Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

lunes, junio 27, 2011

Wake me up when September ends - Capítulo 18: STOLEN time.

Bueno, fotolog me odia. Tan así, que cuando subí el capítulo, desordenó todos los posts. Así que lo subiré aquí. Descuiden, la historia seguirá estando en WaitingxMinority, pero esto es para facilitar la lectura que estaba demasiado surrealista xD!
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En otros tiempos, la hora que tardaba en cruzar Oakland, el puente y parte de San Francisco, habría sido considerada como una hora larga. Pero, esta vez, no sólo era una hora larga… Era eterna. Estaba ansioso, y bastante, y no estaba muy seguro del porqué. Me había repetido unas cuarenta y siete veces que sólo iba a pasarle el rollo a Sarah…
Al instante que pensé esas palabras, cientos de imágenes mentales cruzaron mi mente. En unas la besaba, en otras simplemente le tomaba la mano, y en otras hacíamos más… Mucho más.
Sacudí la cabeza, como si así pudiera ahuyentar mis pensamientos. Sólo me faltaban un par de cuadras, y llegaría a su casa.
 Un par de cuadras… Cuadra y media…
Al igual que la vez anterior, estacioné el auto junto la vereda, para, una vez abajo, asegurarlo. Tras comprobar que el rollo estuviera en mi bolsillo, caminé a la puerta y toqué el timbre.
Justo cuando mi pulso comenzaba a acelerarse, y más señalas de ansiedad empezaban a manifestarse, la puerta se abrió, mostrándome a Sarah. Sus ojos azules relampaguearon al encontrarse con los míos y, por algún motivo, eso no me puso más nervioso, sino que me relajó su tanto.
-Perdón la demora, yo…
-¿Estás bien? –me interrumpió, mirándome con preocupación.
Todos mis nervios fueron reemplazados al instante por extrañeza.
-Sí, ¿por qué?
-No lo sé. Te noto raro. ¿Problemas en casa o algo?
En los últimos diecisiete años, nos habíamos visto en contadas ocasiones, y, sin contar la de la semana pasada, en ninguna de esas veces había tenido una conversación decente, o cercana emocionalmente. Pero, aún así, ella seguía conociéndome más que nadie, y seguía siendo la única capaz de quitarme la máscara bajo la que me ocultaba, y leerme como un libro muy abierto, y más que claro y descifrable.
-No me pasa nada –comencé-, es que… Bueno, diez de septiembre… -Abrió mucho los ojos, demostrando que eso no la calmaba.- En fin, aquí está tu rollo.
Lo último lo dije de una forma atropellada, al tiempo que sacaba el pequeño cilindro de mi bolsillo y se lo pasaba, consiguiendo lo que quería: Distraerla de seguir interrogándome.
-Oh, ¡gracias! –exclamó, recibiéndolo, para echarle un vistazo antes de metérselo en su bolsillo, tras lo que, para mi sorpresa, añadió:- Y sé que no me contarás nada de lo que pasa por tu turbada mente, pero al menos acepta un café o algo.
Sin otra opción, accedí y entré con Sarah a su casa, al tiempo que un lado de mí me regañaba mentalmente: Ese no era el plan. El plan era dejar de decepcionar al mundo, dejar de decepcionarme a mí mismo. ¿Qué hacía entrando con Sarah a su casa? ¿Qué hacía acercándome más a ella? Debía haberme ido, debía alejarme, antes que fuera muy tarde y terminara haciendo algo que no quería.
-¿Té o café?
No había notado cómo entraba a la casa, mucho menos cómo había terminado sentado en uno de los sillones del living.
-Té, si me tomo otro café en tan poco rato, me dará un infarto.
Claro que si mi pulso seguía acelerándose tanto cada vez que Sarah me sonreía, terminaría con un infarto de todas formas.
Al cabo de un par de minutos (durante los cuales me regañé tantas veces, y de formas tan bruscas, que me sorprende no haberme puesto a llorar ahí mismo), Sarah volvió de la cocina, con una bandeja con dos tazas de té, azúcar y trozos de un pastel.
-Eso se ve bueno –me atreví a comentar.
-Sí, ayer me dio un ataque de depresión y lo compré. Son los últimos dos pedazos –comentó, con una especie de mueca.
Y ahí recordé.
-¿Quince de septiembre, no? ¿El día en que tu madre…?
Ella asintió, antes que terminara mi pregunta. No hacía falta que lo hiciera. Ambos sabíamos cómo continuaba, y la verdad que no me veía capaz de pronunciar la palabra “murió”.
