Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

jueves, abril 28, 2011

Rest - Capítulo Siete: Finge estar bien.


-Oh, Dios mío, te ves como la mierda.
Ese fue el saludo de Mike cuando le abrí la puerta principal, apenas diez minutos después de haber llamado a Tré por ayuda. Al parecer, el baterista había tenido algún retraso en su hogar, probablemente causado porque alguno de mis hijos no se quiso levantar, pero qué se le iba a hacer. Aunque me hubiera gustado que no hubieran amanecidos flojos justo el día de hoy, siendo que tenía que hacer que mi hogar se viera presentable… Aunque parecía que ese no iba a ser el mayor problema: Después de haber hecho la mayor sinapsis de mi vida (la cual aún no conseguía procesar por completo, ya que estamos), mi rostro había palidecido más aún…
Dirigiéndonos a esto:
-¿Qué tan mal? –le pregunté, invitándolo a pasar.
-Se ve dónde te echaste base de otro color y dónde no… ¿Por qué no te echaste en toda la cara?
-Porque no es mi tono y se iba a notar… Ayúdame con mi “look” y después limpiamos –murmuré. Él negó.- ¿Por qué?
-Porque puede que, para cuando llegue el clan, hayas recuperado tu color normal, y lo que te hagamos se note.  Por mientras, quítate la base y el delineador… Yo ordenaré el living.
Asintiendo, corrí al baño del primer piso, donde me quité todo el maquillaje como pude (ya fuese con crema o, simplemente, agua), para luego volver al living, el cual ya estaba medianamente presentable. Sí, seguía viéndose como que nadie lo usaba en semanas, pero bastó con que Mike abriera las cortinas y ordenara los cojines para que se viera decente. Suspiré, con cierto alivio, y me puse a ayudarlo a deshacerme de los papeles, revistas y demás basura; tras la muerte de Addie, me había instalado ahí a ver televisión, comer y beber, y, obviamente, no me había preocupado por limpiar nada.
Estábamos terminando de ordenar el lugar, cuando el timbre sonó. Apresuradamente, me dirigí hacia la puerta, prácticamente corriendo, para encontrarme con Joey, Jake y Tré.
-¿Cómo van? –me preguntó mi amigo, ya dentro de la casa.
-El living fue fácil… Falta ordenar la cocina, las piezas y ventilar el resto de la casa.
Tré asintió, yendo al living, seguido por mis hijos.
-Papá, ¿sabes que así parece que acabas de comprar los sillones? –preguntó Joey, riendo, al ver todo en perfecto estado.
-Sí, y es por eso que ustedes deben vegetar aquí por media hora, hundiendo un poco los sillones y… no sé, vean televisión como siempre. Luego van a limpiar sus piezas, ¿ok? –murmuré.
No esperé respuesta alguna y me dirigí a la cocina, seguido de cerca por Mike y Tré.
-Bipolar de mierda, ¿desde qué instante andas tan hiperactivo? –me preguntó Tré, riendo, disimulando su preocupación.
-Desde que empezamos a ordenar –respondió Mike por mí, cerrando la puerta tras de sí, asegurándose que Joey y Jake no estuvieran escuchando-. ¿Tomaste algo en el baño?
Suspiré.
-No, Mike, no tomé nada, porque no estoy tomando ninguna droga –contesté, por enésima vez. ¿Por qué no me creían cuando decía que no estaba consumiendo nada?
-Te creeremos, pero… ¿Aún quedan en la casa?
Maldije.
Como mencioné en un comienzo, Adrienne consumía de vez en cuando, y yo debía echarme la culpa para que sus familiares no se preocuparan por ella. La mayoría de las veces, yo encontraba las bolsitas, la regañaba y nos deshacíamos de todo, pero ella nunca me revelaba donde escondía las demás.
-No lo sé –admití, pensando-. Ok, cambio de planes: Ustedes limpian, yo busco. No quiero que mi madre encuentre algo.
Mike y Tré asintieron, concordando conmigo.
