Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, mayo 08, 2011

Suffocate. - Capítulo 7: ¡Salud!


Eran las tres de la mañana. La luna llena iluminaba toda la ciudad, junto a las miles de millones de brillantes estrellas, y la brisa que entraba al cuarto por la ventana era fresca, pero no demasiado. Era la noche perfecta para salir a caminar y tomar aire…
Desgraciadamente, como todo ser humano, yo apreciaba todo esto por primera vez porque no podía disfrutarlo en este instante. De poder salir del cuarto en el que Mike me había encerrado, ni me importaría lo linda que se veía la noche. Pero, como estaba encerrado, hasta envidiaría a una mosca volando fuera.
Suspirando, cerré la ventana y me recosté en la cama, pensativo.
Habían pasado tres días. Tres días en los que Mike y Billie me habían tenido más que vigilado. Sólo podía salir al estudio con Mike y tenía que devolverme con él. Estaba desesperado por ir a encontrarme con la traficante para conseguir un poco de droga, de lo que fuera; los porros terminaron en poder de Billie Joe, quien fue el encargado de revisar mi auto. Para mi desgracia, ni siquiera los fumó. Simplemente los quemó en un contenedor bastante grande que había en la azotea del edificio en que estaba el estudio, causando que un tentador olor viciara el aire, tentador olor que no alcancé ni a aspirar, debido a que Mike me empujó de vuelta al interior y luego tiró de Billie, quien se veía un tanto tentado.
Y en esos tres días, para mi sorpresa, no había sufrido de abstinencia ni nada parecido. Simplemente quería consumir algo por mera costumbre.
Escuché un suave golpe en mi recién cerrada ventana, como el de una piedra pequeña golpeándola. Extrañado, me paré de un salto, cuidando de no pisar muy fuerte al caer, ya que eso alertaría a Mike de que algo pasaba. Dudaba que despertara, pero prefería no arriesgarme. Sin más, crucé la distancia que me separaba de la ventana. Me sorprendí al distinguir la figura de alguien bajo y delgado. Extrañado, abrí la ventana y me asomé por ella.
-¿Billie? –susurré.
Al estar todo tan silencioso, mi susurro llegó más que claro al exterior.
-¿Quieres salir? –me preguntó, también en un susurro.
-¿Cómo? –inquirí- Mike me tiene encerrado.
El guitarrista sonrió y metió la mano derecha a su bolsillo, sacando un juego de llaves que me mostró con una sonrisa en su rostro.
-Repito mi pregunta: ¿Quieres salir? –susurró, aún sonriente.
Obviamente, accedí.
En menos tiempo del que creí que sería posible, Billie me abría la puerta. Me mostró las Converse que llevaba en una mano, indicándome que lo imitara; se había quitado las zapatillas para hacer el menor ruido posible. Asintiendo, me quité mis zapatillas y lo seguí, escaleras abajo.
Apenas cerramos la puerta principal, nos sentamos en el peldaño que había que subir para entrar a la casa y nos pusimos las zapatillas, para luego salir de la residencia y cerrar el portón con llave, todo esto del modo más silencioso posible.
El primer sonido que emitimos fue una fuerte carcajada, la cual no soltamos hasta estar en el interior del auto de mi amigo.
-Gracias –murmuré, cuando el motor ya estaba encendido y nuestras risas habían parado.
-Cuando quieras –dijo él, girando en una calle-. Ahora, ¿qué quieres hacer?
Sonreí levemente. Algo en su tono de voz me demostró que él no me había sacado desinteresadamente. Me preguntaba qué quería hacer por mera educación, pero era más que obvio que él ya tenía planes para nuestra noche. Debido a ello, mi respuesta fue:
-Quiero que vayas al grano: ¿Para qué me sacaste?
Billie suspiró.
-Tus malditos porros olían demasiado bien –susurró, con la vista fija en el camino, para no demostrar lo desesperado que estaba por consumir algo-. Me bajó la nostalgia, extraño los Green Days y las Green Nights, ¿sabes?
Reí.
-Mike va a matarte…
-No me impor…
-No me dejaste terminar –lo corté-. Mike va a matarte y Addie te revivirá para matarte ella nuevamente.
-Mmm… No exactamente –susurró él. Lo miré extrañado-. Le pedí permiso a Addie, y me lo dio. Con tal, claro, de que fuera sólo hoy.
Asentí, sorprendido por lo comprensiva que era su esposa.
-Adrienne realmente merece un premio por ser tan comprensiva contigo y mantenerte vivo de todos modos –comenté.
