Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, mayo 08, 2011

Suffocate. - Capítulo 11: Mi decisión.


El trayecto desde la traficante a mi hogar nunca se me había hecho tan largo… Estaba más que claro que la ansiedad estaba atacándome en ese instante.
En fin, tras unos cuantos minutos de apresurada caminata (creo que llegué a correr en algún punto), llegué a mi casa. Abrí el portón, apresuradamente, y atravesé el sendero hasta la puerta principal, casi corriendo. Con las manos prácticamente temblando, abrí la puerta y entré.
No me sorprendí a Billie Joe sujetándose el rostro con ambas manos, sentado en el sofá que le daba la espalda a la puerta del living. Debía estar más que nervioso. Con una pequeña sonrisa, dejé las llaves sobre un mueble, sonoramente, para que supiera que había llegado. Mi sonrisa se amplió al notar cómo él se mordía levemente el labio inferior antes de voltearse y mirarme.
-¿Y? –fue lo único que pudo preguntar, sin analizar la sonrisa de mi rostro, poniéndose de pié.
-Tomé mi decisión –contesté, acercándome a él.
-¿Y cuál fue? –preguntó, también acercándose, de un modo más tímido.
Sin estar muy seguro de cómo proceder, me acerqué más al guitarrista y, del modo digno de un primerizo, posicioné una de mis manos en su mejilla, ante lo que él se sonrojó al instante.
-Eres tan gay –bromeé, con una sonrisa, al percatarme de esto.
-Eso me da igual… Sólo me interesa saber si estás interesado en serlo también –susurró, mirándome fijamente con sus ojos verdes.
Y, sin aguantar más, me incliné hacia él y lo besé, suavemente, cosa que él respondió de inmediato.
-Lo estoy –respondí, mirándolo con fijeza.
Y nos volvimos a besar.
Estuvimos cerca de media hora en uno de los sofás, besándonos y abrazándonos, además de hablar de temas livianos y demás, tras lo que nos dignamos a ponernos de pié y prepararnos algo de comer; la marihuana nos tenía muertos de hambre, pero no nos habíamos dado el trabajo de hacer algo. Así que, mientras yo hacía los waffles (cocinaba mejor cuando estaba drogado o ebrio o con resaca), Billie se dedicó a hacer café y poner la mesa.
-¿Cómo se lo decimos a Mike? –soltó él, pocos minutos después, cuando ya nos habíamos acabado todo. Mierda que estábamos hambrientos.
-Primero lo primero: ¿Cómo conseguimos que nos escuche sin que nos grite por una media hora antes? –“corregí” yo, considerando que el bajista estaría más que enojado por mi escape a fumar marihuana con Billie, para que luego él soltara su declaración homosexual y yo también soltara la mía.
Mi amigo… o novio… como sea, BILLIE suspiró.
-Podríamos llamarlo primero… En caso de que nos grite, colgamos y llamamos de nuevo una media hora después –sugirió, tras unos momentos de silencio.
Negué.
-Sólo se enojará más aún –musité-. Lo mejor sería ir a verlo apenas despierte…
Billie rió, levemente, ante lo que lo miré inquisidoramente, extrañado de su reacción. ¿De qué se reía?
-No es nada, sólo que… -Soltó otra carcajada.- Acabo de darme cuenta que no tengo la menor idea de qué hora es. Pueden ser las seis de la tarde y no lo sabría.
Volvió a reír, y esta vez yo igual lo hice. Tenía razón. No habíamos consultado ningún reloj o celular desde el día anterior. O el anterior a ese. Quién sabe cuánto habíamos dormido.
-Ok, es hora de que encuentres tu celular, porque Mike tiene el mío –murmuré-. Hay que ver si seguimos en el mismo mes…
Intercambiamos una mirada y volvimos a reír, tras lo que nos pusimos de pié y nos dirigimos al auto del guitarrista, donde supusimos que estaría el móvil.
Tras recuperarnos del fuerte olor a marihuana que había en el BMW, dimos con el celular, que nos indicaba que eran las once de la mañana. Habíamos dormido muy poco… Sacando cuentas, fui donde la traficante a eso de las nueve. Wow.
-¿Crees que esté despierto? –preguntó Billie, de vuelta en el interior de la casa, más específicamente en mi cuarto. Decidimos que la mejor forma de superar la “resaca”, por decirlo así, era dándonos una ducha y cambiándonos.
-Es probable… De todas maneras, de aquí a que lleguemos…
Silencio.
-¿Ducha compartida? –propuso él, con una mirada un tanto pervertida. Me reí, disimulando la vergüenza. Era la primera vez que aquella sugerencia me causaba las “mariposas en el estómago” (las cuales, de aquí en adelante, me limitaré a llamar náuseas).
-Por supuesto.
Y, tras darnos un corto beso, nos dirigimos al cuarto del baño.

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