfianza a mi persona. Y yo estaba ahí, en la cabecera de la mesa, sintiendo como todas las miradas se concentraban en mí, sin saber si esto era real o no. Para peor, estaba famélico (culpa de la marihuana, claro está), pero no podía sucumbir ante el gran impulso de comer todo rápido como un salvaje.
En fin, el almuerzo terminó. Me ofrecí a lavar y ordenar todo, lo que me permitió comer un poco más en la cocina a escondidas. Luego de eso, lavé, guardé y me fui al living, donde estaba Adrienne tejiendo. Le pregunté si podía ver televisión, y me dijo que sí. Así que pasé buena parte del día ahí, viendo lo que encontrara, comentando con ella de vez en cuando. Y pese a que nuestra conversación sonara normal, yo sabía que Adrienne aún no me había perdonado… Cosa que comprobé después de cenar, cuando me susurró que si quería podía ir a buscar ropa a la pieza para el día siguiente.
El domingo no distó mucho del sábado. La única diferencia fue que Addie me dijo que tenía que acompañarla a ella y a Jake al neurólogo, ya que al fin revisaríamos sus exámenes. Le dije que con gusto, así que tuve que realizar una rápida llamada a Mike para decirle que nos juntáramos a las diez, y no antes como teníamos pensado.
El lunes me encontré haciendo el desayuno. Al igual que los dos días anteriores, había bajado primero a la cocina, con la esperanza de que Addie se apiadara de mis buenos gestos… Obviamente, esto no había sido así, pero valía la pena seguir intentando.
-¿Por qué no estás durmiendo con mamá?
Se me cayó la caja de cereales, que, por suerte, seguía cerrada. La recogí, pensando en cómo responderle a Jake.
-Me equivoqué en algo, y debo dormir alejado de mamá por un tiempo hasta que me perdone –contesté, pensando mucho mis palabras; no eran ni las ocho de la mañana.
-¿Fue por lo de llegar tarde el otro día?
Suspiré.
-Sí, fue por eso.
-¿Y por qué lo hiciste?
No explotes, no explotes…
-Ya te dije: Me demoré más de lo pensado en lo que hacía –contesté, de la forma más calmada que pude.
-Bueno.
Definitivamente, amaba a Jake. De verdad.
En fin, luego de eso, bajó Joey, quien, como de costumbre, no me dirigió ni la más mínima de las miradas. Ya mucho no me importaba: Sabía que tendría que pasar un buen tiempo para que mi hijo volviera a confiar en mí, y que forzar la situación no traería ningún bien. Tendría que ser paciente…
Pero bastó con ver su cara de odio que ni con toda la paciencia del mundo sería capaz de aguantar todo esto.
El desayuno fue más incómodo que el de los días anteriores, porque era la primera vez que, tras comer, no nos separaríamos a nuestras respectivas ocupaciones, sino que seguiríamos todos en el mismo auto. Y lo incómodo no se terminó cuando terminé mi última tostada, si no que se extendió hasta el momento en que subimos al auto, y continuó hasta que llegamos al colegio, donde Joey bajó; Jake iría al doctor con nosotros, y, dependiendo lo que nos dijera el neurólogo, lo pasaríamos a dejar de nuevo.
-Aprende harto –se despedía Addie de Joey.
-No prometo nada –farfulló él.
De reojo, vi cómo Addie esperaba que me despidiera de mi hijo, pero yo sabía que él no quería nada de mí parte. Sin embargo, como era él quien quería que mantuviera la familia unida, preferí decir:
-Que te vaya bien.
Como ya estaba fuera del auto, Joey no se vio en la obligación de responderme, y se limitó en hacerme un gesto con su mano. Si esto le pareció raro a Adrienne, no me lo comentó. Genial.
En fin, luego nos fuimos a la consulta del neurólogo infantil que nos habían recomendado, cuyo nombre, en realidad, no recordaba ni me interesaba. Como no quedaba estacionamiento, primero dejé a Addie y a Jake, para luego irme a buscar estacionamiento, que encontré a un par de cuadras. Y los cinco minutos que tardé en estacionar y caminar de vuelta a la consulta, fueron los mejores de ese último par de días.
¿Cómo había llegado a eso? ¿A necesitar estar solo para poder sentirme bien? Y la verdad era que no me sentía bien, simplemente me sentía honesto…
Bueno, tras un fin de semana de mentiras, eso era todo lo que necesitaba: Un par de instantes de honestidad.
Pero, antes de lo esperado, aún antes de conseguir encontrar alguna respuesta a mi pregunta más inquietante (¿cómo estaría Sarah?), me hallé a mí mismo fuera del pequeño edificio que hacía de consulta. Suspirando, entré, dejando mi rostro real tras de mí, para volver a ponerme aquella falsa máscara de normalidad.
-Buenas tardes, ¿en qué le puedo ayudar? –me preguntó la secretaria, apenas me vio.