Sin más, me puse a revisar los muebles de la misma cocina. No encontré nada, pero eso no me aseguraba que no hubiera nada en el resto de la casa. Debido a ello, tuve que revisar todos los baños, las piezas (menos la mía) y, finalmente, el cuarto de la computadora, cuarto que nunca había estado ordenado, lo que me dificultó bastante la tarea de buscar algo que está más que escondido.
-Cómo puedo estar seguro de que no hay nada –murmuré.
-¿Revistaste todos los envases de maquillaje?
Sentí un escalofrío al reconocer la voz: Era la de Adrienne. Me volteé, sorprendido y asustado. ¿Por qué escuchaba la voz de mi difunta esposa? Mejor dicho… ¿Qué le pasaba a mi cerebro que comenzaba a crear alucinaciones?
Hasta el día de hoy, me pregunto el porqué me volteé esa vez. Quizás esperaba no encontrarme con nada y atribuirle la voz a alguna de mis conciencias. Ahora, sin embargo, me arrepiento, ya que me encontré con Addie, apoyada en el umbral de la puerta, con una expresión un tanto avergonzada.
-Ok… Estoy soñando –susurré para mí, intentando contenerme y no acercarme a ella.
-No, estás despierto. Completamente despierto –afirmó ella, con una pequeña sonrisa, mirándome fijamente con sus ojos castaños.
Cerré los ojos, fuertemente, para luego abrirlos de nuevo. Seguía ahí.
-Entonces estoy alucinando –deduje.
-Si eso es lo que quieres creer…
-No es lo que creo, es lo que ocurre –farfullé-. ¿Qué otra explicación lógica hay?
-No sé, quizás algo similar a que yo sí existo –ironizó.
-Estás muerta…
Muerta, enterrada, comida para gusanos… Mi estómago se retorció, y sentí una especie de presión en el pecho.
-¿Y? Estoy aquí.
Reí, sarcásticamente.
-Cierto, lo olvidaba, soy el niño de sexto sentido.
Addie rió, levemente, haciendo que mi pulso se acelerara. No me había dado cuenta cuánto extrañaba el sonido de su risa o de su voz.
-No, Billie, no eres el niño de sexto sentido –bromeó, con una sonrisa-. Mira, si no me crees, revisa un frasco de crema, de color verde, que está en el botiquín del baño del primer piso.
No me moví de mi lugar. Para salir debía pasar por su lado y no me atrevía.
-Ok, voy yo primero –masculló, revoleando los ojos y saliendo.
Tardé un poco en reponerme lo suficiente como para dar los pasos requeridos para salir del cuarto y seguirla. Me maravillé al darme cuenta que sus pisadas sí emitían sonido. Era como si realmente estuviera ahí…
Pero no lo estaba. Debía entrarme en la cabeza: Era una alucinación, Addie no estaba ahí.
Controlándome por no correr, alcanzarla y abrazarla (o algo así), la seguí, en dirección al baño del primer piso, baño frente a cuya puerta ella se quedó de pié, esperando que yo pasara.
-Si no te molesta –susurré, en referencia al poco espacio que quedaba entre ella y la puerta, causando que, no importaba lo que hiciera, tendría que rozarla. No quería hacer eso.
-Como quieras –musitó, retrocediendo un paso.
Sin dignarme a mirarla a los ojos (ya que terminaría haciendo alguna idiotez), abrí la puerta y la atravesé, en dirección al botiquín, el cual abrí. Busqué el frasco que ella me había dicho, lo tomé y lo abrí. Me sorprendí: Había una pequeña bolsita con cocaína.
-Ok… Si eres parte de mi subconsciente… ¿Cómo sabía yo que esto estaba aquí? –susurré, intentando comprender, viendo fascinado cómo Addie se volvía a apoyar en el umbral de la puerta, mirándome fijamente, con una pequeña sonrisa en su rostro.
-Tú no lo sabías. Yo sí. No soy parte de tu subconsciente, Billie Joe –susurró.
Suspiré y me volteé, en dirección al retrete, por el cual boté la cocaína.
-Si eres tú de verdad, ¿por qué no me dices cómo moriste? –farfullé, jalando la cadena. No obtuve respuesta- ¿Addie?
