Era sábado, poco antes de las dos y media, en aquella casa amarilla que hace de Preuniversitario. Y ahí estaba yo: El pie derecho sobre la rodilla izquierda, con la bufanda arcoiris que ya te empieza a caracterizar, el celular guardado en el bolsillo de dicha bufanda, con la guía dejada de lado en la mesa y leyendo Nietzsche como si fuese algo entretenido. Cada cierto rato, sacaba el celular para anotar alguna página con alguna cita interesante, o con alguna frase en latín o francés que no entendías.
PROFESORA: Ya, revisemos.
Cerré el libro, acordándome mentalmente de 7 por 9 para no olvidar la página (63), y comenzamos la corrección de una de las tantas Historias de Cronopios y Famas de Cortázar. Era corto y eran sólo tres preguntas, pero, aparentemente, genera confusión en estudiantes de cuarto medio.
Un compañero responde algo mal.
PROFESORA: No, los cronopios y los famas representan algo, algo que sí existe, no es que Cortázar esté loco.
YO: Sí, representan a la gente, a la sociedad. Los famas son los más conservadores y fomes
El curso me quedó mirando raro.
PROFE: Eso mismo...
YO: (más despacio) También están los esperanzas....
Una niña al otro lado de la sala (creo que la que también saca puntajes altos) queda mirando curiosa. El resto, nada.
Momento absurdo número 1.
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