-Vengo con ellos –murmuré, señalando a Addie y a Jake, quienes se encontraban sentados en la sala de espera.
-Adelante, el doctor los atenderá en un par de minutos.
Jakob se encontraba al lado de la pared, por lo que no me quedó opción que sentarme al lado de Addie, quien se notaba ansiosa. Aprovechando esto, le tomé la mano, delicadamente, gesto que ella me devolvió con un apretón más firme. Sonreí, discretamente, para luego pasar a acariciarle un poco la mano con el pulgar. No me atreví a más, así que nos quedamos en silencio, esperando a que nos llamaran…
Cosa que, tal como la secretaria anunció, ocurrió tras un par de minutos.
-¿Jakob Armstrong? –Los tres nos paramos, Addie ya sin tomarme la mano, sino que sujetando firmemente la cartera en la que traía los exámenes.- Adelante.
Entramos, deteniéndonos únicamente para saludar al doctor en el umbral de la puerta.
No logré retener mucho de lo que pasó ahí adentro. Lo importante es que Jake tenía un problema de irrigación en el lado derecho del cerebro, lo cual no es tan serio como suena. Lo único que tenía que hacer era, ridículamente, tomar medio antidepresivo por un tiempo, lo cual ayudaría a equilibrarlo lo suficiente como para que las jaquecas disminuyeran en cantidad y en dolor. Le dimos las gracias y nos fuimos.
-Ok, pasamos a la farmacia, los dejo en la casa y de ahí me voy al estudio, ¿les parece? –Los dos asintieron.- Muy bien…
Así que nos fuimos a casa, pasando por el centro de Oakland. Detuve el auto en la primera farmacia que vi. A modo de darle en el gusto a Addie, me bajé yo a comprar el remedio. Claro que el farmacéutico estuvo un buen rato intentando descifrar la letra del doctor, mas logró entregarme un frasquito de pastillas cuyo nombre parecía calzar con el de la receta. Volví al auto, el pasé la bolsita a Adrienne, y los dejé en la casa, para luego irme al estudio.
No obstante, pese a que lo único que quería era distraerme tocando un rato, me encontré con que eso no era lo que mis amigos tenían planeado para mí, ya que se hallaban de brazos cruzados, y mirándome acusadoramente.
-¿Y ahora qué? –pregunté en un suspiro.
-Nada serio –contestó Tré, acercándoseme y haciéndome pasar, cerrando la puerta tras de mí, ignorando cómo pedía que me mataran con la mirada-, sólo queríamos saber qué mierda te pasó el fin de semana.
Revoleé los ojos.
-Sólo porque no me junte con ustedes un fin de semana, no quiere decir que los quiera menos –ironicé.
-Lo sabemos, tranquilo –dijo Mike, en el mismo tono-, lo que queremos saber es a dónde te fuiste el viernes, que Adrienne te buscaba tan preocupada y tú lucías tan… ¿Cuál es la palabra?
-“Resignado”, creo que sirve –completó Tré.
Negué.
-No sé de qué hablan, tuve un fin de semana normal.
Fue el turno de Mike de suspirar.
-Tan mentiroso que seas. Billie, sabemos que no te fuiste a tu casa el viernes… Lo que queremos saber es a dónde fuiste, por si necesitas ayuda o algo…
Maldije.
-No necesito ayuda, ya que no me pasa nada, y no fui a ninguna parte.
Mike y Tré intercambiaron una mirada.
-¿Y por qué le dijiste a Addie que estabas en mi casa? –preguntó el baterista, alzando una ceja.
No se me ocurría nada. Debía mentir, sabía que la verdad no me llevaría a ningún lado. Pero no me creerían la misma mentira que le había dicho a Adrienne. Y sabía que inventando una nueva mentira no hacía más que acelerar el proceso de “cavar mi propia tumba”, como dicen por ahí. Pero no me importaba: No veía ninguna otra salida, más que dejarme enterrar más aún en ese túnel.
-Porque quería estar solo, así que salí a dar vueltas. Necesitaba pensar.
-Y otra vez con eso. ¿Sobre qué mierda tienes que pensar tanto?
Si tan sólo supieras, Mike…
-Nada importante, en realidad, pero bastaba para atormentarme lo suficiente como para necesitar desaparecer por un rato. Ya, suficiente, ¿podemos ensayar, por favor?
Fue el peor ensayo de mi vida. De verdad. No lograba concentrarme, y los chicos tampoco. Así que, con la excusa de que tenía que ir a buscar a Joey al colegio, me fui temprano… Claro que no sabía si eran peor las miradas de desconfianza de mis amigos, o la de odio de mi hijo mayor.
-Por cierto, puedes llevarte tu puto cuaderno –masculló, a mitad de camino.
-Cuida esa boca –murmuré yo.
Y esa fue toda nuestra conversación… Claro que no dudé en correr y sacar el cuaderno de la pieza de Joey apenas él se puso a hacer las tareas en el comedor de la casa.