-Teniendo en cuenta que hace poco me enteré que soy huérfana de ambos padres –me removí en mi asiento, incómodo-, me está afectando más de lo usual.
Torcí una mueca.
-A mí hace tiempo que no me afectaba tanto… -Cambió la mueca por una sonrisa.- Esto me recuerda algo.
Me miró, ahora intrigada.
-¿Qué cosa?
-Alguna vez te dije que debíamos fumar marihuana hablando de los difuntos, pero nunca lo hicimos.
Tras un corto silencio, Sarah soltó una cantarina risa, de la cual intenté distraerme tomando un sorbo de té. El dolor de haberme quemado lo consiguió.
-¿Cómo recuerdas eso?
Me encogí de hombros.
-Últimamente, me es más fácil recordar cosas de esos años. Teniendo en cuenta que esa conversación incluía drogas…
… Y a Sarah, claro está.
-Bueno, yo lo había olvidado… En fin, asumo que ya no consumes esa basura, así que ya no se podrá hacer.
-De hecho…
Había recordado los porros de Jesus.
-¡¿SIGUES CONSUMIENDO?! –inquirió, con la furia en sus brillantes ojos azules. Me forcé a sostener la mirada sin sucumbir al impulso de acercarme.
-Nope. Jesus me dejó cuatro porros como herencia. Siguen guardados. Dejé todo cuando iba a nacer Joey –me expliqué, causando que cierto alivio apareciera en su mirada-. ¿Y? ¿Qué me dices?
Tardé en darme cuenta lo que le estaba proponiendo. ¿Tan idiota era? Drogado me ponía cariñoso, ¿y estaba ofreciéndole que nos juntáramos a fumar marihuana juntos? Volví a beber de mi té, que, desgraciadamente, no me quemó. Debió haberlo hecho, me lo tenía merecido.
Por suerte, Sarah parecía tener un poco más de sentido común que yo.
-¿Estás demente?
Sonreí.
-Así parece. Pero… ¿Qué me dices?
… ¿Estaba insistiéndole?
Me sentía como si estuviese viendo una película, como cuando se ve al protagonista hacer algo estúpido, y uno se aguanta de gritarle a la pantalla que deje de hacer esa idiotez, que haga lo correcto, que lo van a descubrir, que no se salvará… Pues bien. En esta película yo era el protagonista… Y mi conciencia me gritaba a todo pulmón que me detuviera, que estar tan cerca de Sarah no era buena idea… Pero, al igual que pasaba cuando se le gritaba a la película, yo no le hice caso, ya que no parecía ser capaz de escuchar a mi puta conciencia. De hecho, fue recién media hora después, cuando ya estaba en la puerta, listo para irme, que fui plenamente consciente de lo que ocurría.
-Entonces ¿nos juntamos el viernes? –me preguntó Sarah, al tiempo que me abría la puerta principal.
-Yep. Estaré aquí como a las siete, ¿te parece? –Ella asintió, y fue entonces que noté algo raro en su mirada.- ¿Qué pasa?
Negó.
-¿No está mal que nos juntemos así? –preguntó al fin.
-¿Por qué habría de estarlo? No hacemos nada malo –contesté, con una sonrisa que, intenté, fuera relajada-. Ya, nos vemos.
Le di un beso en la mejilla, que ella respondió de un modo bastante tímido… Probablemente porque, la última vez que habíamos estado así de cerca, nos habíamos besado en los labios y demás. Le dediqué una última sonrisa al separarnos (ella me la devolvió, causando que mi pulso se acelerara más de lo que me gustaría admitir) y me dirigí a mi auto, al cual subí y eché a andar de inmediato. Lo detuve un par de cuadras más allá, para mirarme al espejo retrovisor y decirme:
-Armstrong, eres un idiota.
No podía creer que hubiese logrado convencerla. Y había sido de un modo tan inconsciente… Realmente. Me sentía como en un sueño, ya que era incapaz de controlar mi actuar. Mejor dicho, no estaba actuando a voluntad, simplemente me estaba dejando llevar, no sé si por mis impulsos o por algo más fuerte aún… asumiendo que hubiera algo aún más fuerte que mis impulsos, claro.
Aún era temprano. Le había dicho a Adrienne que me pasaría directo al estudio, quedando así libre de almorzar con ella, y con varias horas por matar aún. Consideré comer en San Francisco e irme a Oakland más tarde, pero, por mera precaución, decidí que lo mejor sería cruzar el puente de inmediato. Así mantendría mi mente ocupada en conducir, y no me pondría en divagar en asuntos que no debía… Obviamente, con “asuntos” me refería a Sarah, a mi idiotez y al inminente, mas distante, viernes.
Y, pese a que me concentré al máximo en conducir el auto correctamente, no pude evitar sonreír ante la idea de que vería a mi Sarah una vez más.

