Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, mayo 08, 2011

Suffocate. - Capítulo 6: Estancado hasta nuevo aviso.


-Ochenta, noventa, doscientos, diez, veinte… -contaba ella, sin despegar la vista de los billetes que tenía en sus manos.
Al igual que en el sueño que había tenido la noche anterior, eran alrededor de las tres de la tarde. Sin embargo, ésta vez yo no estaba apoyado en una pared, sino que me encontraba en el centro de la callejuela, dispuesto a retroceder en caso de que ella o alguien más se me acercase; no quería arriesgarme a que lo que había soñado fuera una especie de sueño profético.
-Por enésima vez, no voy a estafarte –mascullé, al ver cómo revisaba uno de los billetes a contraluz, para asegurarse de que no fuese una falsificación.
-Lo lamento, Wright, pero no confío mucho en drogadictos –murmuró.
-Y yo no confío en putas, y aquí estoy –repliqué, molesto, cruzado de brazos-. Si no confías en drogadictos, ¿para qué mierda traficas entonces?
-Porque estoy aburrida –ironizó-. ¡Porque no tengo nada más que hacer para sobrevivir, tarado! –Suspiró.- En fin, sí pagaste todo. ¿Quieres comprar algo o puedo echarte de una puta vez?
Saqué un par de billetes del bolsillo trasero de mi pantalón.
-María, por favor –dije, con una sonrisa, pasándole los billetes.
La mujer me miró extrañada.
-¿Tú, comprando María? –Asentí.- Ok… ¿quién eres y qué le hiciste al cliente que acaba de permitir que me tome un día libre?
-El mismo Wright que siempre te compra. Ahora, ¿me das María o tengo que conseguirme otro vendedor?
Ella suspiró y se acercó a uno de los grandes basureros que había en la callejuela, del que sacó una mochila. La abrió, sin permitir que yo viera su contenido, y sacó una bolsa de nylon, llena de porros.
-¿Cuántos?
Compré una docena. Me dijo cuánto era, le pagué y, sin dignarme a despedirme de ella, me devolví al auto. Sí, la callejuela quedaba cerca de mi casa, pero decidí que era más conveniente pasar por ahí camino a la casa de Mike, donde nos juntaríamos todos a las cuatro. Guardé los porros en la guantera de mi SUV y partí en dirección a la casa del bajista, al mismo tiempo que ponía un CD de The Ramones en el estéreo.
Poco antes de las cuatro, ya me encontraba en la casa de mi amigo. Sin apagar el motor del auto, me bajé de él y me dirigí al citófono de la casa.
-¿Aló? –me preguntó una voz masculina, que reconocí como la de Billie. Éste estúpido era capaz de vivir en la casa de Mike.
-Soy yo, Tré, ábranme el portón –murmuré.
-Wow, llegaste a la hora –comentó otra persona, a quien reconocí como Mike. Sonaba sorprendido-. Te abrimos enseguida.
-Gracias –farfullé.
Me devolví al auto y, en cuanto el portón se abrió, entré a la residencia. Estacioné junto al BMW de Billie, apagué el motor, bajé del vehículo, aseguré todo con el remoto y entré a la casa, cuya puerta Billie me mantenía abierta. Me sorprendí al verlo tan serio.
-¡Hola! –saludé, dando una especie de salto que solía sacarle una sonrisa al guitarrista. No obstante, él no cambió su expresión en lo absoluto-. ¿Qué ocurre?
Billie no me dijo nada, se limitó a hacerme pasar. Extrañado, lo seguí al interior.
Mi extrañeza aumentó al percatarme que Mike también estaba muy serio. Demasiado. Me asusté.
-Chicos, ¿qué ocurre? –inquirí- ¿Pasó algo?
Billie y Mike intercambiaron una rápida mirada, tras lo que me miraron fijamente, como analizándome en un intento de prever mi reacción.
-Queremos que sepas que lo que hacemos lo estamos haciendo porque te queremos –comenzó Mike.
Ese discurso no me gustaba…
-¿Qué pasa? ¿Qué harán? –pregunté, entrando a desesperarme tanto que mi estómago comenzó a doler. Malditos nervios.
Billie suspiró.
-Has estado muy raro últimamente, ¿sabes? –prosiguió él, utilizando la palabra que demostraba sus nervios- Nos tienes preocupado. Y saber que estás en drogas…
Puse los ojos en blanco.
-Lo tengo controlado –mascullé.
-Aún así… Apenas nos hablas, apenas sí te juntas con nosotros fuera del trabajo. Andas raro, tú no eres así. Es como si todo lo que hicieras fuese fingido –murmuró Billie-. Así que no nos importa qué tanto te hayas esforzado para ocultarlo, pero, hasta que nos lo digas, no te irás de aquí.
-No importa cuántos días pasen, te quedas hasta que hables –añadió Mike.
Repliqué por más de una hora, tras lo que quedó más que claro que no cederían y que estaban más que dispuestos a dejarme ahí, estancado hasta nuevo aviso. Mierda.

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