Martes, miércoles, jueves… Todos los días lo mismo: Jake quejándose de tener mucho sueño por el remedio, Addie preocupada por esto, yo durmiendo en la pieza de invitados, Mike y Tré mirándome preocupados, temiendo que explotase un día cualquiera, y la ansiedad consumiéndome por dentro al no saber nada de Sarah, a quien tenía a una mísera hora de distancia…
Y la culpa… Oh, la maldita culpa. Me consumía, tanto despierto como en mis sueños, todos en blanco y negro, claro está, donde lo único que tenía color eran los brillantes ojos de Sarah, que volvía a mirarme con lágrimas en los ojos. ¿Por qué no fui capaz de quedarme? Había elegido lo correcto, sí… Pero lo correcto se sentía peor…
Y solía despertarme susurrando:
-Es por tus hijos.
El jueves por la noche entré a la habitación matrimonial, como de costumbre, a buscar la ropa para el día siguiente.
-Permiso –musité, bajando la mirada al ver que Addie ya estaba en camisón. No me sentía merecedor de mirarla.
Cabizbajo, caminé al armario, mas, antes de abrirlo, sentí un abrazo por la espalda, junto a aquella esencia que había aprendido a querer con los años. Inhalé, suavemente, dejando que aquel aroma vaciara mi mente, aunque fuese por un par de instantes.
-Quédate esta noche –susurró Adrienne en mi oído.
-Sólo porque tú lo pides –murmuré, volteándome a ella.
Sería un mentiroso si dijera que la besé con desesperación porque la extrañaba. La verdad, la besé de ese modo porque estaba necesitado de cariño, de quien fuera, y tenía la ilusa idea de que bastaría con eso para sentirme mejor… Bastó la llegada del viernes para darme cuenta que eso era mentira, pues, pese a haber despertado abrazado por el cálido cuerpo de mi esposa, no me sentía bien en lo absoluto.
En fin, repetí la puta rutina de todos los días, con la única diferencia de que sentía que este día la presión ya era mucha. Quería gritar. De verdad que sí. Y romper cosas, para deshacerme de un poco de la frustración que sentía.
-Billie, si quieres yo voy a dejar a los niños hoy –murmuró Adrienne, en cuanto yo salí de la ducha, sobresaltándome: Había olvidado que ya no estaba solo en la habitación al salir del baño-, quiero pasar a hablar con el doctor por el remedio de Jake, no le está haciendo bien y sigue quejándose de sueño…
-Bueno –musité, aliviado de no tener que compartir el auto con Joey, quien se mostraba hostil, aún en presencia del pobre y confundido Jake-, pero yo hago el desayuno.
Ella se sonrió, aún adormilada.
-Me parece.
Me acerqué a ella y le di un beso en la frente.
-Ya, a levantarse.
-Ya voy…
La destapé, le di otro beso (ahora en los labios) y me salí de la pieza… Sintiéndome una mierda de persona, claro está.
En fin, hice el desayuno, y vi como uno a uno los niños bajaron, seguidos de Adrienne. Como tenía más tiempo de lo usual, me permití demorarme en desayunar, causando que los niños se fueran a arreglar antes que yo me parase.
Y ahí estaba yo, disfrutando de aquel momento de soledad, cuando mi celular sonó. Me extrañó que alguien me llamase tan temprano, por lo cual miré la pantalla, esperanzado de que fuera Mike o Tré excusándose, dándome el día libre… Pero me encontré con un número desconocido.
-Debe ser de la disquera –murmuré para mí mismo, antes de contestar-. ¿Aló?
Para mi extrañeza, colgaron la llamada. Pensé en llamar de vuelta, pero, la verdad, mi curiosidad estaba, al igual que todo mi ser, reducida al mínimo. No era suficiente como para motivarme a marcar el botón de “llamar”. Así que me limité en guardar el celular en mi bolsillo, y a esperar a mis hijos, quienes no tardaron en bajar, junto a Addie. Me despedí de ellos, y se fueron. En cambio, yo alcancé a lavar la loza, y recién ahí partí, justo antes de que los pensamientos autodestructivos que había estado teniendo se manifestaran por completo. Genial.
Claro que, una vez en el estudio, donde ya estaban Mike y Tré esperándome, los pensamientos querían florecer de nuevo. Pero decidí ignorarlos.
-¿Alguna idea para hoy?
Me encontraba con un humor mejor que el de toda la semana. El haber dormido con mi esposa pudo haber tenido algo que ver, pero la verdad es que no quería sobreanalizar la situación, sólo quería disfrutar el sentirme bien…
Tuvimos un ensayo prácticamente normal, sin contar el hecho que ni nos mirábamos, ya que ellos seguían sin confiar en mí… Lo cual no era para menos, pero en fin.
En fin, a las dos y media suspendimos el ensayo, para que yo pudiera ir a buscar a los niños.
-Aún no entiendo, ¿por qué has ido tú a buscarlos toda la semana? –me preguntaba Tré, cuando me descolgaba la guitarra.
-Pequeño trato con Adrienne –murmuré. Básicamente era verdad-. Será así por un tiempo.