Llegué a Oakland a mediodía. Me quedaba alrededor de una hora libre, por lo que decidí estacionar el auto en el estudio, y dar un par de vueltas hasta encontrar un lugar en el que me apeteciera almorzar. Así que, tras asegurar el auto y encender un cigarrillo, comencé a caminar por Oakland, intentando distraerme con lo que veía en las vitrinas y la gente que había en las calles… Pero no lo lograba. Una y otra vez, la imagen del beso con Sarah de la semana pasada seguía apareciéndome, y la idea de repetirlo el viernes también. Y he de admitir que una parte de mí también se encontraba divagando respecto a cómo sería fumar marihuana por primera vez en tantos años.
¿Cómo le afectaría a Sarah? ¿Y a mí? ¿Terminaría haciendo una idiotez? ¿O mi conciencia sería más fuerte de lo que se había mostrado hoy?
Me apoyé en una pared, exhalando el humo y botando la colilla al suelo, para pisarla, pensando en si alguna vez dejaría de ser tan imbécil. Menos mal sólo me iba a juntar con Sarah a pasarle el rollo, menos mal había decidido dejar de decepcionar al mundo… Volví a sentirme mal conmigo mismo, en especial cuando saqué el celular de mi bolsillo y vi dos llamadas perdidas de Adrienne. Prácticamente no había pensado en ella en lo que iba del día, y había estado tan sumido en mis pensamientos, que ni siquiera había escuchado a mi teléfono sonar.
El teléfono volvió a sonar. Saqué un nuevo cigarrillo, lo encendí y, tratando no sentirme muy culpable por ser el terrible esposo que era, contesté el nuevo llamado de mi esposa.
-¿Aló? –respondí.
-Uff, menos mal me contestas. ¿Cómo va el ensayo?
Estuve a punto de preguntarle de qué me hablaba, cuando recordé que, supuestamente, en eso estaba.
-Eh… Bien. Estamos tocando covers más que nada –mentí, en un intento de tono honesto de voz-. ¿Pasó algo?
Quería ir directo al grano. Sabía que sólo así evitaría que se me escapase algo que no debía, como aquella inexplicable felicidad contra la que luchaba desde que había salido de San Francisco. Me forcé a borrar la sonrisa que se me formó al recordar aquel corto rato en casa de Sarah.
-Es Jake. Llamó la enfermera, ¿puedes irlo a buscar?
Me detuve justo a tiempo de preguntarle qué tenía.
-¿Aún le duele la cabeza?
-Sí, ya le pedí hora al doctor para la tarde, y puedo llevarlo, pero ahora no lo puedo ir a buscar, Adeline me tiene ocupada.
-Eh… Bueno, lo voy a buscar ahora mismo. ¿A qué hora lo pasas a buscar para el doctor? A ver si vale la pena empe… Continuar con el ensayo después.
Addie se tomó una pausa, pensativa, pausa que aproveché para darle una pitada a mi cigarrillo.
-¿A eso de las dos y media?
Perfecto.
-De acuerdo, te esperamos en la casa, nos vemos.
-Te amo.
Le colgué como si no la hubiese escuchado, tras lo que metí el celular en mi bolsillo, para ahora comenzar a caminar de vuelta a mi auto, lentamente, fumando mi cigarro de un modo bastante distraído. Tenía que decirles a los chicos que el ensayo tenía que retrasarse, pero, por algún motivo, no me veía capaz de ello. Era como si temiera ser interrogado… Lo cual era ridículo. No sabían dónde había estado aquella mañana, y no tenían idea dónde estaba en ese momento, ¿por qué habrían de enterarse que había pasado un rato con Sarah? No tenían cómo ni por qué saberlo…
Y me di cuenta. No era miedo lo que sentía. Sentía culpa. No quería mentirles. Quería ser honesto con ellos, quería ser totalmente sincero con mis mejores amigos, quería contarles que había pasado un buen rato con Sarah, conversando, y que la vería al día siguiente. Quería hablar de Ella, quería compartir todo de nuevo… Quería volver a aquellos tiempos en los que mentir no era vital, en los que mentir era una opción, que no debía ni considerar en tomar.
Quería volver al tiempo en el que mis errores no existían.
Me distrajo el sonido de mi celular. Regañándome por pensar estupideces, lo saqué de mi bolsillo. Sonreí ante la coincidencia: Era Mike.
-¿Aló? –saludé.
-Billie, creo que no podré llegar a la hora hoy –fue su saludo, en un tono bastante somnoliento de voz.
No pude evitar dar un salto en mi lugar: No tenía que verlo tan luego, por lo que había menos posibilidades de que este súbito amor por la honestidad se manifestara.
-Justo iba a llamarte por lo mismo, tengo que ir a buscar a Jake al colegio y quedarme con él hasta las dos y media –comenté.
-Perfecto, ¿entonces nos juntamos a las tres?
Me sonreí al notar que seguía sonando bastante dormido.
-Sí, a las tres… Ahora, como tú fuiste el que se quedó dormido, te toca a ti llamar a Tré para avisarle, ¿ok? –Mi amigo soltó una especie de quejido.- Así me gusta. Buenas noches, duerme otro rato.
Y le colgué antes de que pudiera replicarme… Y tal como supe que haría, no me llamó de vuelta. Así que, con cierto alivio ante la perspectiva de tener más tiempo para dejar de pensar en las idioteces que pensaba, me terminé mi cigarro, lo boté, lo pisé y aceleré el paso a mi auto, al cual subí, para irme rápidamente al colegio. No tardé mucho en llegar, pero tardé bastante en sacar a Jake de ahí. Estas imitaciones de cárceles habían mejorado bastante la seguridad desde que yo iba a una. Por ejemplo, en mis tiempos, si yo estaba enfermo, la enfermera quizás llamaba a mi casa y me mandaba por mi cuenta. Ahora la enfermera siempre llamaba, y el apoderado tenía que darse el trabajo de ir a inspectoría, luego a enfermería, firmar algo ahí, sacar al pobre niño, volver a la inspectoría, volver a firmar y, recién ahí, salir, para mostrar otro papel al portero del colegio. Menos mal lo que Jake tenía era una jaqueca y no una herida, ya que, probablemente, se habría desangrado durante toda ese papeleo inútil.
-¿Quieres comer algo al llegar a la casa, o prefieres dormir un poco? –le preguntaba a mi hijo, ya en el auto, lejos del colegio
-Ninguna –murmuró, apoyando la cabeza más firmemente contra el vidrio-. Sólo un sillón en el que tirarme y mucho silencio y nada de olores.
Me sonreí levemente.
-De acuerdo.
No hablamos más en todo el viaje, lo cual fue, he de admitirlo, cierto alivio. Estaba ocupado concentrándome en cómo iba mi hijo, por lo cual no divagaba tanto como hacía un rato, y el resto de mi concentración se dividía en conducir sin chocar, y en no sonreír sin sentido. No entendía el porqué quería sonreír: Debería estar llorando, debería estar sintiendo odio hacia mí mismo… La felicidad no venía al caso.
En fin, llegamos a la casa, y Jakob se dirigió de inmediato al sofá, donde se recostó, bocabajo, cubriéndose la cabeza con un cojín. Lo contemplé, entristecido. No me gustaba que mi hijo sufriera, de verdad que no, y parecía que realmente le dolía bastante. Sabía que lo último que él quería era que le hablara, pero no me contuve de preguntarle:
