Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, mayo 08, 2011

Suffocate. - Capítulo 4: Mariposas en el estómago.


-Tré, ¿qué ocurre aquí? –me preguntó Billie, extrañado por las palabras y la actitud de la mujer que me había hablado.
         -Nada, nada, vengo enseguida –musité, lanzándole las llaves del auto, a la vez que seguía a la mujer -. Espérenme aquí, no tardo mucho.
         Tanto él como Mike asintieron, mirándome con curiosidad. Tenía que inventar una explicación para todo esto, y rápido. Pero tendría que ocuparme de esto después de hablar con la rubia, que ya se había adentrado a la parte más oscura del callejón.
         -No sabía que trabajabas por estos lados –mascullé, sin molestarme en fingir un tono suave y relajado de voz. Es decir, ¿de qué me servía aparentar una felicidad extrema con mi proveedora de cocaína y demás?
         -Yo no sabía que eras tan agresivo –murmuró ella, sacando una libreta del bolsillo trasero de sus jeans-. Y no eres mi único cliente, ¿sabes? No puedo permanecer en un mismo lugar todo el día.
         Hice una mueca, la cual aumentó de tamaño al ver que la libreta que revisaba no era la de encargos, sino que la de deudas.
         Ustedes dirán “pero Tré Cool tiene suficiente dinero como para pagar sus deudas de drogas y demás”. Sí, lo tiene. Pero no en efectivo.
         -Me debes trescientos dólares, Wright –murmuró-. Los quiero en el lugar que nos encontramos siempre, mañana, ¿me oíste?
         -Sí –mascullé. La miré-. A todo esto, te ves mejor sin la capucha. ¿Es para tus otros clientes?
         Su rostro adquirió un tono muy rojo. Por primera vez en mucho tiempo, sonreí auténticamente. Era una sonrisa amarga, pero una sonrisa al fin. Su expresión decía todo: No sólo era una traficante, también era una prostituta y, probablemente, de las baratas.
         -Ándate a la mierda, Wright… -murmuró, tras lo que sonrió y me miró- Pero me pagas primero, claro.
         La mirada que le lancé bastó para que la sonrisa desapareciera de su rostro. Tras levantar mi dedo del corazón frente a su rostro, me fui, en dirección a mi auto, en cuyo interior ya se encontraban Billie y Mike. Me extrañé al descubrir que Mike se había sentado en el asiento del conductor…
         Y ahí recordé que no había inventado ninguna excusa decente. Maldije. Tendría que improvisar. Sin más, me subí al asiento trasero de mi auto; Billie se había sentado en el asiento del copiloto, como de costumbre.
         -¿Quién era? –me preguntó, apenas subí.
         -Nadie importante –respondí, con un tono desinteresado de voz, como si el hecho no hubiera sido importante en lo absoluto.
         A través del espejo retrovisor, vi cómo Mike alzaba una ceja, demostrando su incredulidad. Tras ello, bajó la mirada y se concentró en echar a andar el auto en dirección a mi hogar.
         -¿Has estado consumiendo? –preguntó, con la vista fija en el espejo lateral del auto, para asegurarse de que no iba a chocar con el auto estacionado detrás de nosotros al salir.
         -Nop –mentí.
         Billie suspiró.
         -La verdad, Tré, la verdad –murmuró.
         Mierda. ¿Por qué mierda Billie era un polígrafo en cuanto a drogas se refiriese? Bueno, probablemente eso tenía que ver con lo mucho que le había costado dejar todas las mierdas que consumía, pero eso no importa.
         -Un poco –susurré, en un intento de tono honesto de voz.
         Al menos ese se lo creyeron.
         -Mierda, Tré, con tanto que había costado dejarlo –musitó Mike por lo bajo.
         -Cálmense, lo tengo bajo control –los calmé-. Es sólo un poco de tanto en tanto, puedo vivir sin eso.
         Era verdad. El no haber enloquecido sin drogas el día anterior era la prueba que necesitaba: No soy un drogadicto.
         -¿Seguro? –inquirió Billie, volteándose, para quedar mirándome fijamente a los ojos con los suyos verdes.
         Sentí un retorcijón en el estómago al ver cómo me miraba fijamente. El retorcijón que había comenzado hacía ya varios meses. El retorcijón que algunos llamaban mariposas y que yo llamaba ganas de vomitar.
         -Sí, seguro –contesté, revoleando los ojos-. Ya, vamos a mi casa a beber de una vez, tengo sed.
         Así ambos temas (el de las drogas y el de mi oscuro secreto) quedaron de lado… De momento.

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