Me volteé, volviendo a mirar la puerta. Ya no estaba. Maldije y tiré la bolsita plástica a la basura, para volver a la cocina. Al no encontrar a Mike y Tré ahí, me fui al comedor. Tampoco estaban ahí, mas el lugar ya estaba ordenado. Supuse que habrían continuado, llegando a los cuartos de invitados. Me dirigí al más cercano.
-Santa mierda, ¿qué te pasó ahora? –inquirió Mike, asombrado y, evidentemente, preocupado, acercándoseme.
-¿Muy pálido? –pregunté. Él asintió- Me lo supuse.
No dije nada más y me dediqué a ayudar a Tré a hacer la cama, ignorando las miradas que mis amigos me lanzaban. No me importaba. Sólo tenía cabeza para una cosa: Había hablado con Addie y, pese a que era un producto de mi imaginación (supongo), me había sentido mejor que en mucho tiempo. Sí, estaba asustado y demás, pero todo valía la pena con tal de verla y oírla.
Tras terminar esa pieza, pasamos a la siguiente… Y la siguiente… En fin, terminamos con todas las piezas de invitados, revisamos cómo iban los niños con sus cuartos (Joey también me quedó mirando preocupado) y nos dirigimos a la habitación matrimonial.
-¿Seguro que puedes entrar? –me preguntó Mike, con su mano en el pomo de la puerta, aún sin abrirla.
-Eh… Ya entré –respondí.
En todo caso, no podía ser peor que ver a Addie caminando por la casa, ¿no?
-¿De verdad? –inquirieron los dos, al unísono.
-Yep, antes que ustedes llegaran. La ventana está abierta, así que ya debe estar respirable. No hace falta limpiar la sangre, basta con botar la alfombra.
Me sorprendí a mí mismo al encontrarme hablando tan “relajadamente” del tema, pero probablemente Mike y Tré estaban más sorprendidos. A éste paso, terminaría en el loquero antes de lo esperado.
-Billie, ¿estás bien? –me preguntó Tré, mirándome de pies a cabeza.
-Sí, ya se los dije –mascullé, molesto-. Ya, ayúdenme a ordenar aquí, tendré que fingir irme a dormir aquí, para luego irme al sótano –mascullé.
Mis amigos asintieron, intercambiando discretas miradas de ansiedad.
Esta fue la pieza que más nos costó. Yo debía recordarme, constantemente, que no tenía permitido colapsar, mientras cambiaba las sábanas, a la vez que Tré intentaba no pasar cerca de mí con la aspiradora, por miedo a que mi reacción no fuera buena.
-Billie… -comenzó Mike, titubeante- La ropa de Addie… ¿qué harás con ella?
Hice puños con las manos, cabizbajo. No había pensado en eso.
-No lo sé –susurré-. No tengo idea.
Tré hizo una mueca.
-Ya veremos qué hacer con eso. Lo importante ahora es lo siguiente: Es la una de la tarde, lo que significa que nos quedan dos horas para hacer que Billie luzca presentable –dijo, como si fuera una misión importante y complicada… La verdad es que lo era, pero ese no es el punto-. Primer paso: Darle comida.
-No tengo hambre.
-No me importa, no desayunaste y ayer no cenaste, así que vas a comer algo…
Maldije.
-No hay comida, ni bebidas, ni nada. Ni siquiera hay café.
Mis dos amigos maldijeron.
-Voy a comprar –murmuró Tré.
-Mala idea, tú eres más estilista que yo –farfulló Mike, rascándose la nuca, evaluándome con la mirada-. No tengo idea qué hacerle.
Tré suspiró, también observándome.
-No es tan difícil, simplemente deja que se maquille como siempre y vas diciéndole dónde le falta, o que podría hacerse para verse más vivo –explicó-. Lo lamento, pero tengo que comprar yo, ya que soy el más rápido en eso.
Eso era verdad.
-No tardes –murmuró Mike.
Tré sonrió y echó a correr, en dirección al primer piso. Pero yo no vi eso, ya que estaba siendo llevado al baño de la pieza matrimonial (baño que había sido limpiado por Mike).