-¿Seguro que no quieres almorzar? –Soltó una especie de murmullo que interpreté como un no.- Ok, cualquier cosa estaré en la cocina, sin hacer ruido.
-Gracias –farfulló, débilmente.
Pero, una vez en la cocina, me encontré con que no tenía hambre. En algún momento, Sarah había vuelto a mis pensamientos. ¿Por qué pensaba en ella? ¿No había decidido dejar de traicionar y decepcionar a todos? ¿No había decidido no amarla?
Como si fuera así de fácil
Terminé por hacer tallarines y servirme un plato, sólo para hacer algo, tras lo cual guardé el resto de la olla en el refrigerador, para que Joey y Addie comieran de ahí, ya que sabía que Jake no se vería capaz de comer algo hasta bien entrada la tarde, si es que lo hacía. Preguntándome qué le causaría todos esos dolores, me senté en la mesada, saqué una botella de cerveza, y me dispuse a almorzar…
Sólo que no pude. Estaba sintiendo algo bastante extraño, a la altura de mi estómago… Como si mi corazón estuviera ahí. Sí, eso era: Sentía mi corazón a la altura de mi estómago, y, junto a esto, sentía algo bastante molesto, que se extendía desde ahí al resto de mi cuerpo. Tuve que encogerme, sujetándome el estómago fuertemente, al tiempo que respiraba grandes cantidades de aire. ¿Qué me pasaba?
Llegué a la conclusión que, lo de Jake, probablemente era sólo una gripe, y que me había contagiado, sólo que a mí no se me había manifestado como una jaqueca. Un tanto más tranquilizado por esto (ya que significaba que mi hijo no tenía nada serio, y que lo mío no tenía nada que ver con la mujer que había rondado mis pensamientos todo el día), comí un poco (muy poco) de los tallarines, para guardar la cerveza intacta, junto al resto del plato. Aún me quedaba rato por matar, por lo que me devolví al living, a ver cómo estaba mi hijo. Me encontré con que no estaba, así que aproveché para ver un poco de televisión, no sin antes revisar que estuviera bien en su habitación (mala idea, ya que se notó que quiso matarme cuando entré y le pregunté cómo estaba). Y así fue que dieron las dos y media, hora en la que Addie llegó.
-¿Cómo está? –me preguntó, apenas me vio sentado en el sillón viendo televisión, a un volumen excesivamente bajo; me daba miedo que mi hijo encontrara molesto el ruido, aún estando en el segundo piso.
-Bueno, no quiere que le hablen, no quiere comer y no quiere oler nada, así que… De maravillas –ironicé. Addie me miró molesta desde la entrada-. Tranquila, no creo que sea nada serio… Durante el almuerzo sentí algo raro en el estómago, quizás es una gripe, que a mí me empieza así, y a él con dolor de cabeza.
Claro que mi dolor de estómago desapareció apenas me obligué a concentrarme en la televisión para poder entender lo que decían. Raro, ¿no?
-Ojalá sea sólo eso…
Tras dejar su cartera sobre la mesa de entrada, Adrienne se me acercó y se agachó para darme un corto beso en los labios que, pese a responder, no sentí. Le dediqué una (en mi mente) débil sonrisa, que ella devolvió como si hubiese sido enteramente natural, tras lo que se alejó.
-Ok, anda al estudio, o llegarás tarde.
-Si insistes… -ironicé. Sentía la repentina necesidad de irme de ahí lo más pronto posible.- Despídete de Jake de mi parte… Y llámame cualquier cosa.
Ella asintió, y, sin otra opción, le di un corto beso, para luego dirigirme a la salida de la casa.
Llegué al estudio poco antes de las tres. Mi mente pensó en un millón de estupideces en camino al edificio, claro está, pero sabía que mucho no podía hacer. Pensar las cosas me ayudaría a sacarlas de mi inconsciente, o eso era de lo que trataba de convencerme… Probablemente, era un simple e idiota justificativo para mi comportamiento.
En fin, entré al estudio, y me encontré con que Tré ya estaba ahí, tocando un timbal brasileño, mirando distraídamente al vacío que se encontraba entre él y la pared contraria.
-¡Al fin llegó alguien! –exclamó, tirando el instrumento lejos.
Vi la hora en el reloj de la pared.
-Tré, son diez para las tres.
-Sí, pero justo hoy llegué temprano, así que recibí el llamado de Mike después… Estoy aquí desde mediodía.
-Wow, lo lamento.
-Nah, el culpable hoy es Mike. Tu hijo estaba enfermo. –Se sonrió.- Qué lindo es variar y regañar a Mike de vez en cuando, ¿no?
Me sonreí.
-Sí, no es malo.
Tomé asiento a su lado y, repentinamente, sentí algo muy fuerte pujando en mi interior por salir. Me obligué a pensar en otra cosa…
Obviamente, esto no funcionó.
-A ti te pasó algo –comentó Tré, mirándome fijamente.
-¿A mí? No, nada.
-Sí, algo te pasó… Algo bueno.
Me ponía ansioso por la necesidad de decir que me había encontrado con Sarah, y Tré lo interpretaba como si me hubiera pasado algo bueno. O sea, que pensar en Sarah causaba que proyectara felicidad. Genial.
-Lo único que me ha pasado, es que Jake está enfermo, y eso no es bueno –murmuré, en un desesperado intento de evasión. Pareció funcionar.
-¿Qué tiene?
-Bueno, tiene unas jaquecas horribles, pero creo que podría ser una gripe. En realidad, espero que sea eso y no algo más serio.
Tré asintió, extrañado.
-¿Ocho años y jaquecas? Wow.
-Yep. Pobre, pobre Jake. Y tan cerca de su cumpleaños, creo que eso es lo peor para él –murmuré, sintiendo una súbita culpa: No había recordado su cumpleaños hasta ese momento, y estaba seguro que Addie había hablado al respecto en algún momento. ¿Acaso era incapaz de escuchar cualquier cosa que se refiriera a mi familia, a lo que de verdad debería importarme?
-Con algo de suerte se le pasa de aquí al miércoles –me “consoló” mi amigo. Aparentemente, ahora lucía abatido.
Mike no tardó en llegar. Pese a que no nos equivocamos en ninguno de los covers que hicimos, sabíamos que no había sido un buen ensayo. Se sentía en el aire. Y el motivo, claramente, era que tenía mi cabeza en otra parte. Ni Mike ni Tré me preguntaron nada, por lo que asumí que ellos le atribuyeron mi comportamiento a la jaqueca de Jake. Nos fuimos a las seis, es decir, el ensayo duró sólo tres horas. Un lado de mí estaba feliz por ello, ya que significaría que no les tendría que mentir más a mis amigos… Pero la mayor parte estaba desesperada, ya que no quería ver a Addie, y porque sabía que la mentira continuaría al día siguiente, y al siguiente, y seguiría así el resto de mi vida, ya que jamás podría contarles que me había encontrado con Sarah y la había besado, y había vuelto a verla.
O, mejor dicho, porque sabía que esto continuaría hasta que mi cabeza se decidiera de una buena vez a amar a Adrienne totalmente, de un modo fiel y honesto, sin siquiera pensar en Sarah como una posible “algo más”.


