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Prólogo

domingo, mayo 08, 2011

Suffocate. - Capítulo 8: ¡Fuera de aquí!


La única prueba que tenía de que no había soñado el escape de la casa de Mike, era la sensación de alguien junto a mí, abrazándome, sensación que no me aliviaba en lo absoluto. No recordaba nada después de haberle comprado la marihuana a la traficante, así que estaba comenzando a preocuparme de la identidad de la persona que tenía a mi lado. ¿Acaso me había acercado a ella a pedirle sus servicios? ¿O ella se me había acercado?
¿O no había sido un servicio?
La última pregunta logró que mi corazón se agitara levemente y que una especie de retorcijón apareciera en algún lugar de mi estómago. Quizás si había logrado relacionarme con una persona sin fingir…
Aunque eso era tan probable como que un tailandés volara hasta la ventana de dónde fuera que me encontrara, atravesara la pared, entrara, se desnudara frente a mí, me gritara algo en su idioma y luego desapareciese de la nada. De hecho, eso era más probable. Así que, pese a que deseaba quedarme con la ilusión, abrí los ojos.
Me encontré mirando el techo de lo que reconocí mi habitación. Las cortinas estaban cerradas, mas, aún así, entraba bastante luz solar, lo que me indicaba que era bastante tarde.
Intentando controlar la sensación de nervios, bajé lentamente la mirada, para identificar la persona que me… digamos “acompañaba”.
Sentí un escalofrío al darme cuenta de que me encontraba abrazado por, nada más y nada menos, Billie Joe, quien aún dormía profundamente.
-¡Mierda!
Mi exclamación había sido apenas más elevada que un susurro, pero, en medio de ese silencio, sonó lo suficientemente fuerte como para despertar al guitarrista, quien lucía aturdido. Tardó un rato en comprender que había estado durmiendo a mi lado. Cuando lo hizo, también soltó una maldición, tras lo que añadió:
-¿Qué mierda pasó? –inquirió, con la voz pastosa y áspera, separándose de mí y recostándose de espaldas al otro extremo de la cama, restregándose los ojos.
-No tengo idea –mascullé-. Recuerdo haber comprado los porros.
-Sí, yo también… Y luego nos fuimos a un callejón y… -Se calló. Al parecer, había recordado algo más…
Mi creencia se confirmó al ver cómo, “discretamente”, Billie se llevaba dos dedos a sus labios, pensativo, cubriéndose los ojos con la otra mano.
-¿Nos…? –comencé, sin verme capaz de terminar la pregunta.
Suspiró.
-Recuerdo que me besaste –susurró, sonrosándose rápidamente-. Mierda, ¿por qué lo hiciste?
-¿Qué se yo? ¡Ni siquiera lo recuerdo! –Me defendí, tras lo que solté una exclamación; había recordado.- ¿Por qué me lo devolviste?
Billie se encogió de hombros, intentando no sonrosarse más aún.
-Sabes que soy un impulsivo de mierda –musitó, sin mirarme a los ojos. Seguía muy ocupado cubriéndose el rostro, ahora con ambas manos; había retirado la mano que tenía en sus labios.
Asentí, pensativo, recordando más.
-Normalmente, te separas después del primer beso y haces como si nada pasó. Ahora me besaste de nuevo… Y varias veces.
Antes de darme cuenta de lo que ocurría, Billie estaba sobre mí, besándome intensamente, causando que yo quedara en algo similar al shock. Tardé bastante en darme cuenta que yo le estaba devolviendo el beso. Apenas me percaté de ello, lo empujé, con todas mis fuerzas, causando que él se parara, tras lo que me incorporé.
Estuvimos mirándonos fijamente por varios minutos, en silencio, intentando acompasar nuestra respiración.
-Fuera de aquí –susurré.
-Tré… -musitó él, claramente dolido, con una expresión en el rostro que habría derretido a cualquier groupie. Sin embargo, a mí no me conmovió en lo absoluto; estaba demasiado atónito como para reaccionar.
-Necesito pensar, Billie –mascullé-. A menos que tú me quieras explicar qué mierda acaba de pasar.
Silencio.
-¿Si te dijera que llevo un tiempo sintiendo cosas no sólo por Addie, me dejarías quedarme? –preguntó, en un susurro. Me mordí el labio inferior- ¿Tré?
Suspiré.
-Comienza a explicarte –murmuré, sentándome en la cama y cruzándome de brazos, mirando fijamente los verdes ojos de mi amigo.
-Si eso es lo que hace falta para convencerte –susurró, sentándose a mi lado.
Así comenzó su relato.

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