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Prólogo

domingo, mayo 08, 2011

Suffocate. - Capítulo 18: ¿Hay alguien ahí?

(Ignoren el pequeño error en la numeración)

Desperté a la mañana siguiente solo en la cama, somnoliento. Por la cantidad de luz que entraba por la ventana de mi habitación, deduje que aún no era mediodía, pero que faltaba poco para ello. Alegre de despertar a una hora decente, salí de la cama, para ponerme una polera y zapatillas, para luego salir de la pieza, en dirección a la cocina, en búsqueda de Billie, a quien encontré en el living, viendo televisión, fijamente, con grandes ojeras y sus ojos nuevamente opacos.
-¿No dormiste bien? –pregunté, acercándome a él, revelando mi presencia. Él negó, levemente, sin despegar su vista de la pantalla. Al instante noté que había una botella de cerveza en su mano y unas tres botellas más en el suelo, vacías- Ni siquiera son las doce y ya estás bebiendo… -Comenté; él no se inmutó.- ¿Estás bien?
Billie sólo gruñó, sin despegar la vista de la pantalla, dejando la botella en el suelo. Extrañado por su NULA reacción, miré el televisor, en el que se veía al presidente del partido republicano dando algún discurso.
-Mierda, Billie, ¿por qué ves eso? –inquirí.
Nuevamente, no reaccionó, por lo que me agaché de cuclillas frente a él, para quedar a su altura.
-¿Aló? –pregunté, pasando mi mano lentamente frente a su rostro- ¿Hay alguien ahí dentro?
Recién ahí obtuve una reacción de mi novio: Billie me empujó, haciendo que cayera al suelo.
-Déjame solo –murmuró, en un tono frío de voz.
-No –musité, un tanto extrañado por el comportamiento del guitarrista.
-Tré, déjame solo –repitió, con un tono de voz más fuerte.
Recién ahí me reincorporé y me posicioné entre él y el televisor, el cual apagué al apretar el botón.
-No hasta que me digas que te pasa –mascullé-. Así que… habla.
Fue en ese instante que la mirada de Billie cambió, drásticamente, de indiferencia a enojo, a la vez que se paraba, mirándome fijamente con sus opacos ojos verdes.
-Déjame solo –susurró, acentuando cada sílaba.
-Entiende que no lo haré hasta que me digas que te pa…
Antes de alcanzar a procesar lo que ocurría, Billie se había acercado y me había tomado el rostro con sus manos, acercándolo al suyo, bruscamente, para besarme, intensamente. Mas no era un beso normal. Era un beso frío. Se notaba al instante que Billie no intentaba expresar ningún sentimiento en él, aparte de la lujuria suficiente como para idiotizarme por completo. No tardó mucho en separarse, mirarme despectivamente e irse, en dirección al segundo piso. Me tomaron varios minutos recuperarme y seguirlo.
-¡¿Qué mierda te pasa?! –inquirí, a mitad de la escalera.
Me sorprendí al verlo salir de la habitación con un bolso cruzado: El bolso que contenía todas sus pertenencias. Recién ahí comencé a asimilar lo que ocurría, generando un retorcijón en el estómago, el más fuerte que había tenido en meses.
-¿Billie? –pregunté, intentando controlarme.
Mi retorcijón no hizo nada más que aumentar cuando él pasó por mi lado, en dirección al primer piso.
-Terminamos –susurró, sin siquiera mirarme.
Pero no me importó. Estaba en shock.
No reaccioné hasta sentir el sonido de la puerta principal al cerrarse fuertemente, dejándome, una vez más, solo.

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