La mañana siguiente me encontró en una sala de espera. Según el doctor, Jake no tenía ninguna gripe ni nada, por lo que no le quedó opción que mandarlo a hacerse un electroencefalograma, para ver si había algo mal en su cabeza. De alguna forma, yo estaba seguro que mi hijo no tenía nada serio, pero Addie estaba preocupadísima. Comprensible, claro está, pero yo me rehusaba a creer que fuera algo serio.
En fin, me acomodé en el asiento, considerando hojear alguna de las viejas revistas: El “examen” tardaba veinticinco minutos, y, con suerte, habían pasado unos siete. Necesitaba sumergirme en alguna realidad ajena para no pensar estupideces, así que, sin otra opción, tomé la primera revista que vi que no fuera para adolescentes; no quería encontrarme con una foto de mí mismo por error en una revista de los últimos años.
No obstante, ni siquiera había abierto la revista, cuando mi celular sonó. Lo saqué de mi bolsillo, seguro de que sería Addie preguntándome cómo iba todo.
No pude evitar sonreír ampliamente al ver que decía “Sarah” en la pantalla. Me regañé y contesté.
-¿Aló?
-Hola, perdón molestarte, pero creo que eres el único que puede resolver mi duda –saludó ella, en un rápido farfullo.
Solté una corta risa.
-Claro, sólo me llamas porque me necesitas para algo –ironicé-. Bromeo –añadí, presintiendo que iba a justificarse o algo-, dime que pasa.
-No me puedo acordar el nombre de una canción… Estoy segura que es de The Smiths…
-Hm, no soy un experto, pero puedo intentarlo.
Se puso a tararear algo, y no pude evitar reír, de una forma un tanto melancólica.
-Sarah, ¡yo te cantaba eso!
-¿Sí? –Sonaba incrédula.- Bueno, ¿cómo se llamaba?
-Ask –contesté, con tono de obviedad.
-Te acabo de pregun… ¡Ah! –Soltó una risa.- Ahora recuerdo la letra. Muchas gracias.
-Cuando quieras… En fin, ¿qué haces que recuerdas canciones viejas?
No podía ser tan malo hablarle, ¿no?
-Nada importante, realmente… Reviso si hay algún trabajo interesante para hoy en la agencia, pero creo que será un día aburrido. ¿Qué hay de ti?
Pasé a contarle lo de Jake. Luego ella me tranquilizó, diciéndome que, probablemente, no era nada serio. Y, pese a no haber estado muy preocupado, sentí un peso menos encima, como si su palabra bastara para que fuese cierto. Tras ello, no tardamos en ponernos a conversar sobre canciones de la adolescencia, intentando evitar las que yo le dedicaba constantemente.
-¿Señor Armstrong?
Interrumpí mi carcajada, para ver cómo la enfermera me sonreía desde la puerta donde Jake estaba haciéndose su examen.
-Creo que debo irme –murmuré, parándome. ¿Cuándo habían pasado los más de quince minutos que faltaban?
-Sí, creo que yo igual, mis supervisores creen que vengo a hablar por teléfono. –No pude evitar reír.- Hasta el viernes.
-Hasta entonces.
Colgué, intentando borrar la estúpida sonrisa de mi rostro, y me dirigí a la sala donde Jake me esperaba, sentado en una camilla y sacándose los electrodos de la cabeza.
-¿Y cómo le fue? –le pregunté a la enfermera, al tiempo que me acercaba a ayudar a mi hijo.
-Los resultados estarán listos el viernes –me dijo-. Y esos se los tiene que llevar a su neurólogo, para que él vea si hay algo fuera de orden, y qué hacer en caso de que sea así.
Asentí, dejando el último electrodo sobre la camilla. Tras agradecer y despedirnos, nos fuimos al auto.
-¿Todavía te duele?
-Menos. Tenía que estar quieto, y no había ruido, así que nada me molestaba –contestó, con una sonrisa, la más auténtica que le veía en días. Esto causó que mi sonrisa volviera a ampliarse.
-¿Te sientes capaz de ir al colegio, o prefieres irte a casa?
-Hmm… irme a la casa, a ver si mañana no me duele y puedo disfrutar mi cumpleaños –respondió, con una sonrisa.
-Ok, te voy a dejar y me voy al estudio, ¿te parece? –Mi hijo asintió, abrochándose el cinturón de seguridad.- Excelente.
Así que lo dejé en la casa, y me fui al estudio, donde ya estaban Mike y Tré.
-¿Cómo le fue al pequeño Jake? –preguntó el bajista, levantando la vista del periódico que leía. Aparentemente, sin mí, eran incapaces de ensayar, ya que Tré se encontraba pasando rápidamente los canales al lado de Mike.
-Bien, al menos le duele menos la cabeza que ayer. El viernes están los resultados.
Tanto Mike como Tré me miraron de forma analítica.
-Alguien está feliz –comentó Tré.
Consciente de que lo estaba, venía preparado para esto.
-Obvio, a mi hijo le duele menos la cabeza y mañana está de cumpleaños.
Y, por una vez, parecieron creerme.
Mike y Tré pasaron a mostrarme unas melodías que tenían. Ok, entonces sí habían hecho algo antes que yo llegara. Las trabajamos, armamos una canción y estábamos de lo más bien tocándola entera, cuando sonó el teléfono de Mike.
-¿Tan difícil es ponerlo en silencio? –ironicé, recordando que él solía regañarme por lo mismo, al tiempo que abandonaba el cuarto en dirección a la sala de “estar”. Me dirigí a Tré:- Bueno, ¿quieres un descanso o seguimos solos?
-Descanso, ¡debo ir al baño! –contestó mi amigo, parándose de un salto y corriendo en dirección al baño.
Pensando en lo improductivos que habían sido los últimos ensayos, decidí que era un buen momento para fumar un cigarrillo, por lo cual salí de ahí en dirección al patio. Encendí el cigarro, lo llevé a mis labios, le di una pitada y cerré los ojos, dejando que el humo entrara a mis pulmones, pensativo. Sabríamos luego si lo de Jake era serio o no, eso era algo bueno. Y faltaba menos para el viernes, día en que vería a Sarah, lo cual era tanto bueno como malo.
Boté el humo…
Y el mismo dolor que me había dado el día anterior en mi estómago volvió. Apreté los dientes, fuertemente, intentando ignorar el fuerte zumbido en mis oídos y la falta de aire… ¿Qué me pasaba? ¿Qué era lo que generaba todo ese malestar?
Y, de algún modo, supe que el viernes no era lo suficientemente pronto, ya que, la única forma de terminar con todo eso, era viendo a Sarah. Fue así que me di cuenta que lo que sentía no era causa de ninguna gripe ni nada de esa índole, simplemente era ansiedad. Necesitaba verla, de verdad que sí. La había visto el día anterior, había hablado con ella esa misma mañana… Pero la extrañaba, como nunca había extrañado a nadie. En apenas una semana me había acostumbrado tanto a su presencia, que no estar con ella me dolía.
¿Cómo mierda puedo depender tanto de una persona? Me pregunté, apoyándome en la pared que había detrás de mí. Mejor dicho… ¿Cómo puedo depender tanto de la persona de la que no debería ni pensar en depender?
Tenía a Addie a mi lado, hasta que la muerte nos separara, pero me sentía más dependiente de una ex novia, que recién comenzaba a calificar como amiga otra vez. Genial.
.. Realmente genial…
Me dejé caer sentado al piso, pensando que, con algo de suerte, el viernes me daría cuenta que lo que parecía estar sintiendo por Sarah era una simple infatuación, sin fundamento alguno. Quizás era eso lo que necesitaba: Verla una vez más para darme cuenta que no era para mí. Estar un buen rato con ella, en total confianza, para darme cuenta que extrañaba la presencia de Addie a mi lado, que junto a Sarah me cansaba, me aburría. Eso era todo.
-Me tienes preocupado –comentó alguien frente a mí. Alcé la mirada y me encontré con Tré-, de verdad.
Torcí una sonrisa.
-No es nada serio, tranquilízate –murmuré.
Mi amigo se encogió de hombros.
-Si tú lo dices…
No me creía. Y la verdad, ni yo lo hacía.