-Ok… Necesitas verte más vivo….
-Entonces debería escoger la ropa primero, ¿no? –sugerí.
Mike asintió, pensativo.
-Quédate aquí, piensa qué te haces y yo te busco ropa en el clóset.
Iba a protestar, pero luego pensé que sería mejor que yo no abriera esas puertas. Ver la ropa de Adrienne haría todo más difícil de lo que ya era.
-Ok… Base, delineador, alisado… Que metrosexual soy…
-Yep, así te queremos –dijo Mike, riendo, desde la puerta-. ¿Qué tal esto?
Me volteé a ver lo que había llevado.
Era un par de jeans azul oscuro, y una polera blanca con un estampado de The Ramones en ella, todos en un colgador. En su otra mano, llevaba un par de Converse, de las clásicas. Asentí.
-Con eso estaré bien.
Mike me pasó la ropa y las zapatillas, y salió del baño, probablemente para buscarme una chaqueta o algo así. Me cambié, rápidamente y abrí la puerta, dándole paso al bajista.
-Te dejé una chaqueta negra, porque no se me ocurría nada más –se explicó-. Está encima de la cama, pero creo que será mejor que veamos lo de tu cara y pelo primero.
Asentí, sacando mi base del botiquín. Me la apliqué, lo más rápidamente posible, cubriendo todo mi rostro, a la vez que Mike iba diciéndome donde debía echarme más y donde menos. Luego la cerré y guardé nuevamente, para sacar el delineador. Sonreí, levemente, al ver el de Addie. Recordé el día en que me descubrió sacándoselo, como también recordé su expresión de sorpresa e incredulidad. Suspiré y me delineé, intentando que no fuera demasiado excesivo.
-Deberías probarlo, te quedaría bien –le dije a Mike, riendo.
Soltó una leve carcajada.
-Al fin encajaría. –Negó-. El día que tú te pintes las uñas.
Fruncí la nariz.
-Prefiero seguir siendo rechazado.
-Al fin estamos de acuerdo.
A continuación, saqué la plancha de pelo, causando que Mike se riera. Lo miré, extrañado.
-Si te lo paras, se va a notar que no te has retocado la tintura –se explicó.
Lo miré extrañado.
-¿De qué hablas?
Mi amigo suspiró, se me acercó y levantó un poco mi pelo, para llevarme al espejo.
-De eso –dijo, mostrándome un poco de mi pelo original y una única cana entremezclada, escondidos bajo el pelo negro-. Tienes que teñirte luego, ¿sabes?
Suspiré.
-Lo haré en la noche, ahora no alcanzo. Tenemos que hacer un almuerzo decente para nosotros y ellos –murmuré.
Mike asintió y, sin más, salimos de la pieza y nos dirigimos al comedor, para poner la mesa.
-¿Cuántos puestos? –me preguntó.
Saqué la cuenta… Mamá, Anna, David, Marci, Alan, Joey, Jake, Mike, Tré, yo…
-Diez –respondí.
Pusimos la mesa…
Pocos minutos después de haber terminado, el timbre sonó. Era Tré.
-Ayúdenme con las bolsas, ¿quieren?
-Sí, Flash –bromeé.
Entre los tres entramos todo, lo ordenamos en la cocina y nos pusimos a preparar el almuerzo más simple y rápido que se nos ocurrió: Tallarines con salsas varias… Unas cuantas ensaladas, una botella de vino, otra de Coca-Cola… Sí, todo estaría bien.
Eran las tres con siete minutos. El almuerzo estaba listo hacía un buen rato. Joey y Jake estaban en el living viendo televisión, mientras que Mike, Tré y yo terminábamos de ordenar el sótano; nos habíamos olvidado de él completamente.
Repentinamente, la puerta del sótano se abrió. Era Jake:
-Papá, están tocando el timbre.
Los tres intercambiamos una mirada.
-Sólo finge estar bien –me susurró Mike, mirándome fijamente.
-Pero sí estoy bien.
Ni yo me creía eso.

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