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Prólogo

domingo, mayo 08, 2011

Suffocate. - Capítulo 12: La explicación.


-Toca tú.
-No, tú.
-Por la mierda, Billie Joe, ¡acabo de escapar de su casa!
-¡Y yo fui el que te sacó!
Como alguien pudo haber notado, nos encontrábamos fuera de la casa de Mike, preguntándonos quién debía tocar el maldito timbre y, por ende, hablar por el citófono con él.
-¡Mierda! –exclamé, estresado, golpeando el manubrio del auto- Si salgo yo, me mata, si sales tú, te mata…
Billie rió entre dientes.
-No creo que sea tan drástico. Simplemente nos odiará por un rato y luego empezará con su sermón moral de “¿cuál es su problema?” Y “¿qué harán con sus hijos?” –murmuró él, rodeándome con un brazo, relajándome al instante-. Está bien, sólo porque no logro asimilarte histérico, iré yo.
-Gracias –susurré, con una sonrisa, mirándolo directamente a los ojos.
Como de costumbre, las palabras dejaron de tener sentido en mi mente, al mismo tiempo que él se inclinaba lentamente hacia mí. Acorté la distancia al instante, causando que él beso saliera un tanto torpe en un principio, para terminar un tanto apasionado y dejándonos completamente relajados, y, en mi caso, MUY sonrojado. Billie me sonrió y, tras darme una rápida caricia en la mejilla, salió del auto, con una pícara sonrisa en su rostro, que se borró apenas quedó frente al citófono.
-Vamos, Billie –susurré para mí, mirándome de reojo en el espejo retrovisor del auto. Mierda que estaba rojo.
Fue en ese mismo instante que Billie tocó el timbre, ansioso. Quería calmarlo, pero mis nervios eran mayores, así que me limité a quedarme en el auto.
Sin embargo, tras varios minutos ahí sentado, esperando que Mike se dignara a abrir (Billie ya había tocado unas seis veces, por lo que había visto desde el auto), bajé del auto, parándome a su lado.
-¿Nada? –le pregunté al guitarrista, quien negó- ¿Al menos dice algo?
-Nope –murmuró-. Está más enojado de lo que pensé… -Suspiró.- Estaciona el auto en la calle, tengo que empezar a probar llaves…
Asentí, volviendo al auto.
Para cuando volví al lado de mi… digámosle novio, él ya había revisado cerca de la mitad de sus millones de llaves, y nos tomó otro par de minutos encontrar la correspondiente al portón de la casa de Mike. Suspiramos aliviados al comprobar que no había cambiado el cerrojo. Habíamos hecho lo correcto al ir tan temprano.
Nunca se me había hecho tan difícil atravesar el sendero que llevaba a la casa de Mike. Y, para peor, con Billie habíamos hecho el acuerdo tácito de que no era buena idea entrar tomados de la mano o expresando nuestro afecto de cualquier otra manera, lo que me causaba una GRAN molestia en el estómago. Nervios de mierda.
Y, antes de lo esperado, llegamos a la puerta principal. Suspirando y temblorosamente, llevé mi puño a la puerta y golpeé, fuertemente.
Tal como esperábamos, no obtuvimos respuesta. Así que, sin otra opción, Billie empezó a revisar más llaves.
-Tengo que ordenar esto –masculló, molesto, analizando una llave-. Ya ni siquiera uso la de este estudio…
-¿Por qué la tienes ahí entonces? –inquirí, histérico.
-Te dije que tengo que ordenar –murmuró él-. Creo que esta es…
Y, efectivamente, la llave encajó en la cerradura. Nervioso, Billie la giró y abrió la puerta… Cuya cadena nos impedía abrirla más de quince centímetros.
-¡MIKE DIRNT, DÉJANOS ENTRAR! –gritó Billie, fuertemente- ¡¡MIKE!!
-Ahora quieren entrar –masculló él, desde alguna parte de la casa, supuse que detrás de la puerta, ya que se escuchaba cerca y no podíamos verlo.
-Por favor, venimos a darte una explicación –añadí yo.
Escuchamos un suspiro de Mike, quien se asomaba por la rendija.
-Ok, hablen. –Billie y yo intercambiamos una mirada.- ¿Qué? ¿Ahora no quieren? ¿Es tan difícil hablar por aquí?
-La verdad es que sí, así que ¿podemos pasar? –contestó Billie, molesto.
Mike nos cerró la puerta en la cara, fuertemente, para abrirla a los pocos segundos, ahora sin la cadena y por completo, apartándose levemente para que entráramos.
-¿Ahora pueden hablar? –nos preguntó, una vez dentro.
-Mike, nosotros… -comencé.
Billie suspiró y, sin dejarme continuar, me besó, intensamente, causando que Mike abriese mucho los ojos.
-Tré y yo estamos juntos –murmuró Billie, separándose lentamente.
No estoy seguro de que Mike lo hubiese escuchado, ya que, apenas nos vio, cayó al suelo, desmayado.

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