Los días siguientes fueron normales. Celebramos el cumpleaños de Jake en familia el miércoles, y el jueves fue un día perfectamente normal, en el cual sólo fui al estudio a trabajar. Jake había decidido volver a clases, lo cual tenía a Addie más tranquila, y Joey… Bueno, Joey estaba bien, como siempre. Y yo… Yo me ponía más ansioso con cada hora que pasaba, con cada hora que me acercaba al viernes.
-¿A qué hora vuelves?
Eran pasadas la una de la tarde, y yo me iba al estudio. Había logrado convencer a los chicos de que el ensayo empezara a las dos, lo cual haría más creíble que llegara tarde a la casa.
-No lo sé. Quizás a Tré se le ocurre que vayamos a su casa después, así que no te preocupes si no llego hasta muy tarde –mentí, de una forma tan natural que me molestó.
-Ok… Si hay posibilidades de que te vayas de fiesta, mejor voy yo a buscar el electroencefalograma de Jake. –Asentí, con una sonrisa.- Pero avancen algo en el disco antes de irse a beber como si les pagaran por eso.
Era tan comprensiva, tan tolerante con toda la mierda que hacía (o le decía que haría)… ¿Por qué mierda no era capaz de decirle “sí, amor”? ¿Por qué tuve que limitarme a decirle “sí, hasta más tarde”? ¿Por qué tenía que mentirle?
Intenté que el ensayo con los chicos fuera lo más normal posible, pero la culpa me superaba. A las cinco, Mike detuvo todo y me miró, de brazos cruzados.
-¿Pasó algo en tu casa? –Negué.- ¿Jake está mejor? –Asentí.- Entonces hay algo que no nos estás contando, y ese algo te tiene muy distraído.
-No me ha pasado nada.
Tré suspiró.
-Billie, el otro día me dijiste que estabas acercándote a cometer una estupidez… ¿La hiciste?
Tardé un poco en recordar que fue el mismo día que besé a Sarah. Volví a sentir ese dolor vibrante en mi estómago, la verdad luchaba por salir… Pero lo aplaqué. No podía sucumbir ante un súbito impulso de sinceridad.
-No, Tré, no he hecho nada. Simplemente… No lo sé. Creo que mejor lo dejamos hasta aquí por hoy, ¿no?
Ni Mike ni Tré se vieron capaces de rebatirme, ya que sabían que lo único que conseguiríamos de seguir ensayando sería pelearnos y frustrarnos.
-Ok, entonces nos vemos el lunes –murmuró Mike, mirándome fijamente-. No hagas ninguna idiotez, ¿sí?
Era como si supiera lo que tenía planeado para esa tarde. Pero era imposible. A menos, claro, que se hubiera metido a mi auto y hubiese encontrado los porros, y hubiese concluido místicamente que eran para fumarlos con Sarah… Cosa que, seriamente, dudaba.
-Dios, sé portarme bien, no se preocupen –mascullé, dejando la guitarra de lado-. Hasta el lunes.
Ni siquiera me arriesgué a quedarme un poco más. Bastarían un par de minutos para que mi voluntad flaqueara y les contara la verdad de lo que pasaba por mi mente y, más terriblemente aún, por mi corazón.
Fue así que me subí al auto, y lo eché a andar, en dirección a San Francisco. Llegaría antes de tiempo, pero, si tenía suerte, Sarah estaría en su casa…
Y tenía razón. Tardó un poco en abrirme la puerta, pero, cuando lo hizo, me recibió con una gran sonrisa, con la cual intentó disimular la sorpresa.
-¡No te esperaba hasta una hora más! –fue su saludo.
-Sí… El ensayo terminó antes y no se me ocurría un mejor lugar para matar la hora –contesté, devolviéndole la sonrisa, para luego inclinarme y darle un beso en la mejilla, que bastó para que todo mi malestar mental desapareciera-. Si estás muy ocupada, puedo dar vueltas por la ciudad un rato…
-No, no, sólo revelaba unas fotos –contestó-. De hecho, ya terminé, simplemente las tengo colgando para que se sequen. Hubieras llegado diez minutos antes, habrías estado un buen rato en la puerta antes que pudiera salir del cuarto oscuro.
-Tuve suerte, supongo.
Recién ahí me di cuenta que seguía muy cerca de ella. Me separé un poco, intentando no demostrar lo incómodo que me había sentido, para permitirle que me hiciera pasar.
-¿Quieres beber algo o quieres pasar directo a las drogas? –preguntó, en un tono ligero de voz, como si quisiese disimular lo nerviosa que estaba al respecto… Pero no fui capaz de contestarle. Mi vista se había desviado a una de las fotos, en la que estaba yo, muchos años atrás, mirando a la cámara con una expresión somnolienta, mas cariñosa- Ah… Sí, quería ver cómo estaban los negativos que me entregaste.
Su tono de voz era como si se excusara, pero no me molestó. No podía creer todo el amor que podía mostrar con una mirada, porque eso era lo que se veía… Bueno, eso era lo que yo veía al menos.
-¿Sabes? Deberías trabajar en algo de fotos –bromeé.
Ella rió.
Sin más preámbulos, nos dejamos caer en el sofá, tras lo que saqué el sobre con los porros de mi bolsillo, para dejarlos caer sobre la mesita de centro. Ya había sacado los papeles dejado por Jesus, ya que no quería tener que explicarle a Sarah que Jesus estaba seguro que ella era el verdadero amor de mi vida.
-¿Estás segura de esto? –le pregunté, pasándole uno de los porros.
-Bueno, no tengo nada que perder, ¿no? –respondió, con una sonrisa- Ya, enciéndelos, antes que me arrepienta.
Sonreí y encendí el porro de Sarah, para luego encender el mío.
-Salud –ironicé, y le di una pitada al mío.
No podía creer que casi había olvidado qué se sentía. Un calor no tardó en expandirse por mi cuerpo. Llevaba tanto tiempo limpio, que el efecto fue mucho más potente de lo usual. Y eso me gustó.
-Wow –fue todo lo que dijo Sarah, un buen rato después, mirándome fijamente-. ¿Y se supone que esto debería ayudarme a no sentirme mal por ser una pobre huérfana?
Inhala, exhala… No me atrevía a devolverle la mirada que me lanzaba, ya que sentía uno de mis ataques de cariño en camino.