-Bueno, pero cuando pases por la casa avísale que te irás de fiesta con nosotros esta noche…
Torcí una mueca.
-No creo que sea una buena idea…
-¡Lo sabía! ¡Peleaste con Adrienne! –exclamó Mike, aparentemente, sin lograr contenerse más.
Revoleé los ojos.
-Creo que eso quedó establecido con mi desaparición del viernes –ironicé-. Así que entenderán que quiera ser un buen esposo por un tiempo, ¿sí? Me parece. Vuelvo a las cuatro.
Me fui antes de que lograran detenerme.
Llegué al colegio, y me encontré con que el timbre aún no tocaba, así que tuve tiempo de apoyarme en el volante un rato. Fue entonces que el celular volvió a sonar… Pero, justo cuando lo tomaba para contestar, vi a lo lejos cómo Joey se acercaba con cara de pocos amigos, seguido muy de cerca por una mujer que reconocí como su profesora. Decidiendo que el llamado no debía ser muy importante, colgué, y me bajé del auto.
-¿El padre de Joseph? –me preguntó ella, apenas me tuvo al alcance.
-Sí… ¿Pasó algo?
-Su hijo intentó hacer explotar el laboratorio de química –explicó.
Abrí mucho los ojos, sorprendido, al tiempo que Joey se cruzaba de brazos y bajaba la mirada, sin una pizca de vergüenza, al menos no notable.
-¡¿Qué?!
-Sí, y dice que usted le enseñó cómo…
Quise desaparecer ahí mismo: Había olvidado completamente aquellas maldades de mi adolescencia, que, por estúpido, había dejado registrado en alguna parte del cuaderno de química, ya que… Bueno, había sido en esa asignatura que nos habían dicho cómo.
-No, no, encontró un cuaderno viejo de química donde salía explicado el procedimiento –murmuré, sin estar muy seguro de tranquilizar a la mujer con esto-. ¿No explotó nada, cierto?
-No, la profesora del laboratorio lo detuvo antes de que la sustancia hiciera reacción… Está suspendido por una semana, y tanto usted como la madre deben venir a una entrevista el próximo lunes, ya hablamos con la Señora Armstrong por teléfono
Asentí, aún un tanto aturdido por lo que me acababa de decir la mujer.
-Descuide, lo hablaremos en la casa… Ahora, sí me disculpa…
Tomé a mi hijo por el brazo y lo subí al asiento trasero del auto, justo al mismo tiempo que Jake llegaba, bastante adormilado. También tuve que subirlo al auto, pero de una forma mucho más delicada. Tras ello, me subí al asiento de piloto, y eché a andar el auto.
-¿Cómo es eso que intentaste hacer volar el laboratorio de química, Joseph?
Se encogió de hombros.
-Estaba aburrido. Me pareció entretenido. Tú lograste salirte con la tuya…
-¡Porque era una imitación de colegio, donde sobornar al portero no costaba una mierda! –exclamé, sin moderarme, aprovechando que Jake ya estaba dormido- ¡Tú estás en un buen colegio, y no tienes ningún motivo para hacer explotar algo!
-Si mal no recuerdo, tu motivo para explotar algo una vez fue simplemente para que cambiaran a Sarah de puesto…
Aprovechando el rojo, me di vuelta.
-Sí, pero yo era un imbécil, ¿me oyes? ¿Crees que a ella le gustó que hubiese hecho eso? ¡No! Y si lo hubiese pensado bien, ¡yo tampoco lo habría hecho!
Escuché un bocinazo, así que volví mis ojos al camino, y seguí avanzando camino a casa, un tanto complacido de ver que había algo de culpa en el rostro de mi hijo. Mínima, sí, pero algo era algo.
Como sea, llegamos a la casa, donde ninguno de los tres quería bajarse. Jake por estar dormido, y Joey por… No sé, supongo que por no querer enfrentarse los regaños de su madre.
-Joseph, abajo.
-Odio cuando me dices así –espetó, bajándose.
-Te lo mereces por idiota –mascullé, bajándome y dirigiéndome a la otra puerta, para bajar a Jake en brazos, al tiempo que Addie salía a recibirnos, furiosa.
-A mi cuarto, ya sé –murmuró mi primogénito, sin molestarse en alzar la mirada.
-¡Así me parece! En cuanto a ti…
Me sorprendí de ver que la mirada de rabia ahora se dirigía a mí.
-¿Qué hice? –pregunté, en un susurro; no quería despertar a Jake.
-¡Compraste las píldoras equivocadas, eso hiciste! ¡Son pastillas para dormir! ¡Con razón Jake ha estado tan zombie esta semana! –espetó, quitándome a mi hijo de mis brazos, y pasándome la botellita de pastillas.
-¿Y cómo va a ser eso mi culpa? ¡Ni tú ni yo éramos capaces de entender la letra del doctor! –Addie me ignoró y siguió caminando al interior de la casa.- ¡Adrienne!
-Mira, después hablamos, voy a llevar a Jake a su pieza, para que duerma; el doctor me dijo que mañana en la tarde puede empezar con las pastillas buenas –masculló.
La seguí al interior de la casa, guardándome las pastillas en el bolsillo. Planeé en seguirla hasta la habitación de Jake, pero me detuve a mitad de la escalera, nuevamente por el sonido de mi celular.