-¿Cierto? Es la mejor –dijo él, con una amplia sonrisa; la amaba, y demasiado-. En fin, ¿dónde mierda los compraste?
Sonreí levemente.
-Préstame tu celular, Mike me quitó el mío.
El guitarrista metió la mano derecha a su bolsillo y rebuscó su celular. Me lo pasó bastante rápido, ya que necesitaba la mano para frenar en el semáforo. Serían más de las tres de la mañana, pero todavía había autos circulando. Después de todo, era California.
Pero eso no importa. Lo que importa es que marqué el número de mi traficante, que para entonces ya había memorizado, y esperé a que contestara de una vez.
-¿Aló? –preguntó ella, a modo de saludo, en un tono desconfiado de voz.
-Soy Wright –fue todo lo que dije.
-¡Wright! Creí que habías entrado en rehabilitación o algo… -Su tono de voz era más relajado. Al parecer, su nerviosismo se debía a que no conocía el número.- ¿Qué puedo hacer por ti?
Sonreí, involuntariamente. El haber escapado de mi “prisión” me tenía bastante alegre, hecho del que no dejaba de sorprenderme.
-¿Dónde estás? Necesito marihuana, y la necesito ahora –murmuré.
-Eh… Estoy en la callejuela junto al supermercado –contestó.
-Ok, voy para allá –murmuré-. Hasta luego.
Colgué y le pasé el celular a Billie, mientras le decía donde tenía que ir. Él asintió, encendió el estéreo y se dirigió al supermercado, apenas prestando atención al camino, ya que se encontraba demasiado ocupado cantando todas las canciones del CD y acelerando por sobre el límite de velocidad. De algún modo, terminamos riendo a carcajadas y esquivando autos por doquier. En fin, llegamos al supermercado en unos diez minutos y, tras apagar el motor, Billie Joe y yo bajamos del BMW al instante, para luego asegurar el vehículo e internarnos en la callejuela, donde la prostituta-traficante nos esperaba, con un bolso colgando de su hombro izquierdo, impacientemente.
-Oh, vienes con un amiguito –ironizó ella, con un tono un tanto socarrón de voz-. ¿Cuánta marihuana necesitan?
Con Billie intercambiamos una mirada, tratando recordar cuánto consumíamos entre los dos. Al parecer, mi amigo estaba sacando una especie de cuenta.
-¿Puedo probar uno? –preguntó él, repentinamente- Para ver cuántos necesitaremos…
Ella revoleó los ojos y tomó la mochila que había a su lado. La abrió y sacó la misma bolsa con porros de la otra vez. Al parecer, no los vendía mucho, ya que tenía la misma cantidad de la última vez que había estado ahí. Sacó uno y se lo pasó a Billie.
-Tres dólares cada uno, treinta dólares la docena –murmuró, pasándoselo.
-Oh, llevaremos una docena o más, tranquilízate –susurró él, revisando el porro y oliéndolo, analíticamente. Luego sacó su encendedor, lo encendió, y le dio una rápida pitada, dejando que una sonrisa apareciese en su rostro-. Están buenos. Una docena cada uno, creo que con eso bastará… Están bastante fuertes.
-Ok… Eh… ¿Pagas tú y te lo devuelvo después? Mike tiene todas mis cosas –murmuré, mientras ella metía los veinticuatro porros en una bolsa un poco más pequeña.
-Por supuesto –dijo Billie, aún disfrutando los efectos de la droga. Un porro no le hacía nada, apenas lo afectaba un poco más que un cigarrillo común, pero se notaba que había extrañado el sabor; la rehabilitación le había costado bastante y no había consumido nada desde antes de American Idiot.
Como sea, Billie pagó los porros y luego nos fuimos a otra callejuela; teníamos ganas de estar al aire libre, pero no teníamos ganas de caminar (honestamente, yo sólo quería drogarme rápido), así que nos conformamos con sentarnos en el incómodo suelo que quedaba varias cuadras más allá.
-¡Salud! –bromeé yo, encendiendo mi primer porro, a la vez que Billie encendía su segundo.
Estuvimos bastante rato ahí, fumando y drogándonos. No tardé mucho en empezar a ver todo desde otra perspectiva, totalmente diferente…
Tan diferente que, de algún modo, terminé besando a Billie apasionadamente.
Y, al estar en un estado similar al mío, él me devolvió el beso, con la misma intensidad con la que yo lo besaba, ignorando por completo a la rubia que nos miraba atónita desde el comienzo del callejón.

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