-No, se supone que esto te permitirá desinhibirte para hablar del tema –respondí-. Vamos, ¿qué sientes sobre la muerte de tu madre?
Se sonrió.
-Bueno, ya no duele como antes…
Y me dijo todo. Lo unida que era con ella. La especie de telepatía que tenían. También me habló del hermano que había muerto junto a su madre, a quien rara vez mencionó en toda nuestra relación. Me habló de los primeros días sin ella, de lo difícil que había sido salir adelante, las ridículas primeras comidas, lo mal que se sentía por haber sido la causa indirecta del accidente, lo extraño que era no tener que ayudar a su hermano con las tareas, lo horrible que era Nathan con ella, dejándola de lado, sólo llamándola cuando Nadia no estaba para ayudarlo en lo que se le ocurriera.
Sólo habló ella, mas, pese a estar drogado, le puse total atención, escuchando cada palabra como si fuera la más importante, y mirándola fijamente a sus brillantes ojos azules, como si fuera lo único que valiera la pena en el mundo. Y, la verdad, en ese momento, así lo sentía.
-No volví a sentirme querida hasta que llegaste tú –admitió, con una pequeña sonrisa-. Wow, eso se sintió bien.
Intentando ignorar cómo mi pulso se aceleraba al verla sonreír, le devolví el gesto, exhalando lo último del segundo porro.
-Más te vale, si no, todo esto de drogarnos para que te desahogaras fue un desperdicio de droga –bromeé. Fue entonces que noté que había una única lágrima deslizándose por su mejilla. Nunca me había gustado verla llorar, por lo que no dudé en acercarme y enjugársela con mi mano.- Shhh, no llores, ya pasó…
-Esa lágrima no es por eso –musitó-, si no que porque por un instante me pareció que me mirabas como en esa foto, pero, obviamente, no es así.
Bajó la mirada, como arrepentida de haber dicho eso. Y fue entonces que sentí como si mis labios escociesen. Y sabía qué era lo único que podría aplacar esta molestia. Delicadamente, le levanté el rostro a Sarah, quien se quedó mirándome, extrañada.
-¿Qué haces? –susurró
Ni siquiera me molesté en inventar una excusa, simplemente acorté la distancia y junté mis labios con los suyos, disfrutando de una nueva sensación que se originaba en mi estómago y recorría todo mi cuerpo, esta vez de bienestar, de paz, de tranquilidad, de estar completo, de que el mundo tenía sentido. Ese era el lugar donde debía estar, eso era lo que debía estar haciendo, ella era con quien tenía que estar. Ella era lo único que importaba, lo demás eran cosas insignificantes, diseñadas para mantenerme distraído de lo que era realmente necesario para vivir bien.
Y lo mejor era sentir cómo me besaba de vuelta, cómo no se rehusaba a que le acariciara la espalda mientras la besaba, sentir cómo pasaba sus manos suavemente por mi propia espalda. Estreché más la distancia, dejando nuestros cuerpos bastante apegados…
Fue entonces que me empujó por los hombros, de un modo no muy brusco, para luego mirarme directamente a los ojos. Mi pulso se aceleró más aún.
-Esto está…
-Mal –completé yo, con una sonrisa-. Lo sé.
Pero no creía mis palabras. Quizás, desde un punto de vista racional, esto era malo. Pero yo no lo sentía así. Lo sentía cómo lo mejor del mundo. De un modo más que natural, comencé a acariciarle la mejilla con mi mano derecha. Ella se sonrió.
-No sólo está mal, simplemente no tiene sentido. Es decir… Se supone que ambos sabemos el porqué de nuestros actos… Pero la verdad es que no tengo idea porqué he hecho todo lo que he hecho… Mejor dicho, no tengo idea porqué quiero tanto tenerte cerca, que he acabado por hacer todo lo que he hecho.
Le devolví la sonrisa, aún acariciándole el rostro.
-¿Y qué es todo lo que has hecho, si puede saberse?
Sarah puso su mano sobre la mía, y la apretó, suavemente.
-Son sólo cosas para poder tener más de estos ratos a solas, para poder disfrutar de estos tiempos robados…
-Podríamos vivir en estos tiempos robados siempre, ¿no? –comenté, sintiendo su mirada en la mía.
No sé si era por el efecto de la droga, o no, pero sentí un calor expandiéndose en mi interior al decir esas palabras, un calor conocido pero que no sentía hacía mucho tiempo. Tardé en reconocerlo como el mismo calor que sentía al decirles a mis hijos que los quería, o al componer una canción que venía directamente de mi interior: Era el calor de decir la verdad. Y entendí de inmediato que se debía al “siempre”. Quería tenerla en mis brazos por siempre, no quería dejarla ir.
-¿Qué tan drogado estás? –preguntó ella, cambiando su sonrisa por una triste.
-No más que tú –contesté. Le di otro beso, bastante superficial, pero que bastó para hacer que un escalofrío recorriese mi espalda. Y en un nuevo ataque de sinceridad susurré:- Te necesito.
Eso fue todo lo que hizo falta. Sarah me miró un par de segundos y comenzó a besarme, apegando su cuerpo al mío. Nuestras respiraciones agitadas chocaban, y el tenerla en mis brazos comenzó a no ser suficiente. Quería más. No, necesitaba más. Era algo que nacía muy dentro de mí, que no tenía nada que ver con lo que mi yo-consciente quería. De un modo tímido, deslicé mis manos al interior de su polera, disfrutando el contacto directo con la piel de su espalda. Sí, eso debería bastarme.
Y sentí cómo Sarah desabotonaba mi camisa, de un modo bastante cauteloso, como si temiera que fuera a alejarme. Como si pudiera, como si fuese capaz de separarme de ella ahora.
Fue ese momento. Fue ese momento el detonante. El fin comenzaba ahora, y comenzaba con algo que no creía que volvería a sentir, no de una forma tan pura al menos. Y ese algo era felicidad…
El problema es que estaba originada en un error, lo que desencadenaría una serie de consecuencias que ni yo tenía previstas.