-Y ahora qué…
Ahora era un mensaje de la compañía, diciéndome que tenía un mensaje en el buzón de voz. Como sabía que tenía que esperar a que la furia de Addie pasara un poco, decidí irme a la pieza de invitados, donde llamé al buzón de voz.
-Usted tiene un mensaje… Primer mensaje…
Casi me infarté al reconocer la voz que prosiguió tras una breve pausa:
-Billie… Soy yo, Sarah. -¡¿Por qué mierda no había contestado?!- Yo… Sé que no debería llamarte. Por eso mejor preferí esperar a que no me contestaras, para dejarte un mensaje. Sé que es de cobardes, pero… -Suspiró, y sentí como algo se inflaba en mi interior al sentir ese suspiro.- Quería decirte que me iré por un tiempo de San Francisco. Por el bien de los dos. Así que no pienses en ir a verme a escondidas ni nada… Esto te lo digo desde el aeropuerto. Creo que pasaré un par de días con mi hermana, y luego veré que hacer… Eso… Espero que en tu casa todo siga bi…
La llamada se cortó. Y no había otro mensaje. Pero mi shock era tal que no había procesado esto. ¿Se iba? ¿Escapaba otra vez?
-Mierda, mierda, mierda… -Murmuraba, apretando el botón de llamar, para oír que el número se encontraba fuera de servicio; ya debía estar en el avión.- ¡Mierda!
-¿No teníamos un trato?
Miré a la puerta, y me encontré con Joey, causando que sintiera un escalofrío recorrer mi espalda.
-No es lo que crees… -Susurré.
-¿No es lo que creo? ¡¿No es lo que creo?! ¡Estabas hablando con Sarah, papá!
-¿Eso es verdad?
Volví a sentir una especie de hielo deslizándose por mi espalda, al reconocer la voz como la de mi esposa.
-Yo… No…
Una mentira sucedía a otra en mi cabeza, pero ninguna era lo suficientemente convincente.
-¿Billie?
El tono de mi esposa era claro: Habla ahora, o te arrepentirás.
-Ella llamó, y me dejó un mensaje –murmuré al fin-. No estábamos hablando.
La ira de Addie llegó al límite.
-Billie Joe Armstrong, ¿de dónde mierda sacó tu número? –No contesté.- ¡Billie! -¿Qué le decía? ¿Qué mierda le decía?- ¿Estuviste con ella la semana pasada?
Y con esas palabras, Adrienne acababa de poner los últimos ladrillos del túnel que había ido cavando durante los últimos siete días, dejándome más atrapado que un insecto en un frasco. No sabía que decir, no se me ocurría que inventar. Joey me miraba de brazos cruzados, Addie ocultaba el dolor tras su ira.
-Yo… Yo…
No podía. No podía decirle nada. No podía inventar nada. Sintiendo una presión en el pecho, me dirigí a la puerta de la habitación, para salir, ignorando los gritos de mi esposa y mi primogénito, corriendo hacia el primer piso, y hacia la salida. No tenía idea a dónde iba, pero quería llegar ya. Subí al auto y pisé el acelerador, y, recién tras haber avanzado varias cuadras, detuve el auto.
-No puedo. No puedo irme, no puedo dejar a mi familia –murmuré, mirando directamente a los opacos ojos verdes que me devolvían la mirada en el espejo retrovisor, viendo en ellos una fracción del gran dolor que sentía en mi interior, el dolor que sentía desde 1990, y que, finalmente, me había sobrepasado. Era insoportable, y llegaba a causar que el respirar doliera, que mi estómago doliera como si hubiese alguien apuñalándolo desde el interior, que el mundo diera vueltas por su carencia de sentido y soluciones, al menos para mí. Quería que se detuviera, pero sabía que no lo haría, no tan fácilmente al menos.
Era un cobarde, una gallina, un maldito infeliz que prefería sufrir antes de arriesgarse a ser feliz…. Que prefería desaparecer antes de dignarse a enfrentar lo que la vida le deparaba.
Bajé la mirada y me encontré con que del bolsillo de mi abrigo sobresalía el frasquito de pastillas para dormir, que se encontraba casi lleno, puesto que Jake sólo había tomado una pastilla y media. Y, en el mismo suelo del auto, una botella de agua.
Y, así de fácil, tenía mi solución: Desaparecer, por siempre y de verdad. Así que, cansado de mis pensamientos, tomé la botella de agua y, una a una, me tragué las píldoras, dejando que mis pensamientos se fuesen apagando en el sopor que me invadió, apagando mi sufrimiento de una buena vez, y para siempre.
Ahora, si alguien me hubiese dicho que morir era tan difícil como vivir, probablemente me lo habría pensado dos veces.
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DATO CURIOSO: Cuando era un poco menor que Jake, también sufría de jaquecas, y, al igual que él, fui sometida a un tratamiento de antidepresivos. Me gusta creer que sirvió, pero la verdad que aún sufro de jaquecas cada cierto tiempo (Y)