9 comentarios:

  1. ahhasdjasdhjasdhja dshjahd as ahora todo tiene más sentido >< askdjasdjas Billie&Saaraaaaaaaaaaaaaah <3 xd

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  2. leerlo aquí se me hizo mas corto de como hubiera sido por fotolog... muy tarde para darse cuenta xD

    aaaaaah
    yo ya sabia x)
    Billie culiao tonto. me cae tan mal xD

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  3. me encantooo!! espero q el proximo cap venga rapido. besos

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  4. nooo!!! sinceramentee NO QIERO QE SE QEDE CON SARAH!!! lloraree!! pff en fin genial Creo qe es mejor aqi qe en fotolog spero no te tardes mucho con el proximo

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  5. Yo ya sabia que eso iba a pasar! (veo el futuroo *-*)
    La verdad esque no tenia idea que esta fic existia hasta que la publicaste aqui y me lei todos los capitulos en 2 dias(H)'
    Sinceramente no quiero que se quede con Sarah, hay algo en ella que no me gusta (no se que es)... y me da pena addie!aunque igual quiero que billie sea feliz (lo se, hay un lio en mi cabeza)¬¬

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  6. me encanto, quiero q se quede cn sarah. para cuando el prox cap?

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  7. Hola, soy Celes y vengo a comentar después de meses porque leí los comentarios... Estoy de acuerdo con Anónimo 2 (?) Muerte a Sarah, TEAM JESUS FTW! Y eso (:

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