6 comentarios:

  1. asdasdadsasdasdasd
    Billie culiao ¬¬ tan tonto, si sabe lo qe tiene qe hacer, dejar a Addie, hablar con sus hijos qe igual lo amarán forever & ever e irse con Sarah.
    MEH, me carga qe sea weón.

    pd: en la ultima parte era "morir era tan difícil como vivir" o asdasd no? me pareció qe así tal vez tenía más sentido. xD


    anyways, asdadsasd CAAAAAAAP! ojalá lo termines antes de qe acabe septiembre (R) xd
    NO LO MATES.

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  2. asdlkajdl SÍ, ESO TENÍA QUE DECIR XD
    Y terminarlo antes que acabe septiembre... hmmm... that would be nice.
    /Utopía

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  3. nooo pobre billie se hace mucho problema cuando la solucion es muy simple solo tiene q seguir lo q le dice el corazon y eso es estar cn arah. pliss NO LO MATES!!!

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  4. Qué tenés en contra de Billie, che? :( y por qué es tan idiota de no entender que su lugar es con Sarah? e.e (?

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  5. OMG!!!! genial lo amo!! su vida es una miseria xq el lo desea pero lo amo!!! Qe no se muera &
    Qe no se qede con Sarah!!!!

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  6. ahh
    que no muera, no lo sioportaria!

    no lo hagas, plis, no!

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